26/5/09

Artecal 2.9.

El comisario Figueroa, a cargo de la Brigada de Defensa del Patrimonio, fue informado de los llamados telefónicos de Riderelli. Hizo llamar a Carrasco y le transmitió las noticias.
- « No sabemos de que hablaron Riderelli y la persona que llamó Cali, debido al distorsionador que usaron. En todo caso debió ser en relación a Müller y Mattheys ya que decicieron liberar a éste. El código telefónico internacional era efectivamente de Colombia y el local de la ciudad de Cali. Si pusieron allá un sistema de interferencia, me parece que ha de ser una operación de cartel de la droga. Que se ocupen también de tráfico de arte no me extraña. Ya son expertos en transporte y usan reproducciones de piezas arqueológicas para esconder droga. Enviar originales por sus redes solo aumentarían las ganancias y podría abrirles quizás nuevos mercados. Lo más grave para nosotros es que no habían entrado aún aquí. Que Riderelli les esté ligado es extremadamente grave. Hay que endurecer su vigilancia pero no hacer nada que impida la liberación de Mattheys. Actuaremos después. »
- « ¿Y retendremos a Mattheys? »
- « Lo dejaremos partir, pero ud. lo contactará en el interior del aeropuerto, para que nadie nos vea cuando los esbirros de Riderelli lo lleven. Quizás valga la pena que Remi le acompañe y lo ponga al tanto de lo que pasó en Bélgica. Dígale también que avise a su oficina de Bruselas. Por lo que es de su misión aquí, continuaremos como lo hemos planeado pero únicamente después de la salida de Mattheys. Con lo que sabemos, es lo más importante. »

Mientras tanto, en Europa ...

Las planillas de los movimientos bancarios de van Hasselt y de Artecal estaban sobre el escritorio del comisario Servais. Pudo verificar así que las sumas percibidas por Artecal que aparacían en la libreta de ventas ilegales habían sido transferidas a una cuenta de van Hasselt y muchas de ahí a una cuenta numerada de Berna, en Suiza. Otras sumas, fijas, habían sido transferidas cada trimestre a otra cuenta numerada, en Zurich. Servais recordó entonces que Dumazedier recibía fondos de una cuenta numerada de Suiza. Buscó los documentos y constató dos coincidencias: era de la misma cuenta de Zurich que recibía transferencias regulares. Y había recibido un depósito importante proveniendo de la cuenta de Berna el día siguiente de la muerte de Verbiest. ¿El pago del asesinato? También había pagos de Artecal a Ducquet pero ningúna transferencia entre éste y van Hasselt. Quizás las había habidos en períodos anteriores, no cubiertos ya por los informes bancarios.

Le día subsiguiente, martes, los informes enviados por Scotland Yard a través de Interpol llegaron a la oficina de Servais. La presencia de Di Motta en Ipswich lo sorprendió. « ¡Así que logró escaparse y está en Inglaterra! » pensó. Consultó rapidamente los nombres en el código de Artecal: April y Weinstein estaban ahí. Avisó de ello inmediatamente a Scotland Yard. Con esta información y la de las cuentas bancarias, Servais decidió interrogar de nuevo a van Hasselt.
- « ¿Quiénes son Enero, April, Lefèvre y Weinstein? Sabemos que mantiene contactos con ellos. »
- « Lefèvre es el corredor de seguros que utilisa Artecal. Weinstein es un cliente alemán. No conozco a los otros. »
- « Sabemos que Lefèvre es corredor de seguros. Pero sabemos también que trafica obras de arte. En cuanto a Weinstein, ud miente: no es su cliente sino uno de sus proveedores. Y de arte ilegal. Tenemos una idea de quienes son los otros, pero sería mejor que ud. nos dijera quiénes son y qué hacen. »
- « ¡Vayáse al diablo! »
- « Como quiera. Tendremos en cuenta su colaboración cuando lo acusemos formalmente de tráfico y de complicidad en homicidios. »

En Londres, Lefèvre había decidido pasar unos días visitando anticuarios, museos y galerías de arte. La policía tomó nota de todos sus contactos y los investigó pero todos eran comerciantes honestos y era difícil considerarlos sospechosos. La lista se incluyó por lo tanto en el archivo del caso pero no se juzgó necesario disponer más vigilancia. Sólo se mantuvo la de la tienda de Abril.

