La orden de arresto para Jacques Vandeput fue enviada a todas las unidades policiales del país y una patrulla fue a su residencial.
Cuando Jacques Vandeput llegó al estacionamiento donde debía esperarlo su hermana se extrañó de encontrarla. Solo había dos posibilidades: o la había detenido la policía o se había aburrido porque se había demorado más de lo previsto y se había marchado hacia su siguiente destino. Se dijo que lo mejor sería regresar cuanto antes a Bruselas, para que no lo echasen de menos si a la policía se le ocurría la idea de verificar que no había dejado la capital. Había llegado unas horas antes de que se presentara la patrulla, dejando constancia de su presencia con la propietaria, y había vuelto a salir para ir a tomar una cerveza. La excitación y la satisfacción del deber cumplido siempre le aumentaban la sed. Además, debería subir el nuevo video a su blog de internet, pero para ello debía pasarlo primero de su cámara a un computador portátil. No podría hacerlo, porque éste estaba en la ambulancia y no lo recuperaría hasta juntarse de nuevo brevemente con su hermana para la siguiente misión.
La residencial se encontraba en la calle Ravenstein. Pensó en ir al bar "La Bécasse" pero se acordó que ya no era bienvenido ahí debido a la pelea en que había sido arrestado y, mientras iba caminando mecánicamente hacia el centro, se preguntó adonde ir. Había varias otras alternativas en la cercanía y, dándose cuenta de que era hora de comer, pensó en los restaurantes al lado de la Bolsa. Sin pensarlo, siguiendo su recorrido habitual, iba a atravesar la Estación Central, por donde podía acortar camino. Pero la policía acababa de apostarse en la estación y uno de los agentes lo reconoció. Avisó a su compañero al mismo tiempo que a la central y ambos se le acercaron sorpresivamente. Hubo un breve forcejeo al ponerle de inmediato las esposas, impidiéndole pelear, cosa que -además- sabía poco conveniente si quería mantener su alegato de inocencia.
Entretanto, su habitación estaba siendo registrada. Se encontró de inmediato la cámara de video, que no había tenido la precaución de esconder, y finalmente, después de una revisión de todos los posibles escondites, aparació una pistola Smith & Weston .40.
Su alegato en la comisaría resultó totalmente inútil. Estaba en posesión del arma y del video de un crimen que acababa de cometerse. El laboratorio logró abrir el computador y encontró los videos de los otros crímenes. Martine Lemie finalmente confesó que había obtenido en el obispado de Lieja la lista de sacerdotes acusados y entrevistado a todos los que habían sido asesinados, informando de los detalles a su hermano, que se juntaba con ella exclusivamente para obtener éstos y "castigar alos culpables". Negó haber estado presente, pero esta afirmación fue recibida con mucha desconfianza.
El arresto de los culpables dió origen a una verdadera batalla de comentarios en la prensa. El escándalo de los sacerdotes pedófilos volvió a primera plana y numerosos lectores tomaban partido a favor de los criminales que "habían limpiado esta basura". Otros respondían que era el papel de la justicia determinar quien era culpable, y al menos una de las víctimas no lo era. Pero algunos no creían en esta absolución e insistían en medidas más drásticas, por cuanto los culpables de pedofilia recibían a pensas unos pocos años de prisión. Otros aprovechaban el hecho para atacar a la Iglesia o bien para "agradecele por haber dado la lista de los criminales a quienes los podían eliminar".
Los mismos intercambios de cartas de lectores, opiniones y artículos se repitieron algunos meses más tarde, cuando el tribunal llevó el proceso y condenó a la pareja con prisión a vida.
Fin
"El Todopoderoso confunde a los insensatos" (Libro de la Sabiduría, 1,3)
Proximamente: "Mundo paralelo"