28/7/09

La Herencia 2.

Capítulo 2

Mientras regresaba a su oficina, Trompel volvía a hacerse repetidamente la misma pregunta: ¿por qué Antoine Lefranc había firmado como Guy? Recordaba perfectamente el caso, que lo había obligado a viajar a Chile y a Bolivia para tratar de encontrar a Guy Lefranc, donde él mismo había sido secuestrado y, finalmente, sólo encontró un cadáver.

Guy Lefranc había sido encontrado con el puñal en la mano, la misma arma con que había sido ultimado, lo cual era un contrasentido. Ésto, sin embargo, no había llamado la atención de la policía boliviana, que lo había encontrado cerca de las ruinas de Tiahuanaco y no lo había podido identificar antes de que el detective belga llegase a La Paz.
¿Pero por qué volvía el difunto a sacar a la luz hechos de hace siete años, cuyos responsables ya estaban todos en la cárcel?

El día siguiente, carta en mano, Trompel se fue a la casa de Lefranc, en el bulevar Lambermont, frente al parque Josaphat. Entró en la casa, en un vestíbulo a penas levemente iluminado por la luz que se filtraba por un pequeño vidrio encima de la puerta de entrada y por la puerta entreabierta de la pieza que daba hacia la calle. Aunque una alfombra cubría el pasillo, se oía reverberar sus pasos en el absoluto vacío de la casa.

La pieza en que entró era un cómodo salón, con varias butacas y un sofá de cuero, una mesa de centro de vidrio y, en la pared, una estantería con una colección de pequeñas estátuas. A los lados colgaban del muro reproducciones de pinturas flamencas de Rubens, van Eyck y Jordaens. La siguiente habitación era el comedor, con los muebles habituales, modernos y de buena factura, y con más copias de pinturas clásicas en las paredes. Seguía una cocina y un baño de visitas.

Trompel subió entonces la escalera, encontrando el escritorio del difunto, el dormitorio matrimonial -en suite con un gran baño- y el dormitorio del hijo con otro baño menor. En el dormitorio principal vió una foto de Antoine y su esposa con el rey Balduino, y otra de Antoine y Guy. En el escritorio, un muro estaba cubierto de estanterías con libros y algunas estatuillas de personajes famosos como Napoleón. En otra pared había varios cuadros. No sería extraño que detrás de una de ellas hubiese una caja fuerte pero, en ese momento, lo le interesaba buscarla. En la pared que enfrentaba la puerta había dos ventanas que daban a la calle. Sobre el mueble-escritorio sólo había una foto enmarcada del hijo desparecido y otra de la esposa de Lefranc.

Volviendo a la escalera, el detective subió otro piso. Ahí había dos dormitorios amoblados muy sencillamente que daban hacia la calle y, del lado posterior de la casa, un par de mansardas con lucarnas. Bajó, pensativo, y recordó que este tipo de casa tenía una amplio sótano. En el fondo del vestíbulo encontró la otra escalera y el interruptor que permitía iluminarla, ya que estaba totalmente a oscuras. Bajó. Abriendo puerta tras puerta, encontró primero el cuarto con la caldera de la calefacción central y el del estanque de combustible; luego un cuarto lleno de cajas y trastos viejos; enseguida había una pieza aparentemente vacía, salvo unos cuadros antiguos colgando de las paredes. Y finalmente una lavandería, con una moderna lavadora y una secadora de ropa. Volvió entonces al primer piso y se sentó en una de las butacas del salón.

Hecha la revisión de la casa, no se le ocurría qué esperaba Lefranc que descubriera. Se preguntó entonces cual era la primera pista que se le había dejado. Por cierto era la firma "Guy Lefranc" en lugar de "Antoine Lefranc" como debió haber sido. ¿Le indicada acaso la foto de su hijo, en su escritorio?

Subió al escritorio y revisó la foto. No había nada a la vista, por lo que la sacó de su marco. Detrás sólo había dos cifras: 29.11. Debía ser una fecha: 29 de noviembre. Sabía que no podía ser la fecha de su muerte, ya que el día exacto no había sido establecido, y había sido en marzo. ¿La fecha de su cumpleaños quizás? Decidió llamar al notario y preguntarle si esa fecha le decía algo. Le confirmó que era la fecha del aniversario de Guy pero que, también el testamento estaba fechado un 29 de noviembre, en 2003.

La fecha, por lo tanto, era doblemente importante. Pero aún así, no le decía qué más buscar. Pensó entonces revisar los diarios de ese día y los del día siguiente. Quizás había ocurrido algo que, de un modo u otro, le diera otra pista. Salió de la casa, dejando todo bien cerrado, y se fue a la Biblioteca Nacional, en el Monte de las Artes, cerca de la Estación Central. Pidió los diarios del 29 y del 30 de noviembre del 2003. El 29 no encontró nada significativo. Pero el día 30 se mencionaba que, el día anterior, el señor Lefranc había hecho donación de una pintura desconocida de Breughel al Museo de Bellas Artes, la cual "había encontrado escondida en el sótano". Se acordó entonces del cuarto vacío con viejas pinturas en el sótano de la casa. ¡Ésto debía ser!