9/8/11

Los Seis - 5.3


La policía de Lovaina había por fin podido hablar con el médico de van der Helst. Éste se escudó primero en el secreto profesional para negarse a responder a las preguntas que se le hacía. Pero cuando se le acusó de complicidad en tráfico de órganos y en un caso de asesinato, acabó por confesar que había aceptado el trato que le había ofrecido van der Helst: el paciente se procuraría él mismo el hígado, fuera del circuito oficial, y el médico no haría preguntas. Por ello, recibió honorarios millonarios. Pero no podía informar sobre el origen del órgano. El único que sabía la verdad era su paciente.

Recibida esta información, Servais envió a Trompel a la clínica. Debía interrogar a van der Helst y también a las enfermeras. Al menos una de éstas debería poder reconocer a quién trajo el órgano. En la guardia, gracias a la autorización dada por el cirujano, el detective pudo averiguar cuáles eran las enfermeras que habían estado presentes cuando llegó el hígado y cuál estaba a cargo de las formalidades. Tuvo la suerte de que estaba presente y le preguntó quién lo había traído.
- No sé quién era. El doctor me había avisado de que llegaría el órgano. De que se lo mandaba un colega de otro hospital. El señor van der Helst no estaba en la lista de prioridades, pero algunas veces los pacientes reciben donaciones particulares, generalmente de un familiar, aunque lo habitual en estos casos es que se haga la extracción aquí mismo.
- ¿No le extrañó que no se siguiera el proceso normal?
- No, porque -como le dije- es lo habitual, pero no se trata de una regla absoluta. El donante, a veces, no puede ser transportado, por una razón u otra, y ésto no puede impedir el proceso. Se trata de salvar una vida.
- ¿Y no hubo nada anormal en la entrega?
- Nada. El enfermero lo trajo como es debido, en las condiciones adecuadas.
- ¿Era una de estas personas? -preguntó Trompel, mostrando las fotos de Bonnier, Chardonnais y otros clientes del "6a6".
- ¡Éste es! -dijo, indicando a Bonnier. ¿Quién es?
- No le puedo dar esta información, lo siento. Pero es muy importante para nosotros. ¡Gracias!
- ¿Puedo ver ahora al señor van der Helst?
- No hay ningún inconveniente. Está en la suite 206.

- "Otro seis" -pensó Trompel, que se encaminó a la habitación.

Cuando se presentó como policía, se dió cuenta de que el paciente se intranquilizaba. Después de preguntar cómo se sentía, abordó le tema más espinudo.
- Sé que lo vino a ver hace unos días el señor Bonnier. ¿Lo conoce hace tiempo?
- Hace unos diez años, diría yo.
- ¿Entonces lo conoció en Francia?
- Así es.
- ¿Era su médico allá?
- Sólo un amigo.
- Debe saber entonces que no se llama Jean Bonnier sino Jean Bonneau. Y que era médico-cirujano. Por ésto se puso de acuerdo con él y lo pagó para conseguir un hígado, ¿no es cierto?
El hombre se quedó callado.
- ¿Sabe que lo podemos enjuiciar por tráfico de órgano? ¡Y, además, como cómplice de homicidio!
- ¿Cómo sería ésto posible? ¡Yo no pude intervenir en ningún homicidio! Estaba aquí, y bastante grave.
- Quién le dió el órgano ha sido asesinado para obtenerlo.
- ¡No puede ser! ¡Jamás pedí ésto!
- ¿Pero se lo procuró Jean Bonneau, no es cierto?
- Así es. Me dijo que podía encontrarme uno y que me lo traería.
- Es todo lo que quería saber por ahora. Gracias, señor van der Helst. Cuando esté mejor, deberá rendir testimonio oficial. Mientras tanto, no puede abandonar el país y, si sale de esta clínica, deberá notificar de su lugar de residencia a la PJF.

Quedaba una pregunta: ¿cómo supo Bonnier que el hígado de Florence Cloquet sería compatible? Ella trabajaba para Air France, por lo que pasaba mucho tiempo en París. Podría haber conocido a Bonneau ahí. Se lo comentó a su jefe y éste pidió entonces a la policía francesa que concurriera a la clínica donde operaba el dr.Bonneau y verificase si había tenido alguna relación con una paciente llamada Florence Cloquet. Y, de ser así, pidió acceso al historial médico de la difunta.