30/6/09

Artecal 3.5.

Chile

Al alba, Riderelli y su amiga se dieron a la tarea de ascender por el acantilado en la dirección indicada por el guía, el cual se quedó en el campamento. Llevaban bolsas vacías, palas, paletas y cepillos: el material necesario para una excavación y para limpiar los objetos encontrado sin dañarlos. Llegados a la planicie, se sorprendieron al ver de lejos las ruinas de algunas casas. Los muros de adobe parecían enteros y muy bien conservados. Debía ser un ayllú, un pueblito inca o aún más antiguo. Visitaron el interior de las ruinas pero no había ningún objeto interesante a la vista. Se encontraba frecuentemente alfarería en las cocinas, pero aquí no había nada. Quizás ya había sido todo robado. Había que buscar el cementerio, si es que había uno. Ahí, al excavar un poco, se encontraban generalmente piezas de orfebrería al mismo tiempo que vasijas de ofrenda e incluso ustensilios de trabajo y otros objetos que estos pueblos consideraban útiles para la vida en el más allá. Por lo tanto, dieron una vuelta alrededor del ayllú, pero no encontraron nada. Salvo un senderito que se alejaba entre dos montículos. Decidieron seguirlo. Después de diez minutos de caminata bajo un sol implacable, descubrieron un terreno llano que parecía dividido en grandes cuadrados por líneas de piedras que parecían cimientos de casas, pero los recintos eran demasiados pequeños para que fuesen tales. ¿El cementerio?

Empezaron a sacar tierra de uno de los recintos. Confirmaron así que el contorno estaba hecho de algunas filas de ladrillos crudos. En el centro apareció el cuello de una suerte de cántaro. Después de retirar más tierra, se convencieron de que se trataba de una ánfora funeraria. Sabían que los antiguos pueblos de la zona tenían la costumbre de momificar a sus muertos y colocarlos en este tipo de urna. Si había algo interesante en la tumba, estaría en el interior de la urna. Rompieron entonces el sello y despejaron la apertura. Debían o bien sacar el ánfora del suelo y darle vuelta para vaciarla o bien extraer la momia para revisar ésta y mirar si había otra cosa en la urna. Excavar tomaría demasiado tiempo y les impediría explorar otros recintos así que optaron por extraer la momia. Felizmente los tejidos y las cuerdas que envolvían ésta resistieron la tracción y lograron extraerla. Agotado por el esfuerzo y cubiertos de transpiración debieron descansar unos diez minutos antes de continuar con la profanación. Primero miraron en la urna, alumbrándola con una pequeña linterna que habían traído. Pero no había nada. Luego se pusieron a desenvolver la momia. Descubrieron broches de plata, pequeñas tablillas talladas y, finalmente, un collar con piedras semi-preciosas. Era el tipo de cosas que buscaban y que era fácil comercializar.

Pero ya había transcurrido toda la mañana. Eran más de las dos de la tarde y necesitaban comer antes de seguir con su trabajo. Guardaron los pequeños objetos encontrados y se restauraron. Empezaron a abrir otra tumba pero, aquí, perdieron un tiempo precioso. El ánfora estaba rota y la momia aplastada. No podrían extraerla sin antes sacar toda la tierra. Perfirieron pasar a una tercera tumba donde tuvieron el mismo resultado que con la primera. Pero el sol empezaba a bajar y deberían apresurarse para volver a su campamento antes de la noche. Regresaron por lo tanto al ayllú para luego volver hacia el acantilado para bajar. ¿Pero, por dónde habían subido? Sorprendidos a la vista de las casas cuando llegaron, habían olvidado de marcar el lugar preciso del camino que habían seguido para llegar.

Al avanzar en sentido inverso, había muchos lugares que parecían ofrecer un buen punto de partida para bajar. Trataron de encontrar el ángulo exacto de visión que habían tenido al llegar y penetraron en la grieta que les pareció correcta. Pero no lo era. Y si subir no había sido fácil, bajar lo era aún menos. Después de veinte minutos se dieron cuenta de su error. La grieta era más honda y, con la pueta de sol, se ponía más y más oscura. Cuando ya pensaban dar la vuelta y subir nuevamente, Olivia resbaló sobre las piedras sueltas que cubrían el suelo. Sin poder sujetarse, siguió resbalando velozmente, se rasguñó entera al pasar por espinos y se golpeó fuertemente unos cincuenta metros más abajo, quedando medio aturdida. Con grandes dificultades, Riderelli llegó cerca de ella unos minutos más tarde. A la luz de su linterna pudo ver lo rasguñada que estaba. Ella se serenó y se puso a quejarse.
- « Mi tobillo me duele mucho, y también mi hombro. Me debo haber torcido el pie: no puedo apoyarme en él. ¿Qué vamos a hacer? »
- « No podemos seguir. Deberemos pasar la noche aquí. Mañana podré buscar un camino para llegar al valle, ir a buscar el guía y venir a ayudarte con él si no puedes bajar conmigo. Hará frío esta noche y no tenemos sacos de dormir. »

Era cierto. Si de día hacía más de veinticinco grados en esta zona, de noche la temperatura podía bajar a varios grados bajo cero.

