15/7/13

Cerebral 6

6. ( Lunes, día 8)

El lunes siguiente en la mañana, Servais, Marchant, Franquin y Mousin se reunieron en la universidad. Benson ya se había marchado el sábado para volver a España. Marchant le preguntó a Franquin qué recordaba del día del accidente.

- El viernes estuvimos revisando los algoritmos de interconexión necesarios para la integración de las memorias individuales. Había un par que debía ser mejorado. Cuando estaba a punto de volver a casa, me llamó Brasseur desde su casa, diciéndome que había encontrado una solución. Lo arreglé y nos pusimos de acuerdo en verificar el procedimiento contectándonos ambos, en un proceso que podríamos llamar de telepatía asistida por computador, como ya lo habíamos hecho varias veces. Todo iba bien hasta que recibí una fuerte descarga incomprensible, como si fuese un rayo, y perdí el sentido. Hasta que desperté aquí viendo a Marchant que me observaba y Benson en los controles.
- La descarga ocurrió cuando mataron a Brasseur -explicó Servais, pasando a relatar lo que habían descubierto en la casa del joven.
- ¿Qué pasó con los equipos? -preguntó Franquin.
- Uds habían puesto en marcha el proceso de integración y el superordenador siguió funcionando perfectamente, por lo que hemos podido comprobar -explicó Mousin-. La conexión con Brasseur fue cortada por el apagado de su computador y luego alguién trato de reingresar desde su máquina y luego, horas más tarde, desde otra ubicación que no pudimos rastrear. El cortafuego funcionó perfectamente y no hubo perjuicios. El equipo también siguió registrando sus signos vitales y ondas cerebrales mientras estuvo en coma. Pero la descarga imprevista debida al trauma de Brasseur afectó las rutinas de acceso al menú de control y tuvimos que esperar que Benson viniera a repararlo para poder desconectarlo sin riesgo.
- ¿Por ésto estuve casi una semana en coma?
- Así es. Las rutinas de seguridad funcionaron muy bien, advirtiendo de los riesgos de desconectarlo fuera de protocolo, pero no estaba prevista una sobrecarga como la producida por la muerte de Brasseur.
- ¿Quién iba a pensar en algo así?
- Deberíamos haber pensado, al menos, en la posibilidad de un infarto cerebral y haber puesto un filtro para que algo así no afectara a quienes estuviesen conectados. ¡Ésto es culpa mía! -admitió Marchant-. Lo siento mucho.
- No se culpe. Siempre hemos trabajado verificando que los sujetos fuesen personas sanas. Este tipo de accidente era del todo imprevisible -replicó Franquin-.
- ¡No pueden programar computadores pensando en que sus usuarios podrían ser asesinados! -abundó Servais-.
- De todos modos. Trabajamos con el cerebro y deberíamos tener mejor en cuenta la variabilidad de las condiciones si queremos poder generalizar nuestras conclusiones.
- Ésto es cierto -siguió Franquin-. Y ahora tenemos un material excepcional: la transmisión de las ondas del deceso de Brasseur que podremos estudiar y serán un aporte extraordinario a nuestra investigación, aunque no compensan su lamentable pérdida.
- Uds podrán seguir sus estudios como les parezca -dijo Servais-, pero aquí estamos ante un hecho criminal de la mayor gravedad. Y es prioritario descubrir el autor de este ataque, y su primera obligación consiste en ayudarnos en este sentido. Yo veo dos frentes a cubrir: que es lo que buscaban obtener y quienes pueden estar involucrados. Como el doctor Marchant sabe, hace años una empresa alemana intentó reclutarlo para obtener los secretos de otro proyecto Esprit de informática neuronal y, cuando se negó, secuestró para ello a un ingeniero suizo, Jacques d'Aosta, que participaba en éste. ¿Puede tratarse de algo parecido?
- BreinWerken se dedicaba a la robótica y estaba interesada en aplicaciones de inteligencia artificial. Lo que hacemos ahora es bastante diferente, y no creo que sean ellos, si algunos escaparon a la cárcel, que estén interesados -contestó Marchant-. Pero bien puede ser otra empresa o incluso el servicio de espionaje de algún país asiático. El conocimiento que podemos obtener aquí y, sobre todo, las aplicaciones derivadas podrían ser extraordinarias, tanto en materia de valor comercial como de seguridad pública.

En la tarde, cuando Servais iba a salir de su oficina, le pasaron un llamado urgente de Charles Mousin.
- Mi hija ha desparecido. No llegó a casa a la hora de costumbre y mi mujer la fue a buscar al colegio pero no la encontró. Habló con su profesora pero ella no sabe nada: la niña salió como siempre con el grupo de sus compañeras.
- ¿Consultaron a sus compañeras y a otros padres?
- Hay una compañera que dijo que la había dejado conversando con alguién. Parecía conocerlo, pero ella misma nunca lo había visto. Siguió su camino y no supo más de su amiga. Nadie más sabe nada.
- Tendré que ir a ver a esta niña. ¿Me puede dar su dirección?
- No la tengo, pero aquí tengo su teléfono, en la lista del curso.
- ¡Cuantos años tiene su hija?
- Quince años.
- Me parece lo suficiente para saber que no ha de hablar o irse con desconocidos.
- Así es, y ésto nos desconcierta.

Servais llamó a Trompel y le contó lo ocurrido.
- Parece seguro que la hija de Mousin conocía al que la abordó. Solo así lo puede haber seguido.
- Entonces podría ser un amigo de la familia.
- O alguién que trabaja con su padre y que ella haya conocido.
- ¿Piensa que podría estar relacionado con el ataque a Brasseur?
- No me extrañaría. Me parece la mejor explicación. No puede ser una mera coincidencia. Tratarán de chantajear a Mousin para obtener lo que quieren, ya que no pudieron con Brasseur. Deben pensar que vigilamos y protejemos a Franquin et Marchant, mientras Mousin, aunque no está directamente involucrado en el proyecto MEMO, les puede dar el acceso que desean.
- Hable con Mousin y pida fotos de los amigos. Consiga fotos de todos sus cercanos en la universidad y luego vaya a ver a la compañera y muéstrele las fotos.
- De acuerdo, jefe.

*
En un lugar desconocido, alguién llama por teléfono...
- Señor Mousin, su hija está en nuestro poder y se encuentra bien. Si quiere verla de nuevo, es muy fácil: consíganos una copia del programa de copia e integración de registros cerebrales en que trabajan los señores Franquin y Marchant. Lo volveré a llamar dentro de 48 horas. Y más vale que no haga tratos con la policía.

Cuando Trompel quiso hablar con Mousin para pedirle fotos, éste se disculpó. Dijo que su hija se había ido donde unos parientes. Al pedirle precisiones, respondió con evasivas. Le quedó claro al detective que algo estaba ocurriendo y que Mousin temía ahora la relación con la policía. Sin duda la niña estaba secuestrada y le habían advertido que evitara la intromisión policial. Servais, puesto al tanto, dispuso una discreta vigilancia de la casa y de la oficina de Mousin y obtuvo autorización para intervenir los correspondientes teléfonos.