12/10/10

La conspiración 7.3.

A la vuelta del almuerzo, el comisario encontró al policía de Charleroi esperándolo en su oficina. A pesar de sus múltiples preguntas, no logró saber mucho más que lo que ya había leído en el resumen escrito. A lo más, que Walckiers no parecía particularmente inquieto y no había aludido a la conveniencia de obtener protección. Al parecer, no pensaba que los confabulados podrían sospechar de él. Pero era evidente que su entrevistador había equivocado su enfoque, centrándose más en el asunto del fraude electoral que en la denuncia de las intenciones de asesinar a la diputada. También quedaba claro que parecía ser la primera vez que Walckiers había oído hablar de algo semejante.

Servais reprendió al detective y le señaló que ese error quedaría estampado en su hoja de servicio. Luego lo despidió, recordándole que debían informarle de inmediato de cualquier resultado o descubrimiento que hicieran en Charleroi acerca del caso. Luego abrió el sobre de Walckiers y se puso a leer.

El sobre contenía tres documentos diferentes: una hoja referida a la forma en que se realizaba el fraude electoral, una serie de páginas impresas que eran una suerte de bitácora de reuniones y otro par de hojas escritas a mano que relataban la última reunión de los directivos del PNI en que se había aludido al asesinato de Paula Darbée. Firmadas por Walckiers, eran el documento acusatorio que respaldaba la denuncia hecha a la PJ de Charleroi. Lo introducía señalando que lo escribía a mano por razones de seguridad porque no quería dejar rastro de ello en una computadora y quería asegurar al máximo su autenticidad en caso de que fuese necesario. Decía que si hablaban así de Darbée y que si ya habían mandado matar -como sospechaba- al periodista Trompel que le había interrogado acerca de la confiabilidad del sistema de votación electrónica, su propia seguridad podía verse comprometida en el futuro. Era también la razón por la que dejaba estos documentos en su caja fuerte. Esta declaración estaba fechada el día anterior a su muerte.

La información sobre el fraude era muy breve: indicaba los pocos números de las líneas del código en lenguaje C++ que debían ser borradas para restituir la integridad del código original. En los miles de líneas de código, habría sido muy difícil detectar las líneas apócrifas sin dicha indicación. Y, dado que el programa se intalaba en las máquinas después de ser compilado, era imposible corregir dichas copias: era indispensable corregir el programa-fuente (conservado en una caja de fondo de la empresa) y recompilarlo para luego reinstalarlo en las máquinas.

Servais se dedicó luego a leer el documento más largo: la bitácora era una resumen de lo tratado en reuniones en los últimos dos años. Los asistentes eran siempre los mismos: Bertrand, Durand, Verstappen, Ibn Sahlad, Daems y Walckiers. Aclaraba que ellos eran los que controlaban el PNI y que Daems, aunque oficialmente su presidente, no era más que un comparsa, como él mismo. Los verdaderos jefes eran Bertrand, Durand y Verstappen, que llamaba "el núcleo". No le quedaban claros los intereses de Ibn Sahlad, que actuaba como co-financista y, al parecer, procuraba el apoyo de parte de la comunidad musulmana.

Aparte de los delitos señalados por Walckiers, que aparecían en las últimas reuniones, se hacía evidente que el PNI tenía un programa diferente y mucho más radical que el profusamente publicitado. Era el que Trompel había detectado en los mensajes de los "republicanos", totalmente coherentes con lo que se había discutido en las reuniones relatadas por el ingeniero. No mencionaba órdenes de asesinato, pero la temática de la "supresión de la aristocracia" y las felicitaciones en los casos de los atentados eran recurrentes por lo que la hipótesis de "trabajos" mandatos por este grupo, posiblemente a través de Bertrand y Oblensky, se veía claramente reforzada.