Di Motta-De Modt lo siguió también en todas sus actividades, manteniendo a Enero al tanto de todos sus desplazamientos. Ambos se juntaban cada noche en el hotel Alexandra, en el sector de Kensington, donde compartían la habitación y el lecho. Pero mientras los detectives que seguían a Lefèvre se intercambiaban, 'Marzo' no podía hacer lo mismo y, después de algunos días, la policía se dió cuenta de que en todos los lugares que visitaba el sospechoso también aparecía un joven de aspecto efeminado. No solo tomaron nota de su presencia sino que lo fotografiaron. Había ahí algo extraño y se decidió seguir también a este nuevo personaje cuando dejaba de seguir à Lefèbre. Descubrieron entonces pronto que, cada noche, volvía al hotel Alexandra. A uno de los detectives que había ido a Ipswich se le encargó que mostrase la nueva foto al recepcionista del hotel que lo identificó como Julien De Modt, quien compartía la pieza con un tal Jack Cormack. Cuando el policía dejaba el hotel, se cruzó con un hombre que entraba y que reconoció como uno del grupo de Ipswich. Volvió entonces, un poco más tarde, al hotel con las fotos de todo ese grupo y pudo confirmar así que el hombre que había reconocido era el llamado Jack Cormack, conocido antes como Enero y que había dado el nombre de Vic Janvier en Ipswich. El recepcioniste indicó también que esta persona era un cliente regular, que venía varias veces cada año y era muchas veces acompañado por una mujer que reconoció también en las fotos: Giuliana Di Motta.

19/5/09

Artecal 2.8.

Durante la comida, el anfitrión comentó las principales costumbres de las fiestas patrias para luego explayarse en sus propios gustos artísticos, interrogando a Müller acerca de los suyos. Teminada al cena, lo condujo a la habitación de huéspedes y lo dejó para la noche. Poco después de haber quedado solo, el luxemburgués verifició la puerta de la pieza: estaba cerrada con llave. ¡Era prisionero! ¿Cómo saldría? No quería ni podía aceptar el trato, pero el juego parecía peligroso. Se acostó y se quedó pronto dormido, sin saber que habían puesto un sedante en su bebida. Poco después de media noche, Romero entro en el cuerto y se puso a revisar sus ropas. No tardó en encontra la grabadora.

Dado que habían perdido la pista de Müller, los policías encargados del caso se reunieron en un consejo de guerra en el cuartel de Investigaciones.
- « ¿Debemos liberar en seguida a Mattheys? » preguntó uno de ellos.
- « Ésto bloquearía la misión de Müller » contestó otro.
- « Pero no sabemos donde está Müller ni si está bien » dijo un tercero.
- « Si Müller no fue a la tienda, estaba probablemente en casa de Riderelli o en San José. Ayer era domingo y es normal que la tienda esté cerrada. Por otra parte, Riderelli siempre pretendió que quería hacer negocios. No es un secuestro normal. Creo que tratará a Müller como un posible socio y que lo llevó a su casa. » dijo el comisario al mando. « Sigamos vigilando los tres lugares. Y que el agente belga visite la tienda para tratar de saber más. Sería mejor poder atrapar a Riderelli hacviendo una venta ilegal que de allanar su casa. Lo que no podríamos hacer sin una orden judicial que, por cierto, no nos darían con los actuales antecedentes. Pero podemos obtener una para allanar la casa de San José. Que estén listos para actuar allá, pero esperemos un poco. »
- « ¿qué hacemos con el policía belga? » preguntó Carrasco.
- « Sigan con el plan que habíamos trazado. Llévelo en el taxi donde Riderelli a pensas éste esté en su tienda. Más vale aprovechar esta pista si es posible. »

