16/2/10

2020 AC-DC #16

2020 AC 2020 DC

El plan de los hombres del Oso se puso en marcha pero no pudo realizarse como planeado. Desde la orilla del bosque, no vieron a Thorn donde estaba en la expedición anterior. Aunque solo eran visibles mujeres y niños, no podían arriesgar un ataque sin saber donde buscarlo. Los varones de la tribu podían estar en las cabañas y él podía también estar en cualquiera. ¿O estaría muerto? Por lo tanto, se dió la orden de dar media-vuelta.

El comando que atacó la casa principal no encontró resistencia. La puerta exterior no estaba cerrada con llave y pudieron entrar en silencio. En la planta baja había un salón, un comedor, una cocina, un escritorio y una sala de video-conferencia con un puesto de control en un pequeño anexo. Ahí dormitaba un guardia que debería haber estado vigilando algunos monitores. En el psiso superior había dormitorios vacíos. En otro piso estaban los dormitorios de servicio, donde encontraron la cocinera y un mayordomo, ambos dormidos.
En la casa anexa, las cosas fueron más complicadas. La puerta estaba con llave y era reforzada. Debieron volar las visagras con un poco de cordita, lo cual alertó a los dos guardias que estaban adentro. Recibieron a los gendarmes con un nutrido fuego de armas automáticas pero, al mismo tiempo, los comandos les lanzaron una granada aturdidora que los puso fuera de combate el tiempo sufiente para entrar y completar el trabajo con disparos de taser, armas que disparan dardos eléctricos. Fuera de un pequeño salón y una cocina ,había dos dormitorios. Uno estaba abierto y vacío. El otro estaba cerrado y, cuando trataon de abrir la puerta, recibieron a su vez una descarga eléctrica. Como no pudeiron encontrar el mando que anulada este efcto, cortaron la energía en toda la propiedad, debiendo también apagar el generador que se había puesto en marcha automáticamente en el garaje. Pero aún así, la puerta no se habría. El ariete tampoco dió resultado: bajo la madera había acero, tanto en la puerta como en el marco. Era una típica "cámara de pánico". Tuvieron que recurrir a una lanza de oxi-acetileno para cortar lapuerta. Y encontrar la pieza vacía. La policía técnica, llamada entonces, encontró las huellas de uno de los guardias y de Weinbraith. Había estado ahí pero debió haber sido trasladado y no se encontraron otros rastros de él en la propiedad.

El computador del anexo era efectivamente, como pudieron comprobar, el que había enviado el virus. El cable de unión a la red había sido retirado -lo cual había impedido el acceso de Weinbraith a la red- pero había un cable exterior enterrado que lo unía al puesto de control de la casona y que servía también a las cámaras de vigilancia que había por todas partes.

La noche había pasado. Thorno despertó transido de frío: debió haber sido abandonado al principio o en la mitad de la noche, muy fresca, sin nada para cobijarse. Vió que ya no estaba en el poblado enemigo. Estaba en el centro de una círculo de piedras, lo cual le dió mucho miedo. Para su clan, los círculos de piedra eran encantados y nadie podía penetrar en ellos sin una cereminia preparatoria. Y, aún así, no se sabía como reaccionarían los dioses. Oía el ruido del agua y, levantándose, vió que un acantilado se eleveaba a unos pasos hacia el este. El ruido venía del oeste: si iba en esa dirección, encontraría un curso de agua que lo conducuiría a alguna parte. pero para saber qué dirección tomar, más valía intentar la subida por el acantilado, de donde tendría una mejor visión de los alrededores.

Repitió todos los encantamientos que conocía, para apaciguar a los dioses, y salió del círculo para dirigirse hacia el farallón por el que pudo subir sin demasiada dificultad. Desde arriba, pudo ver el río que había oído. Todo se parecía bastante a lo que se veía desde la cueva de su clan. Hacia el sur, creyó reconocer la geografía del extremo norte de la zona que su clan ocupaba. Decidió por lo tanto bajar y seguir el río hacia el sur. Al final de la tarde llegaba por fin de vuelta a la cueva, donde fue recibido enter hurras.

