27/10/09

2020 AC-DC #1

2020 AC-DC

Historias paralelas en dos tiempos

Éste es un ensayo de aplicación de un mismo guión básico en dos períodos históricos muy distantes.

Estamos, por una parte, en 2020 AC (Antes de Cristo), al final del período neolítico, en una zona de bosques que, mucho más tarde, serían las Ardenas belgas. En el neolítico, los hombres pasan progresivamente de una economía de predación (caza, recolección) a una economía de producción (agricultura, ganadería). Donde estamos, los hombres viven todavía de la caza de grandes piezas en el bosque constituído de hayas, robles, avellanos et algunos pinos en las zonas más rocosas. Según la estación, recogen también avellanas en el bosque y moras en los bordes de los ríos. También limpiaron un campo, donde cultivan trigo y cebada, entre un pequeño río y la cueva que les sirve aún de abrigo.

Estamos, por otra parte, también en el año 2020 DC (Después de Cristo), en plena era de la información y de la informática, en Rochefort, en las Ardenas belgas, una pequeña ciudad al borde del río Lesse. Los habitantes viven sobre todo del turismo y también de una empresa de telecomunicaciones por cable que propulsó la actividad comercial de la zona y que se instaló en la parte alta de la ciudad, no lejos de su antiguo castillo.

2020 AC 2020 DC
Era la hora de levantarse. El alba despuntaba y el sol no tardaría en aparecer en el horizonte. Dentro de poco, cuando la luz penetre en la gran cueva que lo cobijaba, el Clan del Oso comenzaría a agitarse. Con la luz, se podrían admirar las pinturas ancestrales de animales que nadie era capaz de reproducir hoy. Este arte se había perdido hacía siglos. A veces los niños jugaban agregando el contorno de sus manos, trazados con carbón, o algunos dibujos muy elementales, pero el tiempo los borraba rapidamente.

Erhem se estiró, acomodó la piel que le servía de ropaje y se acercó a la entrada para ver el estado del fuego del cual debía ocuparse ese día. Como previsto, aún había suficientes brasas para reanimarlo rapidamente, lo cual permitiría a las mujeres cocer las galletas del desayuno. Gustaba de mirar el surgir del sol en el horizonte, más allá del bosque que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. ¿Habría algo aún más lejos? Nadie lo sabía. Los que se lo habían preguntado y habían intentado averiguar la respuesta nunca habían vuelto.

Digió luego la vista hacia el valle y el bosque más cercano, pensando en la caza que deberían iniciar el día siguiente, porque las provisiones de carne se terminarían hoy. Las dificultades no se limitaban a la astucia de los animales: la existencia de otro clan que pretendía usar el mismo coto de caza era una complicación mayor. Debían a todas costas evitarlo ya que, de lo contrario, podría haber una sangriente batalla.

Pasando al lado del fuego, salió al exterior y su mirada fue atraída por una forma alargada en el suelo, unos pasos más allá. Reconoció de inmediato que se trataba de un cuerpo. ¿Habría salido alguién antes que él? ¿Pero por qué estaría acostado en el suelo, afuera? Se acercó y lo empujó, pero sin observar reacción alguna. Como el hombre estaba de lado, lo puso de espaldas y vió que estaba blanco como nieve e igual de helado. Muerto. Sin embrago, no había estado enfermo. No era normal. Debía avisar al jefe del clan.
Eran las seis de la mañana. El sol iba a levantarse y el alba ya estaba clara. Pero nadie se habría dado cuenta de ello en los locales de Ethercom, en la gran propiedad que poseía la empresa en la meseta de Rochefort, no lejos del antiguo castillo que dominaba la pequeña ciudad al borde del río Lesse. Todo estaba iluminado con ampolletas LED de bajo consumo, alimentadas por las baterías cargadas durante el día por las celdas solares que cubrían toda la superficie externa del enorme edificio. Edouard Lapit se estiró, saltó de su catre, se duchó rapidamente para luego ponerse el short y la camiseta con el logotipo de Ethercom. Debía primero que todo verificar los datos del programa de vigilancia del estado del sistema central, lo que podía observar en la pantalla de su cuarto. Como lo esperaba, los prámetros estaban dentro de los márgenes de seguridad. Pasó entonces a la cantina para desayunar y se fue luego a la celda de control de flujos. Ese trabajo era complejo y absorbente. La megared mundial se veía constantemente agredida por intrusos que intentaban apropiarse de los canales, las más de las veces para actividades ilícitas, lo cual causaba millones de euros en pérdidas para Ethercom. Parar estos ataques era una batalla de nunca acabar en la celda de control de flujos.

Como ninguna alerta había sonado durante la noche, todo debía estar en orden y prodría tomar el lugar de su colega Julien Danloy, del turno nocturno, para monitorear el flujo diurno. Le detector de la puerta de entrada reconoció el chip de radiofrecuencia RFID que llevaba implantado en el brazo y le abrió el paso. Se acercó a su colega, que no se movía, y se sorpendió al ver que la pantalla prinncipal estaba cubierta por el protector electrónico, esconndiendo las operaciones en curso. ¿Dormiría Danloy? Ésta era una falta grave. Lo llamó entonces, pero no obtuvo respuesta. Empujó la silla, haciéndola girar y vió que su colega estaba páido, inmóvil y con la cabeza caída hacia el pecho. ¡Muerto!