La mañana siguiente, Riderelli esperaba a Müller en la mesa del comedor con el desayuno servido.
- « Entonces, señor Müller, ¿que hacía con esta grabadora? ¿Espiando? ¿Es un falso traficante que trabaja para la policía? »
- « ¡Pero de ninguna manera! Ud. no graba sus convenios? Debe saber que es totalmente normal en nuestro trabajo, sobre todo cuando se establecen nuevos contactos, ya que no ponemos nunca nada por escrito. Por lo demás, ¿qué haría aquí la policía de Luxemburgo? »
- « ¡Sepa que tengo dudas! Pero como ud. y su empleado están entre mis manos, trataré de convencerle y de seguir adelante con mi proyecto. Venga conmigo. »

Riderelli se levantó y llevó a Müller a su escritorio. Cerró la puerta con llave y empujo un paño de estantería que dejó ver una escalera que bajaba hacia un subterráneo. Bajaron nuntos y, llegados abajo, el chileno encendió las luces de la sala. Müller se quedó atónito. Parecía una verdadera sala de museo. Los muros estaban cubiertos de antiguas pinturas y, al centro, había mesas con numerosas piezas precolombinas.

- « Como puede ver, soy un apasionado de la pintura colonial. Es muy fácil de conseguir. Las pequeñas iglesias del interior del país no tienen ninguna medida de seguridad. Cualquier con un poco de habilidad puede retirar sus pinturas. ¿Magnéfico, no cierto? Y ahora que ha visto ésto, debe estar convencido de lo serio de nuestro asunto. Y también de que no podrá partir sin haber aceptado nuestras condiciones. »

Müller se puso a pensar a toda velocidad. No podá concluir ningun acuerdo ya que no era el dueño de Artecal y que la policía controlaba todo. ¿Cómo salir de ahí, él y Mattheys?
- « Ud. es solo un intermediario. No termina de repetir que hace ésto a pedido de un cliente. Quiero hablar directamente con él. » dijo.
- « No está en posición de exigir nada, señor Müller. Recuerde que su empleado es nuestra garantía... y lo seguirá siendo hasta que nuestro acuerdo sea puesto en práctica. »
- « ¿Puesto en práctica? ¿Ud. cree que la mujer de Mattheys seguirá esperando sin inquietarse? ¡Ya me llamó por teléfono antes de que me viniero para preguntar por las razones de su retraso! »
- « ¿Su mujer? ¿Está casado? »
- « ¡Seguro! Y si se sigue inquietando, llamará a la policía y se iniciará una investigación. Sabrán muy pronto donde está y a quién encontró. »
- « ¿No puede ser! Nos escondió que estaba casado. Esto cambia la situación. Vuelva a su cuarto. Tengo que contactar a mi cliente. »

Unos minutos más tarde, Riderelli levantaba el teléfono y marcaba un número en el extranjero.
- « Aló Cali, aquí Santiago. »
Al instante un distorsionador fue conectado para impedir la escucha por terceros y el detective encargado de la intervención sólo siguió oyendo ruidos.
- « ¡Hable Santiago! »
- « El hombre que llegó de Luxemburgo dice que su empleado está casado, que su mujer estaba inquieta y podría avisar a la policía porque no tiene noticias de su marido. »
- « Esto es un imprevisto. Mattheys había dicho que vivía sólo y su pasaporte decía que era soltero, ¿no? ¿Y su patrón no explicó nada a la mujer? »
- « Müller dijo que trató de tranquilizarla pero no está seguro de haberlo conseguido. Además, como está aquí ahora y le dije que podríamos retener a Mattheys algún tiempo, hasta que el negocio empiece a operar, cree que ella irá a la policía. »
- « ¡Mala cosa! ¿Pero Ud. dijo Müller? Él que llegó de Luxemburgo no se llama van Hasselt? »
- « No. Se llama Müller. »
- « ¡Pero éste no es el patrón, es el gerente! Al que necesito es a van Hasselt. »
- « Yo no podía saberlo. Ud. no me dió ningun nombre. »
- « No teníamos ninguno cuando llegó Mattheys. Lo hemos sabido después y estábamos convencidos de que Mattheys le daría la información correcta. Y ud sabe que hemos de mantener nuestras comunicaciones en un mínimo. Mattheys ha sido muy astucioso. »
- « ¿Qué hacemos ahora? »
- « Suelte a Mattheys. Póngalo en el primer avión para Europa y que haga venir a van Hasselt. Conserve a Müller en su lugar. Contácteme de nuevo cuando llegue van Hasselt. Terminado. »

