27/7/10

La conspiración 5.1.

Capitulo 5. Escalada


En su discurso en Namur, el presidente de "Nueva Independencia" habló primero del aumento de la delincuencia, un tema muy sensible para todo el mundo. Recién, unos días antes, se había producido un enorme bloqueo en el "ring" -la autopista que circunda Bruselas- debido a que varias pandillas de delincuentes habían atacado grandes camiones para robar su carga, principalmente autos nuevos que habían descargado y con los cuales habían huído. Luego pasó a denunciar el enriquecimiento ilícito de los "políticos tradicionales". Exhibió una lista de cuentas bancarias pertenecientes a una docena de sus competidores en que habían sido recibidas fuertes sumas de dinero en las últimas semanas, todas las cuales habían sido transferidas a paraísos fiscales. Declaró que había enviado este mismo día la lista a la PJF, con la identificación de los dueños de las cuentas. A continuación, condenó fuertemente a "la conducción liberal producto de veinte años de ceguera ideológica a nivel mundial, europeo y belga". "La dialéctica izquierda-derecha que sigue impregnando los discursos de los partidos tradicionales de alcance nacional está totalmente agotada. No son capaces de ofrecer una alternativa humanista e igualitaria, la única que puede llevar a la felicidad humana y que es la que persigue nuestro partido. El siglo XXI requiere un nuevo esquema político, una nueva estructura del Estado, que se libere de los formatos heredados del siglo XIX. Ésta es la Nueva Independencia que buscamos. El 20 de octubre, queremos sorprender a todos, mostrando que éste es el cambio que quieren nuestros compatriotas: los electores señalarán los cambios que desean y que estamos seguros de interpretar. hemos escuchado sus gritos de protesta y creemos que podemos apoyarnos en ellos para criticar a las actuales autoridades y sus perpetuos abusos."

El comisario Servais se enteró de la denuncia de Daems por el informativo de televisión esa misma noche. Sin duda el documento remitido por el PNI debía estar en poder de la brigada de delitos económicos. Asi que, el día siguiente, pidió una copia y advirtió al comisario a cargo de que podía ser un farol. Éste aceptó hacer la investigación con la mayor premura para evitar el uso propagandístico del asunto durante la campaña electoral. Dado que todas las cuentas aludidas pertenecían al Banco Lambermont, la hipótesis de una manipulación era más que evidente cuando se contaba con los antecedentes que ya tenía Servais. Convinieron entonces en mantenerse mútuamente informados para seguir completando el dossier acerca de las extrañas actividades del PNI.

Con el pretexto de pedirle su opinión acerca del discurso de Daems, Trompel llamó por teléfono a la diputada Darbée y concertaron un nuevo encuentro para el día siguiente a las seis de la tarde. Sería en un salón de té del bulevar Anspach, al frente de lo que habían sido las desaparecidas Galerías Anspach.

