A las once de la mañana, un vehículo policial se estacionó delante del 113 de la calle Belliard, domicilio del señor Ducquet. Bajaron de él el comisario Servais y un par de técnicos. Fueron introducidos en la oficina y el comisario se puso a interrogar al criado mientras los técnicos sacaban fotos y buscaban huellas.
- « ¿No notó nada extraño al entrar esta mañana en esta pieza? » preguntó Servais.
- « Un leve olor a cigarro, pero desapareció rápidamente. No había cigarillo ni cenizas en el cenicero y el sr. Ducquet no fumaba. »
- « ¿Y este vaso en el escritorio? »
- « El sr. Ducquet bebía regularmente un poco de coñac y lo ofrecía a sus visitantes. Hay un sólo vaso y no abrí a nadie ayer después de servir la cena. El sr. Ducquet quizás haya vuelto a su escritorio más tarde para trabajar y habrá bebido un poco de coñac. »
- « Es extraño, entonces, que no haya ningún documento sobre la mesa y que todos los cajones estén cerrados con llave. El vaso está vacío pero el interior es un poco pegajoso lo cual significa efectivamente que fue usado. » agregó el policía, guardando el vaso en una bolsita para pruebas.
El interrogatorio de la cocinera se terminó en pocos minutos. Se había ido después de la cena y después de lavar la loza y había vuelto a las siete de la mañana, como todos los días, para preparar el desayuno. Así, no podía saber nada de lo que pudisese haber pasado durante la noche. Sólo Néstor vivía con su patrón, teniendo su pieza en un altillo del cuarto piso. Se levantaba un poco antes de las siete para abrir a la cocinera y luego desayunaba y esperaba la llamada del patrón para ayudarlo a terminar de vestirse. Explicó al policía que, durante el día, recibía a los clientes de Ducquet y los introducía en la sala de espera adjunta a la oficina. No sabía nada de lo que ocurría después. El patrón era quién abría la puerta para recibir al visitante y quién lo acompañaba hasta afuera después de la entrevista.
El comisario preguntó entonces si conocía a los visitantes. Néstor contestó que varios volvían regularmente pero que no conocía ningún nombre porque presentaban sea una tarjeta de convocación impresa firmada por Ducquet, donde aparecía la fecha y la hora escritas a mano, sea una tarjeta de visita puesta en un sobre blanco, lo cual no le permitía ver el nombre. Despés de introducir al cliente en la sala de espera, entraba en el escritorio y daba la tarjeta a su patrón, después de lo cual volvía a la salita del subterraneo.
Poco después llegaron los empleados de la morgue, que se llevaron el cadáver. El médico se había ido apenas el comisario había sido advertido del hecho y de sus sospechas. Servais congedió al Mayordomo y se puso a revisar la pieza. Como ya lo había observado, todos los cajones estaban con llave y había varios muebles kardex también cerrados e identificados solamente mediante iniciales. En las paredes había algunos cuadros que eran buenas reproducciones de pintores flamencos. Detrás de uno de los cuadros encontró una caja fuerte bastante grande y también cerrada. La casa no tenía calefacción central y la oficina tenía una estufa que estaba apagada. En este día aún fresco de mayo debería haber estado encendida. El inspector miró adentro por arriba: no había carbón. Abrió entonces el cajón para la ceniza, abajo, y descubrió no solamente cenizas frías sino también una colilla de cigarrillo. Ésto era extraño: el proprietario no fumaba y el cenicero estaba limpio. ¿Que hacía ahí esta colilla? ¿Desde cuando?
El comisario llamó entonces el criado, le mostro el cajón de las cenizas con la colilla et le preguntó desde cuando la estufa estaba apagada.
- « Debe haberse apagado anoche, como cada días » contestó Néstor. « Lo enciendo generalmente después del desayuno si el patrón se queda aquí o bien cuando vuelve de sus actividades, si tiene frío. No le gustaba que estuviese encendido cuando él no estaba porque no funciona bien. En el segundo piso hay otra estufa que funciona en forma permanente en invierno, para calentar el salón y el comedor. »
- « ¿Y dónde iba cuando salía? » aprovechó de preguntar el policía.