Riderelli marcó luego el número de teléfono de su agencia de viaje.
- « Buenos días, señorita Alessandri. Aquí Carlo Riderelli. Necesito un asiento en un vuelo a Europa lo antes possible. El pasaje está a nombre de Lucien Mattheys y está 'open' con destino a Bruselas. Su código es JX148350381B. Confírmeme cuanto antes, por favor, es urgente. »

Media hora más tarde recibía la respuesta.
- « Señor Riderelli, encontré un cupo para pasado mañana en un vuelo de Lufthansa con cambio de avión en Frankfurt. No hay nada disponible antes, salvo en una que otra lista de espera ya larga y, por lo tanto, sin posibilidades. ¿Le conviene? »
- « De acuerdo. Prefiero ir a la segura. Mi amigo no desea perder el viaje al aeropuerto. Le mando el boleto para hacer la inscripción de la reserva. Ponga los gastos en mi cuenta personal por favor. »
- « A la orden, se ñor Riderelli. Estamos siempre a su servicio. Hasta luego. »
- « Adios y gracias. »
Esta comunicación fue, esta vez, escuchada por la policía.

Riderelli se fue entonces a la habitación de Müller.
- « ¿Por qué vino ud. aquí si no es el dueño de Artecal? ¡Nos ha mentido y nos hizo perder el tiempo! Mi cliente está muy enojado.Es con el señor van Hasselt que quiere fijar las condiciones del negocio. »
- « Ud. no nos dió ningún nombre. Soy yo quien gestiona el negocio. El señor van Hasselt no vive en Luxemburgo y nos vemos solamentye cada tres meses. ¿Cómo podía yo adivinar que era con él que quería tratar? »
- « Es sin duda Mattheys que nos indujo en el error. No me gusta. Si dependiera de mí, tomaría represalias. Pero he de seguir órdenes. Para que su mujer no se siga inquietando, Mattheys volverá a Europa y deberá exigir que venga van Hasselt. Mientras tanto, ud. será nuestra garantía: tomará el lugar de su empleado. »

Müller prefirió no agregar nada acerca de van Hasselt. Mattheys pondría la policía al tanto y ésta decidiría que hacer.

12/5/09

Artecal 2.7.

En Chile, cuando el inspector Remi partía con su colega Carrasco para visitar el Museo de Arte Precolombino, el ID19 salía de la casa de San José de Maipo. El detective que vigilaba la residencia la había visto llegar pocos minutos antes. Había entrado al garaje y salía ahora sin que hubiese podido ver quien había dejado o abordado el auto. Por la escucha del teléfono de Müller, el comisario a cargo del caso estaba convencido de que había venido a recoger a Mattheys o, cosa menos probable, lo recogería al volver hacia Santiago para pasar con él delante de Müller en la avenido Apoquindo. Otro agente observaba discretamente a la entrada del estadio, con una foto de Matheys que habían recibido de Bruselas. Y tenían varios vehículos dispuestos para seguir el ID19 después del encuentro y confirmar definitivamente el lugar del secuestro.

A las once, Müller estaba en el lugar convenido, yendo y viniendo en le vereda delante del estadio. Diez minutos más tarde, el ID19 pasó frente a él con la ventanilla abierta. Reconoció a Mattheys y quiso acercarse al auto pero éste no se detuvo sino que retomó el camino de San José. Después de algunas vueltas en la ciudad el ID19 volvió a la casa sospechosa, confirmando que era el lugar de detención de Mattheys. La policía decidó esperar el encuentro entre Müller y Riderelli para liberar al belga.

