Trompel le pasó el reloj de arena. De La Rue le dió vuelta y ambos sintieron nuevamente la sensación de rápida bajada. Pero mientras seguían en su lugar, la puerta de la celda se abrió. Salieron y subieron la escalera de caracol. Una vez arriba, y aunque Trompel hubiese preferido salir de este lugar y volver a "su mundo", en vez de dirigirse hacia la llamada "sala del templo" por donde habían llegado, el aqueólogo tomó en la dirección opuesta. Le pidió a Trompel su cuaderno, devolviéndole el reloj, y fue graficando en él el recorrido que hacían. Se cruzaron con un par de guardias que no dieron señales de verlos.
- Parece que el reloj nos mantiene en una especie de burbuja espacio-temporal que nos vuelve invisibles -dijo el arqueólogo-. Pero pronto se acabará el flujo. Será mejor que le dé vuelta otra vez, sino nos verán y volverán a encerrar.
Así lo hizo Trompel y, de este modo pudieron seguir su recorrido sin ser molestados.
- Aquí, hacia la izquierda queda la oficina de los guardias y la sala donde me interrogaron -dijo el arqueólogo en el segundo cruce-. Vayamos hacia el otro lado, donde divisamos la luz del día.
Salieron del edificio hacia una gran plaza, rodeada de construcciones, algunas de cuatro y cinco pisos, de piedra, y otras de dos pisos de madera. En el centro de la plaza había un gran reloj de sol y hacia un lado una serie de tenderetes donde se ofrecían frutas y verduras, todas perfectamente reconocibles. Gran cantidad de personas circulaban por la plaza, todos llevando túnicas, pero de diversos colores, y especies de turbantes en la cabeza. Trompel se dió vuelta para ver el edificio del que habían salida. Era una ancha construcción de piedra que sostenía una torre rectangular, de al menos unos siete pisos de alto, ahuecada y con un gran reloj de arena, la que se veía claramente caer aunque sin distinguir un cambio en sus niveles superior e inferior. Sin duda debía demorarse muchísimo en acabar de caer.
El detective quedó tan sorprendido que se olvidó de dar vuelta a su propio reloj y los dos quedaron de inmediato a la vista de los demás. Los más cercanos se sorprendieron también y los rodearon rápidamente, mientras los comentarios se extendían por la plaza y comenzaban a atraer la atención de todos. Trompel dió vuelta el reloj, y desparecieron de la vista, creando aún más sopresa. Pudo ver que se acercaban rápidamente dos personajes que sin duda también eran guardias, por lo que parecían indicar los cascos que llevaban -similares a los del interior- pero que no llevaban túnicas blancas sino grises.
- ¿Quid accid hic? -preguntó uno de los guardias a los que se habían agrupado [¿Qué pasa aquí?].
- Aparented duo proselyt maneanted tum sine ambulare [Aparecieron dos extraños y luego desaparecieron, sin siquiera caminar].
- Vigilo. Si mora revided, alibi. [Vigilaré. Avisad de inmediato si vuelven a aparecer en otra parte.] -y agregó para su compañero: Go certiorib Custodia Superius [Ve a avisar a la Guardia Principal].
El segundo vigilante partió entonces corriendo hacia el palacio y se dirigió a la oficina de la guardia.
- Teniente: gente de la plaza denunció la aparación y desaparición brusca de dos extraños. ¿Qué debemos hacer?
- Vigilen y, si aparecen de nuevo, traten de detenerlos y de traerlos aquí. Yo avisaré a los Maestros y ellos decidirán lo que hay que hacer.
- ¡Adsisto! [A su orden]
El teniente envió otro subalterno a verificar si los extraños habían salido de su celda. Éste volvió al cabo de diez minutos señalando que habían desaparecido pero que nadie los había visto salir. El jefe se dirigió entonces hacia otra oficina.
- Maestro Tulus, los dos extraños salieron de su celda sin ser vistos. Reportan haberlos visto por pocos segundos en la Plaza Mayor, pero desparecieron de nuevo, del medio de un círculo de gente que los miraba.
- Éste es un hecho extraordinario, teniente Britix. Las escrituras hablan de extraños que son capaces de aparecer y desparecer, pero no había ocurrido desde hace siglos. Tendré que avisar a los Superiores. Ud, bloquee los accesos a la Sala del Tiempo en su nivel máximo. Como entraron por ahí, podrían tratar de salir también por el Pórtico Sagrado. Y ordene a sus hombres buscarlos por todo el Palacio y los alrededores. Traten de detenerlos y traíganlos de vuelta, pero que los traten con respeto. No son gente común.