22/2/11

Colonización 5.1.


Capítulo 5. Las guerras de los dioses


La creación del hombre provocó una división entre los dioses. Los humanos del Abzu, producidos por ingeniería genética, siendo híbridos eran estériles. Por lo tanto, la "producción en serie" no permitía aún abastecer a las colonias de Mesopotamia. Como consecuencia de ello, a los anunnaki que estaban trabajando en las ciudades y campos del norte se les negaron los beneficios de la nueva mano de obra y pronto, al saber de la nueva fuerza de trabajo con que contaba Enki, apelaron a su jefe Enlil, amenazando con una huelga general.

"Los anunnaki subieron hacia él,
levantaron las manos recibiéndolo,
aplacaron el corazón de Enlil con oraciones
Cabezas Negras le pedían."
(Stitchin, p.190)

Enlil, aprovechando que Enki se había venido a su ciudad de Eridú trayendo productos de sus minas, se reunió con él y le planteó el problema, pero éste le hizo ver que el proceso de producción era muy lento y que las "cabezas negras" que había creado apenas alcanzaban para sustituir a los anunnaki en las minas. Los nortinos deberían conformarse y esperar algunos años más. Pero la respuesta no satisfizo a éstos y fomentaron amplias protestas, las que se tornaron más y más violentas. Como no conseguía nada de Enki, Enlil -con el apoyo de los suyos- decidió declararle la guerra y atacar Eridú. Como todas las ciudades contaban con recintos fortificados (donde estaban las residencias de los jefes y los hangares de sus naves) construyó una suerte de blindado llamado alani, que tenía una suerte de diente o taladro capaz de perforar las muralles [descrito en el texto conocido como «El Mito de la Piqueta»].

Enki no tuvo más remedio que hacer concesiones. Se deshizo de una partida de trabajadores en señal de buena voluntad y prometió acelerar sus investigaciones para lograr una producción más veloz de nuevos trabajadores. Mientras en Nippur y alrededores "a las personas de Cabeza Negra, les hicieron coger la piqueta".

Enki, "señor del conocimiento", tuvo que realizar una nueva proeza científica: crear humanos con dos series combinables de cromosomas en sus células reproductoras, para permitir su auto-reproducción. Así, cada veinte años aproximadamente, la población de trabajadores se reproducía y se produjo un crecimiento exponencial. Poco a poco, los pedidos de todas las ciudades fueron satisfechos. Pero dar al humano la capacidad de reproducirse tuvo un importante costo: su vida se vió acortada a un centenar de años terrestres, mientras los nefilianos, en consonancia con el largo ciclo de su propio planeta, vivían fácilmente diez veces más.

15/2/11

Colonización 4.2.

Enki y Ninti se concentraron entonces en la preparación de una mezcla capaz de transformar a los homínidos en seres capaces de comprendernos y de realizar los trabajos que nos eran tan desagradables, aunque no tendrían la fuerza de los centauros. Así forjaron los primeros «hombres». [Dicen los textos antigüos que tomaron una criatura que ya existía y la manipularon para «sujetar sobre ella la imagen de los dioses». El Génesis también dice que Dios «creó al hombre a su imagen y semejanza».]

Cuando apareció por fin el primer ejemplar vivo y en buena salud, la Diosa Madre lanzó un grito triunfante y se dirigió a los Grandes Dioses clamando:
«Me mandasteis una tarea-
La he terminado...
Os he quitado el duro trabajo
he impuesto vuestra labor a El Trabajador, 'Hombre'.
Levantasteis un grito por un Trabajador:
He soltado el yugo,
os he dado la libertad

[En la grabado sumerio: Ninti presentando el adamu a los anunnaki, flanqueada por el Árbol de la Vida y matraces de laboratorio.]

