3/1/12

CURAS - 4.2


El número de la placa-patente de la ambulancia fue comunicada a todas las comisarías del país y especialmente a la gendarmería, que controla las carreteras. Dos días después, por casualidad, un policía que revisaba camionetas en un estacionamiento de Bastogne se acercó a una ambulancia que le parecía extraña en este lugar. Comprobó que el número de patente era el buscado y se acercó a mirar por la ventanilla. En este momento, el vehículo arrancó. El agente dió la alerta por radio y se estableció un anillo de control alrededor del pueblo. En una de las carretras de salida, la ambulancia embistió las barreras y siguió su carrera, seguida por gendarmes en moto. Uno de ellos le disparó en un neumático y el conductor perdió el control. Salió de la carretera y cayó de costado en una zanja que separa la pista de los campos vecinos.

Acercándose los gendarmes, comprobaron que el conductor era una mujer y que quedó aturdida por el choque, pero sin herida visible. La detuvien y revisaron el vehículo. Tenía dos camillas y estaba arreglada como mobilhome, tal como había señalado Jacques Vandeput. No encuentraron ningún arma aunque sí un computador portátil, pero no pudieron acceder a su contenido porque estaba protegido por una contraseña. Los documentos de identidad de la mujer confirmaron que era Martine Lemie y la llevaron a la comisaría central de la PJ de Bruselas para su interrogatorio. El computador fue enviado al laboratorio.

Mientras se producía la persecución, la police locale había recibido un llamado de la empleada de otro sacerdote que los alerta de la presencia de un extraño en la casa parroquial de Bastogne. Mientras hablaba, se oyó un disparo. La policía dió inmediatamente la orden de acordonar la casa. Pero el asesino se había escapado ya.

Acusada de los crímenes, Martine Lemie-Vandeput protestó, alegando inocencia. Del asesinato del cura de Santa-Gertrudis dijo no saber nada y que estaba en perfecta salud cuando dejó la casa parroquial. Pero se rehusó a informar sobre sus desplazamientos y a indicar si viajaba sola o acompañada. Tampoco explicó por que arrancó cuando el policía revisó la ambulancia en Bastogne y no quiso dar la contraseña del computador alegando que contenía cosas privadas y esperaría el consejo de su abogado.

- Algo no cuadra -le comentó Servais a Trompel-. ¿Por qué arrancó si no tenía nada que reprocharse y no llevaba arma alguna? ¿Por qué nunca dijo a su marido donde estaba ni justificó su viaje cuando lo llamaba? Todos sus llamados los hizo cada vez cerca de donde hubo un asesinato y ésto no puede ser coincidencia. Menos si sabemos ahora que ella pudo obtener la lista de sacerdotes acusados. Si ella no cometió los crímenes, debió ayudar a alguién.
- ¿Qué hay de su hermano? Él sabe de armas y tiene un fuerte sentimiento anticlerical.
- Nos dió coartadas...
- Pero todas las distancias son cortas en nuestro país y, tanto por carretera como en tren se puede llegar a cualquier parte en un par de horas. Ni en su hotel ni en su residencial pueden dar fe de que no se ausentó unas cuatro o cinco horas.
- Ésto es cierto. Puede perfectamente haberse juntado con su hermana.
- Se me ocurre que ella le preparaba el terreno, visitando a las futuras víctimas para conocer el terreno e informar luego a su hermano.
- Tendremos que volver a interrogarlo, y en forma bastante más dura. Y verificar con precisión donde estaba en el momento del asesinato de Bastogne.
- ¿No podríamos allanar su residencial, en busca del arma?
- Sí, creo que deberíamos hacerlo. Trataré de conseguir la orden.