Llegados a Antofagasta trás una noche de viaje, Riderelli y Olivia arrendaron un auto y siguieron hacia Conchi, un pueblo de la región de Atacama donde esperaban encontrar al guía del arqueólogo universitario. Dado que en Santiago la policía había averiguado que su destino era Antofagasta, el cuartel de Investigaciones de esta ciudad recibió poco después un boletín de búsqueda emitido después del descubrimiento del museo particular del anticuario. Los detectives encontraron rapidamente la agencia de locación de autos. Pero ahí se detenía la pista. ¿Cómo saber hacia dónde se dirigían? Enviaron el boletín de búsqueda a todos los retenes de carabineros de la región, con la descripción del vehículo y de sus ocupantes. Hay retenes en casi todos los pueblos y pueblitos del país así como en las rutas fronterizas por lo que pronto serían ubicados. En Conchi, como en otras partes, se hizo una ronda observando los vehículos y no tardaron en encontrar el auto buscado estacionado cerca de la casa donde alojaban ocasionalmente los pocos turistas que llegaban al pueblo. Las dos personas ya se habían ido. Los carabineros hablaron entonces con el campesino que arrendaba mulas, quién identificó a los dos turistas con quienes había conversado y a quienes había enviado a un amigo que les podía servir de guía para explorar la cordillera. Llegados a casa de éste, los uniformados supieron que habían llegado demasiado tarde. El grupo había salida y nadie sabía exactamente adonde iban.
Mientras tanto, Riderelli, Olivia y el guía, cargados de mochilas con víveres y lo necesario para acampar, avanzaban por una estrecha pista que bordeaba el río Loa y se internaban entre las montañas. El sol los puso a dura prueba durante la caminata por el empedrado. Después de tres días, pudieron observar grabados prehistóricos en bajo relieve en el acantilado. Pero no podían obviamente extraer nada y siguieron camino entre los montes Quemazon y Chela. El día siguiente, el guía les dijo que no había ido más lejos. El arqueólogo había subido por el acantilado con su ayudante y había vuelto por la noche muy entusiasmado. Descansaron por lo tanto de la caminata y esperaron el día siguiente para explorar el acantilado y la meseta donde estarían las ruinas.
Mientras tanto, Riderelli, Olivia y el guía, cargados de mochilas con víveres y lo necesario para acampar, avanzaban por una estrecha pista que bordeaba el río Loa y se internaban entre las montañas. El sol los puso a dura prueba durante la caminata por el empedrado. Después de tres días, pudieron observar grabados prehistóricos en bajo relieve en el acantilado. Pero no podían obviamente extraer nada y siguieron camino entre los montes Quemazon y Chela. El día siguiente, el guía les dijo que no había ido más lejos. El arqueólogo había subido por el acantilado con su ayudante y había vuelto por la noche muy entusiasmado. Descansaron por lo tanto de la caminata y esperaron el día siguiente para explorar el acantilado y la meseta donde estarían las ruinas.
Europa
Apenas llegado a Bruselas, el comisario Servais interrogaba de nuevo a Müller.
- « ¿Los nombres de Enero, Ripaldi, April, Lefèvre y Weinstein le dicen algo? »
- « Lefèvre es nuestro corredor de seguros. Tiene su oficina en el bulevar des Capucines en París. La dirección completa está en los documentos de mi oficina. Weinstein es WNT, uno de nuestros proveedores, como Ducquet. Sólo tengo un número de teléfono, que debería estar en el listado. No conozco los otros. »
- « Sin embargo pagó a Lefèvre con fondos ilegales. »
- « Entonces quizás el señor van Hasselt haya hecho algún otro negocio con él. Pero yo no puedo confirmarlo. »
En Londres, no hizo falta esperar mucho tiempo para que haya novedades. Lefèvre estaba furioso. Quería volver a Madrid y retomar sus actividades habituales. Como no podía contactar a Enero, se decidió a volver a la tienda de Abril el lunes siguiente.
