24/4/12

La Agencia del Tiempo 1.1

La Agencia del Tiempo

Notas previas
  1. Encontramos a Jef Trompel recién ingresado a la PJ. Jean Servais dirige la investigación. (La publicación de estas novelas no sigue el orden cronológico de la vida de ambos investigadores.)
  2. Para quienes hayan leído la novela "Flasforward" de Robert Sawyer: Nuestra novela fue redactada antes de conocer dicho libro (y la serie de TV derivada), por lo que nuestras alusiones a experimentos del CERN son mera coincidencia.
Chapitre 1er. Tiempo de guerra

1-6-1944 Entre los bunkers

La noche era clara y el centinela no tenía ninguna dificultad en avanzar por el camino de vigilancia que iba de un bunker a otro del "Muro del Atlántico" construido por los alemanes en la cercanía de Ostende, en la costa belga. De pronto observó la silueta de otra persona que avanzaba por el mismo camino a unos doscientos metros delante de él. Tenía aspecto de centinela también pero, a esta hora, no debería haber encontrado a nadie hasta llegar al siguiente bunker. Entonces se puso a correr hacia la figura que divisaba gritándole que se detuviera y le diera la contraseña. Pero no tuvo respesta. Se detuvo entonces, puso una rodilla en tierra, apuntó su fusil Mauser y disparó. La silueta cayó. Se acercó con cuidado, siempre apuntando, listo para disparar nuevamente. Pero se extrañó al no distinguir ningún bulto sobresaliendo del suelo. La luz de la luna era sin embargo suficiente para ver todos los detalles. Entonces, casi pisó lo que estaba en el suelo: era efectivamente un uniforme de soldado, pero vacío. Quién lo llevaba -puesto o no- había desaparecido. Recogió todo y lo llevó al bunker, donde lo entregó al sargento a cargo. Éste interrogó al soldado:

- ¿Vió huir al hombre después de disparar?
- En absoluto. Lo ví caer. Y no quité los ojos de ahí hasta llegar. Pero no quedaba más que el uniforme. Y es de los nuestros. ¿Por qué habría huido?
- ¿Por qué le disparó?
- Porque no respondió el alto.
- Entonces hizo lo correcto en disparar. Pero lo que me cuenta es muy extraño. Veamos de más cerca este uniforme: es de un oficial. Pero hay algo raro: su unidad no está acantonada aquí. Y aquí hay documentos...

Una hora después, en un "café" (un bar) de la Grand Place de Bruselas, mientras Douce, la agente encubierta de la Resistencia, cantaba para los clientes alemanes, una sirvienta se acercó a uno de los clientes belgas y, poniéndole un nuevo vaso de cerveza en la mesa, le susurró al oído "El paquete ha sido entregado". El hombre se tomó con calma la cerveza y luego se escabulló por una puerta trasera. Debía llevar el mensaje a alguién más importante. La fase final del plan se había iniciado.

El hombre cruzó un pequeño patio y entró por atrás en otra casa. Avanzó por un pasillo y llegó a una tienda de confites que se abría en la rue Montagne-aux-Herbes-Potagères. Ahí, la vendedora estaba conversando con un cliente. El hombre, que era el dueño, pasó detrás del mostrador y repitió el mensaje para el cliente: "Su paquete ha sido entregado". Éste, entonces, se despidió y salió a la calle. La cruzó y entró en las Galerías Saint-Hubert. Dobló en la Galería del Príncipe y entró en una pequeña casa... donde desapareció.

En Ginebra, doscientos años después (2243)...

Cinco personas se encontraban cómodamente instaladas en los sillones de la biblioteca de la Agencia del Tiempo. La agencia era el centro mundial más importante en materia de meteorología y de control de la atmósfera. Había jugado un papel clave, un siglo antes, como fiscalizadora de todas las actividades que contaminaban la atmósfera y contribuían al desastroso cambio climático. Pero, lo que sólo las más altas autoridades sabían, también tenía funciones -secretas éstas- en materia de control del Tiempo con 'T' mayúscula, o sea de la Historia. Y las cinco personas reunidas formaban el concejo a cargo de las decisiones y de los actores de esa sección de la Agencia.

