8/2/11

Colonización 4.1.

Capítulo 4. La creación del hombre


En respuesta a la rebelión de los mineros, el Concejo de los igigi (los dyauses que se quedaban en la nave en órbita), presidido por el dyaus Piter, conociendo las habilidades de Enki en el campo de la genética, decidió ordenarle que buscase seres del planeta que pudiesen ser adaptados para realizar las tareas que todos los excavadores -de los canales y de las minas- rechazaban ahora con fuerza. Así, mandaron despertar a Enki para informarle que habían decidido formar un "adama", un trabajador sustituto, y que su principal tarea consistiría ahora en buscar la forma de hacerlo.

Las expediciones terrestres en los diversos continentes habían demostrado la existencia de numerosos animales. Los biólogos y zoólogos nefilianos se dieron entonces a la tarea de examinarlos genéticamente para determinar si, con las técnicas que dominaban, podrían seleccionar especies útiles.

Enki, dijo que necesitaría la ayuda de Ninti, la Madre de los Dioses, y los dyauses del cielo (de la nave interestelar) se la concedieron:
«Mientras la Diosa del Nacimiento esté presente
que cree un Trabajador Primitivo;
que lleve él el yugo.
¡Que cargue él con el duro trabajo de los dioses

Enki y Ninti se dedicaron entonces a realizar experimentos genéticos tendientes a crear seres que se parecieran a nuestras dos razas. En aras de contar con obreros con mucha fuerza, intentaron primero la obtención de seres parecidos a los kentois, pero los cuadrúpedos con torso y brazos resultaron todos ser tercos e indomables. [Veánse los toros alados y otras figuras de animales con rostro humano de la Antigüedad.]

Pero los expedicionarios de Enki en las Tierras del Sur (Abzu) también había descubierto bípedos con un genoma que -según la investigación realizada- era muy parecido al de los nefilianos, aunque eran de escaso desarrollo cognitivo: eran los antiguos homínidos.

La Epopeya de Gilgamesh describe el ser descubierto:
"Peludo es todo su cuerpo,
dotado en la cabeza con una melena como la de una mujer...
No sabe nada de gente ni de tierra;
su atuendo es como el de uno de los campos verdes;
come hierba con las gacelas;
con las bestias salvajes se codea
en el abrevadero;
con las prolíficas criaturas en el agua
su corazón se deleita."