La PJ recibió finalmente el detalle de la carrera de Philippe Moens, el sub-jefe de seguridad del hotel Lambermont. Había efectivamente estado bajo las órdenes del -en esa época- coronel Bertrand. Se establecía así una nueva relación y aumentaban las sospechas acerca de la intervención de ambos en el atentado contra el cardenal de Villers. Fue interrogado nuevamente pero se atuvo a su declaración original: en el momento del atentado contra el cardenal, estaba en otro piso, revisando los cierres electrónicos de las habitaciones. Era lo que mostraban los discos con las grabaciones de las cámaras de seguridad. Pero los técnicos del laboratorio de la PJF indicaron que era fácil cambiar la identificación de las cámaras así que el piso donde se lo veía entrar y salir de las habitaciones bien podía ser el piso desde donde se disparó. Servais ordenó entonces que cotejasen estas entradas y salidas con el número de cada habitación -de acuerdo a los planos, ya que no se podían ver estos números en el video- y con la hora registrada.
El núcleo de conspiradores iba a reunirse nuevamente en la casa de Durand. Bertrand llegó el primero. Al entrar en el salón, sacó de su bolsillo un pequeño aparato del tamaño de una cajetilla de cigarrillos y presionó un botón. Al mismo tiempo, le hizo señas a Durand de que guardara silencio. Se paseó por toda la habitación y una pequeña luz piloto parpadeó un par de veces durante el recorrido. Luego habló a su anfitrión:
- Quisiera tomar un poco de aire antes de aceptar ese trago. ¿Vamos afuera hasta de lleguen los otros?
- De acuerdo.
Una vez en el patio, explicó a Durand que su aparato había detectado dos micrófonos.
- No podemos discutir aquí. Hay que anular la reunión. Podemos reunirnos en mi casa: la revisé y estoy seguro de que no hay micrófonos. Avisaré en seguida a los demás por celular. Tú, prepara una nota explicando lo que pasa para poder mostrarla al que llegue antes de recibir el aviso. Tomaremos un trago y nos iremos.
- ¿Y cuando nos juntamos?
- ¿Que tal más rato, digamos a las diez, en mi casa?
- De acuerdo.
Mientras Durand entraba para escribir la nota, Bertrand sacaba su teléfono celular y llamaba a los demás, que ya debían estar en camino. Mientras hablaba, llegó Daems. Le hizo señas de que escuchara antes de entrar el casa. Daems asintió y se fue inmediatamente. Cuando Bertrand terminó su llamados, entró nuevamente en la casa.
- Nuestro amigo debe estar por llegar -dijo al acercarse a Durand, sacándose una lapicera del bolsillo y haciéndole señas para que le pasara un trozo de papel. Al recibirlo, escribió:
- No pude hablar con Verstappen. Cuando llegue, le muestras la nota; charlamos de la bolsa un rato y luego nos vamos. Los demás están avisados y están cambiando de rumbo.
En ese momento entró el aludido. Le hicieron señas de mantener silencio y le mostraron la nota mientras lo saludaban a viva voz pero sin decir su nombre. Verstappen asintió y participó luego en la conversación acerca de los movimientos de la bolsa y de algunas inversiones. Al cabo de un cuarto de hora, Verstappen ofreció sus excusas por no poder quedarse y se despidió. Diez minutos más tarde partía Bertrand, pero le hizo señas nuevamente a Durand de que saliera con él.
-Algo ha ocurrido -le dijo-. No me esperaba estos micrófonos e hice el control solamente por jugar un poco con este aparatito que conseguí hace poco. Pensé que lo necesitaríamos más adelante, cerca del final. ¿Ha entrado algún desconocido en tu casa?
- No que yo sepa. La única persona nueva es la sirvienta. Es una prima de Stéphanie que la reemplaza por una semana.
- ¿Y te presentó referencias?
- Nada menos que del primer ministro.
- ¿Y las verificaste?
- ¡Cómo se te ocurre! Conozco su firma, y también tenía el timbre de su gabinete.
- ¿El timbre del gabinete para un asunto personal? ¿No te parece anormal?
- Ahora que lo dices. En efecto, no corresponde.
