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Cerebral 1

Cerebral

Comienza una nueva encuesta.
Día 1, Domingo 10

El decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad católica Saint-Luc (USL) había llamado personalmente a Servais el domingo en la noche debido a su preocupación por la suerte del profesor Damien Franquin: había recibido poco antes el llamado de la esposa del académico, porque no había vuelto a casa desde el día viernes. Se quedaba a veces en su laboratorio en la noche, pero avisaba a su esposa. En cambio no había avisado y no había aparecido ni el sábado ni el domingo. El decano había preferido una llamada personal y una averiguación informal antes de poner en marcha una encuesta oficial con todas las repercusiones que pudiera tener en la prensa y en la misma universidad.

En consecuencia, Servais se dirigió a la UCSL a primera hora del día lunes para encontrarse con el decano y obtener más información acerca del académico y de sus actividades y de su rutina. Pensaba visitar después a la esposa, sea para darle noticias sea para recabar más antecedentes.

El decano De Schrijver le explicó que Franquin era ingeniero en informática y trabajaba en un proyecto "Esprit" relativo a las redes neuronales, designado con la sigla MEMO. Franquin intentaba desarrollar un sistema de copia cibernética del funcionamiento del cerebro humano, con la colaboración del doctor Marchant, profesor de neurología de la universidad.

Servais pidió ver donde trabajaba el investigador. El decano le llevó a la oficina del mismo, que se parecía en todo a las demás oficinas de los profesores: escritorio, computador, estante de libros. Los papeles sobre el escritorio no daban ninguna pista. El policía se dijo que debería revisar el computador pero, como no quería quitar demasiado tiempo al decano, le preguntó primero si era el único lugar donde desarrollaba su trabajo.
- Oh no. Para su proyecto requiere equipos muy potentes. Tiene una sección propia del sector de laboratorios de informática, cuyo acceso es restringido, tanto por lo costoso de los equipos como por el carácter confidencial del proyecto. Lo llevaré ahí.
- Si el acceso es restringido, ¿quiénes tienen acceso?
- Solo somos cuatro en conocer la contraseña: su ayudante Jim Brasseur, el doctor Marchant y yo.
- ¿Y nadie más puede entrar?
- Entran ocasionalmente algunos alumnos que se prestan para las experiencias, o académicos de otros centros de estudio que hacen investigaciones en el mismo campo y vienen de visita, pero siempre acompañados de alguién con derecho de acceso.

Habían llegado y De Schrijver marcó los dígitos de contraseña en la cerradura electrónica, que mostró luz verde y entraron, encontrándose con una gran sorpresa: el profesor Franquin estaba recostado en un sillón relax, con numerosos cables conectados a los equipos, aparentemente dormido o ¿muerto?. Se acercaron y Servais le buscó los signos vitales. Tenía pulso y respiraba lentamente. El contacto no lo hizo volver en sí pero debió haber sido detectado por alguno de los aparatos ya que [déclencha] una alarma sonora y las luces del laboratorio se pusieron a titilar. Luego oyeron la voz del académico, saliendo de altavoces: "No intenten desconectar los sensores sin seguir le protocolo. El riesgo de accidente cerebral sería muy elevado". El mensaje fue repetido tres veces y apareció en una de las pantallas, mientras el silencio volvía en el laboratorio.

- No podemos dejarlo así -dijo Servais-. No creo que haya previsto quedarse mucho tiempo conectado. ¿Quién conocerá este protocolo para desconectarlo?
- Su ayudante y el doctor Marchant deberían estar al tanto.
- ¿Puede llamar a alguno de ellos?
- Tengo el teléfono de Marchant en mi oficina y mi secretaria debe tener los datos de su ayudante.
- Vamos. Dejemos cerrado aquí. Esperemos que pueda resistir una hora más.
- Si está así desde el viernes debe requerir asistencia médica.
- Sin duda el doctor Marchant sabrá qué hacer. Trate de ubicarlo primero a él.

De vuelta al decanato, el policía esperó el resultado de las consultas telefónicas de la secretaria.
- El doctor Marchant está en un congreso. No vuelve hasta el fin de semana. Y el ayudante no contesta su teléfono.
- Será mejor que consiga a otro médico para que se asegure de mantener en buenas condiciones a señor Franquin, pero sin desconectarlo. Déme la dirección de su ayudante: mandaré alguién a revisar.

*

En un lugar desconocido...
- ¿Me trajo la aplicación?
- Ha sido imposible. Brasseur tenía puesto el casco y trabajaba con la interfaz cerebral. Tuve que interrumpirlo definitivamente pero luego no me pude conectar. El servidor me bloqueó el acceso al tercer intento.
- ¿No usó el generador de calves que le dí?
- Claro que sí. pero no sirvió de nada.
- ¡Maldito aficionado! ¿No pudo sonsacar la clave a Brasseur?
- Le dije que lo tuve que interrumpir. Y su cerebro dejó de funcionar.
- ¡#*!