19/4/11

Colonización 7.2.

Gracias a sus conocimientos, los nefilim lanzaron entonces una guerra biológica contra los humanos y éstos clamaron ante Enki, su creador y protector:

«Enki, Oh Señor, la Humanidad gime;
la furia de los dioses consume la tierra.
¡Y, sin embargo, tú eres el que nos ha creado!
¡Que cesen los dolores, los mareos,
los resfriados, la fiebre!»

Enki, aliado a Ishtar, la "diosa-madre", encontró el remedio (vacuna) y salvo a los hombres, generando la molestia de los otros jefes, que decidieron provocar una hambruna, negando a los hombres el acceso a las provisiones. Con ello,

"El tercer año llegó;
sus rasgos [de los hombres] se vieron alterados por el hambre,
sus rostros estaban incrustados...
estaban viviendo al borde de la muerte.
Cuando el cuarto año llegó,
sus rostros parecían verdes;
caminaban encorvados por las calles;
su ancho [¿hombros?] se hizo estrecho.
Cuando el sexto año llegó
se preparaban a la hija para la comida;
al hijo se preparaban como alimento...
Una casa devoraba a la otra".

Pero, nuevamente, Enki tomó la defensa de la humanidad. Convocó una asamblea secreta de jefes humanos en su templo. Les contó lo mucho que se había opuesto a los actos de los demás dioses. Luego discutieron un plan de acción. Como ero el señor del Abzu, de las tierras del lejano sur, y disponía de una gran flota para traer los minerales a Mesopotamia, cargaría víveres en sus barcos, escondidos bajo los minerales. En las ciudades del norte, se provocaría una rebelión y, a favor de los desórdenses, descargarían los alimentos.

El plan resultó exitoso pero fue rápidamente descubierto, provocando el descontento de los otros jefes de ciudades:

"Todos nosotros, Grandes Anunnaki,
llegamos juntos a una decisión...
Ordené que, en el Pájaro del Cielo,
Adad vigilaría las regiones superiores;
que Sin y Nergal vigilarían
las regiones medias de la Tierra;
que el cerrojo, la barrera del mar,
tú [Enki] vigilarías con tus cohetes.
¡Pero tú has dejado pasar provisiones para la gente!"

Pero entonces los científicos que estubiaban el recalentamiento y el derretimiento de los hielos llegaron a la conclusión de que pronto el nivel del mar llegaría a tal punto que la zona baja ocupada por sus ciudades de Mesopotamia sería alcanzada y quedaría hundida. Calcularon, en efecto, que la mitad de la capa de hielo de la Antártida (de más de kilómetro y medio de grosor) se deslizaría en los mares del sur, provocando una inmensa marea que elevaría el nivel de todos los mares del globo en unos 18 metros, inundando ciudades costeras y tierras bajas. También previeron que este fenómeno alteraría el clíma, provocando fuertes tormentas, que acelerarían aún más la inundación.

Así, la decisión del castigo coïncidió felizmente para los nefilim con la previsión del diluvio. Antes de la acometida, los dioses tuvieron una asamblea y votaron sobre lo que debían hacer. El voto, mayoritariamente a favor del abandono y de la destrucción de la humanidad, debía mantenerse en secreto, pero Enki pensó en un posible regreso y en la forma de preservar las formas de vida "puras" que existían en la Tierra.

Por ello, buscó a Zisudra, el soberano de Shuruppak, para informarle en forma clandestina de la inminente calamidad. Como se puede leer en la Epopeya de Gilgamesh (donde Zisudra se llama Utnapistim), le dijo:
  • "Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu: ¡Echa abajo la casa, construye un barco! ¡Renuncia a las posesiones, salva tu vida! ¡Abjura de tus pertenencias, salva tu alma! Lleva a bordo la simiente de todas las cosas vivas;el barco que has de construir, sus dimensiones se habrán de medir."

La situación era delicada para Zisudra y los que, en otras ciudades, también fueron elegidos: ¿cómo justificarían sus preparativos ante los que deberían quedarse y perecer? La excusa fue que, como seguidor de Enki, el dyaus del Abzu, Zisudra y sus semejantes no podían seguir viviendo en Mesopotamia, feudo de Enlil, y que estaban construyendo un barco para ir a vivir al Abzu. Como en esa época había hambruna, los otros hombres se pusieron felices de verlos partir e incluso los ayudaron para se fueran luego.

Los elegidos debían esperar una señal para subir a bordo: sería el despegue de los cohetes en los que los nefilim partirían "de vuelta al cielo".

Luego se desató la tormenta, excepcionalmente poderosa.

"El Diluvio bramó como un toro;
los vientos gimieron como un asno salvaje.
La oscuridad era densa;
no se podía ver el Sol."

Después de varios días de intensa lluvia, hubo fuertes temblores y se produjo un maremoto: el mar cubrió las ciudades y los centros de culto. Los grandes barcos fueron fuertemente sacudidos, pero eran de excelente factura ya que los nefilim sabían como hacer bien estas cosas y habían entrenado a muchos hombres como obreros especializados. Estaban perfectamente sellados, de modo que, incluso si se dieran vuelta, no penetraría el agua: los nefilim sabían perfectamente cómo construir submarinos y se inspiraron en esa técnica para asegurar los barcos contra las peores inclemencias.