15/2/13

Ecología 12


12.

Servais había recibido finalmente el informe sobre la investigación en casa de Gossiaux. El hombre había recibido una bala de calibre .38 en el corazón: un arma de pequeño calibre, popular en pequeños revólveres para defensa personal y también entre guardias de seguridad. No se trataba de una "liquidación" profesional. No se había encontrado en ellas ninguna huella como tampoco en la vivienda, fuera de las de los habitantes habituales, y su familia estaba de vacaciones en Suiza. Tampoco habían encontrado el casquillo de la bala, ya que un revólver no lo expulsa. En la caja fuerte habían encontrado cuatro kilos de marihuana prensada cuyo análisis reveló que procedía de la plantación que la policía italiana había encontrado en un túnel abandonado del metro de Roma. Por otra parte, la contabilidad de Gossiaux mostraba que también era dueño de Kordel, una fábrica de cuerdas -entre otras de cáñamo-, y que hacía importaciones desde Italia. Alertada por ambos indicios, la sección antidrogas visitó la fábrica de papel con perros adiestrados. Éstos encontraron que en algunos rollos de celulosa importados de Chile había una delgada capa de cocaína en las vueltas cercanas al centro. No se habían encontrado huellas de estupefacientes en su cuerpo, pero quedaba en evidencia su relación con el tráfico. ¿Significaba también que "Ecología Nueva" estaba implicada? ¿O, por el contrario, quienes tiraban de los hilos quisieron deshacerse de él para evitar de verse implicados en este negocio?

Verbeeck había desparecido, pero seguía siendo una pista a ubicar dentro del cuadro general. Según informó la PJ de Namur, la caja fuerte del hotel donde se había alojado contenía un pasaporte mexicano con la foto del sospechoso pero con el nombre de Mario Moreno. Sin duda era falso, pero se agregaría a sus antecedentes y todo sería enviado a Interpol. También había medio paquete de marihuana prensada y un fajo de billetes: cerca de diez mil euros. Sin duda el pago por sus últimas actividades ilegales. La misma suma aparecía en los últimos movimientos de la cuenta bancaria de Gossiaux, como transferencia a una cuenta que, como se pudo establecer, pertenecía al mismo Verbeeck.

Servais recibió la información y la compartió con Trompel.
- ¿Mario Moreno? -dijo éste-. ¡Debe ser un chiste! Mario Moreno era un cómico mexicano famoso por sus películas. Pero el pasaporte podría indicar una conexión con bandas mexicanas. O incluso traficantes de droga, si tomamos en cuenta la marihuana.
- El laboratorio la está analizando, para tratar de determinar su fuente. A ver si coincide con la encontrada donde Gossieuax.

La investigación del pirata informático Charles Mérotte también había proseguido. Interrogado, aunque rechazó la inculpación por cualquier actividad ilegal, admitió que trabajaba para Sekurelek, aunque no era empleado permanente y lo hacía desde su casa. Analizada su cuenta bancaria, se confirmó que recibió numerosos pagos desde la cuenta de las Islas Caimán señalada por Van Acker, donde se manejaban las cuentas de Sekurelek. El día siguiente del atentado a la Bolsa con el drone había recibido 20.000 euros y el día de la salida de Verbeeck, otros 5.000. Entre los equipos electrónicos encontrados en su casa habían descubierto un transmisor de radio que podía ser sintonizado en la frecuencia del drone. Y en lo archivos borrados de uno de sus discos duros, los expertos recuperaron un manual relativo a la teledirección del mismo. Se había entrenado el pilotaje con el "Flight Simulator" de Microsoft.

Chapelle no pudo ser ubicado. Si era o no un miembro activo de la confabulación no había podido ser establecido. Van Acker solo sabía que entregaba información y estaba al tanto de acciones propaganda de la ONG, pero nunca se habló con él de los atentados ni de los pagos ilegales. Gossiaux, por el contrario, era un miembro activo y -al parecer- el hombre de confianza de Buckley y los patrones extranjeros. Pero muertos estos dos, las únicas pistas restantes eran Slate y Revinskov. Este último siguiría siendo investigado, con ahinco ahora, por el FBI. Y una alerta había sido lanzada para James Slate a través de Interpol.

Quedaban por encontrar también los asesinos de Buckley, del investigador holandés De Groote y de Gossiaux. Se tenía la descripción y circulaba la orden de detención del mozo del hotel que parecía haber envenenado a Buckley. Pero en el caso de Gossiaux y de De Groote había sido mucho más difícil encontrar un sospechoso.

1/2/13

Ecología 11

11.

En el bar "La Campana de Plata", que estaba cerca de la sede del partido Ecolo, en la misma avenida de Marlagne, en Namur, se había producido una pelea, aparentemente entre miembros del partido, que acostumbraban ir a beber ahí, y opositores que los acusaban del ataque a la Bolsa de Bruselas. El barman había llamado a la policía comunal y ésta había llegado a tiempo para detener los foragidos mientras un par de heridos eran enviados al hospital regional, en la avenida Alberto 1°. Cuando compararon los datos de los detenidos con la lista de personas buscadas, vieron que las huellas digitales de uno de ellos correspondían con las de Christian Verbeeck, el hombre buscado por la bomba de "Los Verdes" en Bruselas. Se avisó de inmediato a Servais y el prisionero fue transferido a la prisión de Saint-Gilles, en la capital.