Mientras Müller almorzaba en el restaurante de su hotel, un detective entró en su cuarto para esperarlo. Cuando el anticuario llegó, le dió instrucciones para el encuentro de la tarde.
- «Hemos puesto un micrófono en la tienda de Riderelli, el hombre que Ud. encontrará, pero no sabemos si le conducirán ahí. Por lo tanto, es necesario que lleve una pequeña grabadora, porque no estamos seguros de poder seguirle y menos de poder escuchar. Le voy a mostrar cómo colocarla y hacerla funcionar para que no la encuentren en una revisión superficial. Esperemos que lo desvistan. »
- « ¿Tienen noticias de Mattheys? Lo he visto esta mañana: me lo mostraron en un auto que pasaba. »
- « No puedo decirle nada por ahora. Lo siento. »

A las cuatro de la tarde, como previsto, Müller recibió el llamado telefónico de la misma voz de siempre.
- « En algunos minutos un auto lo pasará a buscar. Es el mismo Citroen ID19 negro que vió esta mañana con Mattheys. El chofer le dirá que lo esperan en Luxemburgo. Contéstele que es de donde ud. acaba de llegar. »

El encuentro se produjo del modo indicado media hora más tarde. José Romero, que conducía, dió la vuelta a la cercana plaza Baquedano y descendió por la Alameda. Dijo a su pasajero que su jefe le había recomendado dar una vuelta por el centro y mostrar los principales monumentos antes de llevarlo al lugar de la cita. Pasaron ante el cerro Santa-Lucía y la Biblioteca Nacional. Al salir del estacionamiento del hotel, Romero había descubierto un auto que había salido tras ellos. Aunque no lo sabía, era el de Investigaciones. No se había podido estacionar en otra parte porque estaba prohibido estacionar en la Alameda. Romero había mirado con atención todos los vehículos estacionados a la entrada del hotel, sobre todo las que tenían un chofer al volante. Al dar vuelta en la plaza Baquedano, había visto que el auto hacía lo mismo y concluyó que lo seguía a él. Por ésto pretendió hacer turismo y aprovechó las numerosas calles estrechas del centro para tratar de perder a sus seguidores. Frenando o acelerando según el caso, se las arregló para ser cada vez el último al pasar cuando los semáforos cambiaban al rojo y, así, logró rapidamente su cometido. Después del palacio de la Moneda y el Parlamento, pasando por el Mercado Central y la estátua de Prat, ya el vehículo policial había desaparecido. Romero tomó entonces la Costanera y se dirigió rapidaemnte hacia el Barrio Alto. Los detectives que lo habían perdido se fueron al cuartel central, de donde los enviaron a vigilar el domicilio particular de Riderelli, único lugar donde pensaban que, quizás, podrían saber más.