La biblioteca donde estaban nos parecería extraña porque, en sentido estricto, no había ningún libro. Pero el contenido de cualquier libro podía fluir directamente hacia la mente de los "lectores" cuando apoyaban las manos en las placas metálicas de los brazos de los sillones. Los concejeros estaban en una pequeña sala bien aislada, de las varias que existían para permitir trabajos grupales.

- El paquete ha sido entregado -dijo William van de Zand-. Como previsto, se dejaron las piltrafas y los papeles en el momento en que iban a disparar.
- Los alemanes deben haber quedado de lo más confundidos con esa supuesta desaparición -dijo Bernard Dehaen, el controlador del grupo-.
- Sin duda. Hablarán de nuevo del Fantasma. Empieza a ser famoso en la Resistencia. Pero lo más importante es que les convenzan los documentos.
- En efecto. Es una pena no poder monitorear los efectos poco a poco.
- La Resistencia lo hará y con el tiempo lo sabremos. Tienen ojos en todas las carreteras y buenos oídos en los bares del centro de Bruselas y otras ciudades.
- ¿No deberíamos enviar más agentes?
- André forma parte de la directiva de la Resistencia y se enterará de todo -dijo Bernard-. Uds saben el gasto de energía que implican estos viajes y la enorme dificultad de colocar y justificar agentes, sin contar en este caso lo complicado de desempeñarse en medio de una guerra sin despertar sospechas. André es un vigilante profesional y vive hace muchos años en Bruselas, tal como tenemos vigilantes en otras capitales. Si todo va bien, tendremos confirmación desde Berlín dentro de unas semanas.
- Pero los libros de historia ya nos dieron esta confirmación -alegó William-. Hemos hecho lo necesario. Hitler murió, Alemania perdió la guerra y Leopoldo se fue a Suiza.
- Y ya sabes que no pretendemos cambiar ésto, al contrario. Queremos optimizar los procesos, apurar el final de la guerra y reducir el número de víctimas. Aún así, si no tenemos cuidado, otras cosas podrían fallar. Los libros podrían decir otra cosa y no nos daríamos cuenta de que hubo un cambio.

16/4/12

Paralelo 13

13

Así, el día lunes, Urim pasó a primera hora a buscar a Trompel y De La Rue. En vez de dirigirse nuevamente al garaje del palacio, se fueron a otro edificio que era en realidad una estación de ferrocarril. Para entrar al andén que les correspondía, había que pasar por un torniquete, el cual se abría solamente introduciendo en una ranura una tarjeta especial. Urim les entregó una a cada uno. Como comprobó Trompel, que algo sabía de historia de la computación, se parecían extrañamente a las antiguas tarjetas perforadas IBM con las cuales se programaban los primeros computadores comerciales.

En el anden, abordaron un vehículo que parecía mitad locomotora y mitad diligencia larga, que corría sobre rieles: ¡los primusianos tenían ferrocarril! La vía se dirigía hacia el sur pero, esta vez, el viaje fue muy largo. Tuvieron que pasar la noche en Lugduno (Lyon), que estaba a mitad de camino del puerto de Massalia (Marsella), el más importante del Mar Internum, según les explicó Urim. También les contó que Lugduno era la principal ciudad industrial, que fue el centro estratégico y creativo del gran "Salto Modernizador". Ahí se fabricaban las diligencias y los trenes y se había instalado por primera vez el sistema ahora común de iluminación y calefacción a gas, si bien solo estaban disponible en el centro de las principales ciudades. Como pudieron observar al cruzar la ciudad la mañana siguiente, las fábricas eran numerosas y la actividad intensa.

