Pasada ya una semana, Servais encontró un mensaje sobre su escritorio. Decía "Tengo información importante para ud. Encontrémonos en la última fila del cine Metropole a la seis de la tarde. No quiero que me vean en locales de la policía. Dr.Felicien Demarteau."
- A las seis, -grunó Servais-. ¿Estará relacionado con ese caso de asesinatos? ¡Espero que no sea una trampa!
Buscó el nombre de Demarteau en la guía de teléfonos de internet en su computador. Había efectivamente un doctor Felicien Demarteau, que aparecía como neurólogo. Iría a la cita.
A las seis, por lo tanto, entraba en el cine Metropole, en la calle Nueva, la más importante del centro comercial de Bruselas. Había poca gente en las últimas filas. Como no conocía a su interlocutor, se sentó solo en una zona desocupada de la última fila. Pocos minutos después uno de los otros espectadores del fondo de la sala se sentó a su lado.
- ¿Comisario Servais?
- Así es.
- Soy el doctor Demarteau. ¿Puedo ver sus credenciales?
- ¡Si alcanza a ver algó aquí!
- La luz de la película me parece suficiente. ¡Está bien! -agregó, después de ver el documento-. Discúlpeme, pero no quisiera que lo que tengo que decir caiga en oídos inadecuados. El asunto es grave y no tengo pruebas definitivas.
- ¿De qué se trata?
- De los asesinatos en serie señalados con el número seis. Lo que le voy a decir podría ser mera coincidencia, pero lo dudo. Junto con, sin dudas, otros médicos, he sido seleccionado por la empresa farmaceútica Zespharma para probar un nuevo medicamento contra la depresión. Me han pedido elegir seis pacientes que no fuesen casos demasiado graves y me han enviado las dosis necesarias del fármaco para lo que consideran un tratamiento tipo, junto con los estudios que los avalan. Todo está en orden: los estudios previos en animales fueron favorables y han sido autorizados para iniciar la experimentación en humanos. He de seguir los casos muy de cerca e informárles de cualquier efecto adverso. Los remedios se me entregan gratis, por lo que escogí pacientes que podrían tener dificultades para pagar el tratamiento -bastante caro- con el fármaco que les prescribiría normalmente y que sería reemplazado ventajosamente con este nuevo.
- Supongo que no habría nada anormal en ésto pero que ud sí descubrió algún fallo grave, si llegó a invitarme aquí.
- En efecto. Dos de los seis pacientes han ido demostrando progresivamente un fuerte aumento de agresividad los días en que toman el fármaco, lo que ocurre una vez a la semana. Uno de ellos lo había tomado el día de su consulta y casi me mata, después de hablar peste de los médicos. El otro no presentaba síntomas en la consulta pero me contó que, el día que tomaba el remedio, sentía una fuerte aversión por las mujeres.
- ¿Habrá ud informado a la empresa, supongo?
- En efecto. Y les reemplacé el medicamento. Pero la empresa no me contestó y sigue remitiéndome sus muestras. Ésto me molesta mucho. Y sumé dos más dos o más bien, en este caso, seis más seis. Considere lo siguiente y dígame si solo puede ser coïncidencia: la empresa se llama Zespharma y zes significa seis en flamenco [segundo idioma de Bélgica, equivalente al holandés]; luego me piden escoger seis pacientes, diciéndome que forman parte de una primera muestra de treinta y seis, o sea seis pacientes de seis médicos. Finalmente uno de mis pacientes adquiere el deseo de agredir a mujeres y otro casi me mata. ¿Qué le parece?
- Es muy perturbador, en efecto. Supongo que no me revelará el nombre de esos dos pacientes.
- Ud debe saber muy bien que el secreto profesional me lo prohibe.
- Tiene toda la razón, pero también era mi obligación preguntar. Creo que esta empresa merece ser investigada. ¿Atestiguaría ud en contra suya?
- Solo si ud descubre pruebas que complementen mi testimonio. De lo contrario preferiría no enemistarme con ellos. Es una empresa importante y, hasta ahora, no había tenido problema.
- Su pedido me parece válido. ¿Cuál es el nombre de este medicamento?
- Attryl.
- Bien. Veré si podemos descubrir algo más. ¿Conoce el nombre de los otros médicos? ¿Ha contactado a alguno?
- Imposible. Este tipo de prueba se hace de manera muy reservada y es imprescindible que los reportes sean totalmente independientes.
- No se me ocurre qué más preguntarle. Le agradezco la información que me dió. Si no tiene nada más que agregar, me despido. Encontré su dirección y número de teléfono en la guía: lo llamaré si tengo novedades. ¡Hasta la vista!