- ¿El discurso de Daems te ha dejado alguna duda? le preguntó Darbée a Trompel cuando se hubieron saludado.
- Para nada. Después de mis reuniones en el partido y contigo, no me aportó nada nuevo. ¿Pero crees que podrá influir en la gente para que voten por el partido? Me parece que sus argumentos fueron bastante débiles. Lo del ataque a un par de camiones ha sido una casualidad y la acusación de ganancias ilegales ha de ser probada.
- Espérate. Para nosotros los argumentos son los hechos. La gente está asustada con la delincuencia y aburrida de que ni el gobierno ni el Parlamento hacen algo al respecto. Y habrá más y más delitos, y ésto empujará a la gente. Aunque no me guste, los malos son los que nos hacen la mejor propaganda.
- ¿Y crees que será suficiente?
- Lo espero. Y jugaremos todas nuestras cartas a este argumento en todo lo que queda de la campaña electoral, puedes estar seguro.
- ¿Y qué solución propones? ¿Un estado policial?
- Sospecho que algunos, como su amigo Durand, el presidente del banco Lambermont, y el ex-general Bertrand empujen a Daems a pensarlo. Pero no creo, ni me gustaría, que se llegue a tal extremo. Pero hay que reforzar la policía, realizar más detenciones y aumentar mucho más las penas. Deberíamos inspirarnos un poco en la ley islámica.
- ¿Impondrían la sharia? ¿Por ésto hay árabes en las reuniones?
- He dicho inspirarnos no adoptar. Y, sí, efectivamente tenemos buenos amigos árabes y nos están ayudando a formular una propuesta de reforma del código penal. De hecho, muchos nos apoyan por ésto y también por nuestra política de apertura y respeto frente a los emigrados. Siempre que sus documentos estén en regla y respeten nuestras costumbres y nuestras leyes, por cierto.
- Te apoyo al cien por ciento en ésto del respeto. Pero tendría que ver este proyecto de ley penal antes de opinar al respecto.
- Te lo facilitaré en cuanto esté listo. Será bueno difundirlo. Pero dudo de que esté antes de las elecciones regionales. Podría ser nuestro argumento central para las federales, después.
- Te lo agradeceré. Pero me parece muy complicado cambiar el código. Y si de ésto se trata, es obviamente a nivel federal que habría que discutirlo. Quizás tengan razón en esperar.
- Solo podremos presentar este proyecto si ganamos suficientes escaños en las regionales.- Ésto es cierto. Tú sola, ahora, no puedes hacer nada.
- ¡Salvo hablar en la sala o en público! ¡O contigo! -agregó riendo.

Con la risa las preocupaciones parecieron disolverse y se pusieron a hablar de sus actividades -al menos las que Trompel podía citar- y luego de sus gustos y pasatiempos. Descubrieron que tenían otros intereses en común y siguieron conversando como buenos amigos. Era, en realidad, lo que buscaba Trompel y se felicitó de que estaba logrando su objetivo. Además, por cierto, de haber logrado esclarecer un punto más de su encuesta: el rol de los árabes en el PNI.

21/7/10

La conspiración 4.8.

Al día siguiente, Bertrand se reunía con Fiodor Oblensky, su contacto ruso, en el bar "La Mort Subite" ("La Muerte Súbita"), a poca distancia de Gran Plaza de Bruselas. El nombre del bar les hacía gracia y venía muy al caso de lo que planeaban. Bertrand resumió rápidamente al ruso el contenido de la reunión del Núcleo.
- Le avisaré a nuestro hacker -dijo éste-. ¿Van a comprar equipos "Magnetrol"?
- Así es. Son los que se han instalados aquí e Ibn Sahlad comprará los mismos.
- De acuerdo. Le diré que se contacte contigo para coordinar su viaje, cuando resulte oportuno. Ahora, por lo que me has contado, hay otra cosa que me inquieta. ¿Qué hay de nuestro plan de desestabilización violenta? Hemos tenido éxito con los primeros embajadores, fracasamos con el rey porque nuestro tirador no pudo verlo, y tu hombre lo logró a medias con el cardenal. Pero tus amigos parecen querer limitarse ahora a meras acciones de propaganda. Ya tengo un par de hombres recorriendo el país y estudiando blancos. ¿Debo detenerlos?
- Al contrario. Debemos planear algo mucho más llamativo. Y no te preocupes por mis amigos. Ya sabes que todo el plan con el PNI es una pantalla. No sólo para la opinión pública: también para el partido mismo y para estos tontos. Ibn Sahlad está con nosotros: sueña con establecer la sharia en Bélgica y podremos contar con él hasta el final. Pero tendremos que descartar al menos a Daems y Walckiers cuando llegue el momento. Durand y Verstappen quizás nos sigan sirviendo después: habrá que verlo.
- Bien. Me alegro, porque de lo contrario, te aseguro que abandonaría el proyecto y podrían pagarlo caro.
- Ya lo sé. Nuestro contrato en sin marcha atrás. Lo dijiste al principio y lo acepté. Los ajustes son de calendario y oportunidades tácticas. No de objetivos. Así que hablemos de la próxima gran acción.
- ¿Qué has pensado?
- Un golpe fuerte, en el mismísimo Palacio de Justicia. No sé si una explosión o algo así. ¿Se te ocurre algo?
- Colocar explosivos ahí, con la vigilancia que hay, podría ser complicado. ¿Porque no algo más sutil, como gas?
- ¿Piensas en dejar escapar gas y hacerlo explotar?
- No, pienso en algún gas corrosivo y mortal, de fácil obtención y que se podría disimular, por ejemplo en latas de bebidas. Debe haber máquinas expendedoras ahí o, si no, la gente que trabaja ahí o va de visita las ha de llevar. Podríamos ponerlas por todas partes y nadie se fijaría...
- Me encanta la idea. Y si lo dices, debe ser factible.
- No tengo ningún problema. El laboratorio más simple lo puede hacer, con tal de tener los envases adecuados, disimulados dentro de las latas y con pequeños detonadores que las abran. Y sé donde conseguirlos.
- Entonces adelante.
- ¡Será caro!
- Ibn Sahlad lo pagará encantado, sea cual sea el precio: atacar nuestra justicia le hará saltar de gozo.
- Entonces estamos de acuerdo. ¡El poder o nada!
- ¡El poder o nada! ¡Salud!
- ¡Salud!

