"Cuando nuestra gran nave estuvo en órbita de Shamash-5, empezamos a instalar ahí nuestra primera base, la que fue por un tiempo nuestro nuevo y único hogar en el sistema Shamash. Como era un planeta con una intensa actividad volcánica era muy interesante para instalar sistemas de captación de energía. Si bien en el espacio interplanetario nuestros sistemas se alimentaban fundamentalmente de la energía oscura del universo, para instalaciones en tierra era preferible utilizar fuentes lumínicas y caloríferas que utilizaban sistemas de captación y transformación menos complejos y más fáciles de construir. Los kentois eran expertos en este tipo de trabajo.
Debido a su distancia de Shamash, Tiamat recibía escasa luz y ésta, así, de poco servía como fuente energética. Pero esta situación se veía compensada por un núcleo planetario muy caliente, lo cual permitía recurrir a fuentes geotermales y a un sistema de represas de pasada de magma que los kentois habían desarrollado en algunos sectores de Omyx.
Las imponentes cordilleras basálticas entre las cuales se encontraban los enormes volcanes fueron muy útiles para la construcción de nuestros refugios. Los módulos prefabricados que llevabamos no habrían servido de nada ante las constantes erupciones que lanzaban hacia el cielo imponentes megalitos que los habrían aplastado. Pero nuestras herramientas de fusión podían cortar el basalto y, a partir de algunas cuevas que descubrimos por un feliz azar, pudimos tallar corredores y piezas de diferentes tamaños, según las funciones que deberían cumplir. Ya traíamos planos de las instalaciones que necesitaríamos en una primera etapa en cada planeta visitado y, mientras casi todos seguíamos en órbita haciendo tareas rutinarias o procesando los datos recogidos en los diversos planetas por nuestras sondas automáticas, las cuadrillas de kentois bajaban a tallar los espacios requeridos para la base Tiamat I.
En los valles entre las cordilleras corrían ríos de agua. Pero ésta estaba caliente, debido al calor del suelo, y no era potable porque contenía muchos sulfuros, debido a la actividad volcánica. La vegetación, que se alimentaba de ella, se limitaba a una especie de pasto amarillento y a unos arbustos espinosos. Nuestros botánicos confirmaron que no tenían clorofila y que no requerían de la luz solar para, sin embargo, filtrar el dióxido de carbono y producir oxígeno.
La gravedad de Tiamat era cercana al doble de la de Omyx, lo que hacía penoso el trabajo pesado e impedía a los nefilianos levantar el vuelo. Pronto los que bajaron quedaron agotados y se les permitió volver a vivir en la nave colonizadora, de donde monitoreaban las tareas que les correspondían y que debían realizar los kentois desgraciadamente menos especializados en éstas.
Los ingenieros agrónomos analizaron el suelo e hicieron los cambios genéticos necesarios en las semillas que habían traído. Se prepararon granjas experimentales con sistemas de iluminación sustitutivos del sol y se potabilizó el agua, logrando así hacer crecer las plantas. Pero si el calor del suelo favorecía su crecimiento, agotaba rápidamente las raíces y eran pocas las semillas que llegaban a la madurez. Por otra parte, resultó imposible lograr que las leguminosas tuviesen un gusto soportable. Al final, era de lejos preferible y más sencillo utilizar cultivos hidropónicos, pero ello implicaba utilizar nutrientes que no era fácil encontrar y purificar en el planeta. Fue finalmente ésta la tarea que resultó la más importante e imprescindible para lograr la total independencia y autonomía de la nueva colonia.
La gran nave partió entonces hacia el siguiente planeta. Permanecieron varias semanas en órbita, tiempo que dedicaron a cartografiar el planeta, enviando pequeñas naves tripuladas para hacer observaciones de todo tipo. Descubrieron así que un enorme escalón, cercano al ecuador, divide al planeta en dos regiones claramente diferenciadas: un norte profundo, marcado por volcanes, y un sur alto y escarpado. El hemisferio norte era practicamente inhabitable. Era desértico, con un volcán de más de 25 kilómetros de alto y numerosos cráteres, y el hielo del amplio casquete polar no era de agua sino de CO2. Los escasos ríos fluían durante la noche, alimentados por el hemisferio sur, pero se evaporaban de día, con el calor solar. Este otro hemisferio, al contrario, tenía un casquete polar de agua congelada, numerosos ríos sinuosos encerrados en grandes cajones pero con valles fértiles y algunos lagos. Las planicies altas, sin embargo, eran muy secas. La atmósfera era delgada pero respirable. Los valles, por lo tanto, serían habitables y los dyaus decidieron establecer ahí una primera verdadera colonia, pero reservando la mayor parte del personal y de los equipos para el tercer planeta, cuyos informes previos eran más auspiciosos."
Los últimos párrafos del relato histórico encontrado en "Los Órganos" daban cuenta de los preparativos y del viaje realizado por la nave colonizadora hacia Shugi, el tercer planeta. Llegados en órbita, se repartieron las funciones de acuerdo a la especialidad de cada cual y, de acuerdo a la exploración cercana del planeta, se determinaron los lugares donde se establecerían las primeras bases. El redactor no estaba al tanto de los detalles pero precisaba que se había elegido un lugar central sobre la base de una favorable combinación de recursos magnéticos, energéticos y agrícolas. Se eligieron posiciones segundarias en otros continentes y, a él, lo asignaron a una posición intermedia, en un conjunto de islas que deberían "terraformar" artificialmente y transformar el principal punto de comunicación entre el este y el oeste: Atlantex.