Gracias a que la grieta era bien protegida, tuvieron la suerte de que no helara. Pero el frío, con la tenida que llevaban, había sido intenso y el sol no calentaría el suelo hasta bien avanzado el día. Al amanecer, Riderelli decidió ponerse en marcha. Olivia temblaba de frío y estaba al borde de la inconciencia. Debía partir sólo, esperando encontrar el camino de su campamento. Cubrió la mujer lo mejor que pudo dejándole su propia parka, agua y las pocas galletas que les quedaban, esperando poder volver muy pronto con el guía y ayudarle a bajar. Pero el avance muy mucho más difícil que lo que esperaba. Después de más de una hora de trabajosa bajada llegó sin embargo al borde del río. Juntó piedras y formó con ellas una flecha en el suelo para indicar donde subir para encontrar a su compañera.

¿Pero en que dirección se encontraba el campamento, hacia el norte o el sur? Finalmente observó hacia el norte un promontorio que pensó haber visto desde el campamento y se dirigió hacia allí. Al adelantarlo, encontró las carpas y el guía a quién contó lo ocurrido la noche anterior. Estuvieron de acuerdo en que sería imposible ir a buscar a Olivia por lo escarpado de la grieta. Era cosa de andinistas especializados en rescate. Sólo quedaba una posibilidad: volver a Conchi y pedir la ayuda de los carabineros, esperando que Olvia resistiera durante el tiempo que se demorarían.

Partieron en seguida hacia el sur, avanzando a marcha forzada. Les tomó así tres días en vez de cuatro llegar a Conchi, donde alertaron a los carabineros. Éstos llamaron inmediatamente al retén de Calama, donde tenían un helicóptero. Éste podía llegar rapidamente y seguir hasta el lugar donde habían dejado a Olivia. Como habían recibido la orden de detener a Riderelli, lo detuvieron y, cuando llegó el helicóptero, el guía subió a bordo para conducir la búsqueda. Después de dos horas de vuelo, el guía reconoció el lugar donde habían acampado. Sobrevolaron el promontorio y vieron la flecha dejada por Riderelli, pero no había ningún lugar adecuado para aterrizar en la cercanía. Sabían además, por las explicaciones del anticuario, que sería sumamente difícil proceder desde abajo. Siguieron entonces, sobrevolando lentamente la grieta en dirección al altiplano y se prepararon para una recuperación desde el aire.

En la primera pasada, no vieron nada. Al volver, desde otro ángulo, el copiloto distinguió con sus binoculares un trozo de tela azul: podía ser una parka, y el guía confirmó que los excursionistas llevaban prendas de este color. El aparato se quedó en vuelo estacionario sobre este punto y uno de los carabineros descendió por una soga. Encontró a Olivia, que parecía desmayada. Hizo señas hacia el aparato y le bajaron la camilla-canasta donde colocó la mujer. Después de que la subieran, le devolvieron la soga y volvió a bordo. Llevaron entonces la mujer al hospital de Calama, donde llegaron tres horas después. Cuando se la ingresó a la sala de urgencia sólo pudieron constatar su deceso. Había muerto de frío y de deshidratación.
Riderelli fue entregado a la Policía de Investigación de Calama.

24/6/09

Artecal 3.4.

Llegados a Antofagasta trás una noche de viaje, Riderelli y Olivia arrendaron un auto y siguieron hacia Conchi, un pueblo de la región de Atacama donde esperaban encontrar al guía del arqueólogo universitario. Dado que en Santiago la policía había averiguado que su destino era Antofagasta, el cuartel de Investigaciones de esta ciudad recibió poco después un boletín de búsqueda emitido después del descubrimiento del museo particular del anticuario. Los detectives encontraron rapidamente la agencia de locación de autos. Pero ahí se detenía la pista. ¿Cómo saber hacia dónde se dirigían? Enviaron el boletín de búsqueda a todos los retenes de carabineros de la región, con la descripción del vehículo y de sus ocupantes. Hay retenes en casi todos los pueblos y pueblitos del país así como en las rutas fronterizas por lo que pronto serían ubicados. En Conchi, como en otras partes, se hizo una ronda observando los vehículos y no tardaron en encontrar el auto buscado estacionado cerca de la casa donde alojaban ocasionalmente los pocos turistas que llegaban al pueblo. Las dos personas ya se habían ido. Los carabineros hablaron entonces con el campesino que arrendaba mulas, quién identificó a los dos turistas con quienes había conversado y a quienes había enviado a un amigo que les podía servir de guía para explorar la cordillera. Llegados a casa de éste, los uniformados supieron que habían llegado demasiado tarde. El grupo había salida y nadie sabía exactamente adonde iban.