El día siguiente, a primera hora, Servais encargó que le averiguasen la dirección de Zespharma y quién era su director, presidente, gerente o quien sea que fuese su mandamás. Al poco rato le daban los datos pedidos: el director-gerente y dueño se llamaba Marcel Zesdeman, la empresa tenía oficina y laboratorios en la pequeña ciudad de Mechelen y contaba con unos ochenta empleados.
También pidió una revisión de los informes científicos sobre el fármaco Attryl. Se le informó que éste no había sido aprobado aún por la FDA norteamericana, que era practicamente la rectora a nivel mundial en materia de aprobación de medicamentos. Sin embargo, en Bélgica, la primeras pruebas en pacientes reales habían sido autorizadas unos seis meses antes, o sea, unas semanas antes del inicio de los asesinatos en serie.
El día siguiente:
- Jefe, no va a creer quienes llegaron anoche al club: nada menos que el alcalde de Peer acompañado del gerente de una empresa farmaceútica que vive ahí. ¿Tendrá el alcalde algo que ver con los asesinatos? Una de las mujeres fue encontrada ahí!
- ¿Crees que sería tan tonto como para llevarla a su propia ciudad? Pero díme quién era ese ejecutivo farmeceútico.
- Se llama Louis Vandeurzen. Como vive también en Peer, ésto puede explicar que lleguen juntos. Lo verifiqué: ninguno tiene antecedentes policiales y ninguno aparece con su nombre en las carpetas de Madame Perla.
- ¿Y en que empresa trabaja? ¿No será Zespharma por casualidad?
- Exacto, jefe. ¿Cómo supo?
- Tengo mis fuentes. Aunque no esperaba descubrir una relación de Zespharma con el Club 6a6, alguna relación parece tener con los asesinatos. Una cuestión de fármacos peligrosos.
Servais pidió entonces a la oficina de Amberes que interrogue al alcalde de Peer, pero éste, además de reconocer que iba de vez en cuando al club 6a6, pudo dar coartadas para las fechas de los asesinatos, las que fueron verificadas por la policía.
El día siguiente, decidió ir a visitar a Zespharma después de almuerzo y entrevistar por sorpresa al señor Zesdeman. ¿Otra coïncidencia? Su nombre significaba "sexto hombre". El nombre de la compañía provenía probablemente de su propio apellido.
A las tres de la tarde, después de media hora en auto por una carretera provincial, estaba en Mechelen, en la Leopoldstraat, cerca de la Schuttersvest, donde aparcó delante del edificio de Zespharma. De inmediato su atención fue atraída por el logotipo de la empresa: un circulo atravasado por un diámetro vertical, como un reloj marcando las seis. Y como en las mujeres asesinadas!
Entró. Mostró su identificiación a la recepcionista y dijo que necesitaba hablar urgentemente con el señor Zesdeman por un asunto de máxima importancia. La recepcionista lo mandó al último piso, a hablar con la secretaria del director. Ahí, mostró nuevamente sus credenciales y repitió su presentación. La secretaria le dijo que lo iba a anunciar "al gran patrón".
- Su teléfono no contesta. Pero estoy seguro de que está porque me firmó unos documentos hace media hora y no ha salido. Voy a ir a ver.
- La sigo -dijo Servais, que no quería obtener un no por respuesta-.
La secretaria abrió le puerta y se encaminó hacia el escritorio, detrás del cual estaba su jefe.
- Señor... -empezó a decir, pero se interrumpió al ver su cabeza caída hacia el pecho y los brazos colgando.
- Algo le ha pasado -le dijo entonces al detective.
Éste, que reconoció de inmediato la escena, le impidió avanzar y le ordenó volver a su puesto.
- Yo me encargo de todo aquí. Espéreme afuera. Ya le diré qué hacer.
Se acercó más y vió más claramente que algo le sobresalía del pecho, algo que había servido de puñal, pero sin mango, y un pequeño hilo de sangre. El golpe debió ir directo al corazón y la hemorragia había sido principalmente interna. Detrás del sillón había un gran reloj de pared... donde faltaba el minutero. El hombre se había suicidado o lo habían asesinado con él.
Servais miró entonces el escritorio y descubrió que era en realidad una pantalla OLED, seguramente de respuesta táctil. En ella se deplazaba lentamente, de un lado a otro, un logo de la empresa. Se puso guantes y tocó la gran pantalla. El logo desapareció y, en su lugar, apareció un mensaje en grandes letras: "El Attryl es un fracaso total. Debe ser retirado. Estamos arruinados."
Así que el doctor Demarteau tenía razón. Zesdeman debió recibir otros informes y los había quizás relacionado con los asesinatos. Y no lo pudo soportar.
Interrogando posteriormente al gerente, bajo amenaza de encubrimiento de asesinatos, Servais obtuvo los nombres de los seis médicos y los expedientes de los treinta y seis pacientes. Entre ellos reconoció el nombre de uno de los trabajadores del club "6a6": Michel Chardonnais, el pianista.