Después de otras ocho horas de recorrido, agrementadas por un breve almuerzo con sandwiches servidos a bordo, llegaron a Massalia. Urim los condujo de inmediato a la casa del anciano ingeniero, a quién presentó a los visitantes y explicó brevemente el motivo de la visita.

- Cuando remodelamos las celdas, mantuvimos la obra gruesa existente. Solo cambiamos las paredes delanteras, con las rejas y puertas, para instalar los nuevos sistemas.
- ¿No encontraron nada diferentes en ninguna de las celdas? ¿Una losa o una sección de muro diferentes, con alguna señal grabada?
- Ahora que lo dice, recuerdo que uno de los operarios señaló una losa en una de las celdas: le había llamado la atención un pequeño grabado.
- ¿De qué se trataba?
- Eran dos círculos pegados uno con otro, formando un 8. Dijo que se parecía bastante a la figura del reloj de arena, pero no le prestamos más atención, porque no parecía un tallado muy profesional. Pensamos que lo podía haber hecho algún preso, hace mucho tiempo.
- Ésta podría ser la señal que buscamos. Los relojes de arena de vidrio soplado se parecen a dos burbujas, antes de ser insertados en su soporte. Valdría la pena investigar esa losa. ¿Recuerda en que celda está?
- No podría indicarla con precisión. Me parece que está hacia la derecha cuando se llega desde la escalera.
- ¿Encontró alguna otra cosa extraña o de este tipo cuando trabajó en el Palacio? Se hicieron muchas reformas, en varias partes.
- No encontramos nada inesperado ni marcas desconocidas. Sin duda esa forma 8 fue lo único que, por lo que sé, llamó la atención de alguién. Todo estaba conforme a los planos y dibujos de que disponíamos y nada alteró el programa de trabajo.

Urim agradeció al anciano y se fueron a una posada para pasar la noche. El día siguiente emprendían el viaje de regreso, que fue algo más aburrido ya que no había novedad en el paisaje y no encontraron muchos temas de conversación con su anfitrión. El arqueólogo quería saber más de la historia local, pero Urim no era historiador y dejó muchas preguntas sin respuesta. Trompel, a través de su compañero, hizo algunas preguntas sobre los avances técnicos y esta fue la conversación que más ayudó a pasar en tiempo. Pero fue imposible contar los adelantos del mundo de los visitantes, por falta de un vocabulario adecuado.

De vuelta en Lutecia (París), convinieron en encontrarse de nuevo el día siguiente para investigar el subterráneo del palacio.

Cuando llegaron a la celda indicada por el ingeniero, encontraron efectivamente la losa señalada con el 8. Urim llamó un par de guardias y, gran esfuerzo, la levantaron. Debajo se abría otra escalera de piedra, por donde bajaron. Llegaron a un nuevo túnel que, después de unos diez metros, se abría en una pequeña cripta. En medio de ésta había un pequeño monumento, que bien podía ser un pequeño sarcófago. En uno de sus cantos estaba tallada la figura de un esqueleto con un báculo en una mano y, bajo la otra, que colgaba hacia el suelo, había un pequeño reloj de arena.

- La tumba del Primer Maestro -exclamó Urim, que se había fijado más en la inscripción: "Ista maximus Propheta" (Aquí descansa el mayor profeta).
- ¿Debemos abrirla para integrar el reloj? -preguntó De la Rue- ¿O debemos ponerlo en lugar de éste? -agregó, indicando el de la estátua.
- No lo sé. Veamos qué pasa al acercar el suyo.

Trompel sacó el suyo de su bolsillo y lo acercó lentamente. No pasaba nada. Entonces le dió vuelta, para que corriera la arena.

Se encontró entonces en su oficina de Bruselas y sintió el timbre de la puerta. Entró una señora.

- Señor Trompel, según me han dicho ha ayudado ya a varios arqueólogos en apuros y por esta razón me lo han recomendado como investigador privado. Lo he venido a ver porque mi marido, que es arqueólogo de la Sorbona, en Paris, ha desaparecido hace una semana y la policía local no ha encontrado pista alguna.