Mientras tanto, Riderelli, Olivia y el guía, cargados de mochilas con víveres y lo necesario para acampar, avanzaban por una estrecha pista que bordeaba el río Loa y se internaban entre las montañas. El sol los puso a dura prueba durante la caminata por el empedrado. Después de tres días, pudieron observar grabados prehistóricos en bajo relieve en el acantilado. Pero no podían obviamente extraer nada y siguieron camino entre los montes Quemazon y Chela. El día siguiente, el guía les dijo que no había ido más lejos. El arqueólogo había subido por el acantilado con su ayudante y había vuelto por la noche muy entusiasmado. Descansaron por lo tanto de la caminata y esperaron el día siguiente para explorar el acantilado y la meseta donde estarían las ruinas.

Europa

Apenas llegado a Bruselas, el comisario Servais interrogaba de nuevo a Müller.
- « ¿Los nombres de Enero, Ripaldi, April, Lefèvre y Weinstein le dicen algo? »
- « Lefèvre es nuestro corredor de seguros. Tiene su oficina en el bulevar des Capucines en París. La dirección completa está en los documentos de mi oficina. Weinstein es WNT, uno de nuestros proveedores, como Ducquet. Sólo tengo un número de teléfono, que debería estar en el listado. No conozco los otros. »
- « Sin embargo pagó a Lefèvre con fondos ilegales. »
- « Entonces quizás el señor van Hasselt haya hecho algún otro negocio con él. Pero yo no puedo confirmarlo. »

En Londres, no hizo falta esperar mucho tiempo para que haya novedades. Lefèvre estaba furioso. Quería volver a Madrid y retomar sus actividades habituales. Como no podía contactar a Enero, se decidió a volver a la tienda de Abril el lunes siguiente.
- « ¡Ya no aguanto más! » lanzó al entrar. « ¿Cuánto tiempo piensan obligarme a quedarme aquí? ¡Vuelvo a Madrid: tengo que hacer allá! »

No pudo decir nada más y April no tuvo tiempo para contestarle: cuatro detectives de Scotland Yard habían entrado y los detenían. Afuera, otros dos detenían a Julien De Modt que estaba observando la tienda. Una vez en la comisaría, no tardaron en descubrir que De Modt era en realidad Giuliana Di Motta o Julienne Lamotte. Fue encerrada, a la espera de su envío a Bruselas. Lefèvre debería responder por el intento de corrupción y avisarían a la policía francesa de su arresto. En el caso de Diana April existía la acusación de tráfico de arte proveniente de Bruselas y Luxemburgo. Se haría por lo tanto un allanamiento de su tienda y su domicilio, en la búsqueda de pruebas.

Otro policía había sido encargado de vigilar el hotel Alexandra y de seguir a Enero-Ripaldi. Éste tomó el tren hasta Dover, donde fue al puerto y subió a bordo de un barco llamado Sea Explorer. El detective logró avisar a su central y se hicieron algunas investigaciones acerca del barco. Estaba matriculado en las Bahamas y pertenecía a la Submarine Exploration Company, la cual se presentaba como especialista en cartografía submarina. La policía portuaria controló los documentos de toda la tripulación donde estaban representadas varias nacionalidades: italianos, americanos, panameños y malasios. Los italianos y americanos eran los oficiales y los científicos; los otros eran simples marineros. Pero el número de éstos parecía exagerado. ¿Y que hacía ahí Ripaldi, si se trataba de un navío científico y que él no era miembro de la tripulación? ¿Era una coincidencia que el barco hubiese llegado de Nápoles la noche anterior a su cita en Ipswich?

