Ahora se acumulaban en el escritorio de Servais varios informes. La policía técnica había averiguado que el "drone" pertenecía al Servicio de Meteorología y había partido de la base aérea de Melsbroeck, donde se mantenía, en un vuelo normal de medición pero su piloto a distancia había perdido casi de inmediato el control debido a la fuerte interferencia de otra señal de procedencia desconocida. Debía provenir de alguna casa cercana a la base y el comisario ordenó una discreta revisión de los habitantes de la zona que los controladores aéreos le señalaron. De la cámara de video destruída habían recuperado imágenes de la llegada del drone en la tarjeta SD, que había quedado intacta. Y en ésta, también, una huella dactilar, que aún estaban tratando de identificar. En el téléfono, que era desechable, había quedado el registro del último llamado, pero debían pedir la información asociada al número a la compañía telefónica. ¿Sería un contacto con quien controlaba el drone para la sincronización?
Servais también encontró un informe sobre la bomba que había estallado en la oficina de "Los Verdes" del bulevar Lambermont. En los pedazos del aparente extintor, se habían encontrado huellas de un individuo que había sido expulsado por la policía por haber ocupado con otros una casa abandonada de la calle de Malines. Se llamaba Christan Verbeeck y su domicilio en el Registro de la Población era el de sus padres, pero éstos dijeron no saber nada de sus actividades ni de su residencia actual. Servais envió una orden de búsqueda a todas las oficinas de la policía comunal, recomendando especialmente que visitasen las casas que podían estar utilizadas por "okupas" y las oficinas de organizaciones ecologistas o contrarias a éstas.
Estaba leyendo estos informes cuando recibió un llamado telefónico. Era su jefe de sección, Jules Dubois, que le informaba de que un importante hombre de negocios parecía haber sido asesinado en el Hotel Metropole. Dubois, que rara vez se desplazaba él mismo para una investigación, lo estaba esperando allá. El asunto podía ser complicado ya que el hombre tenía múltiples contactos entre las autoridades políticas y los empresarios de la Comunidad.
Cuando el comisario entró en la suite, retiraban ya el cadáver; un técnico guardaba los restos del desayuno y otro levantaba huellas dactilares.
- No sabemos aún si se trata de una muerte natural o un asesinato -le dijo el capitán Dubois-. Tendré que encargarme yo mismo con otro equipo si hubo intervención de terceros. Pero le llamé porque hay algo en su laptop que lo puede interesar. Lo encontramos sentado frente a la máquina y la pantalla muestra la certificación de una transferencia de dinero desde una cuenta en las islas Caimán a la cuenta de "Ecología Nueva" en el banco Fortis.
- Así que él sería uno de los financistas de esta organización.
- Tal parece. Y ahora, quizás podamos saber algo más de sus operaciones. Según su agenda, Buckley tuvo una cena anoche con gente de la ONG "Ecología Nueva" y debía viajar esta tarde a Dubaï. No anotó donde era la cena, lo cual me lleva a pensar que era aquí mismo en el hôtel. Aprovecharé de pedir los videos de vigilancia del restorán de anoche junto con los del pasillo de la suite esta mañana y se los mandaré. Ojalá averigüe con quién se reunió y le sirva para ese caso.
Ese día había aparecido el primero de las serie de artículos de "La Dernière Heure" sobre el tema ecológico, y estaba consagrado al grupo Greenpeace de Bélgica. La organización daba diversos ejemplos de daños ecológicos. Este artículo llevó a la asociación de padres del Instituto Denis, de la ciudad de Gembloux, a enviar al diario una carta expresando las dudas que les cuasaba la extraña cantidad de casos de leucemia entre sus alumnos. Mientras en las Clínicas Universitarias San Lucas, de Bruselas, la incidencia anual de leucemias agudas era de 300 y, según el Observatorio Europeo del Cáncer, la tasa de incidencia total era de 12,8%, de lo cual solo 0,6% era de niños, había diez niños enfermos en el colegio. El Centro Médico Gembloux, que se ocupa de ellos, en asociación con las Clínicas San Lucas, encargó a la facultad de Química de la Universidad de Lovaina detectar los eventuales elementos tóxicos qui podían ser causa de ello, y ésta descubrió que, a ras de suelo, había efectivamente partículas de gas tóxicas. EL único origen posible parecía ser el recubrimiento sintético "Trekcanch" de la cancha de deportes, instalada por Somatrek algunos años antes. Por esta razón, los padres econtrataron a un abogado para demandar a esta empresa y comunicaron estos detalles al diario.
Así, un periodista fue encargado de visitar Somatrek y reunir todas las informaciones posibles sobre el producto utilizado. Así, pudo averiguar que Somatrek había obtenido una patente para el recubrimiento "Trekcanch" hacía seis año y aseguraba que era totalmente inerte e inofensivo. En la Facultad de Química, habían verificado que era correcto en el caso de una muestra del producto recién fabricado, pero no era así para una muestra sacada de la cancha de Gembloux, qui tenía cinco años de instalada. El producto se descomponía progresivamente y emitía gases que solo aparatos muy sensibles podían detectar, pero que eran propios de los desechos industriales utilizados para fabricar el producto final. La acumulación de éstos podía efectivamente causar enfermedades graves, como la leucemia.
La acusación apareció casi simultáneamente en el diario y sobre el escritorio de Servais, con la orden de retirar de la firma todos los archivos relativos al producto "Trekcanch" y de requerir del director-ejecutivo de Somatrek para que se presente ante el tribunal.