5/5/09

Artecal 2.6.

El mismo día, el inspector Remi y Müller llegaban a Santiago. Se separaron al salir del avión, para que no los vieran juntos si alguién observaba las llegadas. Al salir, Remi tomó un minibus Transfer que iba al hotel San Cristobal. Vió que Müller, por su parte, tomaba un taxi. Lo seguiría sin duda un detective chileno en un auto sin señas. Una hora más tarde, en el hotel, alguién llamaba a la puerta de la habitación de Remi.

- « ¿Inspector Remi? Soy el detective Carrasco de la Policía de Investigaciones, brigada de Defensa del Patrimonio. Me han dicho que ud. habla español y me alegro de ello porque no hablo francés. Creo que el tiempo urge y le traje ya alguna documentación. »

Carrasco explicó entonces que los robos de obras de arte en los museos chilenos eran muy escasos aunque acababa de haber uno en un museo del norte del país. Al contrario, había muchas excavaciones ilegales y los objetos se vendían a algunos anticuarios o directammente a los turistas que visitaban el país. Chile era también un corredor de salida para piezas que llegaban ilegalmente de Perú y Bolivia. La aduana hacía lo que podía para recuperar esos objetos a la salida del país, pero el control no era muy eficaz, por falta de recursos. Remi, por su parte, explicó lo que había aprendido acerca de la culturas de la costa del Pacífico Sur y del altiplano.

- « Trataremos de completar esto » le dijo entonces Carrasco. « He aquí algunos libros de arqueología local. Mañana lo llevaré al Museo de Arte Precolombino para que aprecie directamente algunas obras. Sea por la tarde, sea pasado mañana, nos gustaría que visitase la tienda de Riderelli. Las piezas precolombinas y coloniales que expone, junto a objetos más recientes, son todas copias. Pero estamos ahora seguros que posee originales guardados para clientes selectos. Hágale notar que reconoce inmediatamente que le expone son copias y dígale que busca especialmente obras diaguitas fuera del circuito formal. Desconfiará sin duda, pero ud. le dirá que su tienda le fue recomendada por Favio Marambio en Lima, quién le vendió a ud. dos pequeñas estátuas de la cultura mochica. Comente que "estas demostraciones de actos sexuales son realmente extraordinarias" y le han gustado mucho. Sabemos que Marambio tuvo algunas y fue arrestado ayer. Nadie puede saberlo aún. Si Riderelli está en el circuito sudamericano ha de conocer a Marambio que es un importante anticuario de Lima. Si le pregunta como está Marambio, dígale que se quejaba de su pierna izquierda. Si le pregunta donde lo encontró, diga que en la calle Junin, cerca de la plaza Bolívar. Nos parece que ésta es la mejor manera de abordar a nuestro sospechoso en el terreno que nos interesa. Y si le sugiero pieza diaguitas, es porque varias fueron robadas hace unos días en el museo de La Serena. Éstas son sus fotos: ¡estúdielas bien! Si le muestra alguno de estos objetos, directamente o en foto, interésese por uno u otro, discute el precio y fije una cita para pagar y retirar lo que habrá escogido. Vuelvo mañana para llevarlo al museo. Es domingo y abre a las once. »

Müller, por su parte, fue detectado por la policía chilena cuando mostró su pasaporte. Con una seña interna el oficial de extranjería avisó a un detective que emprendió inmediatamente la filatura. No parecía haber otro observador. Müller tomó un taxi y se fue como convenido directamente al hotel Crowne-Plaza, en la Alameda, cerca de la plaza Baquedano. El teléfono de su habitación ya estaba intervenido y un detective estaba vigilando en el hall de entrada, leyendo aparentemente un diario, sentado en uno de los sillones a la izquierda de la entrada.

A las cuatro, el teléfono sonó en la pieza de Müller.
- « ¿Es ud. el anticuario de Luxemburgo? » preguntó la misma voz que había oído en su oficina.
- « Soy yo. »
- « ¡Bienvenido a Santiago, señor Müller. Le daremos un poco de tiempo para que se acostumbre al cambio de hora. Mañana por la mañana confirmaremos su identidad y en la tarde podrá encontrarse con mi jefe para discutir de negocios. »
- « Y yo quiero ver a Mattheys con mis propios ojos antes de discutir de negocios. »
- « Es lo que habíamos previsto y es de este modo que lo pondremos a prueba mañana por la mañana. Tomará un taxi hasta el Estadio Italiano, en la avenida Apoquindo. Ahí, camine por la vereda delante de la entrada del estadio a partir de las once. Mire todas los autos que pasarán cerca de ud. Uno de ellos tendrá la ventanilla bajada y podrá ver a Mattheys. Después de haberlo visto, vuelva a su hotel o vaya a pasear. Lo llamaré de nuevo mañana a las cuatro de la tarde. Hasta mañana, señor Müller. »

*
En Inglaterra, la pareja que había llegado al Faisan Dorado después de Febrero y que observó el grupo pertenecía a Scotland Yard. Seguían al traficante desde el aeropuerto de Heathrow donde había llegado procedente de Madrid. Scotland Yard había sido adevrtido por la policía española que había identificado y seguido el hombre, Clément Lefèvre, en Madrid, a pedido de la policía francesa. Los detectives se las habían arreglado para fotografiar discretamente a todos los miembros del grupo del almuerzo y los habían visto reunirse cerca de la abadía. Las fotos fueron reveladas y estudiadas en el Yard.