Ripaldi no había vuelto a bajar del barco y, como su partida estaba anunciada para el día siguiente, el Yard decidió interrogar a algunos marineros. Se hizo una redada en un bar cercano y dos de ellos fueron llevados a una comisaría: un panameño y un malasio. El último trabajaba en la sala de máquinas y no pudo aportar ninguna información útil. Sólo sabía que el barco se detenía regularmente en alta mar, "probablemente para hacer los mapas". El interrogatorio del panameño fue más sorprendente: aseguró que era guardia de seguridad. ¿Y por qué necesitaban guardias en ese barco?
- « Por las cosas que los buzos traen del fondo del mar. » fue la respuesta.
- « ¿Qué tipo de cosas? »
- « Monedas, armas antiguas y modernas, vasijas, a veces estátuas... » 
- « ¿Entonces el barco no hace exploración cartográfica? »
- « Puede ser que sí. Pero los buzos aprovechan las paradas para traer cosas del fondo del mar. Hay a bordo expertos que las estudian. Luego todo se empaca y se desembarca por la noche en botes zodiac cuando estamos cerca de la costa de Italia. »
- « ¿Y para ésto necesitan guardias? »
- « Para defendernos de los piratas que pueden abordarnos en el mar para robar todo y para asegurar que los paquetes sean entregados en las manos apropiadas al desembarcar. »
- « ¿Y el desembarco en zodiacs durante la noche en una playa le parece correcto? »
- « No lo sé. Los reglamentos no son asunto mío. »
 
Le mostraron la foto de Ripaldi.
- « ¿Conoce a este hombre? »
- « Sí. Hace a veces el trayecto con nosotros. Habla con el capitán y los científicos y parece tener autoridad. Pero no habla con nosotros. »
- « ¿Conoce su nombre? »
- « Jamás nos lo han dicho. » 

Como la policía no tenía elementos para conseguir una orden de allanamiento, el barco partió el día siguiente sin que se viera bajar a Enero-Ripaldi.

16/6/09

Artecal 3.3.

El viernes, en Londres, Lefèvre visitó la casa Christie's en King Street y participó en un remate. No pudo resistir la tentación y compró un reloj Luís XV. Después de la venta, esperó la salida de los empleados y abordó uno de ellos, quien lo reconoció como cliente y aceptó ir a tomar un trago juntos para hablar de las obras de arte que pasaban por la sala. Después de algunas consideraciones anodinas, el francés trató de sobornar al empleado ofreciéndole una fuerte comisión para que le ofreciese objetos sin pasar por los canales normales. El inglés se mostró horrorizado, rehusó la oferta con vehemencia y puso fin a la conversación. Llegado a casa, llamó a Scotland Yard para denunciar el intento de corrupción y, como no sabía el nombre del sujeto, aceptó que un policía le llevase una serie de fotos para tratar de identificarlo. En la colección estaban todos los sospechosos de Ipswich. Y reconoció rapidamente la foto de Lefèvre.

- « Hay ahí otra persona que viene regularmente a comprar en nuestra casa » agregó el empleado, mostrando la foto de Abril.  « ¿Es una delincuente? »
- « Sabemos que es una anticuaria londinense y está implicada en una encuesta. Si sabe algo más de ella, podría sernos útil. » contestó el inspector.
- « Solamente es una cliente habitual. No hay nada irregular que yo sepa. »
Después de hacerle firmar una declaración dando cuenta de la oferta de Lefèvre, el detective lo dejó. Scotland Yard acababa de confirmar las sospechas de la policía francesa: el hombre estaba sin duda mezclado en una red de tráfico ilegal.

El mismo día, el Yard, a través de Interpol, recibió una identificación de "Enero": era conocido en Nápoles como una abogado de la mafia de nombre Mario Ripaldi. De Bélgica había llegado el anuncio de la implicación de Abril en el tráfico de arte y en el caso en que también estaba implicada la mujer identificada en Ipswich como Giuliana Di Motta. El nombre de Lefèvre también estaba mencionado por Bruselas en el mismo asunto. Todo ello llevó a Scotland Yard a decidir que convenía intervenir más activamente. La vigilancia se mantendría y se daría una semana de plazo para esperar un nuevo encuentro o un acto dudoso de alguno de los protagonistas para proceder al arresto de todos los sospechosos.

*
En Santiago, Riderelli y Olivia tomaron el día siguiente un bus-salón con destino a Antofagasta. La policía decidió aprovechar su ausencia para liberar a Müller y allanar la casa de Riderelli en la calle Tomás Moro. Ya tenían la autorización judicial para intervenir en San José y obtuvieron rápidamente la otra gracias a los testimonios de Mattheys y Remi.

Los ocupantes de la casa de San José no opusieron resistencia. Müller fue encontrado en una pieza cerrada con llave que daba hacia un jardin posterior y cuya ventana tenía barrotes. A pesar de sus objeciones, fue arrestado y conducido al cuartel general de Investigaciones. Al mismo tiempo, la casa de Riderelli fue asaltada. Romero, que estaba sólo adentro con una empleada, no había querido abrir y la puerta tuvo que ser derribada. Romero trató entonces de huir por atrás, pero los detectives ya lo esperaban y lo redujeron. La exploración del lugar no aportó gran cosa aparte de las huellas digitales de la mujer llegada de Europa y de quién no habían logrado establecer la identidad. Su foto no estaba en los archivos pero sus huellas permitirían ubicarla en el Registro Civil.