- « No tengo idea. Salía tres días a la semana y volvía siempre antes de mediodía. Recibía sus visitas en la tarde. Una o dos veces por año salía de viaje por dos o tres días. Yo le preparaba una pequeña maleta con un terno, un par de zapatos, dos o tres camisas y su necessaire. Él mismo preparaba el porta-documentos que llevaba. »
- « ¿Y dónde iba entonces? »
- « No lo sé. Lo acompañé algunas veces hasta la estación del Luxemburgo que está aquí cerca, para llevar su maleta. Lo dejaba en la fila delante del mostrador donde compraba su pasaje. Pero otras veces me pedía que le llamase a un taxi y no oí nunca la dirección que daba al chofer. »
- « ¿Y cuál era su profesión? ¿A qué tipo de negocio se dedicaba? »
- « No lo sé tampoco. Sus cartas y sobres sólo mencionan su nombre y dirección, sin título ni razón social alguna. »
- « ¿Y por teléfono? »
- « ¿Nada más: solo su nombre. »
- « ¿Y la identidad de los que llamaban? »
- « Ninguna. Cuandi el señor estaba en casa, no debía tomar el teléfono: contestaba él mismo. Cuando no estaba, nadie dejaba mensaje. Salvo en el caso de su abogado, que es el señor Jacob Winters."
- « Perfecto. Al menos hay alguién a quien podremos pedir más información. ¿Nunca llamaba nadie de su familia? »
- « Nunca, comisario. »
- « Muy bien Néstor. Será todo por hoy. Volveré sin duda más tarde para abrir los cajones. Si recuerda alguna otra cosa útil antes, llámeme. He aquí mi tarjeta. »
Despidió de nuevo a Néstor, recogió la colilla con unas pequeñas pinzas y lo puso en otra bolsita para pruebas. Luego, volvió a inspeccionar la oficina, mirando ahora los estantes. Contenían algunos libros de economía, numerosos textos sobre armas antiguas y modernas y, sobre todo, sobre museos, arqueología e historia del arte. También había una colección empastada del Eco de la Bolsa, el principal diario financiero de la capital, y también de la revista "Connaissance de l'Art". El hombre parecía de este modo ocuparse de finanzas o comercio, quizás de comercio de arte y ... ¿de armas? Habría que abrir los cajones y los kardex para saber más.
- « ¿No notó nada extraño al entrar esta mañana en esta pieza? » preguntó Servais.
- « Un leve olor a cigarro, pero desapareció rápidamente. No había cigarillo ni cenizas en el cenicero y el sr. Ducquet no fumaba. »
- « ¿Y este vaso en el escritorio? »
- « El sr. Ducquet bebía regularmente un poco de coñac y lo ofrecía a sus visitantes. Hay un sólo vaso y no abrí a nadie ayer después de servir la cena. El sr. Ducquet quizás haya vuelto a su escritorio más tarde para trabajar y habrá bebido un poco de coñac. »
- « Es extraño, entonces, que no haya ningún documento sobre la mesa y que todos los cajones estén cerrados con llave. El vaso está vacío pero el interior es un poco pegajoso lo cual significa efectivamente que fue usado. » agregó el policía, guardando el vaso en una bolsita para pruebas.
El interrogatorio de la cocinera se terminó en pocos minutos. Se había ido después de la cena y después de lavar la loza y había vuelto a las siete de la mañana, como todos los días, para preparar el desayuno. Así, no podía saber nada de lo que pudisese haber pasado durante la noche. Sólo Néstor vivía con su patrón, teniendo su pieza en un altillo del cuarto piso. Se levantaba un poco antes de las siete para abrir a la cocinera y luego desayunaba y esperaba la llamada del patrón para ayudarlo a terminar de vestirse. Explicó al policía que, durante el día, recibía a los clientes de Ducquet y los introducía en la sala de espera adjunta a la oficina. No sabía nada de lo que ocurría después. El patrón era quién abría la puerta para recibir al visitante y quién lo acompañaba hasta afuera después de la entrevista.
