15/3/13

Ecología 14

14.

Dos días más tarde llegaba el informe de la policía suiza, que daba aún más crédito a la hipótesis: en la recepción del hotel no habían visto a la mujer en la noche señalada. No había cenado ahí, lo cual no parecía extraño ya que comía muchas veces en otra parte. Pero tampoco había tomado desayuno en la mañana siguiente, y ésto sí era anormal. Entrevistada la mucama que atendía su piso, recordó que, aunque no recordaba con precisión el día, había encontrado una mañana la cama hecha como la había dejado el día anterior, lo cual indicaba que la pasajera no había pasado ahí la noche.

La inspectora Yernault había conseguido también el registro de las tarjetas bancarias de la señora Gossiaux. No había comprado nada el día anterior al asesinato ni el mismo día. Pero se le ocurrió revisar también los informes sobre las cuentas personales de su marido, pensando que podía tener una tarjeta asociada. Y así era: el día anterior al crímen había habido un pago por un pasaje de ida y vuelta de Zurich a Bruselas en TGV.

Con estos antecedentes, Servais ordenó traer a la sospechosa. Le preguntó donde había pasado la noche en que su marido había sido asesinado, pero ella insistió en que había dormido en su hotel de Zurich. El comisario enumeró entonces los indicios que tenía en su contra. Entonces se desahogó.

- ¡Este maldito! No solo me pegaba y me engañaba con una secretaria. Me enteré de que traficaba con drogas y acumulaba dinero para su retiro con su amante en una lista del Caribe. No podía permitírselo.
- ¿Por qué no acudió a la policía?
- Porque no podía presentar pruebas. Es un hombre conocido. Uds no me habrían hecho caso.
- ¿Cómo lo supo?
- Contraté gente especializada.
- ¿Detectives privados?
- Algo así: una agencia de seguridad.
- ¿Sekurelek?
- Así es.
- ¿Por qué ellos? ¿No sabía que trabajaban para su marido? Ud me dijo que lo había conocido en la empresa de su marido.
- Así es. Como ya tenía relaciones con él, pensé que sería más fácil que averiguara cosas. - ¿Y no pensó que podía informar a su marido?
- Me pareció que era una empresa seria y sabrían conservar la imparcialidad.
- ¿Y Slate le dió la información que esperaba?
- Así es.
- Pero sin pruebas fehacientes.
- Me dió un informe pormenorizado que encajaba perfectamente con las inconsistencias de las declaraciones de mi marido. Me explicó que era imposible obtener pruebas del tráfico pero que las había en la caja fuerte de mi marido. Pensaba que yo podría tener acceso a ella, pero no era así.
- ¿Y de sus aventuras extramatrimoniales?
- Me dió algunas fotos, pero no reconocí a ninguna de las mujeres.
- ¿Ud habló de todo ésto con su marido?
- Ésto fue lo que quise hacer la noche que volví a Bruselas. Pero cuando llegué a nuestro apartamento, ya estaba muerto.
- Pero no nos llamó.
- Me asusté. Pensé que el asesino podía buscarme también. ¿Matar a toda la familia no es típico de los narcotraficantes? Así que volvía a Zurich lo más pronto que pude.
- ¿Por qué no nos lo dijo desde un principio?
- No pude. Aún estaba choqueada.

Sin una confesión y el arma, las pruebas eran circunstanciales. Se le permitió retirarse pero se le ordenó no abandonar la capital. Servais y Trompel comentaron la situación.
- Es posible que tenga razón pero también que mienta. Necesitamos más elementos de prueba para determinar quién es realmente el asesino.
- Pediré al laboratorio que revise nuevamente todo lo que encontraron.

1/3/13

Ecología 13

13.

Verbeeck fue detenido por la Policía Nacional en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, cuanto trataba de embarcarse en un vuelo con destino a México. Al día siguiente lo trasladaron en tren, bajo escolta, hasta Bruselas, de acuerdo al requerimiento hecho a través de Interpol. Enfrentado con la acusación y la prueba irrefutable en su contra, reconoció que había sido contactado en la casa ocupada por un grupito de anarquistas por un empleado de Sekurelek que le había explicado como operar el cilindro que contenía la bomba y cuando debía colocarla. También, según declaró, le había dado un pasaje de TGV para París, un boleto de avión para México D.C. y una dirección donde lo recibirían en esa ciudad.

A Servais, esta entrega le pareció exagerada. Un pago por colocar la bomba podía entenderse, pero si Verbeeck no estaba implicado en otra cosa, pagarle un viaje a México y asegurarle la estadía allá no tenía justificación. O bien estaba implicado en cosas más importantes o bien había comprado por sí-mismo el boleto de avión, para aprovechar la paga y pasar ahí unas agradables vaciones. Esto último parecía mucho más coherente con lo que sabía del personaje: era un inadaptado, con ideas antisistémicas, que sobrevivía mediante dependencia de grupos anarquistas. El policía ordenó una consulta a la compañía aérea para conocer el origen del pago del boleto. Había sido pagado el día posterior a la explosión de la bomba, por el monto de 3.196 euros, por tarjeta de crédito asociada a la cuenta de Verbeeck, que parecía haber sido creada para este efecto ya que no tenía otras rentas. Así se confirmaba la segunda hipótesis, y que el hombre no era muy inteligente.

