20/1/09

Artecal 1.3.

En uno de los bolsillos del muerto había encontrado un llavero. Contenía tres llaves Yale, dos de las cuales correspondían a las chapas de la puerta de calle y la tercera a la puerta del jardín, lo cual era poco común. Pero el jardín era colindante, por atrás, con el parque Leopoldo y habría sido fácil saltar el muro para entrar por ahí. Era probablemente la razón de esta medida de seguridad. Las otras llaves eran más pequeñas: abrían los cajones del escritorio y los kardex. Las carpetas de éstos estaban casi todos consagrados a obras de arte, con descripciones detalladas, nombres de los dueños en algunos casos, lugar y fecha de descubrimiento et precauciones necesarias para el traslado, lo cual llamó poderosamente la atención del policía y reforzó la idea de un comercio de obras de arte. Pero no encontró facturas en ninguna parte. ¿Se trataría de comercio ilegal? La caja fuerte permitiría sin duda saber más.

Pasó luego a la sala de espera. Ahí, no había nada especial: podía ser igualmente la de un notario o un médico aunque sin revista alguna. También estaba adornada con reproducciones de cuadros de pintores flamencos. Servais reconoció un Breughel. En el segundo piso, encontró el diario Le Soir del día anterior al lado de un sillón. Había claramente sido leído pero no tenía anotación alguna. En el tercer piso, en el dormitorio principal y el baño no había tampoco nada que pudiese delatar las actividades del dueño de casa a menos que se tomase en cuenta la extraordinaria unidad de todo el mobiliario: desde el escritorio hasta el dormitorio, todo estaba en perfecta armonía y un especialista habría reconocido un sello neoclásico bien marcado.

 6 de mayo 1970
El día siguiente, Servais estaba mal humorado. La policía le había informado que las únicas huellas dactilares de la oficina de Ducquet eran las del difunto y de su criado. No había nada anormal en el vaso de coñac ni en las botellas de licor. La autopsia no había arrojado ningun información significativa en relación a la causa de meurte. El hombre estaba sano y nada permitía explicar el paro cardíaco. Sin embargo existían productos químicos que podían causarlo y desaparecer del cuerpo en pocas horas. Era, en este caso, la hipótesis que debía mantenerse. Había sin embargo algo inesperado: Ducquet tenía una muela hueca que contenía una cápsula de cianura, aunque intacta. Ésto era propio de una espía y frecuentemente usado durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Era él un espía o lo había sido? ¿Para quién?

Servais se fue a ver Jacob Winters, el abogado del difunto. Éste tenía acceso a una cuenta corriente desde la cual pagaba mensualmente al Mayordomo y a la cocinera así como las contribuciones raíces. Esta cuenta se alimentaba regularmente en dinero en efectivo lo cual impedía Mayor investigación. También poseía una carta que debía abrirse « en caso de emergencia ». El policía la abrió y encontró la llave y la combinación de la caja fuerte y la orden de destruir el contenido de la misma, excepto el dinero y el testamento. Volvió entonces a la calle Belliard y abrió la caja fuerte. Ahí encontró un revolver Colt 45 cargado, unos dos millones de francos belgas en billetes grandes, el testamento, un libro de inventario y lo que parecía una cuaderno de direcciones cuyo contenido estaba codificado: eran iniciales seguidas de dos series de números. Cuando se verificó si se trataba de números de teléfono no se encontró nada. Al final de cada página, bajo la segunda columna de cifras había otro número, más grande. Se encontró que era la suma de la columna: debía tratarse pol lo tanto de pagos. ¿Recibidos o emitidos?

El inventario, por el contrario, era muy sugestivo: nombraba obras de arte, piezas arqueológicas y armas que se encontraban también descritas en las carpetas de los kardex. La identificación de cada una estaba seguida de dos fechas: probablemente de adquisición y de venta. También había un código de varias letras parecido al del cuaderno y un nombre de lugar. Éste podía señalar la ubicación de un depósito o bodega, porque no había más de cuatro diferentes. Pero si bien los nombres de las comunas estaban claros, sería practicamente imposible encontrar el lugar exacto. Todo, por lo tanto, parecía confirmar que Ducquet era un traficante y hacía aún más factible la hipótesis del asesinato.