15/7/10

La conspiración 4.7.

Los conspiradores expresaron todos su extrañeza por lo ocurrido y éste fue el primer punto, imprevisto, de la reunión de esa noche.
- Utilicé el detector de micrófonos por mera casualidad -explicó Bertrand-. Lo compré cuando me involucré en la venta de los aviones Mirage, para evitar que me espíen. Me acordé ayer y pensé que sería conveniente estar seguro porque a medida que avanzamos podríamos atraer más la atención. Y me lo eché al bolsillo para revisar el salón de Durand. Estaba seguro de que nos tratarían de espiar en la última fase, después de las elecciones. Pero, no sé cómo ni por qué, ya nos están prestando atención. O al menos a Durand. Quizás sea por lo del hotel Lambermont. Es la única razón que logro encontrar. Pero ésto nos obliga a ser más cuidadosos. Si están de acuerdo, los visitaré uno por uno para ver si hay micrófonos en la casa de algún otro. Aquí, por ahora estamos seguros: no hay ninguno. Les sugiero que también tengan cuidado con los teléfonos. Usen siempre celulares y cámbienlos con frecuencia.
- ¿Y si el partido está infiltrado? -dijo Daems.
- Ésto, no lo podemos saber. Ni evitar, me temo. Pero nos hemos organizado del modo adecuado para evitar los riesgos. Y nadie conoce nuestros fines últimos. Ni siquiera nuestra diputada.
- ¿Y ese periodista de La Dernière Heure que se afilió al partido? ¿Podemos confiar en él?
- Lo entrevistamos y no creo que sospeche nada -dijo Daems-. Nos confirmó que era importante generar hechos noticiosos que llamen la atención de todos los medios y la simpatía del público.
- Ésto, ya lo teníamos previsto y debemos seguir en nuestra escalada. Debemos tener en cuenta que se acercan las elecciones regionales. ¿Cómo reforzamos nuestra posición?
- Creo que debemos concentrarnos en dos líneas de acción: aumentar la intranquilidad, para que la gente pida mano dura contra el delito, como lo proponemos nosotros, y desacreditar a los viejos partidos políticos. ¿Cómo lo hacemos?
- Saben que las cárceles no dan abasto y que, por ésto, muchos delincuentes serán excarcelados, con una conmutación por arresto domiciliario. Se les pondrá una brazalete electrónico para controlar su cumplimiento. ¿Qué tal si demostramos que este sistema no sirve? Se debe poder anular de algún modo la función del brazalete. Si lo podemos hacer, podríamos denunciar la despreocupación del gobierno y la gente se enfurecería. ¿Qué dices, Walckiers, se puede hacer?
- Hay dos formas de lograrlo: una es anular cada brazalete con un pulso electromagnético. Pero ésto exigiría visitar a cada delincuente y correr el riesgo de quemar algún otro aparato electrónico. Otro es intervenir el centro de control y hackear su computador. La única forma de hacerlo a distancia y sin riesgos es mandándole un virus. Uno simple lo bloquearía por unas horas ya que lo detectarían, limpiarían el sistema y reinstalarían todo. Sería mucho mejor poder instalar un gusano que haga que todo pareciera siempre estar correcto, aunque los delincuentes corran por las calles. Podríamos dejarlo así durante varios días, luego denunciar por la prensa que el sistema no es para nada infalible, exigir una demostración supervisada y dejar en evidencia que no sirve para nada.