Fue Remi quien interrogó a Müller dado que éste no hablaba castellano. Éste refirió sus conversaciones con Riderelli, las exigencias de éste y su anuncio de liberar a Mattheys. También explicó lo que había visto en el subterráneo, cosa que la policía no conocía ni había descubierto. Remi puso inmediatamente a Carrasco al tanto y ésta avisó a los hombres que seguían investigando en la casona. Éstos tuvieron grandes dificultades para encontrar el mecanismo de apertura. Estaba escondido en el pedestal de una pequeña estátua cerca del estante-biblioteca y podía ser activando discretamente al pasar al lado, lo que había impedido que Müller lo viera. El museo particular que descubrieron les sorprendió enormemente. Nunca habían creído que encontrarían tantas piezas originales, sobre todo considerando que el anticuario se ocupaba de su venta. También fueron alertados e interesados por la caja fuerte escondida detrás de uno de los cuadros. Un especialista debería abrirla y, con ello, tendrían seguramente acceso a los secretos de Riderelli.

Como la policía chilena no tenía razones para retener a Müller, se decidió que podía regresar a Bélgica bajo la vigilancia de Remi ya que éste lo había traído y que estaba bajo arresto por parte de la policía belga y luxemburguesa. Müller declaró por escrito lo que había ocurrido y firmó su declaración para los fines del proceso contra Riderelli. Remi también redactó y firmó un informe dando cuenta de lo efectuado durante su estadía y se le permitió partir con su prisionero. Obtuvieron dos asientos en un vuela de Iberia cuatro días más tarde y dejaron Chile.

9/6/09

Artecal 3.2.

Cuando Remi salía de la oficina de Riderelli, una mujer esperaba en la tienda y entró enseguida.
- « !Olivia, querida, qué gusto verte por aquí! ¡Pensaba que estabas siempre en Europa! ¿Qué te trae? »
- « Digamos que tenía 'saudade'. Y te traigo un lindo cuadro que uno de mis amigos del Prado me ofreció gentilmente. Me hiciste esperar, querdido. ¿Uno de tus pequeños negocios privados? »
- « Un turista belga llamado Ducquet recomendado por un amigo de Lima. Logré venderle dos pequeñas piezas al mejor precio. »
- « ¿Dices Ducquet? Conozco este nombre. Es un anticuario de Bruselas. Pero es extraño: corre allá el rumor de que fue asesinado hace varias semanas... »
- « ¿Qué hace aquí entonces? ¡Qué raro! Pero no discutamos de ésto aquí. Vayamos a mi casa, estaremos más cómodos y podrás contarme todos los chimes de allá. »

Salieron entonces, tomaron el coche del anticuario y se fueron a su casa. En el camino, la mujer habló de sus viajes en Europa y de los negocios que había realizado.
- « ¿Sólo vienes a pasar algunos días? » preguntó Riderelli.
- « Creo que me voy a quedar algún tiempo. El clíma no es muy bueno para mí en este momento en Europa. »
- « Pensaba que estabas instalada allú. ¿No habías comprado un departamento en París? »
- « Lo tengo siempre, pero más vale no estar allá. Debido a un importante robo de obras del museo del Louvre destinadas a un exposición en Dubai, la policía francesa está investigando la red con la cual me contactaba. Acabo de saber que allanó la galería Artecal de Luxemburgo. Si descubre que es un centro de tráfico la cosas serán aún más complicadas. ¡Más vale estar lejos! »
- « ¿Artecal? ¿Bajo investigación? ¡Ésto cambia todo para mí! »
- « ¿Conoces Artecal? ¿Tenías relaciones con ellos? ¿Por qué no pasaste por mí? »
- « La historia es larga. Llegamos. Entremos y tomemos un trago. Refrescáte si quieres y luego te cuento. »