¿Se había quedado dormido y había tenido un sueño premonitorio o había vuelta atrás en el tiempo
¿Debería volver a los túneles de París?

FIN

Proximamente: "La Agencia del Tiempo"

10/4/12

Paralelo 12

12

Así, el domingo por la mañana, después del desayuno, se concentraron en tomar notas e intercambiar comentarios, mientras esperaban la ceremonia del mediodía. La plaza quedó vacía hasta que se acercara esa hora. Entonces empezó a reunirse gran cantidad de gente, la que se ubió en círculos concentricos en torno al gran reloj de sol que estaba en el centro de la plaza. Poco antes de la hora señalada, el Imperius y un grupo de maestros se instaló en un pequeño estrado, cerca del reloj. Cuando dió la hora, sonó un fuerte gong y, de la entrada del palacio, que había sido en parte despejada, salió un cortejo de mujeres, todas vestidas con túnicas negras, coronadas de laureles y con pequeñas podaderas de oro en las manos, cruzadas sobre le pecho. La muchedumbre les abría rapidamente el paso.

- ¿Sacerdotisas? -murmura Trompel-. ¡Ésto sí que es poco común!
- Era bastante común en la Roma antigua -respondió De La Rue-. Deben haber conservado la tradición.
Las mujeres rodearon el reloj de sol, dándole tres veces la vuelta en procesión, mientras entonaban un largo lamento, repitiéndo el refrán:
- Miserere, Domine, cuia pecavimus tibi. (Piedad, señor, porque pecamos contra tí).

En este momento, una nube tapó el sol pero, como pudieron observar -muy sorprendidos- Trompel y De La Rue, el puntero del reloj solar siguió proyectando una sombra, la que fue girando al mismo tiempo que las mujeres, dando un giro completo, algo imposible con una sombra solar.

- ¿Es un truco de magia? -le susurró Trompel a su compañero.
- Quizás. O un truco mecánico muy bien urdido. En todo caso muy poca gente puede observarlo. Solo, quizás, los que están en la primera fila. O nosotros.
- ¿Habrá sido montado para nosotros, que estamos mejor ubicados?
- Lo dudo. Debe formar parte de la ceremonia habitual. Y quizás se produce solamente cuando el sol se esconde. Si alumbrara el reloj, la sombra no podría moverse.

La última de las sacerdotisas había traído una gran fuente con agua. Sacó de ella una rama de olivo y, mientras seguían dando vuelta, se puso a rociar a la multitud.
- Aspergesme, domine, et super nivem dealbabor -seguía cantando el coro-. (Rocíame, señor, y seré más blanco que la nieve).

Luego, fueron a inclinarse ante el Imperius y volvieron a colocarse en círculo en torno al reloj.
- Procedamus! -gritó éste-. Sit nomen Chroni benedictus. (¡Procedamos! Que el nombre de Chronus sea bendito.)
- Sit nomen Chroni benedictus -repitieron todos en la plaza.
- Benedictus qui venit in nomine Chroni -agregó el Imperius, apuntando la mano hacia los europeos que miraban desde el balcón de la hostería. (Bendito el que viene en nombre de Chronus)
- ¡Benedictus! -repitieron todos.
- Chroni vobiscum! (Chronus esté con uds)
- Et cum animo tuo! (Y con tu alma)

Una de las mujeres, con cinturón plateado, que había traído un libro, abrió solemnemente éste, hizo una reverencia ante el Imperius, y se puso a leer un largo pasaje en lengua local y no en latín.
- Por lo que alcanzo a entender, parece parte de una prédica del Primer Maestro, sin duda de su libro sagrado, una suerte de biblia -le dijo De La Rue a Trompel.