- « ¡Ya no aguanto más! » lanzó al entrar. « ¿Cuánto tiempo piensan obligarme a quedarme aquí? ¡Vuelvo a Madrid: tengo que hacer allá! »
No pudo decir nada más y April no tuvo tiempo para contestarle: cuatro detectives de Scotland Yard habían entrado y los detenían. Afuera, otros dos detenían a Julien De Modt que estaba observando la tienda. Una vez en la comisaría, no tardaron en descubrir que De Modt era en realidad Giuliana Di Motta o Julienne Lamotte. Fue encerrada, a la espera de su envío a Bruselas. Lefèvre debería responder por el intento de corrupción y avisarían a la policía francesa de su arresto. En el caso de Diana April existía la acusación de tráfico de arte proveniente de Bruselas y Luxemburgo. Se haría por lo tanto un allanamiento de su tienda y su domicilio, en la búsqueda de pruebas.
Otro policía había sido encargado de vigilar el hotel Alexandra y de seguir a Enero-Ripaldi. Éste tomó el tren hasta Dover, donde fue al puerto y subió a bordo de un barco llamado Sea Explorer. El detective logró avisar a su central y se hicieron algunas investigaciones acerca del barco. Estaba matriculado en las Bahamas y pertenecía a la Submarine Exploration Company, la cual se presentaba como especialista en cartografía submarina. La policía portuaria controló los documentos de toda la tripulación donde estaban representadas varias nacionalidades: italianos, americanos, panameños y malasios. Los italianos y americanos eran los oficiales y los científicos; los otros eran simples marineros. Pero el número de éstos parecía exagerado. ¿Y que hacía ahí Ripaldi, si se trataba de un navío científico y que él no era miembro de la tripulación? ¿Era una coincidencia que el barco hubiese llegado de Nápoles la noche anterior a su cita en Ipswich?
Ripaldi no había vuelto a bajar del barco y, como su partida estaba anunciada para el día siguiente, el Yard decidió interrogar a algunos marineros. Se hizo una redada en un bar cercano y dos de ellos fueron llevados a una comisaría: un panameño y un malasio. El último trabajaba en la sala de máquinas y no pudo aportar ninguna información útil. Sólo sabía que el barco se detenía regularmente en alta mar, "probablemente para hacer los mapas". El interrogatorio del panameño fue más sorprendente: aseguró que era guardia de seguridad. ¿Y por qué necesitaban guardias en ese barco?
- « Por las cosas que los buzos traen del fondo del mar. » fue la respuesta.
- « ¿Qué tipo de cosas? »
- « Monedas, armas antiguas y modernas, vasijas, a veces estátuas... »
- « ¿Entonces el barco no hace exploración cartográfica? »
- « Puede ser que sí. Pero los buzos aprovechan las paradas para traer cosas del fondo del mar. Hay a bordo expertos que las estudian. Luego todo se empaca y se desembarca por la noche en botes zodiac cuando estamos cerca de la costa de Italia. »
- « ¿Y para ésto necesitan guardias? »
- « Para defendernos de los piratas que pueden abordarnos en el mar para robar todo y para asegurar que los paquetes sean entregados en las manos apropiadas al desembarcar. »
- « ¿Y el desembarco en zodiacs durante la noche en una playa le parece correcto? »
- « No lo sé. Los reglamentos no son asunto mío. »
Le mostraron la foto de Ripaldi.
- « ¿Conoce a este hombre? »
- « Sí. Hace a veces el trayecto con nosotros. Habla con el capitán y los científicos y parece tener autoridad. Pero no habla con nosotros. »
- « ¿Conoce su nombre? »
- « Jamás nos lo han dicho. »
Como la policía no tenía elementos para conseguir una orden de allanamiento, el barco partió el día siguiente sin que se viera bajar a Enero-Ripaldi.
- « ¿Los nombres de Enero, Ripaldi, April, Lefèvre y Weinstein le dicen algo? »
- « Lefèvre es nuestro corredor de seguros. Tiene su oficina en el bulevar des Capucines en París. La dirección completa está en los documentos de mi oficina. Weinstein es WNT, uno de nuestros proveedores, como Ducquet. Sólo tengo un número de teléfono, que debería estar en el listado. No conozco los otros. »
- « Sin embargo pagó a Lefèvre con fondos ilegales. »
- « Entonces quizás el señor van Hasselt haya hecho algún otro negocio con él. Pero yo no puedo confirmarlo. »
En Londres, no hizo falta esperar mucho tiempo para que haya novedades. Lefèvre estaba furioso. Quería volver a Madrid y retomar sus actividades habituales. Como no podía contactar a Enero, se decidió a volver a la tienda de Abril el lunes siguiente.
