7/6/11

Los Seis - 3.1

Capítulo 3. La diputada

Esa mañana, mientras Trompel se lavaba los dientes después del desayuno, había habido un fuerte temblor, cosa poco común en Bélgica. Paula, su esposa [ver "La Conspiración"], había gritado y él había acudido presuroso al pequeñísimo vestíbulo del departamenteo, donde ella estaba. El pequeño móvil con campanillas de cristal que ella había colgado ahí estaba en el suelo, hecho añicos.
- El "chi" ya no va a fluir libremente hacia el que entre -dijo ella, llorosa.
- Podemos volver a colgar las campanillas que no se rompieron: veo que hay varias.
- Sería peor: no tendrían armonía y dejarían entrar malas vibras.
- Bueno, entonces buscaremos otro móvil.
Hacía pocos meses que Paula se había entusiasmado con el feng shui, el arte chino de la decoración que buscaba la armonía física y mental en la disposición de las cosas. Había leído varios libros sobre el tema y había consultado incluso a un experto chino para confirmar sus conclusiones para adaptar su pequeño departamento. Así, había cambiado la orientación de la cama para que los pies se orientasen hacia el oeste; había puesto un espejo de cuerpo entero en el baño para evitar que el buen chi se fuese por el desagüe; había colocado el móvil a la entrada y un pequeño acuario en el living, a pesar de que quitaba parte del restringido espacio. A Trompel todo ésto le parecía ridículo, pero le siguió la corriente porque la hacía feliz. Pero ese día, según Paula, la suerte estaba destrozada. No sabía cuanta razón tenía.

El día siguiente, al despertarse, Jef Trompel encontró que estaba solo en la cama y se extrañó. El día anterior, su esposa, la diputada Paula Darbée, antes de partir al Parlamento, le había advertido que regresaría muy tarde y que sería mejor que se acostase sin esperarla. Así, se había acostado a las once y media y pronto se había quedado dormido. Pero ella debería haber llegado en el curso de la noche o bien haberle advertido. Pensó entonces que, para no despertarlo, podía haberle mandado un mensaje de texto a su teléfono celular. Lo abrió y revisó los mensajes, pero no había ninguno.

Mientras hacía su aseo matinal, su mente de detective empezó a planear la investigación de lo ocurrido. Ya estaba pensando en ir al Parlamento a averiguar lo que había pasado durante la noche, cuando sonó su teléfono fijo. Salió del baño y levantó el combinado. Era Jean Servais, su ex-jefe de la Policía Judicial.
- Jef, te tengo una muy mala noticia. Tu esposa falleció. ¿Por qué no vienes por acá para que te cuente los detalles? ¡No quiero hacer ésto por teléfono!
- De acuerdo, jefe. Voy en seguida.
Comprendió que no había sido una muerte natural ni un accidente y que Servais había iniciado una encuesta. Aprovecharía de hacerle numerosas preguntas, en el intento de encontrar pistas o explicaciones.
Como siempre cuando las cosas andaban mal, estaba lloviendo cuando salió a la calle. El cielo estaba llorando con él.

Lo que le contó Servais era terrible. Darbée había sido encontrada en la pileta del Parque Real, que está frente al Parlamento. Tenía el signo theta tatuado en el pecho y, si se miraba la pileta de espalda al palacio real y hacia el Parlamento, su cuerpo parecía marcar las seis. Así que alargaba la cadena de asesinatos aún sin resolver. Con otros indicios coincidentes: era el día 6 de septiembre y había sido estrangulada, posiblemente con una cuerda de piano. Felizmente, no había sido violada pero, al parecer, había intentado defenderse y tenía restos de la piel de su agresor bajo las uñas. Estos detalles, sin embargo, no fueron revelados y -felizmente para él y la familia de su esposa- la prensa no se enteró y no vinculó este asesinato a los otros dos.