27/10/09

2020 AC-DC #1

2020 AC-DC

Historias paralelas en dos tiempos

Éste es un ensayo de aplicación de un mismo guión básico en dos períodos históricos muy distantes.

Estamos, por una parte, en 2020 AC (Antes de Cristo), al final del período neolítico, en una zona de bosques que, mucho más tarde, serían las Ardenas belgas. En el neolítico, los hombres pasan progresivamente de una economía de predación (caza, recolección) a una economía de producción (agricultura, ganadería). Donde estamos, los hombres viven todavía de la caza de grandes piezas en el bosque constituído de hayas, robles, avellanos et algunos pinos en las zonas más rocosas. Según la estación, recogen también avellanas en el bosque y moras en los bordes de los ríos. También limpiaron un campo, donde cultivan trigo y cebada, entre un pequeño río y la cueva que les sirve aún de abrigo.

Estamos, por otra parte, también en el año 2020 DC (Después de Cristo), en plena era de la información y de la informática, en Rochefort, en las Ardenas belgas, una pequeña ciudad al borde del río Lesse. Los habitantes viven sobre todo del turismo y también de una empresa de telecomunicaciones por cable que propulsó la actividad comercial de la zona y que se instaló en la parte alta de la ciudad, no lejos de su antiguo castillo.

2020 AC 2020 DC
Era la hora de levantarse. El alba despuntaba y el sol no tardaría en aparecer en el horizonte. Dentro de poco, cuando la luz penetre en la gran cueva que lo cobijaba, el Clan del Oso comenzaría a agitarse. Con la luz, se podrían admirar las pinturas ancestrales de animales que nadie era capaz de reproducir hoy. Este arte se había perdido hacía siglos. A veces los niños jugaban agregando el contorno de sus manos, trazados con carbón, o algunos dibujos muy elementales, pero el tiempo los borraba rapidamente.

Erhem se estiró, acomodó la piel que le servía de ropaje y se acercó a la entrada para ver el estado del fuego del cual debía ocuparse ese día. Como previsto, aún había suficientes brasas para reanimarlo rapidamente, lo cual permitiría a las mujeres cocer las galletas del desayuno. Gustaba de mirar el surgir del sol en el horizonte, más allá del bosque que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. ¿Habría algo aún más lejos? Nadie lo sabía. Los que se lo habían preguntado y habían intentado averiguar la respuesta nunca habían vuelto.

Digió luego la vista hacia el valle y el bosque más cercano, pensando en la caza que deberían iniciar el día siguiente, porque las provisiones de carne se terminarían hoy. Las dificultades no se limitaban a la astucia de los animales: la existencia de otro clan que pretendía usar el mismo coto de caza era una complicación mayor. Debían a todas costas evitarlo ya que, de lo contrario, podría haber una sangriente batalla.

Pasando al lado del fuego, salió al exterior y su mirada fue atraída por una forma alargada en el suelo, unos pasos más allá. Reconoció de inmediato que se trataba de un cuerpo. ¿Habría salido alguién antes que él? ¿Pero por qué estaría acostado en el suelo, afuera? Se acercó y lo empujó, pero sin observar reacción alguna. Como el hombre estaba de lado, lo puso de espaldas y vió que estaba blanco como nieve e igual de helado. Muerto. Sin embrago, no había estado enfermo. No era normal. Debía avisar al jefe del clan.
Eran las seis de la mañana. El sol iba a levantarse y el alba ya estaba clara. Pero nadie se habría dado cuenta de ello en los locales de Ethercom, en la gran propiedad que poseía la empresa en la meseta de Rochefort, no lejos del antiguo castillo que dominaba la pequeña ciudad al borde del río Lesse. Todo estaba iluminado con ampolletas LED de bajo consumo, alimentadas por las baterías cargadas durante el día por las celdas solares que cubrían toda la superficie externa del enorme edificio. Edouard Lapit se estiró, saltó de su catre, se duchó rapidamente para luego ponerse el short y la camiseta con el logotipo de Ethercom. Debía primero que todo verificar los datos del programa de vigilancia del estado del sistema central, lo que podía observar en la pantalla de su cuarto. Como lo esperaba, los prámetros estaban dentro de los márgenes de seguridad. Pasó entonces a la cantina para desayunar y se fue luego a la celda de control de flujos. Ese trabajo era complejo y absorbente. La megared mundial se veía constantemente agredida por intrusos que intentaban apropiarse de los canales, las más de las veces para actividades ilícitas, lo cual causaba millones de euros en pérdidas para Ethercom. Parar estos ataques era una batalla de nunca acabar en la celda de control de flujos.

