3/3/09

Artecal 1.9.

El día siguiente, el anuncio de la muerte de Verbiest apareció en el diario Gazette Van Antwerpen, el principal diario de la ciudad, pero sin mencionar las sospechas de asesinato. Poco después de las diez de la mañana llegó a la oficina de la Policía Judicial un hombre que se presentó como Lemercier, socio de Karel Verbiest, y que dijo que tenía informaciones acerca de éste que podían ser importantes para la PJ. El inspector que coordinaba la encuesta en Amberes lo recibió y lo escuchó.

- « Tengo dudas respecto de lo que ocurrió con mi socio. El diario dice que murió de una crisis cardíaca, pero sé muy bien que tenía una salud de hierro y hacía regularmente deporte. Lo que aumenta mis dudas es lo que me dijo en nuestra última conversación, hace menos de una semana. Estabamos almorcando en el Steen porque no quería hablar en su oficina. Me dijo que tenía indicios de que alguién, en su empresa, aprovechaba sus contactos para un negocio paralelo que parecía ser un tráfico de obras de arte. Dos de sus clientes le habían mencionado que habían recibido una carta de una galería de arte luxemburguesa que les ofrecía servir de intermediaria para adquirir obras de gran valor. La carta estaba acompañada por un folleto que presentaba la galería, fotos de algunos objetos y un detalle de servicios ofrecidos. La empresa de Verbiest era una de las pocos que podía haber facilitado los nombres y direcciones de estos clientes. Y éto no le gustaba para nada al señor Verbiest porque se preciaba de ser un hombre honesto y odiaba todo tipo de traficante. Advirtió a sus clientes y empezó a observar más de cerca las actividades de sus empleados. Le hice notar que su ayudante viajaba frecuentemente al Gran Ducado de Luxemburgo, donde tenemos algunos clientes joyeros y estuvo de acuerdo en considerarlo como el Mayor sospechoso, aunque reservándose un juicio definitivo porque no quería acusar a un inocente sobre todo sin tener pruebas definitivas de un eventual tráfico. No puedo decirle más, pero creo que, dado lo ocurrido, Uds. debían estar al tanto. »
- « Hizo muy bien y se lo agradecemos. » contestó el comisario. « Podría sernos muy útil. ¿Puede Ud darnos la lista de todos los empleados y precisarnos cómo se llama el ayudante de que me habló? »
-« Había previsto este pedido: aquí esta la lista de empleados. Ahí verá que el ayudante se llama Maurice van Hasselt. Tenemos además cinco talladores de diamantes, tres vendedores, dos secretarias (la del señor Verbiest y la del señor van Hasselt) y la recepcionista. Si el sospechoso no es van Hasselt, ha de ser una de las secretarias o de los vendedores, porque los demás no tienen acceso a los datos de nuestros clientes y proveedores. »

El policía el mostró entonces las fotos tomadas en el zoológico. Reconoció a van Hasselt y uno de los vendedores.
- « ¿Uds. ya estaban investigando nuestra empresa? » preguntó Lemercier.
- « Es una extraña coincidencia. » contestó el inspector, que agradeció a su visitante y le aseguró de que lo mantendrían al tanto de la encuesta en la medida de lo posible. 

Llamó luego a Servais y le contó lo que Lemercier le había dicho.
- « Tenemos así los primeros vínculos de este asunto » resumió Servais para sus sobordinados. « Sabíamos que Ducquet era un traficante. Van Hasselt dirige Artecal y ofrece sus servicios a clientes de Verbiest donde también trabaja. También envió a Mattheys a América del Sur y tenía contactos con la mujer que parece haber matado a Ducquet y a Verbiest. Una mujer que cambia de nombre, lo cual es aún más sospechoso. Mattheys desapareció mientras buscaba antigüedades precolombinas. Todo está relacionado con obras de arte. Sólo puede tratarse de comercio ilegal y, sin duda, de gente con muchos recursos y pocos escrúpulos si los asesinatos no se excluyen. Necesitamos saber más sobre van Hasselt y Artecal. Voy a pedir a nuestros colegas de Luxemburgo que perquisicionen en las oficinas de Artecal y embarguen los documentos para estudiar todas sus transacciones. En lo relativo a van Hasselt, le voy a ir a visitar personalmente y presionarlo sobre el tema de la mujer. En cuanto a ésta, me gustaría saber más antes de arrestarla. Sigan vigilando su domicilio. Pero enviaré sus nombres y su foto a Interpol en caso de que sea conocida en otra parte. También enviaré los datos de Ducquet, en caso de que aparezca en alguna de las redes de tráfico de arte que han sido descubiertas en Francia. Creo que también tenemos ahora lo suficiente para pedir una encuesta oficial en Chile en el caso de Mattheys. Podría estar en una situación muy difícil. »

Poco después de la reunión, Servais recibió una llamada de Joseph Trompel. Éste le contó que había recibido malas noticias de Chile. La detective privada había interrogado de nuevo al recepcionista del hotel Crowne-Plaza y había encontrado al chofer de taxi que había recogido a Mattheys el día de su partida. Así supo que éste había sido abordado por un desconocido en el momento en que salía del hotel y que habían discutido antes de subir, ambos, al taxi. Éste había bajado la Alameda en dirección al aeropuerto. La discusión prosiguió en el taxi, en una lengua que el chofer no entendía, pero le había parecido que el viajero estaba muy molesto. Le sorprendió que el otro pasajero le hiciera parar en el lugar llamado Pila del Ganso, que estaba todavía cerca del centro, pagó la carrera y ambos se bajaron. Antes de partir, alcanzó a ver que sus dos psajeros subían con el equipaje en un auto negro, un ID19 como las que usaban casi exclusivamente agentes de seguridad. La pista se terminaba ahí y la agencia de detectives no podía hacer más. Quizás la policía chilena pudiese investigar más pero sería necesario un pedido oficial a través de Interpol. Servais estuvo de acuerdo y prometió alertar a la policía chilena, lo cual hizo en seguida a través de un requerimiento por Interpol. Si se trataba de un secuestro, los minutos contaban. Pero parecía muy extraño porque no habían reclamado rescate alguno.