Al día siguiente, Bertrand se reunía con Fiodor Oblensky, su contacto ruso, en el bar "La Mort Subite" ("La Muerte Súbita"), a poca distancia de Gran Plaza de Bruselas. El nombre del bar les hacía gracia y venía muy al caso de lo que planeaban. Bertrand resumió rápidamente al ruso el contenido de la reunión del Núcleo.
- Le avisaré a nuestro hacker -dijo éste-. ¿Van a comprar equipos "Magnetrol"?
- Así es. Son los que se han instalados aquí e Ibn Sahlad comprará los mismos.
- De acuerdo. Le diré que se contacte contigo para coordinar su viaje, cuando resulte oportuno. Ahora, por lo que me has contado, hay otra cosa que me inquieta. ¿Qué hay de nuestro plan de desestabilización violenta? Hemos tenido éxito con los primeros embajadores, fracasamos con el rey porque nuestro tirador no pudo verlo, y tu hombre lo logró a medias con el cardenal. Pero tus amigos parecen querer limitarse ahora a meras acciones de propaganda. Ya tengo un par de hombres recorriendo el país y estudiando blancos. ¿Debo detenerlos?
- Al contrario. Debemos planear algo mucho más llamativo. Y no te preocupes por mis amigos. Ya sabes que todo el plan con el PNI es una pantalla. No sólo para la opinión pública: también para el partido mismo y para estos tontos. Ibn Sahlad está con nosotros: sueña con establecer la sharia en Bélgica y podremos contar con él hasta el final. Pero tendremos que descartar al menos a Daems y Walckiers cuando llegue el momento. Durand y Verstappen quizás nos sigan sirviendo después: habrá que verlo.
- Bien. Me alegro, porque de lo contrario, te aseguro que abandonaría el proyecto y podrían pagarlo caro.
- Ya lo sé. Nuestro contrato en sin marcha atrás. Lo dijiste al principio y lo acepté. Los ajustes son de calendario y oportunidades tácticas. No de objetivos. Así que hablemos de la próxima gran acción.
- ¿Qué has pensado?
- Un golpe fuerte, en el mismísimo Palacio de Justicia. No sé si una explosión o algo así. ¿Se te ocurre algo?
- Colocar explosivos ahí, con la vigilancia que hay, podría ser complicado. ¿Porque no algo más sutil, como gas?
- ¿Piensas en dejar escapar gas y hacerlo explotar?
- No, pienso en algún gas corrosivo y mortal, de fácil obtención y que se podría disimular, por ejemplo en latas de bebidas. Debe haber máquinas expendedoras ahí o, si no, la gente que trabaja ahí o va de visita las ha de llevar. Podríamos ponerlas por todas partes y nadie se fijaría...
- Me encanta la idea. Y si lo dices, debe ser factible.
- No tengo ningún problema. El laboratorio más simple lo puede hacer, con tal de tener los envases adecuados, disimulados dentro de las latas y con pequeños detonadores que las abran. Y sé donde conseguirlos.
- Entonces adelante.
- ¡Será caro!
- Ibn Sahlad lo pagará encantado, sea cual sea el precio: atacar nuestra justicia le hará saltar de gozo.
- Entonces estamos de acuerdo. ¡El poder o nada!
- ¡El poder o nada! ¡Salud!
- ¡Salud!
- Le avisaré a nuestro hacker -dijo éste-. ¿Van a comprar equipos "Magnetrol"?
- Así es. Son los que se han instalados aquí e Ibn Sahlad comprará los mismos.
- De acuerdo. Le diré que se contacte contigo para coordinar su viaje, cuando resulte oportuno. Ahora, por lo que me has contado, hay otra cosa que me inquieta. ¿Qué hay de nuestro plan de desestabilización violenta? Hemos tenido éxito con los primeros embajadores, fracasamos con el rey porque nuestro tirador no pudo verlo, y tu hombre lo logró a medias con el cardenal. Pero tus amigos parecen querer limitarse ahora a meras acciones de propaganda. Ya tengo un par de hombres recorriendo el país y estudiando blancos. ¿Debo detenerlos?
- Al contrario. Debemos planear algo mucho más llamativo. Y no te preocupes por mis amigos. Ya sabes que todo el plan con el PNI es una pantalla. No sólo para la opinión pública: también para el partido mismo y para estos tontos. Ibn Sahlad está con nosotros: sueña con establecer la sharia en Bélgica y podremos contar con él hasta el final. Pero tendremos que descartar al menos a Daems y Walckiers cuando llegue el momento. Durand y Verstappen quizás nos sigan sirviendo después: habrá que verlo.
- Bien. Me alegro, porque de lo contrario, te aseguro que abandonaría el proyecto y podrían pagarlo caro.
- Ya lo sé. Nuestro contrato en sin marcha atrás. Lo dijiste al principio y lo acepté. Los ajustes son de calendario y oportunidades tácticas. No de objetivos. Así que hablemos de la próxima gran acción.
- ¿Qué has pensado?
- Un golpe fuerte, en el mismísimo Palacio de Justicia. No sé si una explosión o algo así. ¿Se te ocurre algo?
- Colocar explosivos ahí, con la vigilancia que hay, podría ser complicado. ¿Porque no algo más sutil, como gas?
- ¿Piensas en dejar escapar gas y hacerlo explotar?
- No, pienso en algún gas corrosivo y mortal, de fácil obtención y que se podría disimular, por ejemplo en latas de bebidas. Debe haber máquinas expendedoras ahí o, si no, la gente que trabaja ahí o va de visita las ha de llevar. Podríamos ponerlas por todas partes y nadie se fijaría...
- Me encanta la idea. Y si lo dices, debe ser factible.
- No tengo ningún problema. El laboratorio más simple lo puede hacer, con tal de tener los envases adecuados, disimulados dentro de las latas y con pequeños detonadores que las abran. Y sé donde conseguirlos.
- Entonces adelante.
- ¡Será caro!
- Ibn Sahlad lo pagará encantado, sea cual sea el precio: atacar nuestra justicia le hará saltar de gozo.
- Entonces estamos de acuerdo. ¡El poder o nada!
- ¡El poder o nada! ¡Salud!
- ¡Salud!