- A las seis, -grunó Servais-. ¿Estará relacionado con ese caso de asesinatos? ¡Espero que no sea una trampa!
Buscó el nombre de Demarteau en la guía de teléfonos de internet en su computador. Había efectivamente un doctor Felicien Demarteau, que aparecía como neurólogo. Iría a la cita.
A las seis, por lo tanto, entraba en el cine Metropole, en la calle Nueva, la más importante del centro comercial de Bruselas. Había poca gente en las últimas filas. Como no conocía a su interlocutor, se sentó solo en una zona desocupada de la última fila. Pocos minutos después uno de los otros espectadores del fondo de la sala se sentó a su lado.
- ¿Comisario Servais?
- Así es.
- Soy el doctor Demarteau. ¿Puedo ver sus credenciales?
- ¡Si alcanza a ver algó aquí!
- La luz de la película me parece suficiente. ¡Está bien! -agregó, después de ver el documento-. Discúlpeme, pero no quisiera que lo que tengo que decir caiga en oídos inadecuados. El asunto es grave y no tengo pruebas definitivas.
- ¿De qué se trata?
- De los asesinatos en serie señalados con el número seis. Lo que le voy a decir podría ser mera coincidencia, pero lo dudo. Junto con, sin dudas, otros médicos, he sido seleccionado por la empresa farmaceútica Zespharma para probar un nuevo medicamento contra la depresión. Me han pedido elegir seis pacientes que no fuesen casos demasiado graves y me han enviado las dosis necesarias del fármaco para lo que consideran un tratamiento tipo, junto con los estudios que los avalan. Todo está en orden: los estudios previos en animales fueron favorables y han sido autorizados para iniciar la experimentación en humanos. He de seguir los casos muy de cerca e informárles de cualquier efecto adverso. Los remedios se me entregan gratis, por lo que escogí pacientes que podrían tener dificultades para pagar el tratamiento -bastante caro- con el fármaco que les prescribiría normalmente y que sería reemplazado ventajosamente con este nuevo.
- Supongo que no habría nada anormal en ésto pero que ud sí descubrió algún fallo grave, si llegó a invitarme aquí.
- En efecto. Dos de los seis pacientes han ido demostrando progresivamente un fuerte aumento de agresividad los días en que toman el fármaco, lo que ocurre una vez a la semana. Uno de ellos lo había tomado el día de su consulta y casi me mata, después de hablar peste de los médicos. El otro no presentaba síntomas en la consulta pero me contó que, el día que tomaba el remedio, sentía una fuerte aversión por las mujeres.
- ¿Habrá ud informado a la empresa, supongo?
- En efecto. Y les reemplacé el medicamento. Pero la empresa no me contestó y sigue remitiéndome sus muestras. Ésto me molesta mucho. Y sumé dos más dos o más bien, en este caso, seis más seis. Considere lo siguiente y dígame si solo puede ser coïncidencia: la empresa se llama Zespharma y zes significa seis en flamenco [segundo idioma de Bélgica, equivalente al holandés]; luego me piden escoger seis pacientes, diciéndome que forman parte de una primera muestra de treinta y seis, o sea seis pacientes de seis médicos. Finalmente uno de mis pacientes adquiere el deseo de agredir a mujeres y otro casi me mata. ¿Qué le parece?
- Es muy perturbador, en efecto. Supongo que no me revelará el nombre de esos dos pacientes.
- Ud debe saber muy bien que el secreto profesional me lo prohibe.
- Tiene toda la razón, pero también era mi obligación preguntar. Creo que esta empresa merece ser investigada. ¿Atestiguaría ud en contra suya?
- Solo si ud descubre pruebas que complementen mi testimonio. De lo contrario preferiría no enemistarme con ellos. Es una empresa importante y, hasta ahora, no había tenido problema.
- Su pedido me parece válido. ¿Cuál es el nombre de este medicamento?
- Attryl.
- Bien. Veré si podemos descubrir algo más. ¿Conoce el nombre de los otros médicos? ¿Ha contactado a alguno?
- Imposible. Este tipo de prueba se hace de manera muy reservada y es imprescindible que los reportes sean totalmente independientes.
- No se me ocurre qué más preguntarle. Le agradezco la información que me dió. Si no tiene nada más que agregar, me despido. Encontré su dirección y número de teléfono en la guía: lo llamaré si tengo novedades. ¡Hasta la vista!
El día siguiente, a primera hora, Servais encargó que le averiguasen la dirección de Zespharma y quién era su director, presidente, gerente o quien sea que fuese su mandamás. Al poco rato le daban los datos pedidos: el director-gerente y dueño se llamaba Marcel Zesdeman, la empresa tenía oficina y laboratorios en la pequeña ciudad de Mechelen y contaba con unos ochenta empleados.
