22/12/09

2020 AC-DC #9

2020 AC2020 DC

Thorn no había encontrado nada y Hoofd, el jefe, se impacientaba. Los víveres comenzaban a escasear y necesitaban volver a cazar cuanto antes. Pidió por lo tanto al chamán que interrogase los espíritus. Llegada la noche, el clan se reunió en torno al fuego y el chamán echó sobre éste raíces secas que sólo él conocía. Comenzó luego su canto y, poco a poco, entró en transe. Se puso entonces a hablar en una lengua que nadie conocía y pareció dialogar con los espíritus que los miembros del clan creían ver bailar en las volutas de humo. También tuvo una visión: un hombre caía muerto, como Adhir, pero no era un miembro del clan del Oso. Por la manera en que lo veía vestido, parecía ser del clan del Ciervo.















La noche se acercaba y Weinbraith no quería abandonar la búsqueda ni dejarla en manos de otra persona. Se conectó a la cafetería del edificio y se hizo enviar una pizza y agua mineral. Cuando las recibió, puso el sistema en modo de detección automática: si el sniffer encontraba un paquete sospechoso activaría una alarma sonora. Después de haber comido y bebido, echó hacia atrás el respaldo de su sillón semejante a los de las clase ejecutiva de los aviones y dejó el sueño invadirlo.

Varias horas habían pasado cuando sonó la alarma. Con el casco de RV siempre en la cabeza y frente a los ojos, vió inmediatamente que uno de sus perros seguía a un zorro que se introducía en una madriguera. Pasó en modo de texto y vió que el paquete entraba en un servidor de Venscom, una empresa competidora. Copió la cabeza y la cola para verificar más tarde el contenido y siguió la progresión: otros paquetes iban llegando y se pegaban al primero. Venscom era por lo tanto el destinatario. El mensaje completo se reconstituyó y se lanzó al ataque de otro computador de la misma empresa: era el que controlaba sus flujos, protegido por un potente corta-fuego. Pero el virus emitió una contraseña y atravesó el corta-fuego. Para ver lo que hacía, Weinbraith debía también atravesar ese corta-fuego. Hacer ésto en una máquina de un competidor no era fair-play, pero el ingeniero podía valerse de su pase de la NetPolice. Y lo que observó era lo que más temía: el programa se desplegó y lanzó la conocida carga mortal.

El día siguiente al alba, en la entrada de la cueva donde dormía el Clan del Ciervo, los primeros en levantarse encontraron muerto al gardián del fuego. El chamán del clan, que lo examinó, encontró el pequeño dardo que lo había alcanzado pero no entendía cómo podía provocarle la muerte. Recorrió los alrededores y vió las huellas de pasos que se dirigían hacia el río, orientados hacia los dominios del Clan del Oso. ¿Tendrían ellos una nueva arma y estarían dispuestos a iniciar una nueva guerra?









Cuando, el día siguiente, el operador encargado de la supervisión de las comunicaciones entró el la oficina de control de Venscom, encontró muerto al operador nocturno. La pantalla que debía vigilar estaba inutilizada y el computador bloqueado. El análisis posterior del computador no arrojó resultado alguno: su memoria RAM y su disco SSD habían sido borrados. Los antiguos discos duros magnéticos podían ser recuperados después de un borrado si no eran reescritos, pero no ocurría lo mismo con los nuevos discos donde el borrado era absoluto y definitivo. Se hizo una búsqueda en servidor de transmisiones et se detectaron las huellas de un mensaje que parecía venir de Ethercom y estaba dirigido al computador de supervisión. No solo era muy extraño que un mensaje entrase a una cuenta segura sino aún más que ese mensaje viniese de Ethercom. ¿Un ataque pirata? ¿De un competidor?