"Esta ciudad quedaría reservada en exclusiva a los omyxianos y sería la central de comunicaciones entre las bases de todos los continentes y de los otros planetas así como de Shingi (Tierra) con Omyx cuando el principal navío interestelar su hubiese marchado. Es donde fueron escritas y conservadas estas crónicas, para las generaciones futuras." concluía el relato traducido por los expertos.
Debido a su distancia de Shamash, Tiamat recibía escasa luz y ésta, así, de poco servía como fuente energética. Pero esta situación se veía compensada por un núcleo planetario muy caliente, lo cual permitía recurrir a fuentes geotermales y a un sistema de represas de pasada de magma que los kentois habían desarrollado en algunos sectores de Omyx.
Las imponentes cordilleras basálticas entre las cuales se encontraban los enormes volcanes fueron muy útiles para la construcción de nuestros refugios. Los módulos prefabricados que llevabamos no habrían servido de nada ante las constantes erupciones que lanzaban hacia el cielo imponentes megalitos que los habrían aplastado. Pero nuestras herramientas de fusión podían cortar el basalto y, a partir de algunas cuevas que descubrimos por un feliz azar, pudimos tallar corredores y piezas de diferentes tamaños, según las funciones que deberían cumplir. Ya traíamos planos de las instalaciones que necesitaríamos en una primera etapa en cada planeta visitado y, mientras casi todos seguíamos en órbita haciendo tareas rutinarias o procesando los datos recogidos en los diversos planetas por nuestras sondas automáticas, las cuadrillas de kentois bajaban a tallar los espacios requeridos para la base Tiamat I.
En los valles entre las cordilleras corrían ríos de agua. Pero ésta estaba caliente, debido al calor del suelo, y no era potable porque contenía muchos sulfuros, debido a la actividad volcánica. La vegetación, que se alimentaba de ella, se limitaba a una especie de pasto amarillento y a unos arbustos espinosos. Nuestros botánicos confirmaron que no tenían clorofila y que no requerían de la luz solar para, sin embargo, filtrar el dióxido de carbono y producir oxígeno.
La gravedad de Tiamat era cercana al doble de la de Omyx, lo que hacía penoso el trabajo pesado e impedía a los nefilianos levantar el vuelo. Pronto los que bajaron quedaron agotados y se les permitió volver a vivir en la nave colonizadora, de donde monitoreaban las tareas que les correspondían y que debían realizar los kentois desgraciadamente menos especializados en éstas.
Los ingenieros agrónomos analizaron el suelo e hicieron los cambios genéticos necesarios en las semillas que habían traído. Se prepararon granjas experimentales con sistemas de iluminación sustitutivos del sol y se potabilizó el agua, logrando así hacer crecer las plantas. Pero si el calor del suelo favorecía su crecimiento, agotaba rápidamente las raíces y eran pocas las semillas que llegaban a la madurez. Por otra parte, resultó imposible lograr que las leguminosas tuviesen un gusto soportable. Al final, era de lejos preferible y más sencillo utilizar cultivos hidropónicos, pero ello implicaba utilizar nutrientes que no era fácil encontrar y purificar en el planeta. Fue finalmente ésta la tarea que resultó la más importante e imprescindible para lograr la total independencia y autonomía de la nueva colonia.
La gran nave partió entonces hacia el siguiente planeta. Permanecieron varias semanas en órbita, tiempo que dedicaron a cartografiar el planeta, enviando pequeñas naves tripuladas para hacer observaciones de todo tipo. Descubrieron así que un enorme escalón, cercano al ecuador, divide al planeta en dos regiones claramente diferenciadas: un norte profundo, marcado por volcanes, y un sur alto y escarpado. El hemisferio norte era practicamente inhabitable. Era desértico, con un volcán de más de 25 kilómetros de alto y numerosos cráteres, y el hielo del amplio casquete polar no era de agua sino de CO2. Los escasos ríos fluían durante la noche, alimentados por el hemisferio sur, pero se evaporaban de día, con el calor solar. Este otro hemisferio, al contrario, tenía un casquete polar de agua congelada, numerosos ríos sinuosos encerrados en grandes cajones pero con valles fértiles y algunos lagos. Las planicies altas, sin embargo, eran muy secas. La atmósfera era delgada pero respirable. Los valles, por lo tanto, serían habitables y los dyaus decidieron establecer ahí una primera verdadera colonia, pero reservando la mayor parte del personal y de los equipos para el tercer planeta, cuyos informes previos eran más auspiciosos."
Los últimos párrafos del relato histórico encontrado en "Los Órganos" daban cuenta de los preparativos y del viaje realizado por la nave colonizadora hacia Shugi, el tercer planeta. Llegados en órbita, se repartieron las funciones de acuerdo a la especialidad de cada cual y, de acuerdo a la exploración cercana del planeta, se determinaron los lugares donde se establecerían las primeras bases. El redactor no estaba al tanto de los detalles pero precisaba que se había elegido un lugar central sobre la base de una favorable combinación de recursos magnéticos, energéticos y agrícolas. Se eligieron posiciones segundarias en otros continentes y, a él, lo asignaron a una posición intermedia, en un conjunto de islas que deberían "terraformar" artificialmente y transformar el principal punto de comunicación entre el este y el oeste: Atlantex.
"Esta ciudad quedaría reservada en exclusiva a los omyxianos y sería la central de comunicaciones entre las bases de todos los continentes y de los otros planetas así como de Shingi (Tierra) con Omyx cuando el principal navío interestelar su hubiese marchado. Es donde fueron escritas y conservadas estas crónicas, para las generaciones futuras." concluía el relato traducido por los expertos.