Como ninguna alerta había sonado durante la noche, todo debía estar en orden y prodría tomar el lugar de su colega Julien Danloy, del turno nocturno, para monitorear el flujo diurno. Le detector de la puerta de entrada reconoció el chip de radiofrecuencia RFID que llevaba implantado en el brazo y le abrió el paso. Se acercó a su colega, que no se movía, y se sorpendió al ver que la pantalla prinncipal estaba cubierta por el protector electrónico, esconndiendo las operaciones en curso. ¿Dormiría Danloy? Ésta era una falta grave. Lo llamó entonces, pero no obtuvo respuesta. Empujó la silla, haciéndola girar y vió que su colega estaba páido, inmóvil y con la cabeza caída hacia el pecho. ¡Muerto!

20/10/09

La herencia 8.3.

El detective concurrió a Schiphol el día siguiente. Fue interrogado por un procurador acerca de su secuestro. Como ex-policía, pudo dar numerosos detalles técnicos que facilitaron la declaración y, después de firmar la transcripción, fue notificado de que podía retirarse y, si lo deseaba, abandonar Holanda. En caso de requerirse nuevamente su presencia, se le convocaría a través de la Policía Judicial Federal belga. Volvió entonces a su hotel, desocupó su habitación y pagó su cuenta, pasó a almorzar y luego se dirigió nuevamente a la Estación Central donde abordó un TGV para volver a Bruselas.

Llegó tarde a Bruselas porque tuvo que esperar dos horas en la estación de Amsterdam para tener un asiento en el TGV, y se fue a su casa. Cansado, se duchó, cenó con lo que le quedaba en el refrigerador y se acostó. El día siguiente se fue a la oficina de Servais. Éste ya había recibido un breve informe de Wienants tanto acerca del allanamiento de Internationaal Systeem como acerca del atentado contra Trompel.
- Así que no lo pasaste muy bien en Amsterdam -le dijo.
- Empezando por Wienants, que pensó que no servía de nada lo que le había ido a contar. Casi me echa a patadas de su oficina.
- Pero al final te creyó.
- Porque "por suerte" me secuestraron. Pero por poco termino en un canal. Menos mal que una patrulla policial pasaba por ahí.
- Y todo encajó: el hackeo a Lamercan, la visita de Teplisty, la advertencia para tí bajo el muerto de la casa de Lefranc y, probablemente, el asesinato de Guido Lefranc.
- Y no me extrañaría que todo siguiera siendo una asunto de tráfico de drogas.
- Estoy de acuerdo. Pero habrá que esperar ahora lo que encuentren la policía holandesa e Interpol.
- ¿Y aquí, no hay novedades?
- Nada. Todo depende ahora de Amsterdam ya que Teplisty fue arrestado allá.
- Bien. Estaré a la espera de las noticias. Ojalá todo termine pronto. Llámame.
- No lo dudes: te mantendré al tanto.

Y se despidieron.

Dos días después se supo que el otro asaltante de Trompel en Amsterdam era fichado como "soldado" -es decir ex-subversivo al servicio de los narcotraficantes- en Santiago de Chile. La información se recibió de Chile vía Interpol pero no había registro de su ingreso en las fronteras europeas. Era un inmigrante ilegal que habrá llegado, probablemente, en un barco mercante y se habrá «colado» en algún puerto europeo. 

La policía holandesa también había visitado las bodegas que administraba la Internationaal Systeem y había descubierto una remesa de varios kilos de cocaína en una de ellas. Sin duda la camioneta blindada también servía para el transporte de la misma y los guardias de seguridad para vigilar los transportes y las entregas. La empresa era una fachada ideal para este tipo de negocios.

Cuando lograron decriptar los archivos de los computadores, encontraron planillas de cálculo que daban cuenta de importantes movimientos de fondos, muy superiores a las actividades reales de esa pequeñísima empresa. Y la explicación final de las referencias a Andorra: tenían allá una cuenta en un banco local, bajo el nombre holandés, razón por la cual InterSystem era desconocida. Andorra era un pequeña paraíso fiscal pero, al estar dentro de la Unión Europa, se veía cada vez más presionada para abandonar el secreto bancario en los casos criminales, por lo que dió a conocer los movimientos de esa cuenta. Pasaban por ella millones de euros que se enviaban hacia otros paraísos fiscales como las Bahamas y las Islas Caimán. Recibía muchos depósitos en efectivo pero también transferencias desde el banco ABN holandes, el Fortis de Bélgica y el Deutsche Bank de Alemania. Interpol investigaría a los dueños de esas cuentas. Pero acerca de los destinatarios no se podía hacer nada. En el Caribe protegían sus clientes contra viento y marea.

