El día siguiente, Holster y Müller estaban otra vez en las oficinas de Artecal. Müller había obtenido una reservación en el vuelo Iberia de Madrid a Santiago para el 18 de septiembre, o sea cinco días más tarde. Servais había sido advertido y se había asegurado de contar con una reservación en el mismo vuelo para Remi. También había confirmado el viaje de los dos de Bruselas a Madrid por Sabena, contando con prioridad para la policía. Müller confirmó por lo tanto la fecha de su llegado al interlocutor de Santiago.
- « Llegaré a Santiago por Iberia este sábado 19 hacia el mediodía. No pude obtener un cupo antes. »
- « Bien. Nos comunicacremos con Ud. en el hotel. Adios. » fue la respuesta.
Servais decidió entonces interrogar de nuevo a van Hasselt. Además de explicar mejor lo ocurrido, debería hablar de sus relaciones con Ducquet. El allanamiento de su domicilio no había dado ningún resultado. Era una bella casa de estilo Art Nouveau, en el barrio de Zurenborg, del lado este de Amberes. El interior estaba decorado en perfecta armonía con la arquitectura: era un verdadero museo de época. Pero nada apuntaba a las actividades ilícitas de su proprietario.
En relación a su empleado secuestrado, van Hasselt aseguró que había sido sorprendido por la llamada de Santiago. Había recomendado a Müller que no mencionara su nombre y que tratase de desalentar a los chilenos para que desistiesen.
- « ¿Nunca pensó que la vida de Mattheys podía estar en peligro? » preguntó Servais.
- « No lo creo. No pedían un rescate: pedían que le jefe de Mattheys fuese a buscarlo para formalizar un acuerdo comercial, lo cual es bastante extraño. No tenía ninguna gana de embarcarme en algo así sin saber más. »
- « ¿Pero no le querían adelantar nada? »
- « No hasta ahora. Esperaba que a la larga fuesen más explícitos, antes de tomar una decisión. »
- « ¿Y no pensó en avisar a la policía? »
- « ¿Para decir qué? ¿Que mi empleado no había vuelto y que se me pedía que lo fuese a buscar? »
- « Pasemos a otra cosa. ¿Cuál era su relación con Ducquet de Joinville? Sabemos que le compraba obras de arte. Ilegales, por cierto. »
- « ¿Que es lo que le permite creer ésto? » exclamó, sorprendido, van Hasselt. « ¡Ésta es una falsedad! Nunca he tenido negocios con este Ducquet. »
- « ¡No lo niegue! Tenemos pruebas: sus archivos de Luxemburgo coinciden perfectamente con los registros de ventas de Ducquet. Hemos encontrado las mismas referencias en la documentación de ambos, incluídas las listas de obras ilegales. »
- « ¡No diré nada al respecto! »
- « ¿Sabe que puede ser acusado como cómplice de asesinato? ¡De tres asesinatos incluso! »
- « ¿Qué? » dijo, sobresaltado, el anticuario.
- « En efecto. Su amiga Demazedier mató a uno de nuestros agentes y es sospechosa del asesinato de Ducquet y de Verbiest. ¿No tendría Ud. algo que ver en la desaparición de éstos? Ud. sabía sin duda que Demazedier era una delinquente. ¿Quizás le hacía justamente el trabajo sucio? ¡Quisiera saber más al respecto! »
- « Llegaré a Santiago por Iberia este sábado 19 hacia el mediodía. No pude obtener un cupo antes. »
- « Bien. Nos comunicacremos con Ud. en el hotel. Adios. » fue la respuesta.
Servais decidió entonces interrogar de nuevo a van Hasselt. Además de explicar mejor lo ocurrido, debería hablar de sus relaciones con Ducquet. El allanamiento de su domicilio no había dado ningún resultado. Era una bella casa de estilo Art Nouveau, en el barrio de Zurenborg, del lado este de Amberes. El interior estaba decorado en perfecta armonía con la arquitectura: era un verdadero museo de época. Pero nada apuntaba a las actividades ilícitas de su proprietario.
En relación a su empleado secuestrado, van Hasselt aseguró que había sido sorprendido por la llamada de Santiago. Había recomendado a Müller que no mencionara su nombre y que tratase de desalentar a los chilenos para que desistiesen.
- « ¿Nunca pensó que la vida de Mattheys podía estar en peligro? » preguntó Servais.
- « No lo creo. No pedían un rescate: pedían que le jefe de Mattheys fuese a buscarlo para formalizar un acuerdo comercial, lo cual es bastante extraño. No tenía ninguna gana de embarcarme en algo así sin saber más. »
- « ¿Pero no le querían adelantar nada? »
- « No hasta ahora. Esperaba que a la larga fuesen más explícitos, antes de tomar una decisión. »
- « ¿Y no pensó en avisar a la policía? »
- « ¿Para decir qué? ¿Que mi empleado no había vuelto y que se me pedía que lo fuese a buscar? »
- « Pasemos a otra cosa. ¿Cuál era su relación con Ducquet de Joinville? Sabemos que le compraba obras de arte. Ilegales, por cierto. »
- « ¿Que es lo que le permite creer ésto? » exclamó, sorprendido, van Hasselt. « ¡Ésta es una falsedad! Nunca he tenido negocios con este Ducquet. »
- « ¡No lo niegue! Tenemos pruebas: sus archivos de Luxemburgo coinciden perfectamente con los registros de ventas de Ducquet. Hemos encontrado las mismas referencias en la documentación de ambos, incluídas las listas de obras ilegales. »
- « ¡No diré nada al respecto! »
- « ¿Sabe que puede ser acusado como cómplice de asesinato? ¡De tres asesinatos incluso! »
- « ¿Qué? » dijo, sobresaltado, el anticuario.
- « En efecto. Su amiga Demazedier mató a uno de nuestros agentes y es sospechosa del asesinato de Ducquet y de Verbiest. ¿No tendría Ud. algo que ver en la desaparición de éstos? Ud. sabía sin duda que Demazedier era una delinquente. ¿Quizás le hacía justamente el trabajo sucio? ¡Quisiera saber más al respecto! »
Pero van Hasselt rehusó volver a hablar.