15/9/09

La herencia 6.1.

Capítulo 6


El día siguiente, a mediodía, Trompel aterrizó otra vez en Santiago. Tomó nuevamente el mini-bus Transfer para el hotel San Cristobal. El hotel era caro, pero no tenía el deseo de buscar otro. Además, todos sus gastos serían pagados. Después de registrarse de nuevo y una vez en su habitación, llamó al padre Bochout para darle las malas noticias. Éste quedó muy compungido y le dijo que organizaría una misa para el descanso eterno del padre Lefranc para el día subsiguiente en su parroquia. Harían una misa especial a las doce del día e invitarían a los antiguos amigos y parroquianos de Lefranc.

El investigador llamó luego al inspector Figueroa quién, al oir su nombre, no lo dejó hablar:
- ¡Ya llegó ud! Y ahora es famoso aquí -le dijo-. Cardoso ya me contó lo que le había pasado y cómo estuvo mezclado en el asunto de El Alto. Y cómo su secuestro permitió descubrir el responsable del asesinato del padre Lefranc así como dar pistas acerca del tráfico de droga entre el Sendero del Sol y narcos de Chile. Ésto no corresponde a mi departamento, pero mi colega Fernando Gutiérrez, de la brigada de narcóticos, quiere hablar con ud, para que le dé más detalles. Le voy a avisar de su llegada. ¿Está siempre en el San Cristobal?

Trompel confirmó donde estaba y le dijo que estaba a su disposición. También le habló de la misa que se haría para el padre Lefranc y que esperaba conversar entonces algo más con el padre Bochout. Luego se despidieron. Ya no tenía nada que hacer -creía- y, después de almorzar en el hotel, se fue a caminar un par de horas por el parque Metropolitano que subía desde el hotel hacia el cerro San Cristobal. Al volver, le dieron un mensaje del inspector Gutiérrez que le rogaba esperarlo ahí mismo el día siguiente a las nueve de la mañana. En la noche, recibió una llamada del padre Bochout que le dijo que la misa se haría en la parroquia de San Gregorio, donde el padre Lefranc había ejercido su ministerio, y no en San Cayetano, y le indicó cómo llegar allá.

A la hora acordada del día siguiente se presentó el detective Gutiérrez. Pidió primero a Trompel que le contara cómo había llegado a La Paz y lo que le había ocurrido allá.
- No sabía que ud seguía las huellas del padre Guido Lefranc -le dijo el policía-. Ésto no aparece en el reporte que hemos recibido. Sólo se nos informó que ud había sido secuestrado y luego liberado, pero que gracias a este secuestro se había podido arrestar a varios policías corruptos que también revelaron pistas acerca del tráfico de droga entre el Sendero del Sol y traficantes de Chile. Lo que me cuenta ahora arroja luz sobre algunas derivaciones del caso Lefranc. No le puedo dar todos los detalles. Existían algunos cabos sueltos que creo que podremos atar ahora. Por lo que me dijo mi colega Figueroa, algunos hombres nuestros también están involucrados y serán interrogados hoy mismo. Ahí, todo debería aclararse. Se lo agradecemos mucho.

De este modo, gracias a la mala experiencia de La Paz, Trompel estableció excelentes relaciones con la policía civil chilena.

Al final de la misa de funerales varias personas hicieron un homenaje al padre Lefranc: el mismo padre Bochout explicó cómo había llegado a Chile y en qué parroquias había ejercido. También explicó cómo el investigador belga lo había encontrado, siendo incluso secuestrado también. Un miembro del consejo parroquial de San Gregorio dió cuenta de los principales logros del antiguo párroco y recordó que, lamentablemente, el sacerdote había decidido irse debido a la falsa acusión de acoso sexual de la cual había sido objeto y que había sido desechada por la justicia, restableciendo el buen nombre del padre.

Terminada la misa, uno de los asistentes se acercó a Trompel.
- Soy Gaspar Bagá, periodista de la Tercera. He sido un gran amigo del padre Guido. ¿Es ud el investigador que encontró el cuerpo del padre, no es cierto?
- Así es.
- Me parecía, porque ud tiene pinta de gringo, como se dice aquí. ¿Le molestaría contarme un poco más lo que ocurrió en La Paz. Yo también le podría dar más detalles acerca de lo que ocurrió aquí y provocó la partida del padre, si lo desea.
- Me gustaría muchísimo saber más, sobre todo si ésto me puede ayudar a mí y a la policía a entender mejor lo que pasó en Bolvia.
- Creo que quizás así resulte, al unir los dos relatos. Tengo auto: podría contármelo mientras lo lleve a alguna parte. ¿A su hotel quizás?
- De acuerdo. Al San Cristóbal.

