2/6/09

Artecal 3.1.

Capítulo 3

Dos días después, en Chile, Carrasco y Remi esperaban a Mattheys en la sala de embarque del aeropuerto de Pudahuel. El equipo de San José de Maipo les había confirmado que la ID19 negra había recogido ahí a alguién a las nueve treinta, la hora conveniente para llegar al aeropuerto a la hora exigida para el registro de pasajeros del vuelo de Lufthansa que debía salir a las trece diez. A las once y media, Mattheys se había presentado en el mostrador acompañado de Romero que lo condujo luego hasta el ingreso en Policía Internacional.

Una vez fuera de la vista de Romero, los dos detectives abordaron a Mattheys.
- « Señor Mattheys, soy el inspector Remi, de la Policía Juidical belga. Y éste es mi colega Carrasco de la Policía de Investigaciones chilena. Lo estabamos buscando desde hace algún tiempo: su esposa nos había denunciado su desaparición. Estamos felices de que goce de buena salud y de que lo hayan liberado. Creemos saber que fue retenido en San José de Maipo por un anticuario llamado Riderelli, que es en realidad un traficante de obras de arte. Antes de que se vaya, ¿podría contarnos lo que ocurrió aquí? Podría ayudar así a la investigación local. »
- « ¡Vaya! ¡No esperaba encontrar la policía aquí y aún menos que estuviese al tanto de mis desventuras! Todo ésto es muy extraño. Un anticuario de Quito me recomendó que visitara al señor Riderelli y le ahblara de artecal, la empresa por la cual trabajo y que me envió aquí. Riderelli me pidió muchos detalles y me dijo que un importante cliente suyo quería establecer un contacto permanente con nosotros. Quería discutir las condiciones financieras y procedimientos de compra y de transporte de obras de arte hacia Europa. Pero yo no stoy autorizado para ésto. Le dije que debía hablar con mi jefe en Luxemburgo y les dí el número de teléfono de Müller, pensando que así ponía fin al asunto. Pero, para mi gran sorpresa, Riderelli me dijo que quería conversar personalmente con mi jefe y que éste debía venir a Santiago. Le dije que yo no estaba en condiciones de obligarlo. "En este caso, ud se queda aquí hasta que venga" me dijo. Me obligó a subir a un coche negro y me llevaron a una casita fuera de Santiago. Desde entonces, solo he podido dormir, comer y leer, hasta ayer, cuando el chofer me dijo que Müller estaba aquí pero que querían hablar con el señor van Hasselt. Yo podía volver a casa pero debía arreglármelas para que van Hasselt viniese a Santiago o, de lo contrario, Müller sufriría. No sé nada más. »
- « Müller vino, pero descubrieron que no es el que manda. ¿A quién más encontró durante su captividad? »
- « Solamente un hombre y una mujer, en la casa. El chofer venía de vez en cuando y hablaba con ellos. A mí, solo me decía que tuviera paciencia, que las cosas no eran fáciles. »
- « ¿No pidió telefonear a ud. mismo a Müller o a su esposa? »
- « Pedí hablar con Müller pero no quisieron. Tuve cuidado de no hablar de mi esposa. Sabía que ella me esperaba en una fecha prefijada y que, al no llegar, se inquietaría y pediría explicaciones a Müller. Si no eran claras, haría lo imposible para averiguar más. »
- « Es efectivamente lo que ocurrió. Pero las cosas son aún mas complicadas en Bélgica y Luxemburgo. La policía allanó Artecal y Müller fue arrestado. Lo hemos traído aquí y dejamos que se juntara con Riderelli para llegar a ud. y saber más de este asunto. Pero Müller ocupa ahora su lugar y nos ocuparemos de lo que sigue con la policía chilena. En Bruselas, el comisario Servais lo pondrá al tanto de lo que ocurrió allá y le indicará qué hacer a futuro. ¡Que tenga buen viaje! »

Los dos policías saludaron al pasajero saliente y se fueron a la prefectura, Remi contando en español a Carrasco lo que Mattheys le había dicho en francés.

Después de haber dejado Mattheys en el aeropuerto y haber verificado su embarque, Romero partió con el auto al domicilio de Riderelli. Ahí se hizo cargo de Müller y lo condujo a la casa de San José de Maipo. Aunque los detectives no lo vieron bajarse en San José ya que se cerraba el garaje cada vez después de la llegada del coche, lo vieron brevemente cuando abordó el vehículo frente a la casa de Riderelli.

Ese mismo día por la tarde, este último fue a su tienda. El policía que la vigilaba avisó a Carrasco y éste pasó a recoger al inspector Remi a su hotel con el auto camuflado de taxi. Le recordó a su colega las instrucciones para tratar de entrar en confianza con Riderelli y le dijo que lo esperaría con su taxi a la vuelta de la cuadra.