Los anunnaki recibieron su anuncio con entusiasmo. «Ellos corrieron y le besaron los pies». A partir de entonces sería el Trabajador Primitivo -el hombre- «el que llevaría el yugo». Así, los nefilim, después de llegar a la Tierra para establecer sus colonias, crearon el primer modelo de esclavitud, con trabajadores primitivos forjados por ellos mismos, mezclando material genético propio con material local. Un motín de los dioses había llevado a la creación del Hombre.
  • Sitchin explica: "En la epopeya «Cuando los dioses como hombres» hay un pasaje cuyo objetivo era explicar por qué la «sangre» de un dios tenía que mezclarse con la «arcilla». El «divino» elemento requerido era «aquello que alberga eso que ata la memoria». Y, lo que es más, el mismo término aparece en la versión acadia como 'etemu', que se traduce como «espíritu»: ¿los genes?. (...)
  • El texto afirma que la sangre del dios se mezcló en la arcilla de manera que ató al dios y al Hombre genéticamente «hasta el final de los días», de modo que la carne («imagen») y el alma («semejanza») de los dioses quedaría impresa sobre el Hombre en un parentesco de sangre que nunca se podrá romper. (...) Las evidencias de los textos antiguos, tanto mesopotamicos como bíblicos, sugieren que el proceso adoptado para mezclar las dos series de genes -los de un dios y los del Homo Erectus- implicaba el uso de genes masculinos como elemento divino y de genes femeninos como elemento terrestre. (...) El óvulo de una hembra de Horno erectus, fertilizado con los genes de un dios, se implantó posteriormente en el útero de la esposa de Ea [Enki]; y, después de obtenido el «modelo», se implantaron duplicados de ésto en los úteros de las diosas del nacimiento, para someterse al proceso de embarazo y parto." (Sitchin, 12º planeta, p.180 y 188)
Cuando ya lograron producir varios adama (adánes) en forma individual, Enki y Ninti se concentraron en buscar la manera de reproducir estos seres en forma masiva. Sin embargo,
debían tomar en cuenta que los óvulos fecundados debían ser implantados en "dioses del nacimiento" [los que llamaríamos hoy madres sustitutas]: los nuevos seres no eran capaces de procrear por su cuenta.

Grabado anexo:
"En las montañas del sur de Elam, se encontró una roca tallada en la que hay una escena que nos despierta la curiosidad. En ella, hay una deidad sentada que sostiene un matraz «de laboratorio» del cual fluye un líquido -una representación familiar de Enki. Junto a él, hay una Gran Diosa también sentada, postura que indica que se trata de una colaboradora más que de una esposa; no podía ser otra que Ninti, la Diosa Madre o Diosa del Nacimiento. Ambos están flanqueados por diosas menores -una reminiscencia de las diosas del nacimiento de los relatos de la Creación. Delante de estos creadores del Hombre hay filas y filas de seres humanos, cuyo rasgo más notable es que todos ellos parecen iguales -como hechos en un mismo molde." (Sitchin, p.194)

Después de que Enki se las ingeniara para lograr un primer «modelo perfecto» -Adapa/Adán-, pasó a diseñar técnicas de «producción en masa»: se implantarían los óvulos genéticamente tratados en mujeres anunnaki que serían liberadas de otros trabajos. Serían las "diosas del nacimiento", que engendrarían, la mitad varones, y la otra mitad, hembras. Siendo un híbrido, el humano no podía procrear por su cuenta.

8/2/11

Colonización 4.1.

Capítulo 4. La creación del hombre


En respuesta a la rebelión de los mineros, el Concejo de los igigi (los dyauses que se quedaban en la nave en órbita), presidido por el dyaus Piter, conociendo las habilidades de Enki en el campo de la genética, decidió ordenarle que buscase seres del planeta que pudiesen ser adaptados para realizar las tareas que todos los excavadores -de los canales y de las minas- rechazaban ahora con fuerza. Así, mandaron despertar a Enki para informarle que habían decidido formar un "adama", un trabajador sustituto, y que su principal tarea consistiría ahora en buscar la forma de hacerlo.

Las expediciones terrestres en los diversos continentes habían demostrado la existencia de numerosos animales. Los biólogos y zoólogos nefilianos se dieron entonces a la tarea de examinarlos genéticamente para determinar si, con las técnicas que dominaban, podrían seleccionar especies útiles.

Enki, dijo que necesitaría la ayuda de Ninti, la Madre de los Dioses, y los dyauses del cielo (de la nave interestelar) se la concedieron:
«Mientras la Diosa del Nacimiento esté presente
que cree un Trabajador Primitivo;
que lleve él el yugo.
¡Que cargue él con el duro trabajo de los dioses

Enki y Ninti se dedicaron entonces a realizar experimentos genéticos tendientes a crear seres que se parecieran a nuestras dos razas. En aras de contar con obreros con mucha fuerza, intentaron primero la obtención de seres parecidos a los kentois, pero los cuadrúpedos con torso y brazos resultaron todos ser tercos e indomables. [Veánse los toros alados y otras figuras de animales con rostro humano de la Antigüedad.]