Cuando Trompel, el día siguiente, llegó a la prisión de Saint-Gilles, se encontró con que el detenido había salido en libertad.
- ¿Cómo es ésto posible? ¡No ha habido juicio y ni siquiera ha sido interrogado!
- No es lo que indica nuestro registro. En el sistema informático aparece que estuvo en detención provisoria y que se ordenó ayer su puesta en libertad.
- ¿Quién dió esta orden?
- Debe haber sido ingresada al sistema en una oficina de la procuraduría. O en la central de la PJ. Nadie más tiene acceso al sistema.
- Me parece muy extraño. No puede haber sido en la PJ, ya que vengo de ahí con orden de interrogarlo. Y no nos llegó ninguna comunicación de la procuraduría al respecto. Tendremos que ordenar una investigación de lo ocurrido.
- De acuerdo. Nosotros no podemos hacer nada al respecto. Si vemos en el sistema que un preso ya no tiene orden de detención, tenemos la obligación de liberarlo.
- Lo sé. Pero aquí pasó algo extraño y vamos a tener que averiguar por qué.

Cuando dió cuenta de ello a Servais, éste emitió una nueva orden de búsqueda y captura.
- Dió una dirección de la Calzada de Charleroi, en Namur. Él sería tonto de volver ahí, pero puede haber dejado pistas. Pediré a nuestra oficina allá que manden a alguién a revisar.

El inspector de Namur encontró que la dirección dada era del "Hotel Boutonbourg". En el último piso estaba la habitación que había sido ocupada por el delincuente. Tenía el techo que bajaba en pendiente encima de la cama, obligando a sentarse en ella al lado del velador, para no golpearse la cabeza. También tenía una viga que cruzaba la pieza a la altura de la cabeza, obligando a cruzar la habitación con mucho cuidado. Todo ello explicaba sin duda el módico precio de la habitación. No había quedado -o habido- equipaje alguno. Y, aunque el recepcionista había señalado que la pequeña caja fuerte personal no funcionaba, la encontró cerrada. Por lo tanto, pidió la visita de un técnico de la PJ para forzar la apertura de la caja fuerte y averiguar si el sospechoso había dejado ahí algún elemento incriminatorio.

Mientras tanto, en la Central, Trompel se había ido al Departamento de Delitos Informáticos con la orden de investigar que le dió el comisario. Así, un par de horas más tarde, supo que cinco presos relacionados con movimientos ecologistas habían sido puestos en libertad y que los antecedentes penales de varios otros habían sido borrados. Reponer la situación previa no sería problema gracias a los procedimientos de respaldo de la información. Correspondía ahora buscar cómo se habían producido los cambios. O bien los cortafuegos de la red habían sido penetrados desde el exterior o bien alguién había usado una clave válida para ingresar y hacer los cambios.

Ya era tarde y tuvo que esperar el día siguiente para obtener el resultado de la indagación. La red informática del Poder Judicial no había sido "hackeada", sino que se había utilizado una contraseña válida en el computador de una secretaria de la procuraduría de Nivelles, algo extraño porque ninguno de los delincuentes había sido citado ahí. Y la intervención había ocurrido a las nueve de la noche, lo cual también era poco habitual. Dado que el mismo procurador real (juez local) podía verse involucrado, Servais fue personalmente a entrevistar a éste y a su secretaria. Ambos declararon haber dejado la oficina antes de las siete. Pero a esta hora se hacía el aseo. La encargada era una mujer mayor y dudaban mucho que de fuese capaz de manejar el computador, menos aún la aplicación que controlaba el acceso al sistema en línea. Servais preguntó, tanto al procurador como a la secretaria, donde guardaban su contraseña. El juez la había memorizado y no mantenía copia alguna. La secretaria admitió que la clave era muy compleja y que la había anotado en un "post-it" pegado debajo de su teclado, lo cual constituía una falta gravísima. Cualquier persona que entrase a su oficina en su ausencia podía así acceder a ella. Si se verificaba la coartada de ambos, estaba claro que la aseadora se transformaba en la principal sospechosa.

Servais encargó a un inspector de la PJ local verificar las coartadas e interrogar a la aseadora. Ésta fue invitada a concurrir a su lugar de trabajo más temprano que de costumbre "para recibir instrucciones". Fue interrogada por el inspector acerca de su trabajo. Dijo no saber nada de computación y que nunca había hecho funcionar las máquinas. Presionada acerca de si había dejado entrar a alguién, reconoció que le iba a buscar algunas veces un sobrino "que estudiaba informática", pero que nunca había entrado a la oficina del magistrado. La esperaba en la salita de la secretaria, pero no le había visto nunca encender el computador. El día de la intervención se había ido, decía, en torno a la ocho y media. Y su sobrino la había ido a dejar a casa, cerca de su propia residencia. Dió el nombre y dirección del nuevo sospechoso.

El inspector obtuvo inmediatamente del procurador una orden de registro y fue a visitar al joven, Charles Mérotte. Lo encontró tecleando en su máquina, en una pieza llena de artefactos electrónicos que, para él, eran desconocidos. El "estudiante" alegó no saber nada y rehusó contestar las preguntas acerca de los aparatos. El policía fotografió todo, retiró el computador y se llevó detenido al aparente pirata, no sin dejar sellos prohibiendo la entrada a la habitación.

El día siguiente, un ingeniero del Departamento de Delitos Informáticos fue a revisar la habitación del pirata. Hizo una lista de todos los aparatos, con los modelos y números de serie. Le quedó muy claro que el detenido era un "pirata" computacional pero solo un estudio a fondo de su computador demostraría si era un aficionado o un avezado "hacker".