16/6/09

Artecal 3.3.

El viernes, en Londres, Lefèvre visitó la casa Christie's en King Street y participó en un remate. No pudo resistir la tentación y compró un reloj Luís XV. Después de la venta, esperó la salida de los empleados y abordó uno de ellos, quien lo reconoció como cliente y aceptó ir a tomar un trago juntos para hablar de las obras de arte que pasaban por la sala. Después de algunas consideraciones anodinas, el francés trató de sobornar al empleado ofreciéndole una fuerte comisión para que le ofreciese objetos sin pasar por los canales normales. El inglés se mostró horrorizado, rehusó la oferta con vehemencia y puso fin a la conversación. Llegado a casa, llamó a Scotland Yard para denunciar el intento de corrupción y, como no sabía el nombre del sujeto, aceptó que un policía le llevase una serie de fotos para tratar de identificarlo. En la colección estaban todos los sospechosos de Ipswich. Y reconoció rapidamente la foto de Lefèvre.

- « Hay ahí otra persona que viene regularmente a comprar en nuestra casa » agregó el empleado, mostrando la foto de Abril.  « ¿Es una delincuente? »
- « Sabemos que es una anticuaria londinense y está implicada en una encuesta. Si sabe algo más de ella, podría sernos útil. » contestó el inspector.
- « Solamente es una cliente habitual. No hay nada irregular que yo sepa. »
Después de hacerle firmar una declaración dando cuenta de la oferta de Lefèvre, el detective lo dejó. Scotland Yard acababa de confirmar las sospechas de la policía francesa: el hombre estaba sin duda mezclado en una red de tráfico ilegal.

El mismo día, el Yard, a través de Interpol, recibió una identificación de "Enero": era conocido en Nápoles como una abogado de la mafia de nombre Mario Ripaldi. De Bélgica había llegado el anuncio de la implicación de Abril en el tráfico de arte y en el caso en que también estaba implicada la mujer identificada en Ipswich como Giuliana Di Motta. El nombre de Lefèvre también estaba mencionado por Bruselas en el mismo asunto. Todo ello llevó a Scotland Yard a decidir que convenía intervenir más activamente. La vigilancia se mantendría y se daría una semana de plazo para esperar un nuevo encuentro o un acto dudoso de alguno de los protagonistas para proceder al arresto de todos los sospechosos.

*
En Santiago, Riderelli y Olivia tomaron el día siguiente un bus-salón con destino a Antofagasta. La policía decidió aprovechar su ausencia para liberar a Müller y allanar la casa de Riderelli en la calle Tomás Moro. Ya tenían la autorización judicial para intervenir en San José y obtuvieron rápidamente la otra gracias a los testimonios de Mattheys y Remi.

Los ocupantes de la casa de San José no opusieron resistencia. Müller fue encontrado en una pieza cerrada con llave que daba hacia un jardin posterior y cuya ventana tenía barrotes. A pesar de sus objeciones, fue arrestado y conducido al cuartel general de Investigaciones. Al mismo tiempo, la casa de Riderelli fue asaltada. Romero, que estaba sólo adentro con una empleada, no había querido abrir y la puerta tuvo que ser derribada. Romero trató entonces de huir por atrás, pero los detectives ya lo esperaban y lo redujeron. La exploración del lugar no aportó gran cosa aparte de las huellas digitales de la mujer llegada de Europa y de quién no habían logrado establecer la identidad. Su foto no estaba en los archivos pero sus huellas permitirían ubicarla en el Registro Civil.

Fue Remi quien interrogó a Müller dado que éste no hablaba castellano. Éste refirió sus conversaciones con Riderelli, las exigencias de éste y su anuncio de liberar a Mattheys. También explicó lo que había visto en el subterráneo, cosa que la policía no conocía ni había descubierto. Remi puso inmediatamente a Carrasco al tanto y ésta avisó a los hombres que seguían investigando en la casona. Éstos tuvieron grandes dificultades para encontrar el mecanismo de apertura. Estaba escondido en el pedestal de una pequeña estátua cerca del estante-biblioteca y podía ser activando discretamente al pasar al lado, lo que había impedido que Müller lo viera. El museo particular que descubrieron les sorprendió enormemente. Nunca habían creído que encontrarían tantas piezas originales, sobre todo considerando que el anticuario se ocupaba de su venta. También fueron alertados e interesados por la caja fuerte escondida detrás de uno de los cuadros. Un especialista debería abrirla y, con ello, tendrían seguramente acceso a los secretos de Riderelli.

Como la policía chilena no tenía razones para retener a Müller, se decidió que podía regresar a Bélgica bajo la vigilancia de Remi ya que éste lo había traído y que estaba bajo arresto por parte de la policía belga y luxemburguesa. Müller declaró por escrito lo que había ocurrido y firmó su declaración para los fines del proceso contra Riderelli. Remi también redactó y firmó un informe dando cuenta de lo efectuado durante su estadía y se le permitió partir con su prisionero. Obtuvieron dos asientos en un vuela de Iberia cuatro días más tarde y dejaron Chile.