Cuando, el día siguiente, los conspiradores abandonaron el albergue, la inspectora volvió a seguir a Lefèvre mientras su compañero se identificó ante el dueño del albergue y pidió ver el registro de huéspedes para luego inspeccionar sus habitaciones. Obtuvo así los nombres y ciudades de origen bajo los cuales se habían registrado y calcó sus huellas dactilares. Copió del registro los siguientes datos:
- Vic Janvier, Tanger
- Clément Lefèvre, Paris
- Giuliana Di Motta, Roma
- Diana April, Dublin
- Gert Weinstein, Düsseldorf

El motocilista le trajo una copia de las fotografías reveladas y las mostró al dueño pidiéndole que le indicase el nombre de cada uno. Le preguntó también hasta donde los conocía. Dijo que eran excelentes clientes que volvían juntos cada año al menos un fin de semana pero que no sabía cual era su profesión o actividad ni qué era lo que los unía. Con esta información, el inspector se volvió a Londres. Se confeccionaron fichas para cada sospechoso y además del caso de Lefèvre que ya estaba bajo vigilancia internacional apareció el hecho de que Di Motta estaba siendo buscada por la policía belga: el alerta de Interpol acababa de llegar. La información sobre Di Motta inquietó aún más el detective: buscada por asesinatos, entre ellos de un agente, e implicada en tráfico de arte. Todos los recursos del Yard serían utilizado para buscar a un asesino de policía. Y le llamaba la atención que esta mujer también estaba implicada en tráfico de arte, que era también la razón por la que Francia hacía seguir à Lefèvre. Desgraciadamente sólo éste seguía vigilado desde su llegada. Quizás todos estuviesen implicados y formasen una red internacional. Se formó por lo tanto un expediente del conjunto y se envió a la central de Interpol para su difusión en todos los países de Europa.

"Febrero" dejó Ipswich para volver a Londres y devolvió su coche en el garaje de Hertz en el aeropuerto de Heathrow. Luego se fue al mostrador de Iberia, donde le informaron que su reservación había sido cancelada y que había un mensaje urgente para él. Lo retiró y vió que lo estaban convocando el día siguiente donde Abril. Tomó entonces un taxi hasta la ciudad y se hizo conducir al hotel Ritz, en Piccadilly, donde tomó un cuarto. Acostumbrado al lujo, no le gustaban para nada las excursiones a Ipswich donde consideraba que las condiciones de alojamiento eran miserables. El Ritz databa de 1906, tenía excelentes suites de estilo y un restaurante gourmet. Como era domingo, después de un copioso almuerzo, salió a pasear por los alrededores del Parlamento y de la abadía de Westminster, construcciones que admiraba mucho. Encontró al paso un kiosko que ofrecía revistas de decoración y adquirió varias para pasar el tiempo después en el hotel.

En la mañana siguiente, apenas abrían las teindas, entraba donde Abril muy malhumorado por el contratiempo.
- « ¿Qué diablos pasa aquí? » ladró sin saludar. « ¿Por qué me obligan a quedarme? »
- « Orden de Enero » respondió Abril. « Ud. acababa de salir de Ipswich cuando supo que si volvía a Madrid sería detenido. Le ruega quedarse en Inglaterra y hacer los más invisible que pueda. Sobre todo, no contacte a nadie en el continente: no sabemos en quién se puede aún confiar. Y donde sea que aloja, si usa su nombre verdadero, salga de ahí y regístrese bajo otro nombre en otro hotel. »
- « ¿Pero quién se cree que es Enero para dar tales órdenes? ¿Y cómo puede saber que vine de Madrid y volvería allá? ¿Tiene espías en la policía? ¿O es él mismo quien nos denuncia? »
- « Ud. sabe que Enero manda la red y no sería nadie sin él. Tiene fuentes en muchas partes, que nos son muy provechosas, tanto para los negocios como para la seguridad. ¡Sería mejor que obedezca! »

Sin una palabra más, Lefèvre salió del almacen y volvió a su hotel. No pensaba en absoluto dejar éste. Era el que prefería y ne pondría a buscar otro, que no lo había igual. Debería sin embargo decidir que hacer a continuación. Sin duda no le convendría volver a Madrid. Lo que no sabía, es que lo seguían siempre y que, así, había llevado a la policía a identifica la tienda y la residencia de Diana April, una de las mujeres del grupo de Ipswich. Desde ahora, el negocio también estaría vigilado. Pero Julien De Modt, la asesina que conocía como "Marzo", disfrazada de hombre, también lo había seguido para saber donde se alojaba y que hacía.

Lefèvre, sin hacer caso de las instrucciones, llamó a su secretaria en su ofician de París para darle sus coordenadas en Londres, donde se quedaría hasta nueva orden. Su agencia de seguros podía funcionar sin él, pero en caso de algún problema urgente quería que su secretaria pudiese encontrarlo. No pensaba, tampoco, que su teléfono podía estar intervenido.