22/9/09

La herencia 7.1.

3ª Parte

Capítulo 7

El domingo siguiente, Trompel decidió ir a ver la casa de Spa. El notario le había dado la dirección y las llaves así como indicaciones de cómo llegar. En la Estación Central tomó a las ocho veinticinco de la mañana un tren expreso para Lieja y, ahí, abordó un bus que recorría la N62 hasta Malmédy y que pasaba así por Spa y Francorchamps. La casita estaba entre estos dos pueblos y el bus le dejó muy cerca, pero tuvo que subir a pie una larga cuesta. De arriba y de la casa se tenía una vista estupenda de una parte del circuito de carreras automovilísticas de Francorchamps, donde se corría cada dos años el Gran Premio de Bélgica. Desde afuera, la edificación se apreciaba como un moderno chalet típico de vacacionistas.

Al acercarse, le llamó la atención una persiana abierta que giraba en la fachada lateral. Se acercó y vió que había un vidrio roto en la correspondiente ventana. Volvió a la entrada y abrió la puerta con su llave, encontrándose en la sala de estar. Ahí, todo estaba revuelto, con libros y revistas esparcidos por el suelo y cuadros descolgados. Se puso a revisar el resto de la casa. En la cocina, que estaba justo al lado, había platos rotos en el suelo y una mancha rojiza, seca, en el suelo. Por experiencia, supo de inmediato que se trataba de sangre. La mancha había sido pisada y una huella mostraba que la persona que la había pisado había salida por la puerta trasera, que daba a un pequeño patio. Sólo un cierre vivo de baja altura separaba la propiedad del patio vecino y de la calle asfaltada, por lo que el asaltante pudo irse con facilidad y sin dejar más huella. Pero debió haber habido una pelea en la cocina.

Volvió a entrar y visitó las otras piezas: un dormitorio matrimonial y otro más pequeño, los dos separados por el baño. En ambas habitaciones reinaba el mismo desorden, con el contenido de los cajones arrojados al suelo. Como nadie vivía ahí en forma permanente, no había teléfono fijo. Sacó su teléfono móvil y llamó a la policía de Spa para denunciar el hecho. Mientras esperaba a los detectives, trató de descubrir si se había robado algo pero, a primera vista, no lo podía asegurar.

Cuando llegaron los policías, explicó porque estaba ahí y les dió sus primeras impresiones, como ex-colega. Era muy probable que no se hubiese robado nada, ya que el propietario sólo venía a pasar algunos fines de semana y las vacaciones, teniendo su residencia habitual en Bruselas. Pero se dijo que haría el mismo día una nueva visita allá, pero ver si también habría sido asaltada después de su propia visita. Una vez que los detectives hubiesen tomado fotos y algunas huellas digitales, salió con ellos y cerró la casa. Les dió sus señas en Bruselas y les pidió que enviasen copia de su informe a su amigo, el comisario Servais, a la PJ de la capital. Como todos volvían a Spa, le ofrecieron llevarlo y se fue con ellos.

Durante el trayecto en tren, pensó que había visto lo suficiente como para estar más interesado por el chalet que por la casona frente al parque Josaphat. Ésta última era muy grande para un viudo como él y muy costosa de mantener. Al contrario, sería muy agradable refugiarse en el chalet algún fin de semana, en las vacaciones o después de alguna dura investigación. El paisaje era lindísimo, lleno de verde en verano y con las colinas vecinas cubiertas de nieve en invierno.

Llegó de vuelta a Bruselas a media tarde. En su llavero había colocado la llave de la casa bruselense de Lefranc junto con la del chalet de Spa, por lo que no le fue necesario pasar a buscarla a su oficina. En la Estación Central tomó el bus 66 que lo llevó hasta la esquina cercana a la casa. Al introducir la llave en la cerradura, se dió cuenta por unas feas marcas en la puerta que ésta debía haber sido forzada. En el vestíbulo no se notaba nada extraño, pero al entrar en el escritorio vió el mismo desorden que en Spa, o más bien peor porque aquí había mucho más cosas y habían vaciado los estantes y todos los cajones.

Recordó entonces las palabras de Lefranc en su carta póstuma: "Habrá gente interesada en complicarle la vida". Había, sin duda, tenido la suerte de haber llegado primero cuando descubrió la bóveda secreta. Pero los asaltantes le habían seguido muy pronto. Echó una mirada en las distintas habitaciones de la planta baja, todas las cuales mostraban el mismo desorden. Luego pensó en el computador que había descubierto en el sótano. Bajó y recorrió el camino que le había costado descubrir la primera vez. Pero cuando se fue esa vez no había pensado en cerrar las puertas y volver a esconder la pequeña bóveda: no se le había ocurrido que alguién podía forzar la entrada y bajar ahí.

Cuando llegó al sótano, vió que el pasadizo hacia la bóveda secreta estaba de nuevo escondido, a pesar de que había dejado todo abierto. Movió el anclaje de la pared, abriendo la pasada, y avanzó hacia la puerta, que también se veía cerrada. Pero pudo abrir sin necesitar la llave. Al entrar, vió de inmediato un cuerpo en el suelo. Acercándose, lo tocó, constatando que estaba frío. Pero no se le veía ninguna herida, ni sangre en el piso. No quiso moverlo, sabiendo que todo era importante para la policía. Miró en redondo y vió que el computador faltaba: el monitor y el teclado seguían ahí, pero se habían llevado la CPU. ¡Así que pensaban encontrar algo en el PC! ¿Pero qué? De ser capaz de contestar las preguntas de Lefranc -si es que el test aún funcionaba- de nada les serviría saber de las últimas disposiciones del testamento. Sin duda conocían de antes la segunda residencia de Lefranc, dado que ya habían estado allá y la dirección no estaba en ese computador ya que Trompel la recibió el notario. Pensaban encontrar otra cosa que, sin duda, buscaban y no habían encontrado en el resto de la casa. ¿Y qué hacía allí el muerto? Sin duda no se lo habían llevado para no levantar sospechas al sacarlo de la casa. O habrían entrado sólo dos personas y una de ellas se deshizo de su cómplice.

Trompel subió entonces al escritorio, de dónde llamó por teléfono a su amigo, el comisario Servais. Como era domingo, lo encontró en su casa. Le contó lo ocurrido en Spa y luego en la casa del bulevar Lambermont. Servais le dijo que no se moviera de ahí: él avisaría a un equipo técnico para revisar la casa e iría personalmente a dirigir las diligencias.

Media hora después llegaban los detectives y empezaban todo el proceso de búsqueda de huellas, revisión del cadáver, etc. Cuando, finalmente, levantaron éste apareció debajo un mensaje escrito con rotulador en el suelo: "Con nuestros recuerdos, sr Trompel", en castellano, a pesar de estar en Bruselas. ¿Qué significaba ésto?