Por el hecho de que Internationaal Systeem servía a las tripulaciones de LAN-Perú, se decidió controlar mejor a éstas en el aeropuerto de Schiphol y se advirtió también a la policía española que hizo lo mismo en Barajas. Una semana después, varios tripulantes de LAN-Perú fueron detenidos en Madrid, acusados de transportar cocaína. A raíz de esta detención, la policía peruana -alertada también- realizó varias arrestaciones en Lima y luego en el Cuzco, entre otros de traficantes bolivianos. Así, era toda una red la que había sido expuesta, desde Bolivia hasta Holanda. Se terminaba de destruir la red que ya había sido desbaratada entre La Paz y Santiago a raíz del asesinato de Guy Lefranc y del secuestro de Jef Trompel.

Interpol no encontró antecedentes acerca de Teplisty. Fue condenado como primerizo por tráfico de droga y tentativa de asesinato contra Jef Trompel. Pero no se pudo probar su participación en la muerte de uno de sus probables cómplices o competidores en la casa de Lefranc en Bruselas. Para reducir -mínimamente- su sentencia denunció a sus cómplices en Holanda y, de este modo, se identificó y castigó al cracker que había intentado penetrar en el sistema contable de Lamercan.

FIN

13/10/09

La herencia 8.2.

Trompel no pudo contactar a la oficial: ya había abandonado su oficina. El día siguiente, después de tomar desayuno en el hotel, llamó de nuevo a Wienants. Ésta ya estaba al tanto de la agresión de la tarde anterior. Y ya tenía algunas informaciones al respecto. Habían descubierto que el chofer de los asaltantes, que había resultado herido, era el mismo que conducía habitualmente a los tripulantes de la línea aérea Lan Perú, línea que cubría la ruta La Paz, Lima, Madrid, Amsterdam. El vehículo pertenecía a una firma de seguridad llamada Internationaal Veiligheid Systeem Gezelschap. Los dos detenidos que habían secuestrado a Trompel no eran conocidos de la policía local. Fueron fichados y se enviaron los datos a Interpol. Lo que le pareció más significativo era que el número IP investigado, de donde se había tratado de estafar a Lamercan, pertenecía también a esa empresa. Reconoció que el belga había tenido razón al considerar que el hackeo podía estar relacionado con los otros casos y le dijo a Trompel que lo pasaría a recoger a su hotel para ir, junto a otros dos agentes, a visitar la empresa involucrada.

Mientras la esperaba, el detective asoció el nombre holandés con el que había dado Teplisty: InterSystem debía ser un condensado de Internationaal Systeem. Y si atendían tripulantes que viajaban de La Paz a Amsterdam, podía haber ahí otra pista apuntando al tráfico de drogas. Aunque se decía que la droga fluía libremente en Holanda, no era totalmente cierto. Lo era solamente para las drogas "blandas" como la marihuana, y había muchos programas orientados a la rehabilitación de drogadictos. Pero las drogas duras, como la cocaína y la heroína estaban prohibidas y el tráfico sancionado. Aunque, dada la importancia de sus puertos, el país era un lugar importante del tráfico europeo.

Un cuarto de hora más tarde, la inspectora Wienants recogía al belga y, junto a los demás agentes, se dirigían hacia Pakhuis Amsterdam, donde estaba la empresa que habían identificada. En el camino le contó lo que ya había averiguado de ella: oficialmente ofrecía servicios de seguridad a centros comerciales y medianas empresas, lo cual incluyía guardias de seguridad, camionetas blindadas y sistemas electrónicos así como software de protección de sistemas computacionales. Sin embargo tenía muy poco personal: no más de unas diez personas, lo cual no se condecía con su balance comercial que correspondía a una cifra de negocio de varios millones de euros. Ésto era sospechoso.

Las sospechas aumentaron cuando llegaron a la dirección de la empresa, en Jollemanhof, justo encima de las oficinas de Greenpeace Nederland. Las oficinas no representaban en absoluto lo que se esperaría de una empresa de su categoría. Apenas una recepción, una oficina para el gerente, mínimamente amoblada, otra con computadores para dos empleados, y una pequeña sala de reunión. El gerente no estaba y la recepcionista se vió obligaba a mostrar los locales y a dejar a los agentes urguetear por todas partes. No se veía ningún archivador: todo debía estar en los computadores. 