Por orden de Servais, Trompel lo volvió a interrogar y debió reconocer que había planeado él mismo el viaje. No había podido embarcarse antes porque no había cupo en clase económica y no quería gastar mucho. Se había alojado en una casa "okupa" que sus compañeros le habían recomendado en espera de la salida. Dijo no conocer el nombre de la persona que le había entregado la bomba y las instrucciones. Al mismo tiempo había recibido 1.000 euros, y el día siguiente de la explosión recibió la tarjeta de crédito asociada a una cuenta bancaria con 10.000 euros. Luego, el mismo día, había tomado un tren para París. Con la ayuda de un dibujante de la policía, se pudo confeccionar un retrato hablado que coincidía con los rasgos de Slate, conocidos gracias a la foto recibida del FBI.

La esposa y la hija de Gossiaux habían vuelto de Suiza y se había realizado el funeral, por cierto observado a distancia por Trompel y su joven acompañante. Tomaron fotos de todos los asistentes, pero no identificaron a nadie que pudiese estar implicado en los crímenes. El día siguiente, fueron a entrevistar a la esposa. Trompel le hizo notar que no era época de vacaciones, pero la mujer explicó que solía escaparse por unos días a Suiza en cualquier fecha, especialmente después de una discusión con su marido, que no tenía buen carácter. Ante una pregunta al respecto, solo precisó que eran "asuntos de pareja" y no quiso dar más detalles. Le gustaba mucho Zurich por su lago y el paisaje que podía observar desde el mismo hotel, el Storchen, que está en la Weinplatz y tiene una cafetería con un áreas con vista directa al río. Como iba regularmente, podía obtener una habitación que también le daba la misma vista. El servicio era particularmente amable y ella disfrutaba muchísimo tanto por la atención como por la ubicación y los paseos cerca del lago. A pedido del detective, precisó que había viajado a Zurich dos días antes del asesinato, con la intención de pasar allá una semana, pero había vuelto el día siguiente del hecho, para encargarse de los funerales. Trompel le hizo también algunas preguntas acerca de los negocios de su marido, pero contestó que no estaba al tanto de nada, excepto de su rol en Cobelpap y de su participación accionaria en otras dos empresas, Somatrek y Kordel. Se escandalizó cuando le preguntó si su marido podía estar involucrado en asuntos de drogas pero, según observó el detective, no pareció demasiado sorprendida. Su alegato parecía más bien una declaración puramente formal. Reconoció la foto de Slate, pero dijo que solo lo había visto un par de veces en encuentros de la empresa de su marido. Se dijo sorprendida por el asesinato, pero no demostró estar particularmente afectada.

La hija de Gossiaux, Susanne, de veinte años, interrogada separadamente por la inspectora Yernault, confirmó que su padre tenía un carácter difícil y reconoció que no siempre acompañaba a su madre cuando se escapaba "para respirar". Consultada sobre lo que había hecho en Zurich, describió sus paseos juntas, pero cada una también tenía actividades por su cuenta. Incluso algunos días comían por separado. Yernault pidió precisiones y supo, de este modo, que no alojaban en una misma habitación y que el día del asesinato no habían tomado desayuno juntas. Su madre, incluso, había almorzado más tarde que de costumbre: había llegado al restorán del hotel cuando Susanne estaba a punto de retirarse.

Cuando cotejaron y comentaron frente a Servais las respuestas obtenidas, el comisario hizo notar algunos detalles. La entrada en el departamento de Gossiaux no había sido forzada y las únicas huellas encontradas eran suyas, de su esposa y de su hija. No había señales de lucha, lo cual indicaba un ataquante conocido, que se acercó sin crear desconfianza. El pañuelo en su cara era un pañuelo de mujer, lo cual -junto con la bala de pequeño calibre- reforzaba la idea de un ataque femenino y una reacción de vergüenza: no querer tocar la víctima ni ver sus ojos acusadores.

- ¿Qué posibilidades hay de que haya sido asesinado por su propia mujer? -comentó el comisario-.
- Ella misma reconoció que discutía frecuentemente con su marido -dijo Trompel-. Puede haber descubierto sus negocios ilegales y discutido por ello. Si no tomó desayuno en su hotel el día del crímen, puede haber estado en Bruselas. Hay un TGV que pasa por Zurich y llega aquí a medianoche. Y otro sale de vuelta a las siete de la mañana: llegaría para almozar, aunque tarde, como señaló su hija. .
- Pediré a la policía suiza que haga averiguaciones en el hotel. Y pida los registros de sus tarjetas bancarias -le dijo a Yernault-, a ver si se descuidó y compró con sus pasajes con alguna.