Luego hubo otro canto y un rezo en que todos participaron.
Otra de las mujeres, la única que llevaba un cinturón dorado, se puso en seguida a hablar en 'postlatino' en forma tan rápida que De La Rue a penas pudo captar algunas palabras y Trompel, evidentemente, no entendió nada. Parecía una larga prédica, que fue escuchada en el mayor silencio.

La mujeres formaron una cadena, tomándose de las podaderas y entonaron otro himno. Luego salió otra del palacio, escolatada por dos guardias blancos. Se acercó hasta el centro, donde la sacerdotisa mayor, que había rociado a los presentes al principio de la ceremonia, le tomó, al parecer, un juramento (no pudieron entender nada) y luego le hizo beber del agua usada para rociar. En seguida la recién llegada se quito el velo negro que cubría su cabeza, dejando a la vista un velo blanco, y la sacerdotisa le puso una corona de laureles. Todas entonaron un canto que parecía muy alegre y realizaron una nueva coreografía. La -probablemente nueva sacerdotisa- se dirigió entonces hacia el Imperius, que la abrazó.

Finalmente, se reunieron todas, formando una nuevo cortejo que volvió al palacio. La ceremonia había terminado y la multitud empezó a dispersarse. Trompel y De La Rue entraron y bajaron a la sala común, donde el hotelero empezaba a colocar la mesa para el almuerzo.

3/4/12

Paralelo 11

11

La mañana siguiente, Urim los pasó a buscar y los llevó al garaje del Palacio, donde abordaron lo que llamaban "diligencia", un vehículo similar a los primeros automóviles, pero que funcionaba a vapor.
- Ce genre de véhicule est réservé aux autorités, aux gardes et à la milice. Es demasiado costoso para el común de la gente.

Atravesaron la ciudad y trás un poco más de dos horas de viaje a una velocidad que Trompel estimó entre 30 y 40km/h, llegaron a un pequeño pueblo. En la plaza central había una especie de estela, de base cuadrada, con una punta piramidal. Urim detuvo el vehículo y se apearon.
- Este pueblo es Alesia y éste es el monumento del que les hablé.

Acercándose más, vieron que, en la cara que podían observar, había un grabado en forma de reloj de arena estilizado y un texto latín que indica que "Aquí fue asesinado el Primer Maestro". Al dar la vuelta, descubrieron que la parte de atrás estaba con un estuco en parte roto.
- Ésto no estaba así -dijo Maestro Urim-. Lo deben haber golpeado los Injustos.
- Pero este estuco no puede pertenecer en modo alguno a la construcción original. Ésta es de piedra compacta. Fue agregado más tarde, pero se confundía muy bien con la piedra -señaló De La Rue.
- Y ahí se ve que, por debajo, hay alguna inscripción - agregó Trompel, que se había acercado más para observar.

Rascó un punto de estuco, que cayó con mucha facilidad.
- Hay algo más. ¿Podemos quitarlo todo? -preguntó De La Rue a Urim.
- El monumento es sagrado, y nadie lo alteraría. Pero me parece que tienen razón: si el estuco no es parte original del monumento, me parece correcto quitarlo.

Trompel siguió entonces sacando el estuco con su navaja suiza. Y la inscripción apareció completa. De La Rue se la tradujo:
- "La X° Legión rescató su cuerpo y se lo llevó para darle santa sepultura." ¡Debemos buscar antecedentes sobre las actuaciones de esta legión: ésta puede ser la clave! En todo caso aparece aquí el símbolo del águila, propio de las legiones romanas después de la reforma de Cayo Mario, poco antes de la conquista de las Galias.
- Volvamos a Lutecia -dijo Urim-. Buscaremos en los libros de historia.

