24/2/09

Artecal 1.8.

Septiembre

Cuatro días más tarde, la mujer vista en el zoólogico fue detectada en el tranvía 93. Bajó de éste en elcurce de la calle de Colonies y caminó hasta la estación Central donde compró un pasaje para Amberes. El detective que la siguía la vió entrar a las once treinta en el edificio de Verbiest & Co. Aprovechando la proximidad de una cabina telefónica desde donde podía seguir vigilando, llamó al comisario Servais y lo puso al tanto. Éste le ordenó de continuar siguiendo a la sospechosa y llamó a la comisaría de la Policía Judicial en Amberes para pedir la vigilancia permanente de la casa Verbiest y que se fotografiase a todos los que entraban y salían. La mujer que conocían como Séraphine Demazedier salió una hora más tarde. Volvió a tomar el tren para Bruselas y bajó en la estación Central. Otro detective la esperaba y se adelantó a ella hasta el paradero del tranvía 93, logrando así subir con ella cuando el tranvía llegó. Se quedó cerca de la puerta de salida y se bajó con ella en el paradero que queda al final de la avenida Louis Lepoutre, poco antes del terminal del recorrido. La dejó alejarse y la siguió a cierta distancia, por el centro de la avenida, mientras ella se fue hacia el costado derecho y dobló la esquina de la calle Alphonse Renard. Cuando el detective llegó a la esquina, había desaparecido. Debía, por lo tanto, haber entrado en una de las primeras casas. Había que poner un vehículo de vigilancia permanente para observar esta parte de la calle y encontrar la casa.

Cuando el policía que seguía la mujer dejó Amberes, un auto de la PJ de esta ciudad ya estaba instalada a proximidad de la casa Verbiest. Alrededor de una hora más tarde, una ambulancia del servicio de urgencia comunal llegó con hulular de sirena. Paró delante de la casa y los enfermeros introdujeron en ella la camilla. Pocos minutos después salían con un paciente y partían a toda velocidad. El detective de guardia llamó a su oficina por la radio del auto para informar del hecho. Otro policía fue enviado entonces al hospital comunal para obtener informaciones acerca del paciente. Se le informó que se trataba del señor Karel Verbiest. Se había sentido mal, había llamado a su secretaria y de había desmayado. Ésta había llamado al servicio de urgencias. Pero el hombre había llegado muerto al hospital. El médico había concluído que se trataba de una crisis cardíaca.

El informe, transmitido a la oficina de la PJ de Amberes también fue comunicado inmediatamente al comisario Servais. Éste pidió que se ordenase inmediatamente una autopsia de urgencia, dado que estaba llevando una encuesta que involucraba la empresa de Verbiest. Se debía buscar la huella de un compuesto químico que podría haber provocado la crisis cardíaca y que podía desaparecer si no se trabajaba pronto. Pidió también que el detective a cargo de la vigilancia de la casa fuera a interrogar a la recepcionista acerca de la mujer que les había visitado entre las once treinta y las doce treinta y que hiciera clausurar la oficina personal de Verbiest hasta la llegada de la policía técnica. La recepcionista dijo que la mujer señalada tenía una cita con Verbiest y había dado su tarjeta de visita. Recordaba el apellido de De Motta pero no el nombre de pila. La tarjeta podía estar en el secritorio del patrón y ofreció ir a buscarla. El agente le dijo entonces que nadie debía entrar en la pieza hasta que el señor Verbiest o la policía lo autorizara.

La autopsia fue cluyente: había efectivamente en la sangre de la víctima rastros de un veneno que habría desaparecido después de unas horas. Y había bebido recientemente un vaso de alcohol. El equipo técnico que revisó la oficina encontró el vaso sobre el escritorio, con restos de whisky. Y, en un cenicero, había una colilla de cigarrillo Gauloise con una huella de lapiz labial. En la caja de las tarjetas se encontró inmediatamente una con el nombre de Giuliana Di Motta, que era el nombre que había dado la mujer antes identificada como Séraphine Demazedier. Mostraron la foto de ésta a la recepcionista que la identificó positivamente. La policía selló la pieza y se retiró, excepto el inspector que se quedó en el auto de vigilancia y sacaba fotos.
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