Los paleolingüistas de la Universidad de La Laguna y varias otras universidades del mundo ya habían trabajado más de dos años en la traducción de las famosas plaquitas encontradas en las "catacumbas" de Los Órganos, un famose acantilado del norte de Tenerife (Ver "Omyx: Encuentro Interplanetario"). Y los técnicos en microfilmaciones, junto a ingenieros en informática, habían trabajado casi igual cantidad de tiempo para agilizar la transposición de los microarchivos omyxianos en documentos que los lingüistas pudiesen decodificar.
Las plaquitas, que se encontraron a miles, estaban hechas de un material parecido al vidrio,
perfectamente rectangulares y en su mayor parte negras. Pero, con atención, se podían observar numerosos puntitos translucidos, que les daban una apariencia parecida a las microfichas. Utilizando una ampliadora fotográfica, habían descubierto entonces que cada punto translucido era en realidad equivalente a un micropunto lleno de una especie de escritura. Los primeros estudios de las placas mostraron que su escritura era una especie de forma primitiva
de griego combinado con pictogramas de estilo egipcio y se logró determinar -gracias a algunas
sustancias fuertemente adheridas a ellas- que debían tener una antigüedad superior a 6.000 años. El material de las placas mismas no pudo ser totalmente identificado: era una especie de cerámica, pero varios de sus componentes eran totalmente desconocidos en la Tierra. Nadie pudo explicar cómo se podía lograr la transparencia de los puntos y menos aún cómo podían haber sido micrograbados.
La prensa, enterada del asunto, bautizó rápidamente el conjunto como "Biblioteca de la Atlántida". Los paleólogos que estudiaron los escritos recuperados quedaron asombrados por su variedad y complejidad. Apelando al cuneiforme, al griego primitivo y al egipcio más antiguo que conocieran, podían traducir cerca del ochenta por ciento de las palabras, pero aún así el texto quedaba casi totalmente incomprensible. Contenía muchas fórmulas aparentemente matemáticas o químicas y esquemas de física. Gráficos y dibujos eran muchas veces más fáciles de interpretar y fueron finalmente físicos y matemáticos los que más ayudaron a la interpretación del material descubierto y al desarrollo del nuevo diccionario. Tomó años reproducir los textos encontrados y varias universidades del mundo entero constituyeron equipos interdisciplinarios dedicados al estudio de las microfichas. Es así como apareció un conjunto de placas que daban cuenta de la historia de quienes las habían confeccionado.
Lo que sigue es la traducción de las "Crónicas de la colonización del Sistema Solar" por los omyxianos.
*
La gran nave de los colonizadores había llegado por fin al sistema de Shamash y había vuelto a pasar de la cuarta a la tercera dimensión. La nave, de más de un kilómetro de largo, llevaba unas veinte mil personas, todas especialistas en distintas ramas del saber, y equipamiento para que pudiesen trabajar al instalarse en otro planeta. Les había tomado diez meses viajar por la quinta dimensión, la única forma práctica -en ese entonces- para ir de un sistema estelar a otro sin perder numerosos años. Este tipo de viaje sólo era posible gracias al conocimiento de las seis dimensiones del espacio-tiempo y a la existencia de los motores hiperlumínicos combinados con los campos antigravitatorios.
En la nave viajaban representantes de los dos pueblos que habitan Omyx: los kentois (centauros) y los nefilianos (nefilim). Los kentois habían sido guerreros y eran los especialistas en trabajos pesados y uso de maquinarias. Los nefilianos eran especialistas en las artes y ciencias de la mente: desde la filosofía hasta la informática. También dominaban la astronomía y ésta, combinada con las matemáticas les había permitido resolver los problemas de los viajes espaciales.
Los científicos nefilianos sabían desde hace tiempo que el espacio no tiene tres dimensiones sino cinco, aunque no podemos observar más de tres con nuestros sentidos y que ésto no tiene ninguna importancia a nivel local. Pero este conocimiento y el del comportamiento fluctuante de la cuarta dimensión espacial es de suma importancia para los viajes espaciales. En la cuarta dimensión, las distancias del espacio que nos parecen planas en las diferentes direcciones aparece en realidad como formado por una serie alternada de curvas, parecida a las olas del mar. Pero estas "olas" no son estáticas sino que se mueven constantemente, aplanándose o levantándose, acercándose o alejándose. Así, la geografía astronómica muestra constantes variaciones en materia de distancia relativa. Si tomamos un mapa en papel con algunos sistemas estelares y hacemos que esa hoja forme pliegos, como los de un acordeón, podemos ver que algunas estrellas se acercan. Algunas estarán en lo alto de una onda y otras en un hueco. Así, el mejor medio para viajar de una estrella a otra, acortando camino (y tiempo), es hacerlo por la cuarta dimensión cuando ambas están en lo alto de una onda y cuando estas ondas se acercan más.