Entraron y se instalaron en el salón. Riderelli sirvió un coñac a su amiga.
- « ¡Cuéntame pues! Parecías sorprendido y ahora preocupado. ¿Qué ocurre? » 
- « Me temo que los problemas se te adelantaron. A mediados de agosto un representante de Artecal llegó a mi tienda, recomendado por un contacto de Quito. Me ofreció los servicios de su galería para que aprovechemos su red en Europa porque querían abrirse a América del Sur. Mi financista colombiano estaba causalmente aquí y quiso aprovechar la ocasión. Le hablé de tí, pero no quería un latinoamericano allá. Decía que un latino sería facilmente sospechoso. Me ordenó por lo tanto utilizar todos los medios para explotar Artecal. Pero para ésto había que tratar con el patrón. Me exigió por lo tanto que retuviese al representante como medio de presión para que su jefe venga aquí, para convenir con él el modus operandi. Pero no vino el dueño sino el gerente. Así que ayer hemos soltado al representante para que vaya a convencer al dueño de venir, reteniendo ahora el gerente. Está en la casita que tengo en San José de Maipo. »
- « ¿El gerente es Müller, supongo? Si vino mientras la policía lo investiga quiere decir que sospechan algo y que también te están investigando. ¡Mala cosa! »
- « Entonces, que se presente justamente hoy otro belga que se hace pasar por un comprador conocido es también sospechoso. Voy a cerrar la tienda por unos días, para cortar el contacto con él. Quizás nos convenga salir de Santiago por algún tiempo. Podríamos ir a mi departamento de la costa o bien perdernos en la naturaleza y hacer un poco de prospección en terreno. »
- « ¡Debes tener alguna idea escondida si hablas de ir a terreno! »
- « En efecto. Uno de mis contacto en el departamento de arqueología de la Universidad de Chile me ha contado que uno de los profesores acababa de volver de una expedición en las gargantas del río Loa y que encontró las ruinas de un pueblito prehispánico que habría sido un centro agrícola y minero. No trajo nada porque no tenía tiempo ni equipo para iniciar excavaciones. Podríamos sin duda encontrar su guía y adelantarnoslo para recoger algunos recuerdos. ¿Qué dices? »
- « Puede ser una buena idea. ¿Pero qué harás con Müller? ¿Y si llega el patrón de Müller? »
- « Romero puede ocuparse de ésto. Este tipo nos hizo esperar tanto que le pagaremos con la misma moneda. Y si no viene, nos desharemos de Müller a la vuelta. »


El día siguiente, el detective encargado de vigilar la tienda vió que ésta se mantuvo cerrada. Dió una vuelta y se acercó como si fuese un cliente. En la puerta había un aviso que rezaba "Cerrado hasta nueva orden por razones de salud". Avisó de inmediato al comisario Figueroa por la radio de su auto. Éste avisó a Carrasco que pasó la información a Remi. Un poco más tarde se reunieron los tres para hacer un balance.

- « La tienda está cerrada. Es evidente que la venta no tendrá lugar. ¿Qué es lo que pudo alertar a Riderelli? ¡Oigamos la grabación de lo que pasó ayer! » sugirió Figueroa.

Escucharon la grabación de la conversación del anticuario con Remi y luego con la mujer con la que se había cruzado.

- « ¿Dió el nombre de Ducquet? » dijo Figueroa a Remi.
- « ¡Claro, no iba a dar el mío! Dar el nombre de un verdadero traficante me pareció útil para explorar el terreno. De haber conoocido la fama de Ducquet, habría reaccionado, pero no parecía conocerlo. Y nunca se ha publicado que se trataba de un asesinato. »
- « En efecto, no dió señales de conocerlo. Pero tuvimos mala suerte: justo llegó esa mujer que lo conocía. Y dijo que había sido asesinado. »
- « Algún contacto debe tener en el ambiente. Es muy posible que van Hasselt, el patrón de Müller, esté implicado en ese hecho. Y por ésto mismo es imposible que venga aquí. Lo cual complica la situación de Müller y él lo debe saber. »
- « Bien. No podremos pescar a Riderelli entregando obras robadas. Pero tenemos su testimonio y la grabación. Además, hemos detectado a otra traficante. Están comparando la foto que le tomamos ayer con los archivos. La enviaremos también a Interpol. Como llega de Europa, puede que la conozcan allá. El equipo de Tomás Moro indicó que Riderelli condujo la mujer a su casa. Seguiremos vigilándolos. Es una pena que no hemos podido colocar micrófonos en la casa. Esperaremos un nuevo movimiento de Riderelli para decidir qué hacer. »

2/6/09

Artecal 3.1.

Capítulo 3

Dos días después, en Chile, Carrasco y Remi esperaban a Mattheys en la sala de embarque del aeropuerto de Pudahuel. El equipo de San José de Maipo les había confirmado que la ID19 negra había recogido ahí a alguién a las nueve treinta, la hora conveniente para llegar al aeropuerto a la hora exigida para el registro de pasajeros del vuelo de Lufthansa que debía salir a las trece diez. A las once y media, Mattheys se había presentado en el mostrador acompañado de Romero que lo condujo luego hasta el ingreso en Policía Internacional.

