19/7/11

Los Seis - 4.3

Un par de días más tarde, Servais recibió un llamado telefónico. Era su jefe, Jules Dubois.
- Una de sus encuestas lo llevó al club "De 6 a 6", no cierto? Una de las prostitutas de ahí ha sido agredida. Se encuentra en la clínica San Juan y se llama Juliette Mardones. Ocúpese de este caso. Quizás esté relacionado con la serie de asesinatos. O quizás no. Ud verá.

El comisario envió a su ayudante de la clínica. La mujer le contó que, aunque su negocio es el sexo, se consideraba violada porque su "cliente" se había puesto de inmediato violento. Pero había alcanzado a tocar el timbre de alerta y los guardias llegaron mientras se debatía. Alcanzó a arrañar a su agresor, por lo que las huellas lo implicarían claramente. Pero, al entrar los guardias, éste saltó por la ventana y huyó. Pero el club tiene registrado su ingreso y sus datos personales, aunque no hay seguridad de que éstos sean verdaderos.

El día siguiente, Remi llevó al comisario un informe que descubrió al leer los reportes del día anterior en la red interna.
- Jefe, la policía de carreteras detuvo a Alfred Momens, que causó un accidente esta madrugada en la calzada de Waterloo. Parecía borracho pero el alcotest dió negativo y se lo llevaron a tomarse una muestra de sangre. Dió positivo para cocaína así que quedó formalizado por causar un accidente conduciendo bajo el efecto de drogas. No quiso decir donde la había conseguido, pero ya verifiqué con nuestros hombres que acababa de salir del "6 a 6". Aunque, como farmaceútico, es posible que la fabrique él mismo. Pero la debe haber consumido ahí.
- Creo que ésto más la agresión de Mardones será suficiente para obtener la orden de registro de ese lugar que tanto necesitamos. Pero no la podemos pedir al juez Dedeuvel ya que es miembro del club.
- La pediré a otro juez. ¿Cuándo quiere que vayamos?
- Esta noche. Así cogeremos in fraganti a los socios desprevenidos.
- ¡Será un gran golpe noticioso!
- Si la prensa se entera. Pero, obviamente, no pienso anunciarlo. Y no detendremos enseguida a los socios. Los dejaremos sudar.

La entrada de la policía en el club produjo, como era de esperar, un gran revuelo. Los socios que estaban en el salón principal trataron de escaparse pero fueron detenidos y, después de revisar sus documentos de identidad y anotar sus domicilios, fueron soltados, para su gran alivio. Los que estaban ya en las alcobas no tuvieron tanta suerte y fueron retenidos por varias horas junto a sus anfitrionas. A uno de los clientes le fue aún peor: descubrieron a una de las muchachas pinchándolo con una jeringa. El análisis posterior mostraría que era cocaína.

Por más que protestó "Madame Perla", la regente del prostíbulo, penetraron en su oficina y la registraron de punta a cabo. En un mueble-archivo del que exigieron la llave, descubrieron los expedientes de todos los socios, aunque algunos solo aparecían con apodos. Revisando un par, Servais pudo ver que no solamente contenían los antecedentes requeridos para su afiliación sino también transcripciones de conversaciones íntimas con las escoltas, donde salían a relucir algunos secretos que podían ser utilizados para un chantaje o presión más o menos sutil. Las damas fueron conducidas a una comisaría y el club fue clausurado.

El análisis de la sangre con cocaína y de las transcripciones de conversaciones llevaron, después de su estudio, a efectuar un segundo allanamiento. Debía haber algún lugar oculto donde se guardaba la droga y donde se registraban las conversaciones de alcoba. Un topógrafo policial levantó un plano del inmueble y descubrió que, detrás de la oficina de la regente debía haber otra habitación. En uno de los cajones de su escritorio descubrieron un interruptor que abría un panel secreto en una de las paredes y penetraron en el pieza oculta. En el lugar vieron de inmediato las numerosas pantallas de televisión: al encenderlas, observaron que correspondían a todas las alcobas y a diversos ángulos de los salones comunes. A cada pantalla, además, estaba conectada una videograbadora en condiciones de registrar lo que ocurría, y tenía al lado un "plan de tomas" con indicaciones de a quién y en que condiciones debía ser grabado. En varias grabadoras estaban los discos DVD que estaban siendo utilizados y en un estante toda una colección de los mismos. Otro mueble debió ser descerrajado y contenía diversos tipos de drogas, desde marihuana hasta éxtasis y heroína.

Los archivos de socios les reservaron numerosas sorpresas a los policías. Aparecían ahí, además del ya conocido proveedor de lácteos, Sigisfredo Van Acker, el juez Jan Dedeuvel, el senador VLB Karel Verschande, el farmaceútico Alfred Momens, el periodista Jacques Mostincks de la RTBF, el gerente de la papelera Cobelpap, Philippe Gossiaux, y otros personajes menos conocidos.

Viendo que estos archivos no establecían la identidad real de todos, Servais consideró que era conveniente tratar de identificar a los que aparecían con apodos. Sin duda algunos aparecerían en las grabaciones de las cámaras ocultas, pero podían haber otros que no habrían sido grabados o que ya se habrían allanado a comprar las grabaciones. Tender les una trampa sería lo mejor. No se puso ninguno indicación a la entrada del club de que éste ya no funcionaba. Y una funcionaria policial fue encargada de confirmar las citas que se pidieran por teléfono. Así, los socios despistados llegarían sin ninguna aprensión. Pero, apenas adentro, serían identificados e interrogados.

Uno de los socios "destacados" del club era el juez Dedeuvel, del Tribunal de Primera Instancia de Bruselas. Servais encargó al Departamento Jurídico de la PJF que revisara los juicios tramitados por él y sus sentencias en, al menos, los dos últimos años. Unos días más tarde, recibió un informe contundente para establer la corrupción: a juicio de los abogados policiales, al menos dos sentencias eran contrarias a derecho en virtud de las pruebas presentadas y las dos estaban ligadas al narcotráfico. Una era un sobreseimiento definitivo porque le juez habría detectado errores de procedimiento y otra una declaración de inocencia basada en la supuesta debilidad de los testimonios. Sin duda el juez había sido comprado o chantajeado a raíz de sus retozos sexuales, los que se podían observar, por lo demás, en los DVDs confiscados.