Servais hizo copiar la lista de los objetos que aparecían en el inventario, sin los otros datos, y la mandó al director del Museo de Bellas Artes. Llamó a éste por teléfono para solicitarle su colaboración a fin de desbaratar un tráfico de arte y avisándole del envío de la lista para que verifique si conocía estas obras y si algunas eran robadas. Le pidió al mismo tiempo una cita para comentar el resultado.

El testamento agregó otro misterio. Aparte de una suma destinada al moyordomo y a la cocinera, indicaba obras de arte que debían ser remitidas al Museo de Bellas Artes y al Museo de Arqueología de Bruselas. Pero no había ninguna verdadera obra de arte en la casa: solamente buenas reproducciones. Los otros bienes debían ser liquidados y el producto debía dividirse entre la National Geographic y tres fundaciones. Pero sólo una de éstas estaba registrada en el Ministerio de Justicia, por lo cual las otras dos nunca tuvieron existencia legal. Y la única que había sido registrada -el mismo año en que fue redactado el testamento- tenía por directores al mismo Ducquet y a su abogado. No había funcionado nunca porque no había ningún rastro de ello en el Servicio de Impuestos. Los directores de los principales museos y del Departamento de Investigación Científica gubernamental nunca habían oído hablar de ella, aunque se definía como dedica a investigaciones de arte.

La caja fuerte contenía también, junto al testamento, la escritura notarial de una sociedad comercial llamada « Servicio de transacciones de arte ». Ducquet era el director general. Los otros miembros no estaban individualizados por su nombre sino por una función: representante oficial de tal o tal empresa o fundación. Se volvían a encontrar aquí los nombres de las tres fundaciones que aparecían en el testamento y tres otras sociedades, con nombre en inglés y español. Habría que comunicar estos nombres a Interpol para hacer una investigación internacional al respecto.

Servais interrogó al abogado Winters respecto de la fundación y de la sociedad que gestionaba Ducquet. Reconoció que su cliente le había pedido que participara en la creación de la fundación y que había redactado sus estatutos. También había hecho el trámite de reconocimiento en el Ministerio de Justicia, pero no había nunca más hablar de ella después. De la sociedad y de las actividades profesionales de su cliente juró no saber nada.

 8 de mayo 1970
Cuando Servais encontró el director del Museo de Bellas Artes dos días más tarde, éste le confirmó que al menos el veinte por ciento de las obras mencionadas en inventario de Ducquet estaban en la lista internacional de obras perdidas o robadas: reliquias merovingias, piezas de vajilla etrusca, pequeñas estátuas de bronce romanas, papiros, etc. Otra cantidad semejante aparecía registrada en museos y colecciones privadas conocidas.

- « Esto no quiere decir que estas últimas no provengan de robos » agregó, « porque hasta el Metropolitan Museum posee algunas. Así, por ejemplo, Italia reclama una estátua de un joven atleta que dataría del Siglo III a.C., atribuída a Lisipo, que fue encontrada por pescadores cerca de la costa italiana y fue vendida ilegalmente por un anticuario al museo Getty de Californa. »

Las piezas restantes le eran desconocidas.
- « Pero una enorma cantidad de objetos proviene de excavaciones ilegales por todas partes en el mundo y constituye el flujo más importante. Interplo estima que el tráfico ilícito de obras de arte es con el de las armas y las drogas uno de los más lucrativos del mundo: mobilisaría más de cinco mil millones de dólares anuales. »
- « ¿Cuáles son los principales mercados? » preguntó el comisario.
- « Alemania es en cierto modo un paraíso para los traficantes y es el nudo de las operaciones en Europa: el 90% de las obras que se venden ahí es de origen dudosa. Londres y Ginebra son otras ciudades donde el tráfico es abundante. También es frecuente que piezas robadas en excavaciones ilegales aparezcan en venta en Sotheby's y Christie's."
- « ¿Los traficantes o sus clientes son conocidos? »
- « Los conocidos están en la cárcel, sobretodo los traficantes. En cuanto a los clientes, se encuentran muy pocas veces. Se conocen grandes coleccionistas privados y varios son sospechosos. Pero hay una cantidad importante de desconocidos que no muestran su colección a nadie. Son éstos los que más influyen en el tráfico. »

Estaba claro, por lo tanto, que Ducquet era un traficante y bastante importante pero había tomado muchas precauciones para esconder su red. Sin más pistas, la encuesta quedó congelada.