Weinbraith se despertó acostado en el banco de un parque. Llevaba una parka que no conocía, bastante gruesa y con la espalda muy rígida y pesada. Ésto le pareció extraño, pero le había protegido bien del fresco de la noche. Le habían dado sin duda un somnífero en la cena y lo habían transportado hacia ese parque. Pero no lo reconoció de buenas a primeras. Oía el ruido del tránsito de automóviles y se dirigió en esa dirección. Llegó rapidamente a la vereda de una avenida que cortaba el parque en dos mitades. Hacia la izquierda reconoció entonces los arcos del Cincuentenario. Estaba por lo tanto en Bruselas. Hacia la derecha estaba el barrio europeo. Intentó activar su teléfono implantado pero no funcionaba. Pensó en buscar un ciber-café y se dirigió hacia el barrio de Europa. En la rotonda Schuman encontró un café pero sin Internet. Decidió encontes bajar y tomar el metro, que tenía ahí una estación, para ir hacia la Estación Central, donde estaba seguro de encontrar un punto de acceso a Internet et donde podría tomar el tren para volver a Namur y luego Rochefort.

Cuando se acercó al punto de pago del acceso -donde pensaba pagar con su identificación de radio-frecuencia- se activó una alarma. Los acceso al metro fueron inmediatamente bloqueados y las entradas de la estación se cerraron. Los parlantes anunciaron que un explosivo había sido detectado y que los presentes debían esperar la llegada de la policía. Como esta estación servía también de estación de trenes para los funcionarios de las Comisiones Europeas, la seguridad era máxima y la policía llegó en poco minutos con detectores manuales de exploosivos. Todas las personas presentes fueron examinadas ... y fue la parka de Weinbriath que hizo sonar de nuevo la alarma: su espalada rígida era la sospechosa. Fue arrestado y llevado a un vehículo blindado mientras se reabrían los accesos.

En el vehículo, la policía verificó su identidad, descubriendo y confirmando que era el secuestrado de Rochefort. Inspeccionaron la parka, sin sacársela, hasta descubrir que ningún hilo ni contacto la unía al resto de su ropa o a su cuerpo. Los explosivos, sin duda, serían detonados de otra manera. Llegaron al cuartel de la gendarmería y los introdujeron en un bunker especialmente acondicionado. Ahí, un experto, bien protegido, se puso a descoser la parka -sin quitarsela aún- para verificar su contenido. Descubrió entonces que el detonador estaba acopalado a un pequeño emisor-receptor regulado en la feecuencia de las etiquetas RFID. Controlaba sin duda alguna la cercanía de su propia identificación: de haberse quitado laparka, habría estallado antes de poder alejarse. La idea de tomar el metro le había salvado la vida.

Los técnicos no habrían podido separar el detector del detonado: formaban una unidad totalmente integrada. Intentar cortar la conección con la primera placa de explosivos sería demasiado riesgoso. Quedaba un sólo medio: destruir a distancia el mecanismo sin que reaccione. Introdujeron en la habitación un extraño aparato que conectaron con un cable a la pared, luego lo dejaron solo y cerraron la puerta blindada. Sintió un leve sumbido y luego el gendarme regresó y le explicó que habían quemado todo el sistema con un pulso electro-magnético. Pero su etiqueta RFID de identificación y su ímplante telefónica había sido igualmente inutilizados y deberían ser reemplazados. ¡El costo era poco para conservar la vida!

Después de unos minutos, le proporcionaron un brazalte provisorio con su identificación, que podría utilizar hasta realizar el nuevo implante. Y le ofrecieron un teléfono para hablar con su esposa, a quien contó los últimos acontecimientos. Pudo entonces seguir camino y tormar el tren en la Estación Central. Al caer la noche llegaba por fin a casa y estrechaba a su esposa en sus brazos.