También pidió una revisión de los informes científicos sobre el fármaco Attryl. Se le informó que éste no había sido aprobado aún por la FDA norteamericana, que era practicamente la rectora a nivel mundial en materia de aprobación de medicamentos. Sin embargo, en Bélgica, la primeras pruebas en pacientes reales habían sido autorizadas unos seis meses antes, o sea, unas semanas antes del inicio de los asesinatos en serie.
El día siguiente:
- Jefe, no va a creer quienes llegaron anoche al club: nada menos que el alcalde de Peer acompañado del gerente de una empresa farmaceútica que vive ahí. ¿Tendrá el alcalde algo que ver con los asesinatos? Una de las mujeres fue encontrada ahí!
- ¿Crees que sería tan tonto como para llevarla a su propia ciudad? Pero díme quién era ese ejecutivo farmeceútico.
- Se llama Louis Vandeurzen. Como vive también en Peer, ésto puede explicar que lleguen juntos. Lo verifiqué: ninguno tiene antecedentes policiales y ninguno aparece con su nombre en las carpetas de Madame Perla.
- ¿Y en que empresa trabaja? ¿No será Zespharma por casualidad?
- Exacto, jefe. ¿Cómo supo?
- Tengo mis fuentes. Aunque no esperaba descubrir una relación de Zespharma con el Club 6a6, alguna relación parece tener con los asesinatos. Una cuestión de fármacos peligrosos.
Servais pidió entonces a la oficina de Amberes que interrogue al alcalde de Peer, pero éste, además de reconocer que iba de vez en cuando al club 6a6, pudo dar coartadas para las fechas de los asesinatos, las que fueron verificadas por la policía.
El día siguiente, decidió ir a visitar a Zespharma después de almuerzo y entrevistar por sorpresa al señor Zesdeman. ¿Otra coïncidencia? Su nombre significaba "sexto hombre". El nombre de la compañía provenía probablemente de su propio apellido.
A las tres de la tarde, después de media hora en auto por una carretera provincial, estaba en Mechelen, en la Leopoldstraat, cerca de la Schuttersvest, donde aparcó delante del edificio de Zespharma. De inmediato su atención fue atraída por el logotipo de la empresa: un circulo atravasado por un diámetro vertical, como un reloj marcando las seis. Y como en las mujeres asesinadas!
Entró. Mostró su identificiación a la recepcionista y dijo que necesitaba hablar urgentemente con el señor Zesdeman por un asunto de máxima importancia. La recepcionista lo mandó al último piso, a hablar con la secretaria del director. Ahí, mostró nuevamente sus credenciales y repitió su presentación. La secretaria le dijo que lo iba a anunciar "al gran patrón".
- Su teléfono no contesta. Pero estoy seguro de que está porque me firmó unos documentos hace media hora y no ha salido. Voy a ir a ver.
- La sigo -dijo Servais, que no quería obtener un no por respuesta-.
La secretaria abrió le puerta y se encaminó hacia el escritorio, detrás del cual estaba su jefe.
- Señor... -empezó a decir, pero se interrumpió al ver su cabeza caída hacia el pecho y los brazos colgando.
- Algo le ha pasado -le dijo entonces al detective.
Éste, que reconoció de inmediato la escena, le impidió avanzar y le ordenó volver a su puesto.
- Yo me encargo de todo aquí. Espéreme afuera. Ya le diré qué hacer.
Se acercó más y vió más claramente que algo le sobresalía del pecho, algo que había servido de puñal, pero sin mango, y un pequeño hilo de sangre. El golpe debió ir directo al corazón y la hemorragia había sido principalmente interna. Detrás del sillón había un gran reloj de pared... donde faltaba el minutero. El hombre se había suicidado o lo habían asesinado con él.
Servais miró entonces el escritorio y descubrió que era en realidad una pantalla OLED, seguramente de respuesta táctil. En ella se deplazaba lentamente, de un lado a otro, un logo de la empresa. Se puso guantes y tocó la gran pantalla. El logo desapareció y, en su lugar, apareció un mensaje en grandes letras: "El Attryl es un fracaso total. Debe ser retirado. Estamos arruinados."
Así que el doctor Demarteau tenía razón. Zesdeman debió recibir otros informes y los había quizás relacionado con los asesinatos. Y no lo pudo soportar.
Interrogando posteriormente al gerente, bajo amenaza de encubrimiento de asesinatos, Servais obtuvo los nombres de los seis médicos y los expedientes de los treinta y seis pacientes. Entre ellos reconoció el nombre de uno de los trabajadores del club "6a6": Michel Chardonnais, el pianista.