En tierra tampoco faltaban los codiciosos. Un ayudante de Enlil llamado Zu sabía que su jefe conservaba el documento más importante que pudiese haber en la colonia: la llamada "Tablilla de los Destinos", o sea la tabla con las trayectorias que debían seguir las naves que bajaban del cielo -de la nave-nodriza en órbita- y volvían a ella, como también con los códigos de comunicaciones. Así, decidió un día aprovecharse de que Enlil se bañaba cómodamente en su piscina para introducirse en la sala de control de Nippur y robar la tablilla.
"Cogeré la celeste Tablilla de los Destinos;
los decretos de los dioses gobernaré;
estableceré mi trono,
seré el amo de los decretos celestiales:
¡a los igigi en su espacio comandaré." ("El Mito de Zu")
Luego, tomó un MU (una máquina voladora a baja altura) y se escapó hacia un escondrijo lejano que había preparado cuidadosamente.
Las consecuencias fueron desastrosas. Sin los datos de la tabla, las "fórmulas divinas" que permitían no sólo una navegación segura sino las comunicaciones entre la Tierra y las naves quedaron inútiles y el éter quedó en total silencio. Y los dyauses jefes de las ciudades, dándose rapidamente cuenta, se juntaron en Nippur. Era evidente que los igigi también se habrían dado cuenta e incluso, posiblemente, los miembros del Gran Concejo de Omyx. La situación no podía ser más grave. Y por ello se ofreció un voluntario para arriesgarse a subir al cielo sin guía con un transbordador y entrevistarse con Piter y el Concejo de la nave nodriza.
El asunto era tan grave que incluso se informó a a los Grandes Maestros del planeta de origen, gracias a los equipos especiales de la nave. Ellos analizaron la situación y concluyeron que Zu tenía que ser capturado para que devolviera las fórmulas. Alguno de los dyauses de la Tierra o de sus hijos debería encargarse del asunto. El hijo de Enlil, Ishtar, se ofreció, con el apoyo de su padre, que le ofreció sus mejores armas.
Mientras Zu disponía de los medios de su transbordador y de las fórmulas que podían entorpecer las comunicaciones, entre ellas moduladores de rayos de luz que podían cegar a sus oponentes, Ishtar contaba con «flechas» de fuego (cohetes) y un arma defensiva que le era desconocida a Zu: un generador de una suerte de nube que envolvía su nave y, de este modo, la hacía invulnerable para los rayos luminosos. Ishtar se acercó de este modo a la montaña donde se escondía Zu y, a golpes de cohetes, le obligó a salir de ella y a enfrentarse en combate aéreo.
"Ninurta [=Ishtar], el Primero, possedor de los Poderes Divinos, ...
que en la batalla entra vehementemente;
héroe que el arma brillante divina lleva en la mano..." (ibidem)
Las dos naves se perseguían y disparaban mútuamente pero, gracias a las tablillas, Zu interfería los sistemas de dirección de los cohetes disparados por Ishtar. Las pequeñas naves eran del mismo tipo y Ishtar consiguió sin embargo acercarse lo suficiente para disparar otro tipo de proyectiles, logrando golpear el motor de su adversario. Zu «perdió sus alas» y debió aterrizar. Pronto los equipos de tierra que apoyaban a Ishtar recuperaron las Tablillas de los Destinos y éstas fueron regresadas al centro de control de Nippur.
"Cogeré la celeste Tablilla de los Destinos;
los decretos de los dioses gobernaré;
estableceré mi trono,
seré el amo de los decretos celestiales:
¡a los igigi en su espacio comandaré." ("El Mito de Zu")
Luego, tomó un MU (una máquina voladora a baja altura) y se escapó hacia un escondrijo lejano que había preparado cuidadosamente.
Las consecuencias fueron desastrosas. Sin los datos de la tabla, las "fórmulas divinas" que permitían no sólo una navegación segura sino las comunicaciones entre la Tierra y las naves quedaron inútiles y el éter quedó en total silencio. Y los dyauses jefes de las ciudades, dándose rapidamente cuenta, se juntaron en Nippur. Era evidente que los igigi también se habrían dado cuenta e incluso, posiblemente, los miembros del Gran Concejo de Omyx. La situación no podía ser más grave. Y por ello se ofreció un voluntario para arriesgarse a subir al cielo sin guía con un transbordador y entrevistarse con Piter y el Concejo de la nave nodriza.
El asunto era tan grave que incluso se informó a a los Grandes Maestros del planeta de origen, gracias a los equipos especiales de la nave. Ellos analizaron la situación y concluyeron que Zu tenía que ser capturado para que devolviera las fórmulas. Alguno de los dyauses de la Tierra o de sus hijos debería encargarse del asunto. El hijo de Enlil, Ishtar, se ofreció, con el apoyo de su padre, que le ofreció sus mejores armas.
Mientras Zu disponía de los medios de su transbordador y de las fórmulas que podían entorpecer las comunicaciones, entre ellas moduladores de rayos de luz que podían cegar a sus oponentes, Ishtar contaba con «flechas» de fuego (cohetes) y un arma defensiva que le era desconocida a Zu: un generador de una suerte de nube que envolvía su nave y, de este modo, la hacía invulnerable para los rayos luminosos. Ishtar se acercó de este modo a la montaña donde se escondía Zu y, a golpes de cohetes, le obligó a salir de ella y a enfrentarse en combate aéreo.
"Ninurta [=Ishtar], el Primero, possedor de los Poderes Divinos, ...
que en la batalla entra vehementemente;
héroe que el arma brillante divina lleva en la mano..." (ibidem)
Las dos naves se perseguían y disparaban mútuamente pero, gracias a las tablillas, Zu interfería los sistemas de dirección de los cohetes disparados por Ishtar. Las pequeñas naves eran del mismo tipo y Ishtar consiguió sin embargo acercarse lo suficiente para disparar otro tipo de proyectiles, logrando golpear el motor de su adversario. Zu «perdió sus alas» y debió aterrizar. Pronto los equipos de tierra que apoyaban a Ishtar recuperaron las Tablillas de los Destinos y éstas fueron regresadas al centro de control de Nippur.
[Imagen: Un antiguo sello que muestra a un opositor vencido]