16.
Slate había llegado finalmente de España. Servais esperaba poder confundirlo y resolver el caso de "Ecología Nueva". Pero se imaginaba que no sería fácil obtener una confesión. Prefirió empezar el interrogatorio en forma suave, preguntándole por su "empresa" y las tareas que realizaba. El sospechoso describió labores de vigilancia para "Ecología Nueva" y las empresas Cobelpap, Kordel y Melkbaar. Negó luego ejercer vigilancia en viviendas particulares, como las de Van Acker y Gossiaux. Confrontado con la evidencia obtenida en casa de Van Acker, negó estar al tanto y echó la culpa a los empleados que la policía había encontrado. Reconoció que su oficina era una sucursal de una empresa norteamericana y que, por lo tanto, tenía cuentas bancarias en el extranjero, donde recibían pagos tanto de sus clientes belgas como de otras empresas.
Servais estimó que lo mejor sería atacarlo ahora de frente con la acusación más grave, a pesar de que los indicios no eran concluyentes: la de los asesinatos. Como era de esperar, el norteamericano negó todo y aseguró haber viajado a España el día anterior a la muerte de Gossiaux.
Por suerte para el policía, el sospechoso parecía estar resfriado. Había estornudado y se había sonado con un pañuelo de papel. Servais le acercó una papelera y lo botó ahí. Así, no hubo necesidad de pedirle una muestra de ADN. No pudiendo sacarle ninguna nueva información, lo hizo conducir de nuevo a su celda, mientras llevaba él mismo la papelera al laboratorio. Ahí recogieron el pañuelo con el debido cuidado, separaron una muestra y la mandaron a analizar para extraer el ADN y compararlo con lo rasguñado por Suzanne Gossiaux. El día siguiente los resultados confirmaban que Slate era quién había atacado a las dos mujeres.
Remy, el assistente de Servais, había estado escuchando el interrogatorio en una oficina vecina y confirmó que había oído esa voz mientras estuvo secuestrado en Sekurelek. Lo había oído nombrar tanto a Gossiaux como a Van Acker. También había reconocido la voz del guardia que había concurrido a la casa de Van Acker cuando descubrieron la ausencia de sonidos, lo cual había llevado a la acusación de complicidad de éste en el secuestro del policía.
Aunque la implicación de Slate en el crímen de Philippe Gossiaux seguía basada en meros indicios circunstanciales, podía ser acusado por dos asesinatos. Pasado a juicio semanas después, fue condenado a cadena perpétua. Pero nunca reveló quién había ordenado los crímenes ni quienes tiraban los hilos de la conspiración internacional.
Los dueños de Somatrek fueron sometidos a proceso y luego condenados por los efectos adversos del recubrimiento de canchas que habían fabricado e instalado en algunas escuelas y canchas públicas. Los pagos ordenados por los daños y perjuicios fueron tan cuantiosos que llevaron la firma a la quiebra.
El caso del detective holandés De Groote quedó sin resolver, aunque se pensaba que el responsable había sido el mismo Slate. Pero éste nunca lo reconoció y no hubo modo de demostrar su participación.
Tampoco se logró descubrir qué había pasado con André Chapelle, que había desparecido junto con su familia.
FIN
Pronto: Nueva novela