El ID19 entró en el jardin delantero de una mansión del sector de Tomás Moro. La puerta se abrió y el propietario recibió al viajero en la entrada.
- « Señor Müller. ¡Feliz de conocerlo! Soy Carlos Riderelli. Yo soy quien le invitó a venir a Chile y lamentó haber tenido que utilizar este medio algo torcido para lograrlo. Pero su representante se mostró muy poco cooperador. Ud. llega desgraciadamente dos días tarde: podría haber aprovechado nuestros dos días de fiesta nacional, los 18 y 19. En fin, las fiesta sigue hoy ya que es domingo. Entre, por favor. »
- « No diré que estoy feliz de conocerlo. Estoy aquí en contra de mi voluntad y le rogaría explicarme cuanto antes de qué se trata y por qué tuve que hacer tan largo viaje. » contestó Müller mientras seguía a su interlocutor.
- « Calma, señor Müller. Nada urge ahora. Tómelo de lado bueno: creo que nunca habría visitado América del Sur si no fuera por mi invitación. Siéntese y prueba este pisco-sour que lo espera. El pisoc es nuestro mejor alcohol, destilado a partir de uvas muy dulces cultivadas en el desierto. Un verdadero milagro de la naturaleza. »
- « No he venido para beber sino para obtener la liberación del señor Mattheys. ¿Por qué lo ha retenido? »
- « Bueno, bueno. Voy a tratar de satisfacer su curiosidad. Soy anticuario y mercader de arte. Es lo que trajo aquí a su representante. Me ha explicado largamente lo que buscaba y logreé que describiera todos los servicios que Artecal ofrece en Europa. Que ud. quisiera abrirse a América del Sur era muy interesante para mí porque busco justamente lo inverso: tengo numerosos contactos en esta región pero no en Europa. Y tengo un importante cliente que quiere enviar objetos precolombinos a Europa, al mergen de los circuitos oficiales por cierto. Mattheys rehusó discutir las condiciones de un acuerdo y dijo que solamente su jefe podía abordar este tema. Pero era evidente que no podíamos escribir ni discutir el asunto por teléfono. Tampoco podía permitir que él se fuese: no habría tenido garantía de tener noticias de ud. Artecal ofrece exactamente los servicios que mi cliente desea. Incluso está dispuesto a financiar parte de la nueva red que crearíamos. »
- « Habla de piezas precolombinas. ¿De dónde provendrían? »
- « Mi cliente hace sus propias excavaciones en todos los países de la costa del Pacífico Sur. Tiene a muchas gente trabajando para él. Desheredados que recorren las montañas, recogen y traen lo que encuentran por poco pesos. Si el sitio es importante, lleva sus propios hombres para explorarlo más a fondo. También hay empleados de museos que lo conocen y le ofrecen a veces objetos perdidos en los depósitos. »
- « Todo ésto está al mergen de la ley, sin duda. ¿No le causa problemas? »
- « Ninguno. Estamos bien organizados. Como ud., sin duda. Mattheys acabó por confesar que ésto no debería molestarle. »
- « No estoy seguro de que podamos mantener una operación de esta envergadura a través de su país. »
- « El traslado estaría a cargo de mi cliente, que sería entonces su socio. Tiene mucha experiencia con las aduanas. »
- « Tendría que pensarlo con detenimiento. Discutir las condiciones. Y luego ver las posibilidades de nuestra red en Luxemburgo. »
- « Lo invito a quedarse aquí esta noche. Piénselo. Dicen que la noche es buena consejera. Me dará su decisión mañana y empezaremos a discutir las condidiones y la manera de operar. Ahora, pasemos al comedor: la cena está servida. »

5/5/09

Artecal 2.6.

El mismo día, el inspector Remi y Müller llegaban a Santiago. Se separaron al salir del avión, para que no los vieran juntos si alguién observaba las llegadas. Al salir, Remi tomó un minibus Transfer que iba al hotel San Cristobal. Vió que Müller, por su parte, tomaba un taxi. Lo seguiría sin duda un detective chileno en un auto sin señas. Una hora más tarde, en el hotel, alguién llamaba a la puerta de la habitación de Remi.

- « ¿Inspector Remi? Soy el detective Carrasco de la Policía de Investigaciones, brigada de Defensa del Patrimonio. Me han dicho que ud. habla español y me alegro de ello porque no hablo francés. Creo que el tiempo urge y le traje ya alguna documentación. »

Carrasco explicó entonces que los robos de obras de arte en los museos chilenos eran muy escasos aunque acababa de haber uno en un museo del norte del país. Al contrario, había muchas excavaciones ilegales y los objetos se vendían a algunos anticuarios o directammente a los turistas que visitaban el país. Chile era también un corredor de salida para piezas que llegaban ilegalmente de Perú y Bolivia. La aduana hacía lo que podía para recuperar esos objetos a la salida del país, pero el control no era muy eficaz, por falta de recursos. Remi, por su parte, explicó lo que había aprendido acerca de la culturas de la costa del Pacífico Sur y del altiplano.

