12/5/09

Artecal 2.7.

En Chile, cuando el inspector Remi partía con su colega Carrasco para visitar el Museo de Arte Precolombino, el ID19 salía de la casa de San José de Maipo. El detective que vigilaba la residencia la había visto llegar pocos minutos antes. Había entrado al garaje y salía ahora sin que hubiese podido ver quien había dejado o abordado el auto. Por la escucha del teléfono de Müller, el comisario a cargo del caso estaba convencido de que había venido a recoger a Mattheys o, cosa menos probable, lo recogería al volver hacia Santiago para pasar con él delante de Müller en la avenido Apoquindo. Otro agente observaba discretamente a la entrada del estadio, con una foto de Matheys que habían recibido de Bruselas. Y tenían varios vehículos dispuestos para seguir el ID19 después del encuentro y confirmar definitivamente el lugar del secuestro.

A las once, Müller estaba en el lugar convenido, yendo y viniendo en le vereda delante del estadio. Diez minutos más tarde, el ID19 pasó frente a él con la ventanilla abierta. Reconoció a Mattheys y quiso acercarse al auto pero éste no se detuvo sino que retomó el camino de San José. Después de algunas vueltas en la ciudad el ID19 volvió a la casa sospechosa, confirmando que era el lugar de detención de Mattheys. La policía decidó esperar el encuentro entre Müller y Riderelli para liberar al belga.

Mientras Müller almorzaba en el restaurante de su hotel, un detective entró en su cuarto para esperarlo. Cuando el anticuario llegó, le dió instrucciones para el encuentro de la tarde.
- «Hemos puesto un micrófono en la tienda de Riderelli, el hombre que Ud. encontrará, pero no sabemos si le conducirán ahí. Por lo tanto, es necesario que lleve una pequeña grabadora, porque no estamos seguros de poder seguirle y menos de poder escuchar. Le voy a mostrar cómo colocarla y hacerla funcionar para que no la encuentren en una revisión superficial. Esperemos que lo desvistan. »
- « ¿Tienen noticias de Mattheys? Lo he visto esta mañana: me lo mostraron en un auto que pasaba. »
- « No puedo decirle nada por ahora. Lo siento. »

A las cuatro de la tarde, como previsto, Müller recibió el llamado telefónico de la misma voz de siempre.
- « En algunos minutos un auto lo pasará a buscar. Es el mismo Citroen ID19 negro que vió esta mañana con Mattheys. El chofer le dirá que lo esperan en Luxemburgo. Contéstele que es de donde ud. acaba de llegar. »

El encuentro se produjo del modo indicado media hora más tarde. José Romero, que conducía, dió la vuelta a la cercana plaza Baquedano y descendió por la Alameda. Dijo a su pasajero que su jefe le había recomendado dar una vuelta por el centro y mostrar los principales monumentos antes de llevarlo al lugar de la cita. Pasaron ante el cerro Santa-Lucía y la Biblioteca Nacional. Al salir del estacionamiento del hotel, Romero había descubierto un auto que había salido tras ellos. Aunque no lo sabía, era el de Investigaciones. No se había podido estacionar en otra parte porque estaba prohibido estacionar en la Alameda. Romero había mirado con atención todos los vehículos estacionados a la entrada del hotel, sobre todo las que tenían un chofer al volante. Al dar vuelta en la plaza Baquedano, había visto que el auto hacía lo mismo y concluyó que lo seguía a él. Por ésto pretendió hacer turismo y aprovechó las numerosas calles estrechas del centro para tratar de perder a sus seguidores. Frenando o acelerando según el caso, se las arregló para ser cada vez el último al pasar cuando los semáforos cambiaban al rojo y, así, logró rapidamente su cometido. Después del palacio de la Moneda y el Parlamento, pasando por el Mercado Central y la estátua de Prat, ya el vehículo policial había desaparecido. Romero tomó entonces la Costanera y se dirigió rapidaemnte hacia el Barrio Alto. Los detectives que lo habían perdido se fueron al cuartel central, de donde los enviaron a vigilar el domicilio particular de Riderelli, único lugar donde pensaban que, quizás, podrían saber más.

