La policía llevó a Trompel a su hotel, mientras Mézière era conducido a su casa en Cancún. Apenas de vuelta en su habitación, el detective vió pasar en el cielo un par de aviones no-tripulados y sintió nuevamente, a la distancia, un abundante intercambio de disparos. Al mismo tiempo un bus dejaba frente al hotel un grupo de turistas que parecían bastante asustados. Salió a preguntarles qué había pasado. Le dijeron que los militares los habían reunido rápidamente en las ruinas y los habían enviado de vuelta antes de realizar un ataque porque los narcotraficantes ocupaban salas subterráneas del sitio arqueológico. El acceso estaría cerrado por un par de días, para permitir una completa revisión y asegurar que no quedaba peligro alguno.
Dos de las "ventanas" superiores del "castillo" en ruinas, al ser iluminadas de noche por atrás permitían a los navegantes ubicar el único paso existente en la cercana barrera de corral y acercarse de este modo sin peligro a la costa. Los traficantes se valían de este sistema -ya usado por los mayas cuando el sol se ponía y sus rayos cruzaban las aperturas- para traer y desembarcar droga desde sus pequeños submarinos. Y, al parecer, habían logrado acceder a salas subterráneas que nadie conocía, donde podían acumular y manipular sus productos, para luego aprovechar las idas y venidas de "turistas" para llevarlos a otras regiones.
El gerente del hotel contó al belga luego que el New York Time había revelado hace tiempo una nueva estrategia de Estados Unidos -iniciada tímidamente por G.W.Bush- de “ataques con bisturí” contra el narcotráfico, y que la DEA actuaba ocasionalmente en conjunto con el ejército mexicano para realizar operaciones en territorio mexicano. Sospechaba que estaba implicada la CIA, que se había convertido en organización para-militar con poco control del Congreso norteamericano. El gerente pensaba que era la CIA la que había descubierto la presencia de los traficantes en las ruinas de Tulum y había coordinado el ataque a la residencia de Vicente Gamboa. Trompel sabía muy bien que el origen del ataque era otro y que la red de túneles de la casa de Gamboa podía muy bien estar conectada a las ruinas, tan cercanas.
Hastiado de todo lo ocurrido, Trompel decidió abandonar el país a la brevedad. Se comunicó con los representantes de su agencia en México y logró que cambiasen sus reservas de regreso. Podría dejar Tulum el día siguiente y la capital al otro día. El día de su partida, en Tulum, apareció un cadáver en la calle frente al hotel. Se supo pronto que era uno de los narcotraficantes que había escapado de la acción de la policía. En el vehículo que lo llevaba al aeropuerto de Cancún, el chofer le comentó que había surgido el rumor de que se habían formado comandos paramilitares que atacaban a los narcotraficantes. Pero, en el caso del hombre recién asesinado en Tulum, algunos también creían que era una acción de "Santa Muerte", una especie de súper-héroe temido por la gente humilde y el único temido por los delincuentes y traficantes de la región, generalmente muy supersticiosos. Algunos lo describen como un dragón que escupe fuego, pero la policía local -que también lo teme- habría recibido descripciones que hablan de alguién con una máscara que, efectivamente, simula una calavera.
"El Paraíso" en que Trompel esperaba pasar sus vacaciones se había convertido más bien en una antesala del infierno. Se alegraba sin embargo de salir incolume de esta imprevista e indeseada aventura.
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Se calcula que la industria de la droga maneja del orden de 70.000 millones de dolares. De éstos, solamente 5.000 milloens se quedan en América Latina. ¿Quién se queda con el resto?
Junio 2011: El ex secretario de Estado George Shultz, el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker, el secretario general de la OTAN Javier Solana, tres ex presidentes latinoamericanos provenientes de Brasil, Colombia y México, y el actual primer ministro de Grecia (entre otros) presentaron un informe conjunto —bajo el nombre de Comisión Global de Políticas sobre Drogas— en el que consideraron un fracaso la guerra contra las drogas y en el piden un nuevo paradigma en la actual política contra ellas. Reconocen, como lo hizo Rockefeller cuando se puso término a la prohibicón del acohol en los Estados Unidos, que el intento de usar la fuerza para detener el consumo ha sido desastroso. Recomiendan enfoques alternativos para controlar las sustancias y un mayor énfasis en el tratamiento de los adictos.
"La suposición de Estados Unidos de que limitar la oferta puede de alguna forma hacer seguro para nosotros el tolerar el extendido abuso de las drogas ha probado ser en sí mismo un narcótico formador de hábitos que ha reducido nuestra sensibilidad a la pudrición moral" dice Angelo Codevilla, académico del Instituto Claremont y autor de un ensayo llamado "Our Borders, Ourselves" (algo así como "Nuestras fronteras, nosotros") publicado hace poco.
- FIN
- La próxima semana: "CURAS"