- !Un plan excelente! -aplaudieron todos-. ¿Puedes encargarte?
- Los equipos no son nuestros. Primero habría que tener acceso al sistema y hacer una ingeniería inversa del software de control. Sólo después se podría encargar a un pirata que les "cuele" el virus.
- Yo podría comprar este sistema para el sultanato -dijo Ibn Sahlad-. Nadie se extrañaría. ¡Hasta nos felicitarían por hacer más humana la aplicación de la sharia!
- Excelente idea. Gracias. Sólo faltarían el analista y el hacker, o quizás podría ser la misma persona, ¿no cierto, Walckiers?
- Creo que sí. Bertrand podría preguntar a sus contactos rusos. Ellos tienen a los mejores.
- De acuerdo. Hablaré con mi contacto -dijo Bertrand-. ¿Lo mandaríamos a Mashad?
- Tendré que pedir la entrega allá, para simular la instalación, en efecto -contestó el árabe-. Ofreceré una estadía de lujo a su ingeniero. Y tendrá acceso a Internet, por lo que podrá mandar su virus desde allá. Dénme los datos del fabricante de estos equipos y mañana mismo invito a su vendedor a mi casa de Montreux.
- Asunto terminado entonces -dijo Durand-. Pasemos al siguiente punto: desacreditar a los políticos.
- Lo de los brazaletes ya será un buen balde de agua fría -dijo Daems-, pero sólo atañe a una política general y tratarán de echar la culpa a los técnicos. Creo que debemos tratar de presentar acusaciones más personales.
- Ésto mismo creo yo -dijo Durand.
- Creo que la computación nos ofrece excelentes recursos también para ésto -dijo Verstappen-. ¿Todas las transferencias interbancarias de fondos se hacen hoy por vía electrónica, no es así? -agregó dirigiéndose a Durand.
- Así es. ¿En qué estás pensando?
- Elijamos a todos los que podrían teóricamente ser tentados de vender algún favor, caro por cierto. Les abres una cuenta. Reciben una gran cantidad de dinero, de un origen dudoso, y luego lo transfieren a una cuenta en un paraíso fiscal. Y cierras la cuenta. Luego tus auditores detectan casualmente la maniobra y la denuncias públicamente. No tendrán cómo defenderse. ¿O sí?
- ¡Bien pensado! Si las cuentas de recepción pertenecen a quién envió el dinero, ni siquiera perderemos dinero. Yo puedo cubrir los gastos de transferencia. Pero no puedo proporcionar el dinero: ésto haría demasiado fácil descubrir el engaño.
- Aquí entro yo, nuevamente -dijo Ibn Sahlad-. Tengo varias cuentas, en Mashad, en Ginebra, en Zürich, en las Islas Caimán, en las Islas Vírgenes, bajo diferentes razones sociales. Envío plata desde Suiza al banco Lambermont y me lo reenvían a las Islas. Es un recorrido perfecto para coimas ¿no lo creen?
- Excelente. Haga un par de movimientos más entre sus cuentas, cambiando los montos: esto hará aún más difícil rastrear el movimiento -dijo Bertrand-. Así se hizo con la venta de aviones Mirage a Chile y aún no terminan de entender lo que pasó ni de saber quién cobró.
- Yo propondré a los políticos valones -dijo Daems- y Verstappen puede proponer los flamencos. Luego que Durand cree las cuentas y las dé a Ibn Sahlad. Y destapamos ese escándalo una o dos semanas antes de las elecciones. ¿Qué les parece?