El ID19 entró en el jardin delantero de una mansión del sector de Tomás Moro. La puerta se abrió y el propietario recibió al viajero en la entrada.
- « Señor Müller. ¡Feliz de conocerlo! Soy Carlos Riderelli. Yo soy quien le invitó a venir a Chile y lamentó haber tenido que utilizar este medio algo torcido para lograrlo. Pero su representante se mostró muy poco cooperador. Ud. llega desgraciadamente dos días tarde: podría haber aprovechado nuestros dos días de fiesta nacional, los 18 y 19. En fin, las fiesta sigue hoy ya que es domingo. Entre, por favor. »
- « No diré que estoy feliz de conocerlo. Estoy aquí en contra de mi voluntad y le rogaría explicarme cuanto antes de qué se trata y por qué tuve que hacer tan largo viaje. » contestó Müller mientras seguía a su interlocutor.
- « Calma, señor Müller. Nada urge ahora. Tómelo de lado bueno: creo que nunca habría visitado América del Sur si no fuera por mi invitación. Siéntese y prueba este pisco-sour que lo espera. El pisoc es nuestro mejor alcohol, destilado a partir de uvas muy dulces cultivadas en el desierto. Un verdadero milagro de la naturaleza. »
- « No he venido para beber sino para obtener la liberación del señor Mattheys. ¿Por qué lo ha retenido? »
- « Bueno, bueno. Voy a tratar de satisfacer su curiosidad. Soy anticuario y mercader de arte. Es lo que trajo aquí a su representante. Me ha explicado largamente lo que buscaba y logreé que describiera todos los servicios que Artecal ofrece en Europa. Que ud. quisiera abrirse a América del Sur era muy interesante para mí porque busco justamente lo inverso: tengo numerosos contactos en esta región pero no en Europa. Y tengo un importante cliente que quiere enviar objetos precolombinos a Europa, al mergen de los circuitos oficiales por cierto. Mattheys rehusó discutir las condiciones de un acuerdo y dijo que solamente su jefe podía abordar este tema. Pero era evidente que no podíamos escribir ni discutir el asunto por teléfono. Tampoco podía permitir que él se fuese: no habría tenido garantía de tener noticias de ud. Artecal ofrece exactamente los servicios que mi cliente desea. Incluso está dispuesto a financiar parte de la nueva red que crearíamos. »
- « Habla de piezas precolombinas. ¿De dónde provendrían? »
- « Mi cliente hace sus propias excavaciones en todos los países de la costa del Pacífico Sur. Tiene a muchas gente trabajando para él. Desheredados que recorren las montañas, recogen y traen lo que encuentran por poco pesos. Si el sitio es importante, lleva sus propios hombres para explorarlo más a fondo. También hay empleados de museos que lo conocen y le ofrecen a veces objetos perdidos en los depósitos. »
- « Todo ésto está al mergen de la ley, sin duda. ¿No le causa problemas? »
- « Ninguno. Estamos bien organizados. Como ud., sin duda. Mattheys acabó por confesar que ésto no debería molestarle. »
- « No estoy seguro de que podamos mantener una operación de esta envergadura a través de su país. »
- « El traslado estaría a cargo de mi cliente, que sería entonces su socio. Tiene mucha experiencia con las aduanas. »
- « Tendría que pensarlo con detenimiento. Discutir las condiciones. Y luego ver las posibilidades de nuestra red en Luxemburgo. »
- « Lo invito a quedarse aquí esta noche. Piénselo. Dicen que la noche es buena consejera. Me dará su decisión mañana y empezaremos a discutir las condidiones y la manera de operar. Ahora, pasemos al comedor: la cena está servida. »