Una vez fuera de la vista de Romero, los dos detectives abordaron a Mattheys.
- « Señor Mattheys, soy el inspector Remi, de la Policía Juidical belga. Y éste es mi colega Carrasco de la Policía de Investigaciones chilena. Lo estabamos buscando desde hace algún tiempo: su esposa nos había denunciado su desaparición. Estamos felices de que goce de buena salud y de que lo hayan liberado. Creemos saber que fue retenido en San José de Maipo por un anticuario llamado Riderelli, que es en realidad un traficante de obras de arte. Antes de que se vaya, ¿podría contarnos lo que ocurrió aquí? Podría ayudar así a la investigación local. »
- « ¡Vaya! ¡No esperaba encontrar la policía aquí y aún menos que estuviese al tanto de mis desventuras! Todo ésto es muy extraño. Un anticuario de Quito me recomendó que visitara al señor Riderelli y le ahblara de artecal, la empresa por la cual trabajo y que me envió aquí. Riderelli me pidió muchos detalles y me dijo que un importante cliente suyo quería establecer un contacto permanente con nosotros. Quería discutir las condiciones financieras y procedimientos de compra y de transporte de obras de arte hacia Europa. Pero yo no stoy autorizado para ésto. Le dije que debía hablar con mi jefe en Luxemburgo y les dí el número de teléfono de Müller, pensando que así ponía fin al asunto. Pero, para mi gran sorpresa, Riderelli me dijo que quería conversar personalmente con mi jefe y que éste debía venir a Santiago. Le dije que yo no estaba en condiciones de obligarlo. "En este caso, ud se queda aquí hasta que venga" me dijo. Me obligó a subir a un coche negro y me llevaron a una casita fuera de Santiago. Desde entonces, solo he podido dormir, comer y leer, hasta ayer, cuando el chofer me dijo que Müller estaba aquí pero que querían hablar con el señor van Hasselt. Yo podía volver a casa pero debía arreglármelas para que van Hasselt viniese a Santiago o, de lo contrario, Müller sufriría. No sé nada más. »
- « Müller vino, pero descubrieron que no es el que manda. ¿A quién más encontró durante su captividad? »
- « Solamente un hombre y una mujer, en la casa. El chofer venía de vez en cuando y hablaba con ellos. A mí, solo me decía que tuviera paciencia, que las cosas no eran fáciles. »
- « ¿No pidió telefonear a ud. mismo a Müller o a su esposa? »
- « Pedí hablar con Müller pero no quisieron. Tuve cuidado de no hablar de mi esposa. Sabía que ella me esperaba en una fecha prefijada y que, al no llegar, se inquietaría y pediría explicaciones a Müller. Si no eran claras, haría lo imposible para averiguar más. »
- « Es efectivamente lo que ocurrió. Pero las cosas son aún mas complicadas en Bélgica y Luxemburgo. La policía allanó Artecal y Müller fue arrestado. Lo hemos traído aquí y dejamos que se juntara con Riderelli para llegar a ud. y saber más de este asunto. Pero Müller ocupa ahora su lugar y nos ocuparemos de lo que sigue con la policía chilena. En Bruselas, el comisario Servais lo pondrá al tanto de lo que ocurrió allá y le indicará qué hacer a futuro. ¡Que tenga buen viaje! »

Los dos policías saludaron al pasajero saliente y se fueron a la prefectura, Remi contando en español a Carrasco lo que Mattheys le había dicho en francés.

Después de haber dejado Mattheys en el aeropuerto y haber verificado su embarque, Romero partió con el auto al domicilio de Riderelli. Ahí se hizo cargo de Müller y lo condujo a la casa de San José de Maipo. Aunque los detectives no lo vieron bajarse en San José ya que se cerraba el garaje cada vez después de la llegada del coche, lo vieron brevemente cuando abordó el vehículo frente a la casa de Riderelli.

Ese mismo día por la tarde, este último fue a su tienda. El policía que la vigilaba avisó a Carrasco y éste pasó a recoger al inspector Remi a su hotel con el auto camuflado de taxi. Le recordó a su colega las instrucciones para tratar de entrar en confianza con Riderelli y le dijo que lo esperaría con su taxi a la vuelta de la cuadra.

