13/12/11

CURAS - 3.1


Capítulo 3.

Entretanto, Trompel se había puesto a investigar a la señora Lemie. Se entrevistó primero con el marido, que le contó como se habían conocido, cuando se habían casado y las actividades habituales de ella. Martine Lemie, de apellido de soltera Vandeput, era contadora y prestaba sus servicios en la empresa que pertenecía al padre de André Lemie. Ahí se hicieron amigos y luego novios, para finalmente casarse. Ella siempre había sido muy religiosa, asistiendo a misa los domingos y participando en las actividades sociales de su parroquia. Había dejado de trabajar en la empresa cuando tuvo su primer hijo.

Trompel preguntó si habían comentado las denuncias de abusos sexuales y de pedofilia contra sacerdotes, que había estallado en un escándalo que había ocupado los medios de prensa durante varias semanas.
- Así es. Estábamos también muy sorprendidos y escandalizados. Ella me comentó varias veces que le molestaba mucho y se preguntaba si debía seguir colaborando con la iglesia. Como soy muy amigo del obispo de Lieja y que ella le llevaba también las cuentas, le sugerí que hablara del tema con él, para que supiera como enfrentaba la situación y le aconsejara en su comportamiento.
- ¿Y le comentó algo después de esta conversación?
- No entró en detalles, pero me dijo que se tomarían medidas correctivas.
- ¿Su comportamiento cambió?
- No en cuanto a sus costumbres o sus visitas a la parroquia, pero la noté más tensa. Generalmente volvía feliz de estas visitas, pero de las dos últimas, que fueron después de ese viaje a Lieja, volvió con aspecto sombrío y muy poco conversadora. Me extrañó un poco y no quiso explicarme qué andaba mal cuando le pregunté.
- ¿Sabe si se encontró con alguna otra persona, fuera de la parroquia?
- No que yo sepa. Evidentemente no estoy en casa todo el día. Puede haber recibido a alguién o haber salido y encontrado amigas o haber visitado a sus padres. No tiene que rendirme cuenta de ello.
- Pero de haber visitado a sus padres, me imagino que se lo habría dicho.
- En efecto, habría sido lo normal.
- ¿Donde viven?
- En Woluwé, avenida Vander Meerschen, cerca de la iglesia de Sainte-Alix.
- Gracias. Iré a visitarlos. Quiero saber más de ella. Y sin duda deben estar muy preocupados también, así que les aseguraré igual que a ud de que estamos haciendo todo los posible para encontrarla.

Después de despedirse de Lemie, el detective se dirigió a la dirección que le acababa de dar. Los padres de Martine Lemie eran ya ancianos y la madre estaba en cama, gravemente enferma. En consecuencia se entrevistó solamente con el padre. Éste le dió algunos detalles sobre la personalidad -muy colaboradora y religiosa de su hija, pero también muy estricta- y sus estudios. También confirmó que había visto a su hija solamente una vez después del estallido del escandalo de los sacerdotes, aunque llamaba frecuentemente para saber de la evolución de su madre. Se había manifestado muy molesta y a favor de sanciones drásticas por parte tanto de la iglesia como de la justicia ordinaria.

Trompel preguntó si era hija única. El señor Vandeput le dijo que habían tenido un hijo varón varios años más tarde y que éste había seguido la carrera militar. Había sido enviado al Congo hacía un poco más de un año, en el marco de la misión de la OTAN, y había vuelto hacía un par de semanas. Les había visitado y era muy probable que se hubiese juntado con su hermana, pero no en casa de ésta, porque no se entendía bien con su marido.

Al detective se le ocurrió preguntar si ese hijo compartía el fervor religioso de su hermana. Vandeput tembién reconoció que sus opiniones eran bastante más críticas. Para él y su mujer, había sido una gran decepción el que su hijo no haya querido ser sacerdote, como deseaban, y que -al contrario- expresara su disgusto desde sus últimos años de colegio, aunque nunca dió una explicación clara de su cambio de apreciación. De niño había sido acólito y, en el colegio, iba frecuentemente a misa, aunque no era obligatorio. Cosa que cambió totalmente en el penúltimo año de enseñanza media. Dejó incluso de ir a misa los domingos.

El policía dedujo que era muy probable que este hijo hubiese sido víctima de una conducta impropia y que el escándalo sacerdotal hubiese sido tema de conversación entre los hermanos. ¿Sería él el asesino, acompañado de su hermana?

Cuando volvió a la comisaría y comentó estas informaciones con Servais, decidieron tratar de ubicar a Jacques Vandeput, el hermano de Martine Lemie. En la jefatura del ejército dijeron que estaba con permiso por un mes y que no tenía dirección personal registrada, salvo el domicilio de sus padres, como referencia. No sabían de él desde su vuelta del Congo. Servais resolvió entonces lanzar una orden de búsqueda, comunicada a todas las oficinas de PJ y a las comisarías de las policías comunales. También pidió al Ejército más información sobre Vandeput.

Dos días después, se produjo una pelea en "La Becasse", un famoso bar típico del centro de la ciudad. El dueño llamó a la policía local y Vandeput fue uno de los detenidos. Se le interrogó sobre sus actividades de los últimos días y sobre su hermana. Dijo no saber nada de ella desde que la recogió en la calle Santa-Gertrudis y la dejó en un estacionamiento cerca de la Estación Midi, el mismo día en que había aparecido muerto el cura que vivía ahí. Él había viajado luego por una semana a Oostende, donde había alojado en un hotel, volviendo luego a la residencial de Bruselas donde se hospedaba habitualmente cuando estaba de permiso. La policía confirmó su estadía en Oostende y su registro en la residencial. También tenía comprobantes de pagos con tarjeta de crédito y de retiros en cajeros automáticos de Oostende y de Bruselas que coincidían con las fechas de los diversos asesinatos, lo cual parecía darle una coartada de base geográfica. Quedaba descartado como sospechoso, pero solo en forma provisoria porque el informe del Ejército no le era muy favorable: su permiso y vuelta del Congo respondía a una investigación por comportamiento excesivamente agresivo frente a la población local. La pelea en el bar era, evidentemente, otra muestra de su carácter, que le valió en este caso una multa y una severa advertencia.