Encerraron en la pequeña sala de reunión a las dos personas que trabajaban en estas máquinas. Los dos agentes, especialistas en computación, se intalaron entonces en los equipos y los empezaron a revisar, ubicando de inmediato el que había sido el punto de partida del ataque a Lamercan. 

La inspectora Wienants, entre tanto, interrogaba a la secretaria-recepcionista acerca de la firma y de sus jefes. No fue sorpresa para Trompel que dijera que el gerente se llamaba Karl Teplisty. El belga preguntó entonces si usaban a veces el nombre de InterSystem y ella contestó que era el que usaban en forma habitual para los contactos fuera de Holanda. Le preguntó si tenían una oficina en Andorra y ella contestó que nunca había oído hablar de ésta.

Los ciberdetectives anunciaron a su jefe que habían encontrado numerosos archivos encriptados en los dos computadores. Sería necesario llevarlos a su laboratorio para analizarlos con calma y con programas especiales para tratar de traducirlos. Desconectaron entonces todos los periféricos y se aprestaron a llevarse las CPUs. Wienants siguió con el interrogatorio de la secretaria. No sabía nada de los socios financistas de la empresa. La mujer le confirmó los tratos habituales con las tripulaciones de LAN-Perú y le dió la dirección de unas bodegas que ellos ofrecían en arriendo a terceros, "con altas medidas de seguridad". También entregó sus listín telefónico, con una lista muy corta de clientes habituales.

Mientras tanto, los otros dos agentes habían ido a interrogar a los operadores de los computadores. Uno declaró ser contador y el otro un mero operador, encargado de supervigilar las operaciones y el personal cuyo servicio ofrecían a terceros, como los choferes y los guardias de seguridad. Había un chofer de automóvil -el que había resultado herido en el asalto a Trompel- y un chofer de camioneta blindada, destinada al transporte de valores, así como una docena de guardias de seguridad que trabajaban en un pequeño centro comercial cercano. Los nombres, direcciones, y actividad estaban registrados en su computador y la policía encontraría ahí los datos. Sabían sin embargo que trabajaban otras personas en los computadores, las que no estaban registradas como miembros del personal. Concurrían por las noches y no los habían visto nunca. Sabían de ellos únicamente porque se les había advertido de ello y por los archivos encriptados, acerca de los cuales se les había dicho que no hicieran preguntas. 

Los policías tomaron los nombres de las tres personas encontradas, verificaron sus domicilios y les ordenaron que no salieran de la ciudad. Y también que avisasen si llegaba el señor Teplisty, para quién dejaron una citación a presentarse a la oficina de Wienants. Iban a retirarse, llevándose los dos computadores, cuando entró un hombre.
- ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué se llevan nuestros computadores?
- ¡Policía! ¿Quién es ud?
- Soy Karl Teplisty, el gerente.
- ¡Queda ud detenido! Nos ha de acompañar para quedar a disposición del Ministerio Público.
- ¿De qué se me acusa?
- De intento de fraude informático y de complicidad en secuestro y asesinato.
- ¡Pero ésto es absurdo! No sé a qué se refiere.
- Lo sabrá cuando lo formalicen en el juzgado. ¡Acompáñenos!

Lo hicieron subir en el auto policial. Guardaron los computadores en la maleta. Todos subieron y el vehículo volvió al ayuntamiento. Mientras Trompel seguía a Wienants hacia su oficina, los otros hombres se llevaron a Teplisty en otra dirección.

La inspectora explicó que Teplisty sería llevado al complejo judicial de Schiphol. Ahí, en la cercanía del aeropuerto de Amsterdam, estaba el gran edificio de los tribunales y la cárcel en que se mantenían a los sospechosos durante las encuestas. Ahí, la seguridad estaba a cargo de la Koninklijke Marechaussee, la gendarmería real. La investigación local seguiría a cargo de un fiscal y de la policía judicial de Amsterdam. Pero en este caso, dado que se trataba -al parecer- de crimen organizado internacional, se designaría sin duda un equipo especial en el marco de Eurojust, el sistema de coordinación judicial de la Unión Europea. Se coordinaría con la PJF y el juez belga encargados del caso allá. 

