5/7/11

Los Seis - 4.1


Capítulo 4. El Club


El teléfono sonó en el escritorio del comisario Servais. Era el encargado de la central telefónica.
- Comisario, tiene una llamada de una persona que no quiso identificarse. Me dijo que quería hablar con el "capitán Servais" y que ésto debía ser suficiente.
- En efecto. Hay muy pocas personas que saben que dejé el ejército con el grado de capitán. Debe ser un antiguo compañero. Pásemelo.
Un momento después oía una voz conocida.
- ¿Cómo está, capitán? Soy el ex-teniente Lacroix.
- ¡Lacroix! ¡Qué gusto oírte! ¿Cómo has estado? ¿Qué puedo hacer por tí?
- Creo que soy yo quién puede hacer algo por tí, viejo compañero. He visto la noticia de ayer sobre una mujer que fue asaltada. ¿No será un intento frustrado del asesino de la serie que los periodistas han llamando "los crímenes de las tetas"?
- ¿Ah sí? ¿Qué te hace sospechar ésto?
- Resulta que conozco esa joven, al menos de vista. Era una anfitriona en un club de lujo llamado "De Seis a Seis". ¿Qué coincidencia no?
- ¿Y de qué es ese club?
- En teoría es una forma occidental de las famosas casas de té japonesas, donde hermosas mujeres atienden de lo mejor a los varones que forman parte del club. Pero en realidad creo que las geishas locales son en realidad prostitutas de alto nivel, dispuestas a satisfacer cualquier tipo de capricho de los visitantes, contra una excelente remuneración evidentemente.
- ¿Y cómo sabes todo ésto? ¿Eres miembro de ese club?
- ¡Qué va! Soy fiel a mi mujer y no tengo los medios para pagar lo que exigen. Soy gerente de una pequeña cadena de supermercados, pero no puedo pagar la adhesión que es tan alta como el mejor club de golf. Sin hablar de lo que cuesta cada visita. Me invitó una vez uno de mis proveedores, para la única visita que se permite a los no-miembros, como para tentarlos. Me imagino que el hombre se habría ganado una sustancial rebaja o una visita gratis si me hubiese asociado.
- ¿Y fue cuando viste a esa niña?
- En efecto. El club funciona, como su nombre indica, entre las seis de la tarde y las seis de la mañana. Y hay seis "acompañantes" que atienden solamente a seis hombres, aunque parece que cuando se va uno puede llegar otro. La Madame a cargo del lugar no aparece durante esta visita inicial. Hay que contactarla después, en otro horario, si uno acepta hacerse socio. La joven en cuestión atendía a otro hombre en la sala común que es como la de un gran bar. Se conversa, se bebe y después, en algún momento, uno u otro desparece con su pareja. Supongo que a hacer lo que se hace en los moteles. Algunos, como mi colega y yo, se van después de haber satisfecho caprichos menos dudosos.
- Me parece que vale la pena investigar este lugar.
- Así me pareció. Pero sería imposible para tus hombres entrar ahí sin una orden de registro. Como te dije, hay que ser socio o ser invitado por un socio. Y claro está que no se invitan a policías.
- Haré que lo observen por fuera, pero no me parece suficiente. Ya que has sido invitado, ¿no podrías hacerte socio y servirme de informante?
- Ya te dije que no puedo pagarlo. La mera inscripción cuesta unos siete mil euros. Y no sé cuanto cobran por visita: sólo informan de las tarifas después de ese pago.
- Podría arreglar que se te lo preste. Pero necesitaré algo más de información. Lo haré vigilar unos días y me gustaría hablar con la persona que te invitó. ¿Puedes darme sus coordenadas?
- No sé. No le va a gustar y no quiero tener problemas con él. Basta con la decepción que se llevó cuando le dije que "pensaría" en su invitación y no volví a hablar de ella.
- No le diré que tu me informaste y, si resulta como espero, tú le dirás que lo has pensado y que aceptas. Lo entrevistaré y si no coopera, esperaremos a que se aparezca por allá y, cuando lo pesquemos, lo obligaremos a contarnos todo lo que sabe. ¿Es casado?
- Así es.
- Así que podremos amenazarlo con contar a su esposa adonde va. Si se rehusa, y resulta que alguién del club tuvo algo que ver con los asesinatos, lo acusaremos de encubrimiento o, al menos, de entorpecer una investigación criminal.
- De acuerdo. Así estaré cubierto y el sinvergüenza pasará al menos un gran susto. Te doy los datos: se llama Sigisfredo Van Acker y es el gerente de la lechera Melkbaar que me provee de todos los productos lácteos. Aparte de su propia producción, representa en todo el Benelux [Bélgica, Holanda, Luxemburgo] a multinacionales lácteas, así que te puedes imaginar la cantidad de plata que maneja. Las oficinas están en la avenida Franklin Roosevelt, esquina de avda Air-Marshal Cunningham.
- Ya veo. Cerca del Bosque de la Cambre.
- Así es.
- Lo iré a visitar personalmente.
- Haz una cita. Viaja bastante, podrías perder el viaje.
- No: quiero pillarlo por sorpresa. Mandaré a uno de mis hombres a averiguar si está, con uno u otro pretexto. Volveré a hablar contigo después, según como avance esta investigación preliminar. No me gustaría encontrarme con otra víctima, pero es mejor avanzar con pies de plomo. El criminal se ha cubierto muy bien hasta ahora y no podemos alertarlo. ¡Dáme tu teléfono!

Servais anotó los números de la oficina y del celular de Lacroix y luego se despidieron. Luego llamó a su asistente Remy y le encargó una breve visita a Melkbaar. Posteriormente se reunió con el pequeño equipo disponible para "el caso Seis" y organizó con ellos la vigilancia del club "De 6 a 6", del cual Lacroix también le había dado la dirección.