- Sólo la DST puede estar detrás de ésto. Es la única que puede espiar sin orden judicial. Y que puede falsificar sin peligro la firma y el timbre del primer ministro, o hasta conseguir la verdadera. ¡Estás bajo vigilancia! Y me pregunto cuantos más de nuestro Núcleo. Al menos en mi casa no han puesto micrófonos. Tendré que visitar a los demás después y verificar. Hablaremos de ello en la reunión. Nos vemos en un rato más.
- Ahí estaré. Nos vemos.
El núcleo de conspiradores iba a reunirse nuevamente en la casa de Durand. Bertrand llegó el primero. Al entrar en el salón, sacó de su bolsillo un pequeño aparato del tamaño de una cajetilla de cigarrillos y presionó un botón. Al mismo tiempo, le hizo señas a Durand de que guardara silencio. Se paseó por toda la habitación y una pequeña luz piloto parpadeó un par de veces durante el recorrido. Luego habló a su anfitrión:
- Quisiera tomar un poco de aire antes de aceptar ese trago. ¿Vamos afuera hasta de lleguen los otros?
- De acuerdo.
Una vez en el patio, explicó a Durand que su aparato había detectado dos micrófonos.
- No podemos discutir aquí. Hay que anular la reunión. Podemos reunirnos en mi casa: la revisé y estoy seguro de que no hay micrófonos. Avisaré en seguida a los demás por celular. Tú, prepara una nota explicando lo que pasa para poder mostrarla al que llegue antes de recibir el aviso. Tomaremos un trago y nos iremos.
- ¿Y cuando nos juntamos?
- ¿Que tal más rato, digamos a las diez, en mi casa?
- De acuerdo.
Mientras Durand entraba para escribir la nota, Bertrand sacaba su teléfono celular y llamaba a los demás, que ya debían estar en camino. Mientras hablaba, llegó Daems. Le hizo señas de que escuchara antes de entrar el casa. Daems asintió y se fue inmediatamente. Cuando Bertrand terminó su llamados, entró nuevamente en la casa.
- Nuestro amigo debe estar por llegar -dijo al acercarse a Durand, sacándose una lapicera del bolsillo y haciéndole señas para que le pasara un trozo de papel. Al recibirlo, escribió:
- No pude hablar con Verstappen. Cuando llegue, le muestras la nota; charlamos de la bolsa un rato y luego nos vamos. Los demás están avisados y están cambiando de rumbo.
En ese momento entró el aludido. Le hicieron señas de mantener silencio y le mostraron la nota mientras lo saludaban a viva voz pero sin decir su nombre. Verstappen asintió y participó luego en la conversación acerca de los movimientos de la bolsa y de algunas inversiones. Al cabo de un cuarto de hora, Verstappen ofreció sus excusas por no poder quedarse y se despidió. Diez minutos más tarde partía Bertrand, pero le hizo señas nuevamente a Durand de que saliera con él.
-Algo ha ocurrido -le dijo-. No me esperaba estos micrófonos e hice el control solamente por jugar un poco con este aparatito que conseguí hace poco. Pensé que lo necesitaríamos más adelante, cerca del final. ¿Ha entrado algún desconocido en tu casa?
- No que yo sepa. La única persona nueva es la sirvienta. Es una prima de Stéphanie que la reemplaza por una semana.
- ¿Y te presentó referencias?
- Nada menos que del primer ministro.
- ¿Y las verificaste?
- ¡Cómo se te ocurre! Conozco su firma, y también tenía el timbre de su gabinete.
- ¿El timbre del gabinete para un asunto personal? ¿No te parece anormal?
- Ahora que lo dices. En efecto, no corresponde.
- Sólo la DST puede estar detrás de ésto. Es la única que puede espiar sin orden judicial. Y que puede falsificar sin peligro la firma y el timbre del primer ministro, o hasta conseguir la verdadera. ¡Estás bajo vigilancia! Y me pregunto cuantos más de nuestro Núcleo. Al menos en mi casa no han puesto micrófonos. Tendré que visitar a los demás después y verificar. Hablaremos de ello en la reunión. Nos vemos en un rato más.
- Ahí estaré. Nos vemos.