Dado que había sido secuestrado en Amsterdam, se le pedía a Trompel presentarse el día siguiente en el Centro de Justicia de Schiphol para rendir oficialmente su testimonio al respecto. En cuanto a lo ocurrido en Bélgica, su testimonio debía ser recogido por el fiscal a cargo en Bruselas. El relato hecho ante la inspectora holandesa de lo ocurrido en el extranjero sería anexado por ésta como antecedente para establecer la internacionalidad y la gravedad del caso. Wienants prometió avisarle a su hotel la hora y la sala en que debería presentarse el día siguiente en Schiphol. También le comunicaría cualquier otra novedad acerca de la investigación.

Hacia las seis de la tarde, Trompel recibió el llamado de Wienants. Debía presentarse en Schiphol a las once del día siguiente, en la sala 301. También le contó que se había descubierto que uno de los agresores de Trompel era boliviano y había ingresado a España como empleado de InterSystem, con destino a Andorra, igual que el muerto en Bruselas. Aún esperaban de Interpol información acerca del otro. Sobre Teplisty no habían encontrado información y su identificación también había sido pasada a Interpol.

6/10/09

La herencia 8.1.


Capítulo 8

Trompel salió a las ocho de la mañana de la estación Midi. Después de cuatro horas en el Thalys, el tren de alta velocidad, desembarcó en la Centraal Station de Amsterdam. Decidió almorzar ahí mismo, desconfiando de los precios de su hotel. Luego abordó un taxi para hacerse conducir allí. En el camino, observó los turísticos botes panorámicos de techo de cristal que abundaban en los canales. Ya no le extrañaban las calles llenas de ciclistas, el medio de transporte más común y más famoso de Holanda. Llegó así rápidamente a la plaza Professor Tulp, donde está el hotel Amstel InterContinental, uno de los mejores de la ciudad, en un edificio que data del siglo XIX, en la ribera del río Amstel.

Subió la escalinata de piedra y entró por la puerta revolvente, se registró en la recepción y fue a dejar su equipaje en su habitación. Le llamó la atención la alfombra desgastada y algunas roturas en el revestimiento de madera de las paredes. ¡Increíble en un hotel de cinco estrellas! Luego salió y tomó otro taxi para ir al ayuntamiento, donde le habían dicho que estaba la oficina del inspector Wienants. El edificio comunal, por lo que sabía, estaba en la plaza del Dam, que quedaba bastante lejos aunque pudo llegar rápido, siguiendo primero el Amstel y luego por la avenida Rokin. Pero no encontró ninguna oficina en el antiguo edificio. Era un lugar turístico que databa de la Edad Media y sólo se podía entrar en visita guiada. El guardia le informó que todas las oficinas habían sido trasladadas a un nuevo edificio, el Opera Stadhuis, que estaba en la Waterlooplein, Amstel 1.

Volvió a tomar un taxi y rehizo en sentido contrario la mitad del trayecto que había seguido para venirse desde su hotel. Donde terminaba la avenida Rokin y comenzaba Amstel, cruzaron un puente y, justo al otro lado, estaba la plaza Waterloo y el enorme edificio nuevo con las oficinas municipales.

Lo mandaron al cuarto piso de un ala lateral. Ahí encontró una oficina con una chapa en la puerta que decía solamente "Wienants". Golpeó y, al oír "Binnen", entró. La oficina, con mobiliario metálico barato y sin ningún tipo de decoración, tenía la pulcritud típica de las casas holandesas. Pero lo que más lo sorprendió fue la figura sentada detrás del escritorio: el inspector principal Wienants era una mujer fornida, de pelo rubio corto y ojos verdes.