De vuelta en la capital, el Maestro historiador sacó de la biblioteca el texto latino referido a la historia de Galias después de la conquista por Julio César. Ubicó el pasaje relativo a la muerte del Primer Maestro en Alesia.
    "La X° legión estaba acampada en Lutecia, pero los rebeldes celtas la evitaron y lanzaron un ataque más al sur, en un pequeño asentamiento llamado Alesia, donde Julio César había vencido ya con anterioridad una confederación de tribus galas conducida por Vercingétorix. Pero Alesia ya no tenía fortificaciones ni guarnición, por lo que la resistencia fue pobre. Por casualidad se encontraba ahí Dzeus Mentor, quien recorría las Galias para predicar. Los frumentarii -el servicio secreto del Imperio romano- que lo seguían con atención lograron avisar a la X° Legión del ataque y de la muerte de Dzeus Mentor.
    Algunos latinii -ciudadanos aliados con formación militar- que vivían ahí se aseguraron de esconder y proteger el cuerpo hasta la llegada de las tropas.
    Llegaron primero los sagittarii, los arqueros que montaban a caballo, que abatieron numerosos rebeldes y provocaron la huída de los demás. Luego llegó la cohorte de pedites y lancearii, la infantería y los lanceros. La mayoría de éstos reverenciaban al Primer Maestro y se hicieron cargo de su cuerpo."
No había más detalles, según explicó el historiador.
- ¿Pero no tendrán algún otro texto referido a lo que ocurrió después con al X° Legión? -preguntó De La Rue.
- Que yo sepa, no existe información detallada. En algún momento, la legión debió retornar a Italos.
- Pero es muy dudoso que se llevase con ella el cuerpo de un difunto. Los romanos acostumbraban colocar los muertos en sus catacumbas. Y sabemos que construyeron para ello los primeros túneles bajo esta ciudad. ¿Uds tienen conocimientos de catacumbas aquí, bajo Lutecia? Sería el lugar más probable para la conservación de sus despojos.
- Podrían existir, pero no tenemos conocimiento de ello aparte del pórtico sagrado por el que uds entraron. Y sabemos ahora que solo da acceso a otros mundos.
- ¿Tienen aún restos de la época romana que se puedan ver aquí en Lutecia?
- Están el caldario (termas) y una arena, a la salida de la ciudad.
- ¿Podrían tener algo relacionado con el Primer Maestro?
- Los conocemos a fondo, y no hay ahí nada relacionado con él.
- ¿Cuál es el edificio más antiguo de la ciudad, aparte de las ruinas romanas?
- Sin duda el Palacio o, al menos, parte de él.
- ¿Qué parte?
- La Sala del Templo.
- ¿Y no hay ahí ninguna marca que pueda sugerir la existencia de algún otro pasadizo? - Nada. Todos los detalles del Templo son muy conocidos y la única marca destacada es el reloj grabado en el pórtico.
- ¿Qué hay del subterráneo, de las celdas donde estuvimos la primera vez -dijo Trompel, que había seguido mal que mal la conversación-. Me pareció que la escalera de caracol por donde bajamos había sido excavada en roca viva y mostraba señas de un uso frecuente durante siglos.
- Así es. Tienen razón. También es una zona muy antigua pero las celdas han sido remodeladas muchas veces. La última vez fue hace unos veinte años, cuando se instalaron los sistemas mecánicos de acceso y control, durante el gran "Salto Modernizador" dirigido por el anterior Imperius.
- ¿Quién puede saber de lo que había antes?
- El ingeniero que dirigió los trabajos. Está jubilado y vive al borde del mar.
- ¿Podríamos hablar con él?
- Podríamos ir a visitarlo. Me parece que vale la pena, pero no podremos hacerlo mañana -dijo Urim-. Es día de Precepto. Como el Palacio y, en particular, la Sala del Templo están parcialmente destruídos, la ceremonia principal será en la Plaza Mayor. Uds podrán seguirla desde el balcón de su habitación en la hostería. Como siempre, será a la sexta hora. Si lo desean, pueden pasear por la ciudad. Los vendré a buscar la primera feria en la mañana para ir a ver al ingeniero.

- ¿Qué es ésto de "primera feria"? -preguntó Trompel cuando los hubo dejado.
- Es el primer día de la semana, o sea el lunes.