- « ¡Ya no aguanto más! » lanzó al entrar. « ¿Cuánto tiempo piensan obligarme a quedarme aquí? ¡Vuelvo a Madrid: tengo que hacer allá! »
No pudo decir nada más y April no tuvo tiempo para contestarle: cuatro detectives de Scotland Yard habían entrado y los detenían. Afuera, otros dos detenían a Julien De Modt que estaba observando la tienda. Una vez en la comisaría, no tardaron en descubrir que De Modt era en realidad Giuliana Di Motta o Julienne Lamotte. Fue encerrada, a la espera de su envío a Bruselas. Lefèvre debería responder por el intento de corrupción y avisarían a la policía francesa de su arresto. En el caso de Diana April existía la acusación de tráfico de arte proveniente de Bruselas y Luxemburgo. Se haría por lo tanto un allanamiento de su tienda y su domicilio, en la búsqueda de pruebas.
Otro policía había sido encargado de vigilar el hotel Alexandra y de seguir a Enero-Ripaldi. Éste tomó el tren hasta Dover, donde fue al puerto y subió a bordo de un barco llamado Sea Explorer. El detective logró avisar a su central y se hicieron algunas investigaciones acerca del barco. Estaba matriculado en las Bahamas y pertenecía a la Submarine Exploration Company, la cual se presentaba como especialista en cartografía submarina. La policía portuaria controló los documentos de toda la tripulación donde estaban representadas varias nacionalidades: italianos, americanos, panameños y malasios. Los italianos y americanos eran los oficiales y los científicos; los otros eran simples marineros. Pero el número de éstos parecía exagerado. ¿Y que hacía ahí Ripaldi, si se trataba de un navío científico y que él no era miembro de la tripulación? ¿Era una coincidencia que el barco hubiese llegado de Nápoles la noche anterior a su cita en Ipswich?
Ripaldi no había vuelto a bajar del barco y, como su partida estaba anunciada para el día siguiente, el Yard decidió interrogar a algunos marineros. Se hizo una redada en un bar cercano y dos de ellos fueron llevados a una comisaría: un panameño y un malasio. El último trabajaba en la sala de máquinas y no pudo aportar ninguna información útil. Sólo sabía que el barco se detenía regularmente en alta mar, "probablemente para hacer los mapas". El interrogatorio del panameño fue más sorprendente: aseguró que era guardia de seguridad. ¿Y por qué necesitaban guardias en ese barco?
- « Por las cosas que los buzos traen del fondo del mar. » fue la respuesta.
- « ¿Qué tipo de cosas? »
- « Monedas, armas antiguas y modernas, vasijas, a veces estátuas... »
- « ¿Entonces el barco no hace exploración cartográfica? »
- « Puede ser que sí. Pero los buzos aprovechan las paradas para traer cosas del fondo del mar. Hay a bordo expertos que las estudian. Luego todo se empaca y se desembarca por la noche en botes zodiac cuando estamos cerca de la costa de Italia. »
- « ¿Y para ésto necesitan guardias? »
- « Para defendernos de los piratas que pueden abordarnos en el mar para robar todo y para asegurar que los paquetes sean entregados en las manos apropiadas al desembarcar. »
- « ¿Y el desembarco en zodiacs durante la noche en una playa le parece correcto? »
- « No lo sé. Los reglamentos no son asunto mío. »
Le mostraron la foto de Ripaldi.
- « ¿Conoce a este hombre? »
- « Sí. Hace a veces el trayecto con nosotros. Habla con el capitán y los científicos y parece tener autoridad. Pero no habla con nosotros. »
- « ¿Conoce su nombre? »
- « Jamás nos lo han dicho. »
Como la policía no tenía elementos para conseguir una orden de allanamiento, el barco partió el día siguiente sin que se viera bajar a Enero-Ripaldi.