24/3/10

La conspiración 2.1.

Capítulo 2. Alberto II y el Cardenal

      Información de prensa

  • Paris, 5 de abril (AFP) - El embajador belga en Francia, Jean François d'Udekem de Joinville, ha escapado milagrosamente de un atentado cuando salía de su domicilio en las afueras de París. Una granada fue lanzada debajo de su automóvil pero, en el momento en que iba a ingresar en él recordó que había olvidado un documento y justo cuando se devolvía a buscarlo estalló la granada. Fue herido por trozos de metal, pero su vida no está en peligro. La policía cercó los alrededores y tiene buena esperanza de encontrar al culpable.

En una nueva reunión del PNI en Bruselas, a la cual asistía Trompel, se habló de la organización de una manifestación a realizar en el momento que el rey, junto al presidente de Italia, inauguraría una exposición de arte etrusco. En efecto, unos días después Italia iba a asumir la presidencia pro-tempore de la Unión Europea. En el marco de esta presidencia, Berlusconi, el presidente italiano, iba a venir a Bruselas e iba a inaugurar, junto al rey Alberto II, la exposición de arte etrusco especialmente preparada en el Museo de Historia y Artes Antiguas del parque del Cincuentenario.

Los militantes y simpatizantes bruselenses del partido estaban invitados, todos, a pintar gafitis a favor de la «República belga» y se formó una comisión integrada por voluntarios de varias células para realizar un acto «más llamativo» en el mismo momento en que el rey ingresaría al museo.
Lo que nadie dijo es que otro grupo preparaba un ataque mucho más dramático.

Trompel avisó de inmediato a su jefe, el que pasó la información a la Gendarmería, encargada de la escolta, y a la policía comunal, encargada del orden en las calles. Estaba originalmente previsto que el rey y el presidente entrasen uno tras otro al Museo de Arte e Historia del parque del Cincuentenario subiendo la escalinata que separaba el edificio de las avenida de los Nervianos. Pero ésto facilitaría demasiado un atentado por cuanto, desde cualquier ventana de las casas del frente, se podría abrir fuego o lanzar proyectiles que llegarían facilmente a quienes sibieran las gradas.

- Si los revolucionarios van a intentar algo contra ellos, y especialmente contra el rey, va a ser cuando entre o salga del museo, en el acto de inauguración -dijo Servais-. Pero será muy fácil evitarlo. Estaba previsto que ambos entrasen subiendo las escaleras, desde la avenida de los Nervianos. Pero haremos que los dos vehículos entren al parque y paren bajo el pórtico, justo delante de la puerta del museo. Y pondremos una guardia de honor al otro lado de los vehículos, justo arriba de la escalera. Así no se podrá ver nada desde la calle. Será imposible disparar.
- Salvo con un lanzacohete, contra el coche en movimiento -dijo Trompel.
- Algo así siempre es posible. Pero usaremos coches blindados. Y no creo que ningún civil pueda tener aquí un lanzacohete.
- ¡Eres optimista! Ya viste lo que ha pasado estos últimos días.
- Pero fueron demostraciones bastante primitivas.
- ¿Lo crees? ¿Qué hay de los atentados contra los embajadores?
- ¿Crees que hay una relación?
- Creo que, justamente, todo forma parte del mismo plan: atacar toda autoridad, especialmente aristócrata. Crear inseguridad y llevar hacia un cambio político radical.
- Puede ser. Por ésto investigamos.

Para el 1 de julio, día de la inauguración, los habitantes de la avenida de los Nervianos que colinda con el parque habían sido avisados de que no dejasen vehículos estacionados en la calle. La gendarmería llegó a las ocho con una grúa para retirar los tres autos y una camioneta que, a pesar del aviso, estaban estacionados ahí. Los llevaron a la calle del Corneto, paralela, a una cuadra de distancia.

Cuando el vehículo del rey se asomó e ingresó al pórtico del museo, a las diez, había una pequeña muchedumbre que lo aclamaba. Y de en medio de ella se lanzaron algunos huevos pero no llegaron ni siquiera a la escalera exterior. En el mismo momento, una pequeña explosión abrió las puertas de la camioneta que había sido llevada a la calle del Corneto y salió de ella una gran cantidad de pelotas pintadas con el lema "¡Viva la república belga!". Como la calle del Corneto estaba en pendiente, las pelotas rodaron calle abajo hasta la plaza Jourdan, cruzando la avenida de Auderghem, donde estuvieron a punto de causar un accidente, cuando frenó buscamente un automovilista sorprendido por las pelotas que cruzaban la avenida por donde circulaba. Las pelotas fueron recogidas en su mayor parte por los vecinos de la plaza.

Ésta había sido la acción de propaganda preparada por el partido "Nueva Independencia", que no tuvo ninguna resonancia porque no habían previsto que la camioneta sería desplazada. La policía, sin embargo, fue avisada por los vecinos de la calle del Corneto. Buscó el dueño de la camioneta, que a penas pocos minutos antes se había dado cuenta de su desaparición. La había dejado la noche anterior en el pequeño garage que arrendaba a una cuadra de su casa pero no recordaba si había cerrado la puerta con llave. La había encontrado sin llave en la mañana y el vehículo había desaparecido. Mientras tanto, la policía técnica investigaba las huellas dactilares en el vehículo para tratar de ubicar a los ladrones.

Como dispuesto por la gendarmería, el rey y el presidente entraron al museo al abrigo del pórtico y nadie los pudo ver, excepto los camarógrafos acreditados en estaban junto a la entrada.

***

El 21 de julio era la Fiesta Nacional. El cardenal de Malinas-Bruselas, Jacques de Villers, celebraba una misa seguida de un Te Deum al que asistían el rey y los miembros del gobierno. Después de la eucaristía, mientras el rey ingresaba de inmediato en su vehículo, el cardenal bajó la gran escalera del antetemplo para dirigise en procesión hacia la oficinas del arzobispado en la calle de Ligne. Cuando estaba bajando lo anchos escalones de piedra, se sitió un disparo. Soltó su báculo, se tomó el costado y luego se desplomó, mientras la sangre empezaba a mancharle las vestimentas sagradas. La policía comunal, que regulaba el tránsito, había oído de dónde venía el disparo, hacia la derecha de la catedral, pero había muchas ventanas en esa calle de donde se podía haber disparado. Los que resguardaban los escasos espectadores que estaban en esa vereda se dispusieron de inmediato a controlar cualquier persona que saliese de una de esas casas. El oficial a cargo pidió inmediatamente refuerzos por radio y alertó a la Policía Judicial. También ordenó a los demás agentes preguntar a los espectadores del frente si habían visto algo y, a los que llevaban cámaras, si habían sacado fotos o videos en el momento del disparo.

Todas las casas de este lado de la plaza Santa Gúdula, frente a la catedral, fueron visitadas por la policía. También había allí un hotel, el Lambermont, con numerosas ventanas que daban hacia la plaza. El comisario Servais se hizo cargo de su revisión con un grupo de cuatro inspectores. 

En varias calles de la ciudad apareció un graffiti que rezaba "Hay un solo Dios", acompañado de una luna creciente, lo cual llevó la atención hacia los musulmanes.

Como "reportero", Trompel hizo un completo relato de lo ocurrido y de los esfuerzos de la policía para encontrar pistas.