Ésto implica, evidentemente, contar con una tecnología que permite traspasar las barreras de la tercera dimensión y utilizar la cuarta. Pero, aún así, el viaje podría ser muy largo si se utilizan medios de propulsión convencionales. Aunque los nefilianos conocían ya las bases de la traslación cuántica, éste sistema no era aplicable aún a naves de pasajeros. Ni siquiera a naves automatizadas de exploración, porque la transformación cuántica afectaba las memorias artificiales. Pero conocían perfectamente la tecnología de levitación magnética y, con ésta, habían desarrollado la capacidad de construir naves con poder antigravitatorio lo cual hacía que nadie, en su interior, sintiera los efectos de la acelaración, por alta que fuese. Ésto permitía además el desplazamiento a baja velocidad en la proximidad inmediata de un planeta. Pero no permitía el aterrizaje, porque requería naves enormes que, al apagar el sistema, podían hundirse en el suelo si no disponían de plataformas de alta resistencia.
Para el viaje interplanetario habían desarrollado el motor hiperlumínico y lo habían probado con naves automáticas, las cuales no necesitaban poder antigravitatorio. Pero estas naves debían desarrollar una aceleración máxima para alcanzar y sobrepasar (en 20%) la velocidad de la luz si se quería acortar al máximo el tiempo de viaje.* [*Recientemente se ha probado en laboratorio que, en condiciones especiales, la luz podía viajar a una velocidad superior al límite conocido. Ésto no quiere decir que se puede "ir más rápido que la luz" sino que la luz puede ser "acelerada".] Sólo una aceleración muy fuerte permite sacar un real provecho de la velocidad lumínica para viajar a otras estrellas y regresar en un tiempo humanamente útil. Así, los nefilianos diseñaron naves automáticas hiperlumínicas que, pasando por la cuarta dimensión, exploraron los sistemas solares más cercanos donde sus astrónomos habían descubierto sistemas planetarios donde la vida podía ser possible.
Habiendo descubierto mediante sondas automáticas, a una distancia tridimensional de veinte años luz, el sistema solar que llamaron Shamah, las sondas hiperlumínicas trajeron de vuelta datos muy prometedores respecto de tres planetas de este sistema de nueve. Mientras los cuatro planetas exteriores eran gigantes gaseosos y el primero y el segundo eran pequeños y demasiado calientes, los tres restantes reunían condiciones adecuadas para albergar la vida* [*Uno de éstos habría de desaparecer posteriormente, por lo que nosotros, hoy, sólo conocemos dos: la Tierra y Marte.]. Y no había indicio alguno de la existencia de una civilización tecnológica. El tercer planeta a partir del sol, incluso, mostraba una enorme proporción de agua. Este descubrimiento puso en marcha los planes para construir una nave hiperlumínica antigravitatoria capaz de llevar una gran dotación con el fin de iniciar la colonización de los tres planetas habitables.
Las plaquitas, que se encontraron a miles, estaban hechas de un material parecido al vidrio,
perfectamente rectangulares y en su mayor parte negras. Pero, con atención, se podían observar numerosos puntitos translucidos, que les daban una apariencia parecida a las microfichas. Utilizando una ampliadora fotográfica, habían descubierto entonces que cada punto translucido era en realidad equivalente a un micropunto lleno de una especie de escritura. Los primeros estudios de las placas mostraron que su escritura era una especie de forma primitiva
de griego combinado con pictogramas de estilo egipcio y se logró determinar -gracias a algunas
sustancias fuertemente adheridas a ellas- que debían tener una antigüedad superior a 6.000 años. El material de las placas mismas no pudo ser totalmente identificado: era una especie de cerámica, pero varios de sus componentes eran totalmente desconocidos en la Tierra. Nadie pudo explicar cómo se podía lograr la transparencia de los puntos y menos aún cómo podían haber sido micrograbados.
La prensa, enterada del asunto, bautizó rápidamente el conjunto como "Biblioteca de la Atlántida". Los paleólogos que estudiaron los escritos recuperados quedaron asombrados por su variedad y complejidad. Apelando al cuneiforme, al griego primitivo y al egipcio más antiguo que conocieran, podían traducir cerca del ochenta por ciento de las palabras, pero aún así el texto quedaba casi totalmente incomprensible. Contenía muchas fórmulas aparentemente matemáticas o químicas y esquemas de física. Gráficos y dibujos eran muchas veces más fáciles de interpretar y fueron finalmente físicos y matemáticos los que más ayudaron a la interpretación del material descubierto y al desarrollo del nuevo diccionario. Tomó años reproducir los textos encontrados y varias universidades del mundo entero constituyeron equipos interdisciplinarios dedicados al estudio de las microfichas. Es así como apareció un conjunto de placas que daban cuenta de la historia de quienes las habían confeccionado.
Lo que sigue es la traducción de las "Crónicas de la colonización del Sistema Solar" por los omyxianos.