Remi entró en la tienda y se puso a mirar los objetos expuestos. Ubicó felizmente algunas muestras precolombinas puestas sobre un mueble. Un hombre se acercó y preguntó:
- « ¿En que le puedo ayudar? ¿Busca algo en particular? »
- « Veo que tiene piezas precolombinas. Son muy bellas ... pero son copias. Yo busco algo más ...¿cómo decir? ... auténtico... »
- « Oigo por su acento que es extranjero. Quizás no sepa que en nuestro país las piezas auténticas pertenecen al Estado y solo los museos locales pueden adquirirlas. Es extremadamente difícil para un particular obtener alguna. Y está absolutamente prohibido sacarlas del país. »
- « Sin embargo, ví algunas en Europa. Y no tuve grandes dificultades para adquirir algunas en Perú. »
- « ¿En Perú? ¡Pero es aún más difícil que aquí! Los controles son mucho más estrictos. ¿Puedo saber dónde las obtuvo? »
- « Como se trata de alguién que me recomendó su tienda, creo que le puedo decir su nombre: se trata de Favio Marambio. Me dijo que el señor Riderelli podría ofrecerme objetos propios de las culturas locales. ¿Es ud. el señor Riderelli? »
- « No. Soy su vendedor. Tendrá que hablar personalmente con él. Tiene suerte: está en su escritorio. Voy a ver si lo puede recibir. ¿A quién debo anunciar? »
- « Philippe Ducquet, de parte de Favio Marambio. »

Un momento más tarde, Riderelli recibía a Remi en su oficina. 
- « Señor Ducquet, entonces. ¿Francés? »
- « No, belga. » 
- « Y viene de parte de Favio Marambio. De la calle de la Concepción, en Lima. »
- « No, solo conozco la tienda de la calle Junin, cerca de la plaza Bolívar. »
- « ¡Ah, cierto! Lo vió en su tienda. ¿Y cómo le va? »
- « Estaba bien, creo, aunque se quejaba de su pierna izquierda. »
- « Siempre el mismo. ¿Y que puedo hacer por ud., para complacer al mismo tiempo a este viejo compañero? »
- « Marambio me vendió dos estatuillas de la cultura mochica que me gustaron mucho. Su exhibición de actos sexuales es realmente extraordinaria. Dudo poder encontrar otra vez algo tan peculiar. He visto algunas cosas muy bellas en su Museo Precolombino y me gustaría poder ofrecerme dos o tres piezas de arte local. Auténticas por cierto. »
- « Tiene razón, la cultura mochica produjo modelos que no encontrará en ninguna otra parte. Si adquirió esas piezas, debe tener una idea de lo que cuestan las obras auténticas y también de que no es fácil cruzar las fronteras con ellas. Consideraré por lo tanto estas cuestiones como resueltas. ¿Tiene preferencias por alguna cultura local en particular? »
- « No soy un especialista, pero he visto y oído bastante para pensar preferentemente en la cultura de San Pedro y en la diaguita. »
- « Excelente elección. Hay por cierto otras iguales de interesantes. Le voy a mostrar una decena de fotos de piezas a las cuales tengo acceso actualmente y que podría conseguir para ud. »

Riderelli abrió un cajón del escritorio, sacó una carpeta que contenía fotos y las pasó a Remi.
- « Tome su tiempo y dígame que es lo que prefiere. »

Remi revisó lentamente las fotos, una por una. Había ahí objetos muy parecidos a los que había visto en el Museo de Arte Preclombino así como en los álbumes del Museo de Bellas Artes de Bruselas. Y dos de las fotos correspondían a las que le había mostrado Carrasco: el producto del robo en el museo de La Serena. ¡Riderelli estaba por lo tanto implicado! Tenía que arreglárselas para ver las piezas reales.
- « Este vaso-pato diaguita es muy lindo pero se ve practicamente en todos los catálogos y todas las colecciones. Prefiero este plato. » dijo, seleccionando una foto. « Y quizás también esta tableta de rapé. ¿Atacameña, si no me equivoco? »
- « Está bien informado, señor Ducquet. Y tiene buen gusto. Se los puedo entregar mañana en la tarde si llegamos a un acuerdo acerca del precio. »

Riderelli le propuso entonces una fuerte suma en dólares. Remi regateó un poco, insistiendo en su inferioridad en comparación con las piezas que había "comprado" en Perú. Llegaron a un acuerdo y fijaron cita para el día siguiente a las cinco de la tarde. Los dos hombres se pararon y Remi salió de la tienda, dió la vuelta por la esquina y subió al taxi de Carrasco que lo esperaba.

- « ¿Cómo le fue? » preguntó éste.
- « Perfectamente, gracias a los datos que me dió acerca de Marambio. Riderelli desconfiaba y me tendió una trampa, pero lo convencí. Me mostró una decena de fotos de originales y dos de ellas correspondían al robo que ud. me había señalado. Encargué uno de estos objetos y otro más. Me los tendrá mañana en la tarde. »
- « Bien. Podremos arrestarlo con la mano en la masa. El vehículo de vigilancia debe además tener la grabación de su conversación. »