Trompel se presentó. La inspectora lo esperaba y estaba al tanto del requerimiento relativo al computador desde el cual se había tratado de penetrar en los archivos y las cuentas de Lamercan. Explicó que la policía holandesa se componía de veinticinco cuerpos regionales diferentes, coodinados por el Korps Landelijke Politiediensten (KLPD) con sede en La Haya. Ella estaba a cargo de la unidad de delito informático de la rama judicial de la zona de Amsterdam. Había sido avisada por el KLPD a requerimiento de Europol, ya que se trataba de un asunto internacional.
- Me dijeron que ud me podía facilitar muchos antecedentes acerca de este caso y que la intrusión podría estar relacionada con un caso de secuestro y asesinato. ¿Me puede poner al tanto de los detalles? -le preguntó, después de confirmarle de que esperaba tener ese mismo día la información relativa al computador buscado, por lo que podrían allanar el lugar el día siguiente.
Trompel le resumió entonces al máximo lo ocurrido en Chile y Bolivia y le relató la visita del señor Teplisty a las oficinas de Lamercan, reclamando el mismo monto que se había exigido por el rescate de Guy Lefranc. También le relató las intrusiones en los dos domicilios de Antoine Lefranc y el descubrimiento del hombre muerto en uno de ellos así como su identidad y su relación con InterSystem y Teplisty.
- No entiendo la relación de todo ésto con el caso que tengo en mis manos -dijo la policía-. Para mí se trata de una tentativa de crackeo que no dió resultado y, por lo tanto, es un caso muy menor. Sólo al conocer el dueño del computador podríamos eventualmente descubrir algo más importante. Si no se trata meramente de algún chico genial que hizo un sondeo aleatorio.
- Pero debe admintir que todo gira en torno al señor Lefranc y que son múltiples los delitos relacionados.
- Los que me señala son delitos graves, en efecto, pero no me ha podido dar prueba alguna de que el hackeo esté relacionado con ellos. Sólo hay una coincidencia en el tiempo, que no constituye prueba de nada. Le agradezco su información pero, por ahora, no es relevante para mí. Yo pensaba que me traería pruebas más contundentes. Lamento que haya perdido el tiempo al venir hasta aquí. Si descubrimos algo importante, avisaremos a la policía belga. Gracias, señor Trompel. Hasta luego.

Algo ofuscado por el brusco término de la entrevista, Trompel se retiró y salió del ayuntamiento. En el fondo, debía reconocer que la inspectora tenía razón: la relación de la intrusión informática con los asesinatos era una mera hipótesis de trabajo.

Al salir del edificio se dió cuenta de que ya comenzaba a oscurecer. Calculó que su hotel debía quedar bastante cerca si tomaba la avenida Amstel, del mismo lado del río. Así que se fue caminando por la costanera, que estaba bien iluminada. El hotel quedaba un poco más allá del segundo puente. Al llegar al primero, el Magerebrug, un auto se paró delante de él cuando iba a cruzar la Kerkstraat, bloqueándole el paso. Dos hombres con ropa y lentes oscuros se bajaron velozmente, lo tomaron bruscamente de los brazos y lo empujaron en el auto. Luego, salieron a toda velocidad. ¡Lo secuestraban otra vez!

Obligaron a Trompel a hincarse en el piso del auto y agachar la cabeza. Le amarraron de pies y manos y le taparon la boca con cinta adhesiva. Mientras tanto, el vehículo seguía por la Kerkstraat, acercándose al Muidergracht que cruzó y luego siguió por varias cuadras, alejándose del centro. Avanzaron unas diez cuadras para deternerse luego en una zona solitaria. Arrastraron a Trompel fuera del auto y se preparaban a lanzarlo al agua del canal que ahí pasaba cuando se oyó una sirena. Era un auto-patrulla policial que se acercaba a toda velocidad. El esfuerzo que debían hacer los delincuentes para lanzar a Trompel era demasiado importante para que lo hicieran con rapidez. Prefirieron entonces dejarlo caer al borde del canal y trataron de subir de vuelta a su auto para arrancar, pero la patrulla les bloqueó la pasada y los agentes, arma en el puño, les gritaron que se detuviesen. Mientras los atacantes saltaban al auto, su chofer puso la marcha atrás, para tratar de evadirse de todos modos, pero los policías dispararon a través del parabrisas, hiriéndolo gravemente. Los otros dos hombres huyeron entonces a pie, pero una segunda patrulla se acercaba ya y les cortaba el camino. No tuvieron más remedio que rendirse. Entre tanto, un policía del primer vehículo se había acercado a Trompel, lo liberaba de sus ataduras y le preguntaba quien era. Indicó rapidamente lo que hacía en Amsterdam y su contacto con la inspectora Wienants.

Después de un breve conciliábulo entre los dos grupos de policías, la segunda patrulla partió con los detenidos. Después de señalarle que debería rendir testimonio ante la justicia, para lo cual lo convocarían en uno o dos días más, el hombre que había liberado a Trompel le ofreció llevarlo a su hotel, pero debían esperar primero la llegada de la ambulancia para recoger al malhechor herido. Trompel preguntó si el hotel quedaba lejos y le dijeron que, después de cruzar el canal, quedaba a unas seis cuadras, por la Sarphatistraat. Les dijo que, en este caso, podía seguir perfectamente a pie y que ello le serviría para pensar en lo ocurrido. Llamaría a Wienants al llegar, para analizar con ella lo sucedido. ¡Ésta vez había un delito grave sin duda relacionado con los otros!