El comisario preguntó entonces si conocía a los visitantes. Néstor contestó que varios volvían regularmente pero que no conocía ningún nombre porque presentaban sea una tarjeta de convocación impresa firmada por Ducquet, donde aparecía la fecha y la hora escritas a mano, sea una tarjeta de visita puesta en un sobre blanco, lo cual no le permitía ver el nombre. Despés de introducir al cliente en la sala de espera, entraba en el escritorio y daba la tarjeta a su patrón, después de lo cual volvía a la salita del subterraneo.
Poco después llegaron los empleados de la morgue, que se llevaron el cadáver. El médico se había ido apenas el comisario había sido advertido del hecho y de sus sospechas. Servais congedió al Mayordomo y se puso a revisar la pieza. Como ya lo había observado, todos los cajones estaban con llave y había varios muebles kardex también cerrados e identificados solamente mediante iniciales. En las paredes había algunos cuadros que eran buenas reproducciones de pintores flamencos. Detrás de uno de los cuadros encontró una caja fuerte bastante grande y también cerrada. La casa no tenía calefacción central y la oficina tenía una estufa que estaba apagada. En este día aún fresco de mayo debería haber estado encendida. El inspector miró adentro por arriba: no había carbón. Abrió entonces el cajón para la ceniza, abajo, y descubrió no solamente cenizas frías sino también una colilla de cigarrillo. Ésto era extraño: el proprietario no fumaba y el cenicero estaba limpio. ¿Que hacía ahí esta colilla? ¿Desde cuando?
El comisario llamó entonces el criado, le mostro el cajón de las cenizas con la colilla et le preguntó desde cuando la estufa estaba apagada.
- « Debe haberse apagado anoche, como cada días » contestó Néstor. « Lo enciendo generalmente después del desayuno si el patrón se queda aquí o bien cuando vuelve de sus actividades, si tiene frío. No le gustaba que estuviese encendido cuando él no estaba porque no funciona bien. En el segundo piso hay otra estufa que funciona en forma permanente en invierno, para calentar el salón y el comedor. »
- « ¿Y dónde iba cuando salía? » aprovechó de preguntar el policía.
- « No tengo idea. Salía tres días a la semana y volvía siempre antes de mediodía. Recibía sus visitas en la tarde. Una o dos veces por año salía de viaje por dos o tres días. Yo le preparaba una pequeña maleta con un terno, un par de zapatos, dos o tres camisas y su necessaire. Él mismo preparaba el porta-documentos que llevaba. »
- « ¿Y dónde iba entonces? »
- « No lo sé. Lo acompañé algunas veces hasta la estación del Luxemburgo que está aquí cerca, para llevar su maleta. Lo dejaba en la fila delante del mostrador donde compraba su pasaje. Pero otras veces me pedía que le llamase a un taxi y no oí nunca la dirección que daba al chofer. »
- « ¿Y cuál era su profesión? ¿A qué tipo de negocio se dedicaba? »
- « No lo sé tampoco. Sus cartas y sobres sólo mencionan su nombre y dirección, sin título ni razón social alguna. »
- « ¿Y por teléfono? »
- « ¿Nada más: solo su nombre. »
- « ¿Y la identidad de los que llamaban? »
- « Ninguna. Cuandi el señor estaba en casa, no debía tomar el teléfono: contestaba él mismo. Cuando no estaba, nadie dejaba mensaje. Salvo en el caso de su abogado, que es el señor Jacob Winters."
- « Perfecto. Al menos hay alguién a quien podremos pedir más información. ¿Nunca llamaba nadie de su familia? »
- « Nunca, comisario. »
- « Muy bien Néstor. Será todo por hoy. Volveré sin duda más tarde para abrir los cajones. Si recuerda alguna otra cosa útil antes, llámeme. He aquí mi tarjeta. »
Despidió de nuevo a Néstor, recogió la colilla con unas pequeñas pinzas y lo puso en otra bolsita para pruebas. Luego, volvió a inspeccionar la oficina, mirando ahora los estantes. Contenían algunos libros de economía, numerosos textos sobre armas antiguas y modernas y, sobre todo, sobre museos, arqueología e historia del arte. También había una colección empastada del Eco de la Bolsa, el principal diario financiero de la capital, y también de la revista "Connaissance de l'Art". El hombre parecía de este modo ocuparse de finanzas o comercio, quizás de comercio de arte y ... ¿de armas? Habría que abrir los cajones y los kardex para saber más.