Pero los expedicionarios de Enki en las Tierras del Sur (Abzu) también había descubierto bípedos con un genoma que -según la investigación realizada- era muy parecido al de los nefilianos, aunque eran de escaso desarrollo cognitivo: eran los antiguos homínidos.

La Epopeya de Gilgamesh describe el ser descubierto:
"Peludo es todo su cuerpo,
dotado en la cabeza con una melena como la de una mujer...
No sabe nada de gente ni de tierra;
su atuendo es como el de uno de los campos verdes;
come hierba con las gacelas;
con las bestias salvajes se codea
en el abrevadero;
con las prolíficas criaturas en el agua
su corazón se deleita."

1/2/11

Colonización 3.3.

Enlil decidió dejar a un pequeño equipo de técnicos ocuparse de la central energética en Gize.Heh pero hizo contruir el astropuerto más al norte de Haaki, en una zona más alejada del mar y menos pantanosa, que llamamos Nibru.Ki [Nippur]. También estaba más cerca de la zona donde encontramos las canteras y otros materiales necesarios para construir las plataformas.

En toda la zona al norte del golfo donde amarizaban, se le encargó al kentoi Ea (nombre que significa «casa-agua»), que era maestro en ingeniería, planificar y supervisar la construcción de canales, de diques en los ríos, así como el drenaje de los pantanos. Le encantaba salir a navegar por estos cursos de agua ya que sentía las aguas como su hogar. Construyó su casa en la ciudad de Haaki que nombraron E.RI.DU («hogar de ir desde lejos») y que quedó bajo la jefatura de Enki. [Es efectivamente una las cinco primeras ciudades que existieron en Mesopotamia, como también Nippur.]

Los exploradores -en naves de sobrevuelo a baja altura- habína detectado importantes depósitos de minerales y metales preciosos en el hemisferio sur, el Abzu. Como ingeniero-jefe, Enki hizo construir barcos que servirían para el transporte de los materiales extraídos, ya que no disponían aún de suficiente fuente energética para el transporte áereo pesado de larga distancia a baja altura. Con los primeros barcos, se dirigió a esta zona con una gran cantidad de trabajadores y estableció el campamento del Abzu (Sudáfrica), comenzando luego la explotación minera.

Las labores a cargo de Ea, en el norte, y Enki, en el sur, fueron sumamente pesadas para muchos anunnaki. La más aborrecida era la de cavar la tierra: debieron cavar los lechos de los ríos para hacerlos navegables y cavar canales para la irrigación. Pero aún peor fue la suerte de los operarios que fueron enviados a la base minera: debían cavar las minas para sacar los minerales de la Tierra. Oro, plata, platino y uranium eran en extremo valiosos, porque escaseaban incluso en Omyx. Aunque tenían herramientas muy avanzadas, el trabajo bajo tierra era agotador y la comida era muy mala. Sufrieron la presión de sus jefes durante años hasta que se levantó un líder que los convenció de rebelarse.

Un antiguo texto sumerio (la epopeya «Cuando los dioses como hombres») cuenta que:

"Cuando los dioses, al igual que los hombres, tenían que trabajar y sufrir la labor-la labor
de los dioses era grande,
el trabajo era pesado,
la aflicción era mucha.
Ellos se quejaban, murmuraban,
refunfuñaban en las excavaciones.
Hagamos frente a nuestro... el Oficial Jefe,
que nos libere de nuestro pesado trabajo.
Al rey de los dioses, al héroe Enlil,
¡vamos a enervarle en su morada!
Así pues, proclamad la guerra;
vamos a combinar las hostilidades y la batalla.
Los dioses siguieron sus palabras.
Prendieron fuego a sus herramientas;
fuego a sus hachas prendieron;
llevaron a mal traer al dios de la minería en los túneles
lo atraparon mientras iban
a la puerta del héroe Enlil.
Era de noche, en mitad de la guardia.
...
¡Cada uno de nosotros ha declarado la guerra!
tenemos nuestro ... en las excavaciones;
el exceso de fatigas nos ha matado,
nuestro trabajo era pesado, la aflicción mucha. "
(De Sitchin, El 12º Planeta, pp.175-176)