10/4/12

Paralelo 12

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Así, el domingo por la mañana, después del desayuno, se concentraron en tomar notas e intercambiar comentarios, mientras esperaban la ceremonia del mediodía. La plaza quedó vacía hasta que se acercara esa hora. Entonces empezó a reunirse gran cantidad de gente, la que se ubió en círculos concentricos en torno al gran reloj de sol que estaba en el centro de la plaza. Poco antes de la hora señalada, el Imperius y un grupo de maestros se instaló en un pequeño estrado, cerca del reloj. Cuando dió la hora, sonó un fuerte gong y, de la entrada del palacio, que había sido en parte despejada, salió un cortejo de mujeres, todas vestidas con túnicas negras, coronadas de laureles y con pequeñas podaderas de oro en las manos, cruzadas sobre le pecho. La muchedumbre les abría rapidamente el paso.

- ¿Sacerdotisas? -murmura Trompel-. ¡Ésto sí que es poco común!
- Era bastante común en la Roma antigua -respondió De La Rue-. Deben haber conservado la tradición.
Las mujeres rodearon el reloj de sol, dándole tres veces la vuelta en procesión, mientras entonaban un largo lamento, repitiéndo el refrán:
- Miserere, Domine, cuia pecavimus tibi. (Piedad, señor, porque pecamos contra tí).

En este momento, una nube tapó el sol pero, como pudieron observar -muy sorprendidos- Trompel y De La Rue, el puntero del reloj solar siguió proyectando una sombra, la que fue girando al mismo tiempo que las mujeres, dando un giro completo, algo imposible con una sombra solar.

- ¿Es un truco de magia? -le susurró Trompel a su compañero.
- Quizás. O un truco mecánico muy bien urdido. En todo caso muy poca gente puede observarlo. Solo, quizás, los que están en la primera fila. O nosotros.
- ¿Habrá sido montado para nosotros, que estamos mejor ubicados?
- Lo dudo. Debe formar parte de la ceremonia habitual. Y quizás se produce solamente cuando el sol se esconde. Si alumbrara el reloj, la sombra no podría moverse.

La última de las sacerdotisas había traído una gran fuente con agua. Sacó de ella una rama de olivo y, mientras seguían dando vuelta, se puso a rociar a la multitud.
- Aspergesme, domine, et super nivem dealbabor -seguía cantando el coro-. (Rocíame, señor, y seré más blanco que la nieve).

Luego, fueron a inclinarse ante el Imperius y volvieron a colocarse en círculo en torno al reloj.
- Procedamus! -gritó éste-. Sit nomen Chroni benedictus. (¡Procedamos! Que el nombre de Chronus sea bendito.)
- Sit nomen Chroni benedictus -repitieron todos en la plaza.
- Benedictus qui venit in nomine Chroni -agregó el Imperius, apuntando la mano hacia los europeos que miraban desde el balcón de la hostería. (Bendito el que viene en nombre de Chronus)
- ¡Benedictus! -repitieron todos.
- Chroni vobiscum! (Chronus esté con uds)
- Et cum animo tuo! (Y con tu alma)

Una de las mujeres, con cinturón plateado, que había traído un libro, abrió solemnemente éste, hizo una reverencia ante el Imperius, y se puso a leer un largo pasaje en lengua local y no en latín.
- Por lo que alcanzo a entender, parece parte de una prédica del Primer Maestro, sin duda de su libro sagrado, una suerte de biblia -le dijo De La Rue a Trompel.

Luego hubo otro canto y un rezo en que todos participaron.
Otra de las mujeres, la única que llevaba un cinturón dorado, se puso en seguida a hablar en 'postlatino' en forma tan rápida que De La Rue a penas pudo captar algunas palabras y Trompel, evidentemente, no entendió nada. Parecía una larga prédica, que fue escuchada en el mayor silencio.

La mujeres formaron una cadena, tomándose de las podaderas y entonaron otro himno. Luego salió otra del palacio, escolatada por dos guardias blancos. Se acercó hasta el centro, donde la sacerdotisa mayor, que había rociado a los presentes al principio de la ceremonia, le tomó, al parecer, un juramento (no pudieron entender nada) y luego le hizo beber del agua usada para rociar. En seguida la recién llegada se quito el velo negro que cubría su cabeza, dejando a la vista un velo blanco, y la sacerdotisa le puso una corona de laureles. Todas entonaron un canto que parecía muy alegre y realizaron una nueva coreografía. La -probablemente nueva sacerdotisa- se dirigió entonces hacia el Imperius, que la abrazó.

Finalmente, se reunieron todas, formando una nuevo cortejo que volvió al palacio. La ceremonia había terminado y la multitud empezó a dispersarse. Trompel y De La Rue entraron y bajaron a la sala común, donde el hotelero empezaba a colocar la mesa para el almuerzo.