Todos se mostraron de acuerdo. Fue entonces que Walckiers decidió intervenir planteando otro punto:
- A propósito de ese periodista, Trompel, del que hablaron al principio. Quizás deben saber que me fue a ver a mi oficina. Dijo que estaba preparando un reportaje sobre las elecciones electrónicas. Me preguntó acerca de las máquinas, del procedimiento de votación -que le mostré- y de la forma en que los votos se procesaban. E insistió mucho acerca de la confiabilidad del sistema. Sabe bastante de informática e insistió mucho en este punto. Creí que lo debían saber, pero no sé si ésto es importante o no.
- Sin duda toda la prensa se va a interesar por este tema -dijo Durand-. Y habrá que darles toda la información posible y, sobretodo, darles el máximo de seguridad acerca de la confiabilidad. ¡Ojalá todos se convenzan de que será imposible burlar el sistema! ¡Ésto es clave para nosotros!

Nadie encontró oportuno discutir más el asunto -al menos en ese momento- y pronto la reunión terminó. Pero la intuición de Bertrand no le permitió darse por satisfecho. Decidió llamar al día siguiente a un amigo que trabajaba en la DST para que le buscase algunas informaciones "menos públicas" acerca de Trompel.

8/7/10

La conspiración 4.6.

El agente Vermeulen había estado siguiendo nuevamente a Daems. Se estacionó nuevamente a la vuelta de la esquina, como la vez anterior, pero se sorprendió cuando, al llegar de vuelta a pie a la avenida vió salir el auto de Daems. Corrió hacia su vehículo y se apresuró a retomar el siguimiento. Algo extraño debió haber ocurrido. Se convenció aún más de ello cuando Daems volvió a su casa pero, después de una hora, salió nuevamente y condujo hasta la casa del general Bertrand. Pudo ver de lejos que ya había un par de autos estacionados a la entrada y, uno tras otro, llegaron otros dos. Las matrículas coincidían: eran los mismos que él había descubierto la vez anterior donde Durand. ¿Habrían descubierto los micrófonos y cambiado la reunión en el último momento? Escucharía la grabación el día siguiente.

Comprobó en ésta que Durand había advertido a su sirvienta de que iba a tener una reunión de amigos esa noche, pidiéndole que dejara suficiente bebidas y algo de picar en el salón. Luego oyó la llegada de Bertrand, con el saludo seguido de un extraño silencio y la petición de salir. Daems, que él había visto llegar, no se escuchaba en ningún momento. Un poco más tarde -después de la rápida salida de Daems, según la cronología que había establecido- se oyó la llegada de Verstappen y una conversación acerca de la bolsa. Algo absolutamente intrascendente y que justificaba muy difícilmente esta reunión. Los extraños silencios y la salida de Bertrand y Durand para conversar afuera eran, a más no poder, un serio indicio del descubrimiento de los micrófonos. Sobre todo si se consideraba que la reunión se había efectuado un par de horas más tarde en otro domicilio. Vermeulen lo fue a comentar con su jefe.

- Comparto tus conclusiones -dijo éste-. Bertrand lo debe haber descubierto. No me extrañaría que tuviese un detector. Ha debido estar más de una vez en una situación en que los riesgos de escucha era muy altos. No nos serviría de nada colocar micrófonos en su casa: los descubriría en seguida. Si todos se fueron allá, es porque estaba seguro de estar limpio. Tendremos que buscar otra forma de oir sus conversaciones. El hecho de que haya tomado esta precaución indica que son de suma importancia.
- ¿Una antena ultrasónica quizás?
- Me parece el único medio posible. Pero requiere que encontremos un lugar de donde apuntar a la ventana adecuada, para captar las vibraciones. Y que sepamos cuando se van a reunir.
- Seguir a Daems en la noche parece ser una buena táctica. Nos perderíamos muy poco si después de seguirlo podemos acceder con rapidez al punto de observación.
- De acuerdo. Explora los alrededores de la casa de Bertrand. Y consigue los planos de arquitectura para saber donde está la más probable sala de reunión.
- Listo, jefe. A esto voy.