- « Trataremos de completar esto » le dijo entonces Carrasco. « He aquí algunos libros de arqueología local. Mañana lo llevaré al Museo de Arte Precolombino para que aprecie directamente algunas obras. Sea por la tarde, sea pasado mañana, nos gustaría que visitase la tienda de Riderelli. Las piezas precolombinas y coloniales que expone, junto a objetos más recientes, son todas copias. Pero estamos ahora seguros que posee originales guardados para clientes selectos. Hágale notar que reconoce inmediatamente que le expone son copias y dígale que busca especialmente obras diaguitas fuera del circuito formal. Desconfiará sin duda, pero ud. le dirá que su tienda le fue recomendada por Favio Marambio en Lima, quién le vendió a ud. dos pequeñas estátuas de la cultura mochica. Comente que "estas demostraciones de actos sexuales son realmente extraordinarias" y le han gustado mucho. Sabemos que Marambio tuvo algunas y fue arrestado ayer. Nadie puede saberlo aún. Si Riderelli está en el circuito sudamericano ha de conocer a Marambio que es un importante anticuario de Lima. Si le pregunta como está Marambio, dígale que se quejaba de su pierna izquierda. Si le pregunta donde lo encontró, diga que en la calle Junin, cerca de la plaza Bolívar. Nos parece que ésta es la mejor manera de abordar a nuestro sospechoso en el terreno que nos interesa. Y si le sugiero pieza diaguitas, es porque varias fueron robadas hace unos días en el museo de La Serena. Éstas son sus fotos: ¡estúdielas bien! Si le muestra alguno de estos objetos, directamente o en foto, interésese por uno u otro, discute el precio y fije una cita para pagar y retirar lo que habrá escogido. Vuelvo mañana para llevarlo al museo. Es domingo y abre a las once. »

Müller, por su parte, fue detectado por la policía chilena cuando mostró su pasaporte. Con una seña interna el oficial de extranjería avisó a un detective que emprendió inmediatamente la filatura. No parecía haber otro observador. Müller tomó un taxi y se fue como convenido directamente al hotel Crowne-Plaza, en la Alameda, cerca de la plaza Baquedano. El teléfono de su habitación ya estaba intervenido y un detective estaba vigilando en el hall de entrada, leyendo aparentemente un diario, sentado en uno de los sillones a la izquierda de la entrada.

A las cuatro, el teléfono sonó en la pieza de Müller.
- « ¿Es ud. el anticuario de Luxemburgo? » preguntó la misma voz que había oído en su oficina.
- « Soy yo. »
- « ¡Bienvenido a Santiago, señor Müller. Le daremos un poco de tiempo para que se acostumbre al cambio de hora. Mañana por la mañana confirmaremos su identidad y en la tarde podrá encontrarse con mi jefe para discutir de negocios. »
- « Y yo quiero ver a Mattheys con mis propios ojos antes de discutir de negocios. »
- « Es lo que habíamos previsto y es de este modo que lo pondremos a prueba mañana por la mañana. Tomará un taxi hasta el Estadio Italiano, en la avenida Apoquindo. Ahí, camine por la vereda delante de la entrada del estadio a partir de las once. Mire todas los autos que pasarán cerca de ud. Uno de ellos tendrá la ventanilla bajada y podrá ver a Mattheys. Después de haberlo visto, vuelva a su hotel o vaya a pasear. Lo llamaré de nuevo mañana a las cuatro de la tarde. Hasta mañana, señor Müller. »

*
En Inglaterra, la pareja que había llegado al Faisan Dorado después de Febrero y que observó el grupo pertenecía a Scotland Yard. Seguían al traficante desde el aeropuerto de Heathrow donde había llegado procedente de Madrid. Scotland Yard había sido adevrtido por la policía española que había identificado y seguido el hombre, Clément Lefèvre, en Madrid, a pedido de la policía francesa. Los detectives se las habían arreglado para fotografiar discretamente a todos los miembros del grupo del almuerzo y los habían visto reunirse cerca de la abadía. Las fotos fueron reveladas y estudiadas en el Yard.

Cuando, el día siguiente, los conspiradores abandonaron el albergue, la inspectora volvió a seguir a Lefèvre mientras su compañero se identificó ante el dueño del albergue y pidió ver el registro de huéspedes para luego inspeccionar sus habitaciones. Obtuvo así los nombres y ciudades de origen bajo los cuales se habían registrado y calcó sus huellas dactilares. Copió del registro los siguientes datos:
- Vic Janvier, Tanger
- Clément Lefèvre, Paris
- Giuliana Di Motta, Roma
- Diana April, Dublin
- Gert Weinstein, Düsseldorf