Remi entró en la tienda y se puso a mirar los objetos expuestos. Ubicó felizmente algunas muestras precolombinas puestas sobre un mueble. Un hombre se acercó y preguntó:
- « ¿En que le puedo ayudar? ¿Busca algo en particular? »
- « Veo que tiene piezas precolombinas. Son muy bellas ... pero son copias. Yo busco algo más ...¿cómo decir? ... auténtico... »
- « Oigo por su acento que es extranjero. Quizás no sepa que en nuestro país las piezas auténticas pertenecen al Estado y solo los museos locales pueden adquirirlas. Es extremadamente difícil para un particular obtener alguna. Y está absolutamente prohibido sacarlas del país. »
- « Sin embargo, ví algunas en Europa. Y no tuve grandes dificultades para adquirir algunas en Perú. »
- « ¿En Perú? ¡Pero es aún más difícil que aquí! Los controles son mucho más estrictos. ¿Puedo saber dónde las obtuvo? »
- « Como se trata de alguién que me recomendó su tienda, creo que le puedo decir su nombre: se trata de Favio Marambio. Me dijo que el señor Riderelli podría ofrecerme objetos propios de las culturas locales. ¿Es ud. el señor Riderelli? »
- « No. Soy su vendedor. Tendrá que hablar personalmente con él. Tiene suerte: está en su escritorio. Voy a ver si lo puede recibir. ¿A quién debo anunciar? »
- « Philippe Ducquet, de parte de Favio Marambio. »

Un momento más tarde, Riderelli recibía a Remi en su oficina. 
- « Señor Ducquet, entonces. ¿Francés? »
- « No, belga. » 
- « Y viene de parte de Favio Marambio. De la calle de la Concepción, en Lima. »
- « No, solo conozco la tienda de la calle Junin, cerca de la plaza Bolívar. »
- « ¡Ah, cierto! Lo vió en su tienda. ¿Y cómo le va? »
- « Estaba bien, creo, aunque se quejaba de su pierna izquierda. »
- « Siempre el mismo. ¿Y que puedo hacer por ud., para complacer al mismo tiempo a este viejo compañero? »
- « Marambio me vendió dos estatuillas de la cultura mochica que me gustaron mucho. Su exhibición de actos sexuales es realmente extraordinaria. Dudo poder encontrar otra vez algo tan peculiar. He visto algunas cosas muy bellas en su Museo Precolombino y me gustaría poder ofrecerme dos o tres piezas de arte local. Auténticas por cierto. »
- « Tiene razón, la cultura mochica produjo modelos que no encontrará en ninguna otra parte. Si adquirió esas piezas, debe tener una idea de lo que cuestan las obras auténticas y también de que no es fácil cruzar las fronteras con ellas. Consideraré por lo tanto estas cuestiones como resueltas. ¿Tiene preferencias por alguna cultura local en particular? »
- « No soy un especialista, pero he visto y oído bastante para pensar preferentemente en la cultura de San Pedro y en la diaguita. »
- « Excelente elección. Hay por cierto otras iguales de interesantes. Le voy a mostrar una decena de fotos de piezas a las cuales tengo acceso actualmente y que podría conseguir para ud. »

Riderelli abrió un cajón del escritorio, sacó una carpeta que contenía fotos y las pasó a Remi.
- « Tome su tiempo y dígame que es lo que prefiere. »

Remi revisó lentamente las fotos, una por una. Había ahí objetos muy parecidos a los que había visto en el Museo de Arte Preclombino así como en los álbumes del Museo de Bellas Artes de Bruselas. Y dos de las fotos correspondían a las que le había mostrado Carrasco: el producto del robo en el museo de La Serena. ¡Riderelli estaba por lo tanto implicado! Tenía que arreglárselas para ver las piezas reales.
- « Este vaso-pato diaguita es muy lindo pero se ve practicamente en todos los catálogos y todas las colecciones. Prefiero este plato. » dijo, seleccionando una foto. « Y quizás también esta tableta de rapé. ¿Atacameña, si no me equivoco? »
- « Está bien informado, señor Ducquet. Y tiene buen gusto. Se los puedo entregar mañana en la tarde si llegamos a un acuerdo acerca del precio. »

Riderelli le propuso entonces una fuerte suma en dólares. Remi regateó un poco, insistiendo en su inferioridad en comparación con las piezas que había "comprado" en Perú. Llegaron a un acuerdo y fijaron cita para el día siguiente a las cinco de la tarde. Los dos hombres se pararon y Remi salió de la tienda, dió la vuelta por la esquina y subió al taxi de Carrasco que lo esperaba.

- « ¿Cómo le fue? » preguntó éste.
- « Perfectamente, gracias a los datos que me dió acerca de Marambio. Riderelli desconfiaba y me tendió una trampa, pero lo convencí. Me mostró una decena de fotos de originales y dos de ellas correspondían al robo que ud. me había señalado. Encargué uno de estos objetos y otro más. Me los tendrá mañana en la tarde. »
- « Bien. Podremos arrestarlo con la mano en la masa. El vehículo de vigilancia debe además tener la grabación de su conversación. »