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La gran nave de los colonizadores había llegado por fin al sistema de Shamash y había vuelto a pasar de la cuarta a la tercera dimensión. La nave, de más de un kilómetro de largo, llevaba unas veinte mil personas, todas especialistas en distintas ramas del saber, y equipamiento para que pudiesen trabajar al instalarse en otro planeta. Les había tomado diez meses viajar por la quinta dimensión, la única forma práctica -en ese entonces- para ir de un sistema estelar a otro sin perder numerosos años. Este tipo de viaje sólo era posible gracias al conocimiento de las seis dimensiones del espacio-tiempo y a la existencia de los motores hiperlumínicos combinados con los campos antigravitatorios.
En la nave viajaban representantes de los dos pueblos que habitan Omyx: los kentois (centauros) y los nefilianos (nefilim). Los kentois habían sido guerreros y eran los especialistas en trabajos pesados y uso de maquinarias. Los nefilianos eran especialistas en las artes y ciencias de la mente: desde la filosofía hasta la informática. También dominaban la astronomía y ésta, combinada con las matemáticas les había permitido resolver los problemas de los viajes espaciales.
Los científicos nefilianos sabían desde hace tiempo que el espacio no tiene tres dimensiones sino cinco, aunque no podemos observar más de tres con nuestros sentidos y que ésto no tiene ninguna importancia a nivel local. Pero este conocimiento y el del comportamiento fluctuante de la cuarta dimensión espacial es de suma importancia para los viajes espaciales. En la cuarta dimensión, las distancias del espacio que nos parecen planas en las diferentes direcciones aparece en realidad como formado por una serie alternada de curvas, parecida a las olas del mar. Pero estas "olas" no son estáticas sino que se mueven constantemente, aplanándose o levantándose, acercándose o alejándose. Así, la geografía astronómica muestra constantes variaciones en materia de distancia relativa. Si tomamos un mapa en papel con algunos sistemas estelares y hacemos que esa hoja forme pliegos, como los de un acordeón, podemos ver que algunas estrellas se acercan. Algunas estarán en lo alto de una onda y otras en un hueco. Así, el mejor medio para viajar de una estrella a otra, acortando camino (y tiempo), es hacerlo por la cuarta dimensión cuando ambas están en lo alto de una onda y cuando estas ondas se acercan más.
Ésto implica, evidentemente, contar con una tecnología que permite traspasar las barreras de la tercera dimensión y utilizar la cuarta. Pero, aún así, el viaje podría ser muy largo si se utilizan medios de propulsión convencionales. Aunque los nefilianos conocían ya las bases de la traslación cuántica, éste sistema no era aplicable aún a naves de pasajeros. Ni siquiera a naves automatizadas de exploración, porque la transformación cuántica afectaba las memorias artificiales. Pero conocían perfectamente la tecnología de levitación magnética y, con ésta, habían desarrollado la capacidad de construir naves con poder antigravitatorio lo cual hacía que nadie, en su interior, sintiera los efectos de la acelaración, por alta que fuese. Ésto permitía además el desplazamiento a baja velocidad en la proximidad inmediata de un planeta. Pero no permitía el aterrizaje, porque requería naves enormes que, al apagar el sistema, podían hundirse en el suelo si no disponían de plataformas de alta resistencia.
Para el viaje interplanetario habían desarrollado el motor hiperlumínico y lo habían probado con naves automáticas, las cuales no necesitaban poder antigravitatorio. Pero estas naves debían desarrollar una aceleración máxima para alcanzar y sobrepasar (en 20%) la velocidad de la luz si se quería acortar al máximo el tiempo de viaje.* [*Recientemente se ha probado en laboratorio que, en condiciones especiales, la luz podía viajar a una velocidad superior al límite conocido. Ésto no quiere decir que se puede "ir más rápido que la luz" sino que la luz puede ser "acelerada".] Sólo una aceleración muy fuerte permite sacar un real provecho de la velocidad lumínica para viajar a otras estrellas y regresar en un tiempo humanamente útil. Así, los nefilianos diseñaron naves automáticas hiperlumínicas que, pasando por la cuarta dimensión, exploraron los sistemas solares más cercanos donde sus astrónomos habían descubierto sistemas planetarios donde la vida podía ser possible.
Habiendo descubierto mediante sondas automáticas, a una distancia tridimensional de veinte años luz, el sistema solar que llamaron Shamah, las sondas hiperlumínicas trajeron de vuelta datos muy prometedores respecto de tres planetas de este sistema de nueve. Mientras los cuatro planetas exteriores eran gigantes gaseosos y el primero y el segundo eran pequeños y demasiado calientes, los tres restantes reunían condiciones adecuadas para albergar la vida* [*Uno de éstos habría de desaparecer posteriormente, por lo que nosotros, hoy, sólo conocemos dos: la Tierra y Marte.]. Y no había indicio alguno de la existencia de una civilización tecnológica. El tercer planeta a partir del sol, incluso, mostraba una enorme proporción de agua. Este descubrimiento puso en marcha los planes para construir una nave hiperlumínica antigravitatoria capaz de llevar una gran dotación con el fin de iniciar la colonización de los tres planetas habitables.