El motocilista le trajo una copia de las fotografías reveladas y las mostró al dueño pidiéndole que le indicase el nombre de cada uno. Le preguntó también hasta donde los conocía. Dijo que eran excelentes clientes que volvían juntos cada año al menos un fin de semana pero que no sabía cual era su profesión o actividad ni qué era lo que los unía. Con esta información, el inspector se volvió a Londres. Se confeccionaron fichas para cada sospechoso y además del caso de Lefèvre que ya estaba bajo vigilancia internacional apareció el hecho de que Di Motta estaba siendo buscada por la policía belga: el alerta de Interpol acababa de llegar. La información sobre Di Motta inquietó aún más el detective: buscada por asesinatos, entre ellos de un agente, e implicada en tráfico de arte. Todos los recursos del Yard serían utilizado para buscar a un asesino de policía. Y le llamaba la atención que esta mujer también estaba implicada en tráfico de arte, que era también la razón por la que Francia hacía seguir à Lefèvre. Desgraciadamente sólo éste seguía vigilado desde su llegada. Quizás todos estuviesen implicados y formasen una red internacional. Se formó por lo tanto un expediente del conjunto y se envió a la central de Interpol para su difusión en todos los países de Europa.

"Febrero" dejó Ipswich para volver a Londres y devolvió su coche en el garaje de Hertz en el aeropuerto de Heathrow. Luego se fue al mostrador de Iberia, donde le informaron que su reservación había sido cancelada y que había un mensaje urgente para él. Lo retiró y vió que lo estaban convocando el día siguiente donde Abril. Tomó entonces un taxi hasta la ciudad y se hizo conducir al hotel Ritz, en Piccadilly, donde tomó un cuarto. Acostumbrado al lujo, no le gustaban para nada las excursiones a Ipswich donde consideraba que las condiciones de alojamiento eran miserables. El Ritz databa de 1906, tenía excelentes suites de estilo y un restaurante gourmet. Como era domingo, después de un copioso almuerzo, salió a pasear por los alrededores del Parlamento y de la abadía de Westminster, construcciones que admiraba mucho. Encontró al paso un kiosko que ofrecía revistas de decoración y adquirió varias para pasar el tiempo después en el hotel.

En la mañana siguiente, apenas abrían las teindas, entraba donde Abril muy malhumorado por el contratiempo.
- « ¿Qué diablos pasa aquí? » ladró sin saludar. « ¿Por qué me obligan a quedarme? »
- « Orden de Enero » respondió Abril. « Ud. acababa de salir de Ipswich cuando supo que si volvía a Madrid sería detenido. Le ruega quedarse en Inglaterra y hacer los más invisible que pueda. Sobre todo, no contacte a nadie en el continente: no sabemos en quién se puede aún confiar. Y donde sea que aloja, si usa su nombre verdadero, salga de ahí y regístrese bajo otro nombre en otro hotel. »
- « ¿Pero quién se cree que es Enero para dar tales órdenes? ¿Y cómo puede saber que vine de Madrid y volvería allá? ¿Tiene espías en la policía? ¿O es él mismo quien nos denuncia? »
- « Ud. sabe que Enero manda la red y no sería nadie sin él. Tiene fuentes en muchas partes, que nos son muy provechosas, tanto para los negocios como para la seguridad. ¡Sería mejor que obedezca! »

Sin una palabra más, Lefèvre salió del almacen y volvió a su hotel. No pensaba en absoluto dejar éste. Era el que prefería y ne pondría a buscar otro, que no lo había igual. Debería sin embargo decidir que hacer a continuación. Sin duda no le convendría volver a Madrid. Lo que no sabía, es que lo seguían siempre y que, así, había llevado a la policía a identifica la tienda y la residencia de Diana April, una de las mujeres del grupo de Ipswich. Desde ahora, el negocio también estaría vigilado. Pero Julien De Modt, la asesina que conocía como "Marzo", disfrazada de hombre, también lo había seguido para saber donde se alojaba y que hacía.

Lefèvre, sin hacer caso de las instrucciones, llamó a su secretaria en su ofician de París para darle sus coordenadas en Londres, donde se quedaría hasta nueva orden. Su agencia de seguros podía funcionar sin él, pero en caso de algún problema urgente quería que su secretaria pudiese encontrarlo. No pensaba, tampoco, que su teléfono podía estar intervenido.