Una vez en el auto, el belga contó los detalles de su aventura en La Paz. Y terminó explicando lo que había sabido del inspector Gutiérrez el día anterior. Llegaron al hotel y el periodista invitó a su acompañante a tomar una bebida en el bar, pasando a contarle ahí lo que él sabía.

- Como ud sabe, el padre fue acusado por su secretaria de acoso sexual, cargos que fueron desechados en el juicio. La secretaria fue imputada por falso testimonio y condenada a seis meses de cárcel que fueron remitidos porque se estableció que había actuado bajo las amenazas de su marido, el cual, a su vez, fue condenado por violencia intrafamiliar. Lo que no trascendió, es que este hombre hacía de correo para los pequeños narcotraficantes del barrio y que, de algún modo, supo que el padre había oído en confesión a un conocido traficante. Éste, arrepentido y probablemente a instancias del padre, había colaborado más tarde con el OS7, la brigada especializada de Carabineros, nuestra policía uniformada. Ésto llevó a una redada en varios sectores de la capital. Aunque no ocurrió, los traficantes pensaron que el padre había traicionado el secreto de confesión. Fue por ello que el marido de la secretaria la obligó a acusar al padre, para desprestigiarlo y acallarlo.
Todo ésto lo deduje porque, antes del juicio, el padre Guido me dijo que había recibido una fuerte suma de dinero de un delincuente arrepentido y consideró que debía dar cuenta de ello a la policía, pero sin revelar el nombre de esa persona ni detalle alguno. Con lo establecido en el juicio y la información pública sobre la redada, me fue fácil establecer la relación. Y con lo que me acaba de contar se explica aún mejor todo lo ocurrido. El juicio contra el padre no dió el resultado inmediato esperado pero logró que se fuera. Y cometió el error de parar en Bolivia y de conversar de ello con varias personas antes de partir. Los traficantes de aquí se enteraron de su proyecto turístico, transmitiendo la información a sus pares bolivianos, los que decidieron eliminarlo definitivamente. Quizás pensaron que iba a ayudar a la policía anti-narcóticos boliviana como creían que había hecho en Santiago, lo cual podía resultar peligroso para ellos.
- Estoy de acuerdo. Todo parece hilarse muy bien de este modo. Le agradezco esta información a nombre del padre del difunto, que ya había sido bastante sorprendido por la acusación de acoso sexual y muy apenado por la decisión del padre Guido de renunciar a su ministerio en Chile. Por cierto, lo está ahora mucho más por su pérdida, pero los datos que me acaba de dar le ayudarán a comprender mejor lo ocurrido. Estamos otra vez, en cierto modo, ante un caso de víctima del secreto de la confesión.

Trompel había reservado su vuelta a Bélgica para el día siguiente de la misa fúnebre. El avión salía a mediodía, por lo cual tuvo tiempo en la mañana para leer los diarios locales. Al bajar a desayunar, había visto los titulares de los diarios ofrecidos a la entrada del comedor: todos daban cuenta en portada de la detención de varios funcionarios de la Policía de Investigaciones involucrados en el tráfico de drogas.

Acordándose del periodista amigo del padre Lefranc, tomó La Tercera y leyó que habían sido detenidos varios detectives, entre ellos el sub-jefe de la brigada anti-narcóticos. Todos habían sido inmediatamente dados de baja y expulsados del cuerpo policial, ya antes de ser juzgados, como se acostumbra extrañamente en Chile. En un artículo anexo, firmado por Gaspar Bagá, se daba cuenta también de la misa por el padre Lefranc y se informaba que se acababa de descubrir que uno de los policías expulsados había sido el que había detenido al sacerdote belga. Este mismo policía, además, había pertenecido a la CNI, la Central Nacional de Investigaciones, la policía secreta de Pinochet, y había fichado ahí al padre como izquierdista. Había, por lo tanto, otro motivo de persecución que había llevado a su detención y acusación: aún existían grupos de extrema derecha resentidos por la vuelta a la democracia y deseosos de expulsar a los "rojos". Si bien Bagá explicaba que se había descubierto que el sacerdote había sido asesinado por hombres aliados al Sendero del Sol y, por lo tanto, al narcotráfico, no daba cuenta de lo que había explicado a Trompel. Mencionaba, sin embargo, que los detectives chilenos enjuiciados estaban aliados a esos traficantes bolivianos, dejando a los lectores adivinar el nexo.

Trompel tomó los otros diarios pero, ahí, no encontró este tipo de comentario. Al parecer, La Tercera tenía la exclusiva gracias a él y a Bagá. Y el periodista había relacionado los hechos pero había mantenido la debida reserva sobre los detalles.